Consumidos lunes, 31 de julio de 2006

Comprarse la vida
Casi el 30 por ciento de la clase media argentina vive presa de su deuda crónica gracias a la abundancia ficticia de las tarjetas de crédito. Qué hay detrás de las compras compulsivas y cómo se pueden evitar.

por Ximena Schinca
Revista Viva, 16-07-2006



Miguel Marino llegó a su límite hace dos años. La razón no fue ni el tope de la tarjeta de crédito ni el de la cuenta bancaria, sino ese malestar que no desaparecía por más alternativas que le ofreciera su guardarropa: "Compraba compulsivamente por problemas que no podía resolver. Tenía bronca y pensaba que volviéndome mejor me iba a sentir aliviado". Con sólo 25 años, Miguel conduce un auto importado, viste ropa de diseño y contabiliza dos años de terapia que -dice- le ayudaron a calmar su angustia.
"Me reventaba el suelto en una semana -confiesa-. Tuve dos tarjetas de crédito y las fundí, compraba ropa que no usaba y la terminaba regalando". Miguel cuenta que llegó a comprarse siete musculosas idénticas, "una para cada día de la semana". Deprimido, salía en busca de "un cambio de look" para sentirse mejor. Pero la ilusión duraba lo que tardaba en estrenar las prendas. Miguel canceló sus tarjetas porque reconoce que no puede controlarse, y sale con el dinero justo para no tentarse.

¿Puede el consumismo convertirse en una adicción? La licenciada Rosa Daniel, coordinadora del Programa de Prevención, Asistencia y Reinserción Social de la Ciudad de Buenos Aires, explica: "La compulsión del comprador es una forma de taponar la angustia. Se trata de conductas que responden al debilitamiento de códigos éticos en la sociedad y a la falta de proyectos de vida. Este es el vacío, la inertidumbre que se intenta velar con los objetos de consumo". La compra compulsiva otorga una satisfacción transitoria, que ponrot deja aflorar nuevamente el vacío."

El precio de la felicidad
Este año, Judith Miller -hija de Jacques Lacan, figura del psicoanálisis- afirmó que "la sociedad de consumo no produce más felicidad a las personas". En una visita a Madrid, la filósofa reconoció que en ocasiones este sistema "nos hace sufrir y resulta difícil de soportar".
(...) Un estudio de la Fundación Mercado revela que el 29,2% de la clase media argentina tiene cerca del 30% de su sueldo comprometido en alguna deuda adquirida con tarjeta de crédito. Dardo Ferrer, economista de la fundación, explica que a través de los préstamos personales y de las tarjetas de crédito, los sectores medios contraen una especie de "deuda flotante": un endeudamiento permanente en el que cierta parte del ingreso está destinado a cancelar gastos pasados y el consumo presente se financia contrayendo otra deuda.

¿Qué recomiendan los especialistas para poner límite a esta compulsión? Hacer una pausa antes de cada compra, considerar con honestidad cuánto uso se le dará al objeto deseado, y esperar unos días antes de tomar la decisión. Si la necesidad es genuina, persistirá en el tiempo.
Pero sobre todo, buscar en cada caso el fin último que comple el desembolso desaforado. Como con toda adicción, lo que cuenta es el vacío.

2 comentarios:

Vasco dijo...

La verdad que no se si es una adicción o no... pero de serlo, sólo puede afectar a una parte minoritaria y privilegiada de la Argentina. El común de la gente vive rompiéndose la cabeza como llega a fin de mes con todo aumentando y no preocupándose por si tiene 7 musuculosas idénticas para cada día de la semana.
De última que por esta adicción se preocupen los que les da el cuero para tanto, que no es mi caso ni el del 90% de la población argentina.

Fede / Billie dijo...

Bueno, he aquí que discrepamos, compañero Santiago.
La nota de la revista-de-moda-con-ocasionales-notas-de-interés-general Viva estaba enfocada hacia un público de clase media, ni muy muy ni tan tan, que se sumía en deudas para realizar consumos que, para su nivel adquisitivo, eran simplemente demasiado.
La nota no habla de una minoría "privilegiada", ya que si el hijo de Macri tiene una adicción al gasto el asunto no sería muy grave.
Me parece que está referida a gente de sectores bien medios que, sin embargo, cuentan con una tarjeta de crédito y al embarcarse en algún gasto más o menos poco necesario revientan sus tarjetas y comienzan una espiral de deudas.
(No es para andar creyendo en todos los números que nos tiran, pero el estudio citado dice que el 30% de los sectores medios tiene esa "adicción". Me parece bastante como para dejar afuera al "90% de la población argentina", como decís vos.)
En resumen: no se trata de narrar la vida de personas cuya idea de normalidad es tener 7 musculosas idénticas en el guardarropas, sino de personas que ni siquiera tienen plata para semejante gasto y que por algún motivo -que el artículo ensaya- lo hacen de todas maneras, sólo para encontrarse con lo que el consumo consumado siempre ofrece: el vacío.
Saludos.