La tentación de actuar martes, 3 de agosto de 2010


















Heal the world, make it a better place
for you and for me and the entire human race
There are people dying
If you care enough for the living,
make a better place for you and for me
Michael Jackson, Heal the World


We are facing a tipping point on climate change and we need to act
now.
Bill Roedy, vicepresidente de MTV Networks



Just do it
Eslogan de Nike


(...) La modernización en sí misma genera nuevos oscurantismos, la reducción de nuestra libertad nos es presentada como la llegada de nuevas libertadres. La percepción de que vivimos en una sociedad de opciones libres es la forma en la que se aparece su opuesto, la ausencia de verdaderas opciones.

En estas circunstancias, uno debe tener el cuidado de no confundir la ideología efectivamente dominante con la ideología que parece dominar. Más que nunca, se debe tener presente el recordatorio de Walter Benjamin, de que no es suficiente con interrogar a una cierta teoría (o arte) acerca de cómo se declara con respecto a las luchas sociales --uno también debe preguntar cómo funciona efectivamente en esas luchas.

Por consiguiente, uno casi debería invertir la tesis 11 de Marx: la tarea hoy precisamente es no sucumbir a la tentación de actuar, intervenir directamente para cambiar radicalmente las cosas (lo que inevitablemente terminaría en un cul de sac de impotencia debilitante: "¿qué puede uno hacer contra el capital global?"), sino cuestionar sus coordenadas ideológicas hegemónicas. Para abreviar, nuestro momento histórico todavía es el de Adorno:
A la pregunta: '¿Qué debemos hacer?' puedo contestar las más de las veces en verdad sólo con un 'no lo sé'. Sólo puedo intentar analizar rigurosamente lo que hay. Aquí se me reprocha: -Cuando usted ejerce la crítica, también está obligado a decir cómo se deben hacer mejor las cosas. Esto es lo que por todos los medios entiendo como un prejuicio burgués. Ocurrió muchas veces en la historia que los mismos trabajos que persiguieron metas puramente teóricas transformaron la conciencia, y por ese medio también la realidad social.
Si hoy uno sigue una llamada directa a actuar, este acto no se realizará en un espacio vacío --será un acto dentro de las coordenadas ideológicas hegemónicas: aquellos que "realmente quieren hacer algo para ayudar a la gente", se involucran en hazañas (indudablemente honorables) como las de los Médicos Sin Fronteras, Greenpeace, campañas feministas y anti-racistas, que no sólo son toleradas sino incluso apoyadas por los medios de comunicación... con tan de que no se acerquen demasiado a un cierto límite. Este tipo de actividad proporciona el ejemplo perfecto de interpasividad: de hacer cosas no para lograr algo, sino para evitar que algo paso realmente, que algo realmente cambie. Toda la actividad del filántropo frenético, políticamente correcto, encaja en la fórmula de "Sigamos todo el tiempo cambiando algo para que, globalmente, las cosas permanezcan igual!". Si los Estudios Culturales critican al capitalismo, lo hacen a la manera codificada ejemplarmente por la paranoia liberal hollywoodense: el enemigo es "el sistema", "la organización" oculta, "la conspiración" anti-democrática, y no simplemente el capitalismo y sus aparatos del Estado.

El problema con esta posición crítica no es sólo que reemplaza el análisis social concreto por la lucha contra fantasías paranoicas abstractas, sino que --en un típico gesto paranoico-- reduplica la realidad social innecesariamente, como si hubiera una Organización secreta detrás del capitalista "visible" y los órganos estatales. Lo que se debe aceptar es que no hace falta una "organización dentro de la organización" secreta: la "conspiración" ya está en la organización "visible" como tal, en el sistema capitalista, en la manera en que funcionan el espacio político y los aparatos estatales.

Contra la política pura
(...) La apuesta contra el economicismo, así como contra la política pura, es crucial, a propósito de la actitud escindida hacia la economía que mantienen (lo que queda de) los círculos radicales: por una parte, los "políticos" puros, que abandonan la economía como sitio de lucha e intervención; por otro lado, los economicistas, fascinados por el funcionamiento de la economía global, que excluyen cualquier posibilidad de una intervención política adecuada. Hoy, más que nunca, deberíamos volver a Lenin: sí, la economía es el dominio clave, la batalla se decidirá allí, se debe romper el hechizo del capitalismo global --pero la intervención debe ser propiamente política, no económica. Hoy, cuando todo el mundo es "anticapitalista", hasta las películas de conspiraciones de Hollywood (desde Enemigo Publico hasta El Informante) en las que el enemigo son las grandes corporaciones, con su despiadada búsqueda de ganancias, el significante "anticapitalismo" ha perdido su aguijón subversivo. Lo que debe problematizarse es más bien el supuesto autoevidente de ese "anticapitalismo": la confianza en la substancia democrática de los honestos americanos para romper con la conspiración. Éste es el hueso duro del universo capitalista global de hoy, su verdadero significante-Amo: democracia.

El límite de la democracia es el Estado: en el proceso electoral democrático, el cuerpo social se disuelve simbólicamente, reducido a una pura multitud numérica. El cuerpo electoral no es un cuerpo, un todo estructurado, sino una multitud abstracta informe, una multitud sin Estado. El punto no es que la democracia es inherente al Estado, sostenida por sus aparatos, sino que ignora estructuralmente esta dependencia. Cuando Badiou dice que el Estado siempre está en exceso con respecto a la multitud que lo representa, significa que es precisamente este exceso lo que la democracia pasa estructuralmente por alto: la ilusión democrática es que el proceso democrático pueda controlar este exceso del Estado.

Esta es la razón por la cual el movimiento anti-globalización no es suficiente: en algún punto, habrá que problematizar su referencia supuestamente evidente a la "libertad y democracia". En ello reside la lección leninista más importante para los tiempos actuales: paradójicamente, es sólo de esta manera, problematizando la democracia, mostrando claramente que la democracia liberal a priori, en su noción misma, no puede sobrevivir sin la propiedad privada capitalista, que podemos ser efectivamente anticapitalistas.


Slavoj Zizek, A propósito de Lenin, Atuel, 2004

Falsa urgencia
(...) Por último, [Zizek] cargó contra la falsa sensación de urgencia ética que, a su juicio, impera en Estados Unidos: “Funciona de esta manera: no debemos enroscarnos en la comprensión de complejas teorías, debemos actuar ya mismo, porque la gente sufre, porque por cada palabra que decimos mueren cien niños de hambre”. Inmediatamente, señaló a personajes como Bill Gates o George Soros por detrás de este tipo de razonamientos. En contrapartida, y a partir de una serie de anécdotas de pensadores como Jean Paul Sartre y Vladimir Ilyich Lenin, postuló una fórmula alternativa: “Estudiar, estudiar y estudiar”. “Ante la opción real y urgente de elegir entre una postura política estable o involucrarse en formas ideológicas más radicales, debemos tener el valor de detenernos a estudiar los problemas. Puede que no tengamos resultados inmediatos, pero ésta es la única forma real de lograr cambiar algo”, concluyó.

Citado en el periódico digital de la UNC, 2005

0 comentarios: