por Luis Tonelli
Debate Nº 511, agosto 2014
El país está dividido. Sí, entre los pesimistas y los recontra pesimistas. Ah, cierto, también están los kirchneristas. Aquellos que, más que confiar en el relato, tienen absoluta fe en las decisiones que toma la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Desde cierto punto de vista, mal no les ha ido. Los que se les han colocado enfrente con el mismo nivel de fogosidad política se han equivocado en anunciar los apocalipsis que nunca se dieron y, en contraste, apostar por la supervivencia del kirchnerismo pagó en ventanilla.
Tan funcional a los que están en el poder fue esa oposición desmedida que ahora, siguiendo el teorema de Baglini, el de que la “irresponsabilidad opositora es directamente proporcional a la distancia del poder”, sobresalen los candidatos presidenciales moderados y centristas. A tal punto que el kirchnerismo, ávido del enemigo-constituyente-de-sí-mismo, ha tenido que salir por su propia cuenta a denunciar un nuevo golpe destituyente, pero esta vez en forma de una fabulosa conspiración interna y externa que incluso se propone cometer un magnicidio contra la mismísima Presidenta.
Pareciera que aquí el teorema de Baglini se invierte y la distancia a abandonar el gobierno es directamente proporcional a la irresponsabilidad política. Hay un curso de polarización que el kirchnerismo ha elegido y del cual la oposición no se hizo eco, lo cual lo obliga a polarizar más y tomar su posición pasiva como reaccionaria. Y por lo tanto, el “kirchnercristinismo” se asume en su última fase directamente como revolucionario.
No se sabe de qué revolución, sin embargo, ya que el famoso modelo de acumulación inclusivo y con matriz diversificada en sus estertores exhibe con crudeza que fue sólo un changüí que nos dio el mismo capitalismo global al que se dice combatir, aprovechado por los precios de liquidación internos, producto de la Gran Crisis del 2001/2. Desapareciendo ambos factores, el externo y el interno, volvemos a la típica economía estrangulada, inflacionaria y con su clase media y aparato productivo demandando dólares para importar sus deseos consumistas.
Por lo tanto, se ha llegado al fin del experimento kirchnerista de sustitución de inversiones extranjeras, y se vuelve imprescindible volver al odiado, denostado, y del que se había dicho “nunca más”, endeudamiento. Fase que inició Axel Kicillof, el ministro más heterodoxo (en términos ideológicos) por lo menos desde Ber Gelbard o Bernie Grinspun si se quiere, aunque haya sido quien negoció -es una forma de decir- las jugosas reparaciones al Club de París, a Repsol, a Aerolíneas, y que desembocaría -se decía y “el mercado” lo creyó- en un cafecito con los buitres y sanseacabó.
Nadie esperaba que el lobby del congresista por Florida y furioso anticastrista Mario Díaz-Balart sobre el secretario del Tesoro Jacob Lew diera sus frutos, y que Estados Unidos desistiera de enviar al amicus curiae a la comparecencia ante la Corte Suprema, lo que determinó que ésta mantuviera el fallo de Griesa y lo que prometía ser un paseo terminara en una pesadilla.
Y aquí se abren dos escenarios muy diferentes: según uno, escuche los discursos cada vez más incendiarios de la Presidenta, o bien converse discretamente en los despachos con sus funcionarios (incluso con los que integran el equipo económico, que supuestamente serían los que le dan letra “rupturista” a CFK).
El primer escenario es el de extremar el “vivir con los nuestros”, afianzar la relación con los aliados poderosos que provienen de “Oriente”, China y Rusia. Reducir al máximo las importaciones, obligar a liquidar los dólares a los exportadores al precio que sea -total, ya perdieron muchísimo por amarrocar los granos en los silobolsas, y haberse derrumbado el precio y la demanda de la soja. Seguir bombeando la economía para que no decaiga la fiesta y subir la intensidad en el plan Precios Cuidados sin aumentar las tasas para tratar de evitar que la inflación no se espiralice. Ejercer todo el poder policial sobre cuevas y afines, con tal de que el blue no se vaya demasiado arriba (y romper las expectativas devaluatorias, incluso bajando el dólar oficial). El relato aquí seguirá siendo que el dólar paralelo es cocaína -y claro, aquí no se aplicaría la liberación del consumo de drogas que propugna el curita de la Sedronar.
