Cromañón, la Justicia y los justicieros jueves, 20 de agosto de 2009



En enero de 2005, marchamos con mi amigo Emiliano a Plaza de Mayo, en lo que fue el primer reclamo por lo sucedido en el boliche de de República Cromañón. Recuerdo que ya por ese entonces se adivinaba una futura divisoria de aguas entre quienes hacían un amplio reclamo de justicia y entre quienes limitaban las responsabilidades a políticos y funcionarios, en una defensa acrítica de la cultura del "aguante" ya que -como rezaba el cantito- los culpables no eran "ni las bengalas ni el rock and roll".

Nunca adscribí a esta segunda postura, si bien estaba claro que había que establecer jerarquías y niveles de responsabilidades. En agosto de ese año comentaba en este espacio:

La explicación de un fenómeno requiere la búsqueda de ciertas causas que deben cumplir un número de requisitos. Uno de ellos es el de parsimonia, es decir, el de la economía de factores. Una explicación será mejor que otra cuando a iguales grados de generalidad y precisión alcanzados, menor sea la cantidad de factores o variables utilizados.
En otras palabras: no podemos decir que "todos somos culpables", porque es lo mismo que decir que nadie lo es. Si no jerarquizamos las responsabilidades o la negligencia en los deberes (como en las definiciones de culpabilidad) jamás vamos a llegar a una conclusión, y mucho menos a una guía de acción. (...)
Algunos pseudoperiodistas señalaron como principales culpables a "los que tiraron la bengala", cuando en realidad la famosa bengala era causa necesaria pero no suficiente. Y repetir esa muletilla de que toda la sociedad es culpable es no sólo intentar una generalización que le quita toda seriedad y sentido a la teoría explicativa sino que además es un patético intento de equipararlos con el nivel de responsabilidad de alguien que vive de forma directa de la seguridad de sus clientes (Chabán) o de los habitantes de su ciudad (Ibarra).


Y a un año de la tragedia citaba un fallo ejemplar sobre un accidente aparentemente menor en donde se sentaba algún tipo de jurisprudencia con respecto a la responsabilidad última en estos casos: "si el Estado hubiese controlado, el comercio habría estado clausurado y no se habría producido el accidente".

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Ayer se conoció el fallo, y estas fueron las condenas.

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Este 13 de agosto escribía Mariano Blejman:

Una condena sobre Callejeros implicaría también una legitimación cultural de la postura de aquellos que pensamos que si bien la banda no tenía intención de matar, generó las condiciones para que eso suceda, ya que era corresponsable de la organización de sus recitales, permitió y alentó el ingreso de bengalas y tres tiros, y apenas alertó a su público sobre los peligros de la suma de sus propias negligencias con un “¿se van a portar bien?”. Y esto, también, independientemente de que la arrogancia posterior del Pato Santos Fontanet, y el cinismo con el que se victimizaron, usufructuaron con la pena ajena y se regodearon con la muerte de sus seres queridos, no haya hecho más que embarrar su historia.

Pero, ¿qué pasaría si la sentencia sobre la banda es leve o nula? ¿Resultará, entonces, que era aceptable meter cuatro mil personas en un lugar donde entraban menos de dos mil, que estaba bien cerrar las puertas de emergencia “por seguridad”, que era festejable saturar de fuego un lugar cerrado, que había que aguantar al aguante, y no “chuparla por caretas”? (...)


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Hoy se publicó un artículo de Mario Wainfeld, en el que afirma no evaluar "la calidad del fallo" ni pronunciarse "acerca de si fueron condenados todos los culpables probados" pero que pretende señalar

un dato soslayado en demasiadas crónicas de ayer: por la tragedia de Cromañón hubo condenas enormes, en el área política y en la judicial.

La destitución de Aníbal Ibarra es una sanción fuerte, medida en términos comparativos. Hasta donde llega la información disponible para este escriba, no hay precedentes similares en el mundo, que se conozcan. No sucedió así en casos comparables como el shopping de Asunción de Paraguay, o el boliche de Rohde Island, ni en otras latitudes.

