Sobre citas y salidas martes, 23 de marzo de 2010



















(...) El compromiso se ubica dentro de una vasta gama de relaciones de noviazgo. Desde principios del siglo XX hasta la década de 1950, por ejemplo, los estadounidenses de clase media distinguían toda una serie de posibles relaciones entre parejas no casadas además del compromiso, sobre todo el hecho de citarse o salir juntos. Las citas, originalmente una práctica de la clase obrera, reemplazaron en la clase media la anterior costumbre de las visitas. Hacia mediados de la década de 1920, en su historia del cortejo y del noviazgo en Estados Unidos, Beth Bailey nos cuenta que "ir a algún lugar" -a restaurantes, teatros, salones de baile- había desplazado a la anterior costumbre de que los jóvenes "visitaran" a las jóvenes en sus casas o les hicieran compañía bajo la atenta mirada de la familia.

¿Qué definía la cita? Significaba que cuando una pareja "salía", el hombre gastaba dinero en el esparcimietno de ambos. Bailey llega a la conclusión de que "el dinero -el dinero del hombre- era la base del sistema de las citas, y, por lo tanto, del noviazgo". Los testigos observaban con temor y fascinación las características de una creciente competitividad en las citas, lo que Willard Waller en su estudio de 1937 para la Pennsylvania State University denominó el sistema del "dating and rating" (salir juntos evaluándose mutuamente): la formación de una estricta jerarquía en la consideración del atractivo de un hombre o de una mujer, de su mérito y prestigio, entre los acompañantes para acontecimientos tales como bailes o espectáculos deportivos. Durante las décadas siguientes, las citas continuaron basándose en la capacidad del hombre para pagar la mayoría de los gastos de esparcimiento.

Las nuevas relaciones en el sistema de citas implicaban una economía íntima distinta. Después de la Segunda Guerra Mundial, aunque la gente joven continuaba citándose, se creó una nueva forma de relación a mitad de camino entre el compromiso y las citas. Se llamó "salir juntos", una forma más exclusiva, más duradera y a menudo con mayor intimidad sexual que las citas. A veces, "salir juntos" se subdividía en varias categorías. Entre los alumnos de la Universidad de Kansas en la década de 1950, por ejemplo, Beth Bailey registra "toda una nueva serie de denominaciones 'oficiales' para designar diferentes grados de seriedad en las relaciones: going steady, lavaliered, pinned, engaged. Cada denominación implica un grado de compromiso mayor que la anterior, y cada paso permite una mayor intimidad sexual. Besuquearse con una persona con quien se sale con frecuencia es una cosa, hacerlo con una cita ocasional representa algo completamente distinto". "Salir juntos" crea sus propias combinaciones características de relaciones, transacciones y medios. En general, la pareja compromete mucho más sus recursos conjuntos que las parejas que sólo se están citando, y planean sus gastos para poder asistir juntos a los compromisos sociales más importantes. Entre los estudiantes de secundario, que adoptaron con rapidez la costumbre, los muchachos y las muchachas, por ejemplo, se intercambiaban anillos de graduación, usaban camperas que combinaban entre sí o los chicos les daban a las chicar un suéter con un monograma.

De este modo, un complejo sistema de cortejo con múltiples formas de relación prevaleció en las escuelas de Estados Unidos a mediados del siglo XX. Hoy en día, por supuesto, un hombre soltero todavía invita a una mujer soltera a comer afuera o a alguna de actividad de esparcimiento, corre con los gastos y espera alcanzar algún grado de intimidad durante el encuentro. A esto a veces todavía lo denominan cita. Sin embargo, desde mediados de la década de 1950, apareció en Estados Unidos toda una nueva serie de relaciones de noviazgo, como "engancharse", ser amigos con beneficios, salir y pasar tiempo juntos (hooking up, friends with benefits, going out y hanging out). En una encuesta preliminar a mujeres en el campus de once universidades, Norval Glenn y Elizabeth Marquardt descubrieron, por ejemplo, que las estudiantes universitarias dividían sus encuentros heterosexuales en cinco categorías básicas: en primer lugar, encuentros que implicaban sexo sin compromiso, incluyendo los "enganches" o lo que otras mujeres denominaban "amigos con beneficios"; en segundo lugar, relaciones que se establecían en muy poco tiempo, con cierto grado de compromiso y que incluían relaciones sexuales, a veces llamadas "siamesas"; en tercer lugar, relaciones menos intensas, que evolucionaban con más lentitud, con compromiso y que incluían o no actividad sexual. La cuarta era el pasar un tiempo juntos, el tipo más común de relación, con el sentido de salir informalmente o pasar rato con uno más compañeros. Por último, la cita, en el viejo sentido de la palabra, representaba sólo una reducida minoría de esos encuentros. (...)

Viviana A. Zelizer, La negociación de la intimidad, FCE, Buenos Aires, 2009, pp. 136-138
Imágenes extraídas de la colección "Teenagers going steady" de la revista Life.

4 comentarios:

Cenicienta dijo...

Como diría Seinfeld: "What is a date really, but a job interview that lasts all night? The only difference between a date and a job interview is that in not many job interviews is there a chance you´ll wind up naked at the end of it".

Muy buenas las imágenes también.

Ju dijo...

Las mujeres nos volvimos más liberales y nos comenzamos a permitir más cosas que antes, inclusive que el hombre no pague la cuenta y a tener fuck buddies.

Está buena la reseña que hace tu amiga, pero queremos saber qué piensa Mr Poore al respecto! ;)

Fede / Billie dijo...

La reseña es eso: una mirada sociológica que historiza un cierto fenómeno. No tengo demasiados comentarios originales para hacer, salvo subrayar el carácter material de esa transformación: los hombres estuvieron más asociados al costeo de las salidas mientras prevaleció su rol de proveedor y trabajador. Con el ingreso de las mujeres al mundo del trabajo, los gastos comenzaron a compartirse. El pasaje tiene lógica.

Lo que sí me parece es que muchos hombres (y mujeres) todavía insisten en ese lugar machista que establece que "el hombre paga la salida": los hombres, por simular una conducta de caballeros que no repiten en otros lados; las mujeres -me parece, es una hipótesis- por pereza, comodidad y el sostenimiento de cierta imagen. (Esto es, claro está, en los casos en donde ambos trabajan.) También es cierto que aún en los casos donde los gastos se comparten, los costos fuertes corren por cuenta del hombre y los accesorios (supongamos, los pochoclos en una película) los paga la mujer. Pero de vuelta, el motivo material subyacente: uno puede pensar que, a igual trabajo, los hombres aún ganan más que las mujeres.

Si buscás un comentario valorativo, lamento la progresiva desaparición de la salida romántica (date) como forma de empezar a conocer a alguien. Creo que contiene un carácter impredecible y fascinante que muchos prefieren obviar en pos de avances más calculados, como comentábamos con Malu hace un tiempo.

Besos!

Martín dijo...

las citas son algo muy lindo, yo banco. y cuanto menos sepas del otro... mejor!

y en cuanto a quién paga qué... creo que esta bueno compartir los gastos, esa debería ser la regla hoy día, sobre todo cnd ambos trabajaban. pero aún así, esta bueno poder tener un gesto e invitar, como tb aceptar el gesto y ser invitado.

una que funciona bien es, yo pago la cena, vos paga el hotel ;) aunque llegar a eso ya conlleva cierta confianza y varias salidas