Para quien quiera más pruebas de que la Presidenta está embarcada en este curso político extremo tenemos el durísimo discurso en la ONU, donde le dijo “in his face” a un atribulado Obama que “sus enemigos de ayer pasaban a ser rápidamente sus amigos de hoy”, y que no había que hacer “sonar los tambores de la guerra” sino evitar la injusticias que estaban en la base de la emergencia de la violencia en el mundo, siendo la más evidente la disparidad de poder entre los miembros comunes de la ONU y los miembros permanentes de su Consejo de Seguridad. Palabras que se radicalizaron todavía más en una seguidilla de actos, llegando incluso a mencionar que “si a Ella le pasara algo, no había que mirar a Oriente sino al Norte”, generando el paroxismo de los imberbes que gritaban (¡y cómo!) en el reducido Patio de las Palmeras.
Siguiendo el relato, el kirchnerismo entonces llegaría con todas sus banderas desplegadas a las elecciones, incluso se permitiría presentar un candidato camporista por fuera de las PASO del FPV para clavar pica en Flandes y transformarse en el fiscal Nac & Pop del próximo gobierno. Quien volaría bajo desde el comienzo, necesitado como está de hacer un ajuste muy fuerte. Y desde El Calafate, Cristina Fernández, junto a Máximo y el resto del Núcleo, tramaría el regreso.
Claro que hay un pequeño problema con este “relato”. Y es que la economía así no llega hasta la entrega del poder. Entonces aparecen los funcionarios que anuncian otro escenario: “La Presidenta les está bajando el precio a los Buitres diciéndoles que preferirá incendiar el país antes que darles lo que quieren”. Al punto tal de sacar una ley cerrojo donde les anuncia que no les pagará un peso más. Pero, después de enero, ya sea a través de la recompra de privados, o una apertura discreta de negociaciones del Gobierno, o un mix de ambos, se arreglará la cuestión y, volviendo al mercado, la Bolsa volará, el blue bajará y se descomprimirán las cosas. Plan que contaría con la bendición de ricachones como Soros y David Martínez, el “buitre bueno”. Presumiblemente Scioli ganará las PASO del FPV, y La Cámpora se adueñaría de su lista de diputados, aunque el búnker cristinista se ilusiona con que luego gane Macri y, así siguiendo el expediente chileno, Ella vuelva al poder, después de un período en el banco de suplentes.
Sin embargo, hay un problema inmediato con este escenario que mira hacia febrero del año que viene: los meses que siguen. La salida de Juan Carlos Fábrega ha generado muchas dudas porque, mientras él estuviera, los funcionarios moderados podían decir “tapate los oídos y mirá los hechos: en la ONU finalmente se apoyó la moción de Estados Unidos de la guerra contra el terrorismo, y aquí sigue el presidente del Banco Central”. Ya ese argumento no existe más, y el blue sube y las reservas caen. De nada sirve decir que es un “mercado pequeño e ilegal” dado que la enorme masa de los que tienen dólares tampoco los vende, siquiera a semejante precio, con semejante desfasaje.
O sea, el escenario uno y el escenario dos podrían converger en una escena crítica, fulminante e inminente, a la que el ministro Kicillof confía en contener gracias al swap chino, las inversiones rusas y la plata por el 4G. Expectativas que, como siempre, esa verdad llamada realidad confirmará o no, aunque esta vez no haya que esperar el juicio de la historia, sino meses, o incluso días.
Hace 5 años.