La pena impuesta a varios acusados, con Omar Chabán a la cabeza, fue muy superior a la que les hubiera cabido si hubieran sido homicidas dolosos primerizos... tampoco es irrisoria. Siempre dará esa impresión, si se la coteja con el sufrimiento de los sobrevivientes, pero esa equivalencia trasciende los márgenes del estado de derecho. O, mejor dicho, los vulnera.

(...) Un caso con condenas de hasta 20 años y el derrocamiento de un aliado del oficialismo no puede cifrarse en la socorrida y pobre alusión a la impunidad. Cromañón fue en su génesis una metáfora de la Argentina. Algo semejante ocurrió en los abordajes mediáticos inmediatos de la sentencia de ayer: primitivos, iletrados, incitadores a la furia. Capusotto, al fin y al cabo, es un observador costumbrista.

3 comentarios:

Cinzcéu dijo...

Muy buena la entrada y muy bueno el artículo de Wainfeld que leí gracias a tu enlace y referencia. Tengo coincidencias, dudas y diferencias que no voy a desplegar aquí porque ameritarían no un comentario sino un par de libros. Abrevio (mucho) mediante una comparación que juzgo pertinente a un nivel macro (claro).
Hay una sentencia de la justicia argentina que una amplia mayoría de los ciudadanos, creo, consideramos histórica e, incluso, ejemplar. Me refiero a la que "condenó a Jorge Rafael Videla (reclusión perpetua), Emilio Massera (prisión perpetua), Roberto Viola (17 años de prisión), Orlando Agosti (4 años y medio de cárcel) y Armando Lambruschini (8 años de prisión) y absolvió a Omar Graffigna, Leopoldo Galtieri, Jorge Anaya y Basilio Lami Dozo" (es de dominio público pero mi cita es de Gacemail de TEA).
A ver: aquella sentencia histórica -que es una bisagra que la mayoría, creo, reivindica- sentenció a todos (excepto dos) los dictadores de facto responsables del golpe militar y el genocidio, a menos años de prisión de los que ahora se aplican a un chabón que gerenciaba un boliche, al representante de una banda de rock y al puto comisario a cargo de una seccional.
17 años a Viola vs. 20 a Chabán y 18 a Villareal a mí me parece un escándalo. Un escándalo opuesto, claro, al que genera que algunos energúmenos reclamen perpetua para el Pato Fontanet y demás músicos cuando, en aquella histórica sentencia, cuatro de nueve miembros de las Juntas Militares corruptas, asesinas y genocidas fueron absueltos. ¿Cantar o tocar el bajo en una banda que brinda recitales en locales mal habilitados sería más grave que ser parte de otra banda que usurpa el gobierno, secuestra, tortura y asesina mediante un fino (el adjetivo no es azaroso y va de paso mi otro repudio) y frío plan de exterminio?
Perdón, esto se me alargó demasiado, pero estas inconsistencias me parece que exhiben nuestra demencia (social) absoluta.
Saludos.

Dark Tide dijo...

Encima es un disparate jurídico: consideran al tipo como si hubiera actuado con dolo (o sea buscando matar), y no creo que se puede decir.

Onda que, si, el tipo merece una sanción por cerrar la puerta de emergencia, pero nada mas. Y tampoco es justo que bengaleros salgan libres de culpa y cargo.

Augusto dijo...

No creo q se puedan comparar estas 2 sentencias. Tampoco el tema es matemático, si en el juicio a las Juntas eran 10 acusados y condenaron a 8 y absolvieron a 2 no significa q en este caso tiene q haber mas o menos condenados.
Tampoco hay q olvidar los factores q pueden (y casi siempre) influencian una sentencia, sobre todo las que tienen mucha repercusión en la gente.
Si yo tengo q hacer una escala de responsabilidades en el tope máximo esta los funcionarios públicos, desde el más alto hasta el mas bajo. Casi en la misma línea pero un poco mas abajo esta Chaban. Mas abajo la banda y por ultimo el pibe q tiro la bengala.