El sublime objeto de la ideología de La Nación lunes, 6 de septiembre de 2010






















I. Debatamos hasta el kilo de pan flauta

Hace algún tiempo copiamos en este espacio los diálogos del programa televisivo Duro de Domar el día en que se debatió el estado de la libertad de expresión en Argentina. Entre acusaciones por "afiches anónimos", "amenazas a periodistas" y los canales privados con "puteadas en cadena nacional a la presidenta", la conclusión del animador/conductor Daniel Tognetti fue la siguiente: "Yo trabajo desde los 19 años en los medios de comunicación y no recuerdo un momento de tanta libertad como ahora. Hasta el kilo del pan flauta se debate".

En la Argentina se viven momentos de fuerte politización de la esfera pública, que llevan mes a mes a tematizar nuevas áreas, nuevas discusiones. Este fenómeno, que en principio celebramos, conlleva no obstante algunos riesgos. Aunque siempre preferibles al silencio, éstos no son menores y podrían empañar el propio espacio de discusión que se abre. El mayor de ellos, me parece, es que momentos de intensa discusión pública como el actual suelen empujar a los protagonistas de quienes esperaríamos un análisis más complejo a posiciones básicas, de barricada. (Digamos que fenómenos paralelos como la consolidación de Twitter y su límite de 140 caracteres tampoco ayudan). Que la propia clase política o los militantes de cada espacio lo hagan, bárbaro. El problema surge cuando los comunicadores o filósofos se incluyen allí, y el debate, en lugar de enriquecerse, se empobrece.

II. Me gusta el diario La Nación

Hago esta aclaración dado que, por motivos que exceden al blanco/negro de un debate en la red social del pajarito, conservo bastantes simpatías con el diario La Nación. No termino de escribir esto y ya se me aparecen, como el pepe grillo de la conciencia progresista, varias de las voces hoy legitimadas que responden con los eslogans ya conocidos por todos: que La Nación es un instrumento de "la oligarquía", que es la voz de los ricos argentinos, que es un diario "facho". Más verdades reveladas para paneles autocelebratorios.

El diario es un producto complejo. Además de su rol como actor político (que lo tiene, ¿cómo dudarlo?), cada periódico pone en juego cada día una polifonía de voces: un discurso institucional, los editoriales, las columnas de opinión, pero también una forma "informativa" de abordar un recorte de los sucesos, que van desde la propia selección de noticias (qué es y qué no es noticia), hasta cómo se jerarquiza (qué va en tapa, qué va en la página 29 al fondo) y cómo se tematiza.

Recibo La Nación tres veces por semana. Me gusta leerlo: es un producto cuidado. Las notas están trabajadas, los errores de tipeo o corrección son prácticamente inexistentes, las coberturas de la sección internacionales no son un mero picado de cables, el diario le paga bien a sus periodistas. Parece que estoy diciendo nimiedades, pero cosas como estás -que deberían ser el grado cero de todo diario- son incumplidas, sin ir más lejos, por su principal competidor.

Después aparece el tema de su posición ideológica. Alguno elogiará (o criticará) la coherencia del diario, que -se afirma- siempre tuvo la misma línea editorial, consonante con la derecha argentina. A mí me parece que una lectura atenta del diario en temas como el matrimonio entre personas del mismo sexo, o una comparación entre secciones (el discurso de Economía & Negocios no es el mismo que se le da a la gilada ABC1 en la tapa), introducen grises que uno no advierte en el discurso del "progre contra el blanco fácil de La Nación".

III. Los judíos que seducen a nuestras mujeres: por qué la nota de hoy es racista

Este discurso progre hoy se hizo una fiesta con la tapa de La Nación. ¿Qué es lo que había allí? Una nota que, bajo el título "Hay mayoría de extranjeros en las villas", subraya cómo en en último tiempo los funcionarios del gobierno bonaerense y de la administración porteña "detectan un aumento de la presencia de extranjeros provenientes de países limítrofes". De acuerdo con el matutino, "los extranjeros son mayoría en las villas y en planes sociales porteños" y "predominan los paraguayos y peruanos; del interior vienen cada vez menos".

¿Cómo reaccionó el progresismo local? Diciendo que La Nación es un diario facho que miente al escribir noticias xenófobas.

El problema con este discurso es que es fácilmente desmontable. "Me informaron del diario LN que la información es objetiva, y que las reacciones son por la 'carga subjetiva' del lector", escribió la socióloga Salomé Grunblatt. He aquí el nudo de la cuestión: no es que el dato de la mayoría extranjera en las villas sea mentira ni que -efectivamente- varios de ellos reciban planes sociales. Es el propio estatus de "noticia" lo que lo vuelve un discurso racista.

Luego del terremoto en Chile, cuando tuvieron lugar algunos saqueos en Concepción, compartí unos párrafos del libro Sobre la violencia del filósofo Slavoj Zizek que pueden alumbrar el tema del día.

