Apuntes mundialistas: de Sochi a Constitución sábado, 23 de junio de 2018


















CONSTITUCIÓN, Buenos Aires – No entraba un alfiler en el bar alemán de Solís al 1600. Nuestra mesa, la del cartel de "Patricia - reserviert", estaba ocupada desde las dos menos cuarto de la tarde. Para amenizar la espera, le entramos al currywurst y bratwurst mit pommes mientras un porcentaje nada desdeñable de la comunidad germana en Argentina se hacía presente en el barcito de la esquina, copado por globos negros, amarillos y rojos, y chopps de cerveza. El idioma oficial era el alemán, y así encaraban por default a la clientela André y Michael, los dueños del lugar. Había menú especial "para días de partido" y en el mercado de la bebida no había mucho para elegir: las opciones eran rubia, negra o de trigo.

Alemania arrancó con todo, dispuesta a llevarse a Suecia por delante. A tal punto fue así que la tarjeta con el número de pases que había dado cada equipo mostraba un inapelable 122 a 6. Una locura. El equipo de Joachim Löw se plantó con una línea de cuatro mentirosa, con Héctor y Kimmich sumándose al instante a cada ataque alemán: en la práctica, los últimos campeones llegaban a la ofensiva con ocho jugadores (todos menos Rüdiger, Boateng y Neuer). Esta falta absoluta de especulación los dejó algo desguarnecidos en el fondo, y al minuto 12 Suecia sorprendió con un veloz contraataque que sólo pudo ser abortado gracias a las intactas dotes del arquero alemán. Al segundo intento, y apenas pasada la media hora, Suecia encontró su premio tras un error de Toni Kroos y marcó el primero con una soberbia vaselina de Ola Toivonen. Era 0-1 y los alemanes se estaban quedando afuera de Rusia 2018.

En el entretiempo hubo caras largas, pedidos de refill de cerveza y largas colas para ir al baño como correspondía a este mini-Oktoberfest del sur porteño. Pero los ánimos no decayeron y en el comienzo de la segunda mitad arrancaron las palmas para alentar al último campeón del mundo, que salió del vestuario con mucho amor propio a buscar el partido. Löw, que en algún momento de descanso pudo oler el miedo a ser eliminados, echó mano al banco y cambió mediocampista (Julian Draxler) por delantero (Mario Gomez). La recompensa llegó al minuto 48, cuando Marco Reus, gran jugador del Borussia y fan de Justin Bieber, conectó un centro del joven Timo Werner y la envió al fondo de la red. Desde entonces, fue casi todo de Alemania, que tuvo que enfrentar los últimos quince minutos con uno menos tras la expulsión de Boateng, que se fue a las duchas por doble amarilla.

Cuando todo parecía indicar que el partido moría en empate, asistimos a uno de esos momentos mágicos de la Copa del Mundo. Una falta infantil de Durmaz en el cuarto minuto de descuento derivó en un tiro libre para Alemania — la última bola.  Toni Kroos, que tanto se había equivocado en el primer tiempo, movió para Marcos Reus, que la dejó muerta mientras Kroos cruzaba un disparo combado que se hundió en la red. Descontrol absoluto en la Little Berlín de Constitución, el dueño anuncia que hay una ronda de cerveza gratis para todos. La Copa del Mundo es hermosa.



















Bonus track: para escuchar el audio que ilustra cómo se vivió en Extrawurst el momento en el que Kroos marca el agónico gol de la victoria, hacer click acá.

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