Jacques Lacan afirmó que, incluso si la mujer del paciente está acostándose realmente con otros hombres, los celos del paciente deben ser tratados como una condición patológica. De modo parecido, incluso si los judíos ricos en la Alemania de los últimos años de la década del '30 "realmente" explotaban a los trabajadores alemanes, seducían a sus hijas, dominaban la prensa popular y demás, el antisemitismo nazi seguía siendo radicalmente "no verdadero", una condición ideológica patológica. ¿Por qué? Lo que la hacía patológica era la inconfesada inversión libidinosa de la figura del judío. La causa de todos los antagonismos sociales fue proyectada en el "judío", el objeto de un amor-odio perverso, una figura espectral de fascinación y repugnancia. Exactamente lo mismo se aplica a los saqueos en Nueva Orleans: incluso si TODOS los informes acerca de la violencia y saqueos fueran probados como fácticamente verdaderos, las historias que circulaban sobre ellas seguirían siendo "patológicas" y racistas, pues lo que motivó esas historias no eran hechos, sino prejuicios racistas, la satisfacción sentida por quienes fueran capaces de decir: "¡Ves, los negros son realmente así, bárbaros violentos sin ningún sentido de civilización!". En otras palabras, podríamos estas viéndonoslas con lo que podría denominarse mentir bajo la forma de la verdad: incluso si lo que estoy diciendo es fácticamente cierto, los motivos que me hacen decirlo son falsos.
La nota de tapa es el lugar donde los diarios destacan los principales asuntos políticos y sociales de un país. Ergo, por más que el diario La Nación haya tomado "datos reales" para elaborar el artículo, la propia selección y jerarquización del "problema de los extranjeros" como noticia es una fantasía ideológica y un discurso racista. "En las villas de la zona de Retiro, el 52 por ciento es de origen paraguayo". ¿Y entonces? La Nación se detiene allí, luego de haber proyectado todos los antagonismos sociales sobre los extranjeros pobres, justo antes de decir "lo que todos sabemos pero nadie dice".

Total abajo hay lugar para los comentarios.

8 comentarios:

Mariano PL dijo...

Para decir lo que todos sabemos ya están los lectores de la versión on-line.
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1301797

On fire...uno quiere q hagan una reforma inmigratoria

Dante dijo...

"Que la propia clase política o los militantes de cada espacio lo hagan, bárbaro. El problema surge cuando los comunicadores o filósofos se incluyen allí, y el debate, en lugar de enriquecerse, se empobrece."
Un poco rara esta oposición militantes/filósofos-comunicadores. Estaría bueno volver sobre eso.

El resto de las conclusiones me parece impecable.

Sergio dijo...

Coincido con Dante.

Y agrego que tambien es rara que la alternativa a la politización de la esfera pública no sea la despolitización, sino el silencio.

De todas formas, ilmunidaor y agudo el análisis de porqué es racista esa tapa de La Nación.

Guido dijo...

Me gustó el análisis. Fue una tapa que me hizo mucho ruido pero tampoco quería caer en la crítica fácil, ya que a simple vista sólo es información. Hice un análisis parecido en mi blog y agregué una vieja tapa que no está mal recordar ahora: la invasión silenciosa

Un saludo

Fede / Billie dijo...

Releí la nota a partir de los comentarios de Dante y Sergio y admito que la frase sobre militantes y comunicadores hace ruido o, al menos, es confusa. Reformulo entonces mi argumento:

La Argentina vive momentos de (intenso, estimulante) debate político, sobre temas que en ocasiones llevan hacia marcadas polarizaciones. Contrariamente a lo que sostiene el discurso liberal ("no hay que confrontar, están dividiendo el país, vamos a convertirnos en Venezuela, etc"), esta tensión me parece necesaria: es parte de la lucha dialéctica que lleva a nuevas síntesis.
No obstante, en algunas ocasiones estas polarizaciones se hacen sobre falsas dicotomías: Moreno vs. (los socios privados de) Papel Prensa, Clarín vs. 678. Y acá llegamos al quid de mi argumento: en estos casos, el rol de los políticos metidos allí metidos suele ser empujar para uno de los dos lados. El papel de los comunicadores o filósofos (aunque éstos se llamen Mario Wainfeld, José Pablo Feinmann o Ernesto Laclau) debería ser, en cambio, el de SUPERAR estos falsos extremos, redefiniendo el lugar de debate.

También coincido con Sergio en que se puede hablar mucho sin politizar la esfera pública.

Saludos

PD: Gracias, Guido, por compartir los posts.

José Miguens dijo...

Antagónico, en la misma tapa del diario, un poco más arriba dice "A esquiar que hay tiempo hasta Octubre"

Anónimo dijo...

Excelente análisis, nada mas que decir

Cinzcéu dijo...

"Que la propia clase política o los militantes de cada espacio lo hagan, bárbaro. El problema surge cuando los comunicadores o filósofos se incluyen allí [posiciones básicas, de barricada]". Quizás la frase no sea la más feliz (¿cuál lo sería?) pero es clarísimo su sentido, que comparto sin reservas. Suponer que todo comunicador o filósofo siempre está militando (peor: debería militar) en alguna barricada es necio, jodido y a veces facho.
Redefinir el lugar del debate (100% de acuerdo porque no sabemos de qué hablamos ni qué posturas extremas adoptamos) es rol de un tercero en la disputa de coyuntura: si comunicadores o filósofos (por continuar tu figura) se pliegan al primero o al segundo no hay la distancia para reflexionar.
Buen artículo y, sí, La Nación es un producto cuidado (también Crónica, por ejemplo) que Clarín es incapaz de producir una vez que decidió asumirse "lo mismo que la gente" (?)
Saludos.