Apuntes mundialistas: el futuro domingo, 15 de julio de 2018

Vienen bancando este proyecto. Francia disputó tres de las últimas seis finales de la Copa del Mundo, más que cualquier otra selección del planeta. El logro es apenas comparable con el de Alemania, que entre 2002 y 2014 jugó dos finales y llegó siempre a los siete partidos. La palabra clave, que los pundits repiten como un mantra, es "proyecto". Esto no garantiza que un día te puedas quedar afuera en primera vuelta: Francia quedó eliminada de Corea-Japón y en Sudáfrica tras apenas tres partidos, y todavía están frescas las imágenes de un Neuer desesperado jugando de delantero contra Corea del Sur en el minuto 92. Los mundiales, dijimos, vienen cada vez más competitivos. Pero también recalcamos una obviedad: es más fácil (incluso más probable estadísticamente) ganar apoyados en un proyecto que hacerlo esperando el milagro.


























La selección multirracial que Francia llevó a tierras rusas fue un equipo joven, práctico y con oficio, acaso las cualidades modelo 2018 de todo aquella selección que quiera ser más que un mero rejunte de estrellas. Su performance fue de menor a mayor: de aquel debut con dudas frente a Australia, pasando por su victoria por la mínima frente a Perú y aquel 0-0 acordado con Dinamarca, a brillar contra Argentina (todos brillaron contra Argentina, pero esa es otra historia), ganarle con autoridad a Uruguay, golpear en el momento justo frente a Bélgica (el equipo que mejor fútbol jugó a lo largo del torneo) y controlar el trámite frente a Croacia en una final llena de emociones, que no tanto de fútbol. Para ser campeón hay que ganarle a todos y Francia cumplió. A veces, con creces.

El conjunto galo estuvo capitaneado por Didier Deschamps, uno de los campeones de Francia '98 que antes del torneo había sido fuertemente cuestionado. Pero hay otro punto interesante de comparación entre estos campeones y los que levantaron el trofeo en el Stade de France. Olivier Giroud, el 9 titular del conjuno francés, no marcó un solo gol en todo el torneo; lo mismo le había pasado al delantero Stéphane Guivarc'h en aquella Francia victoriosa de 1998. Pero mientras la tarjeta de Guivarc'h indicó tres tiros al arco, incluyendo uno en la final contra Brasil, Giroud se irá de Rusia sin haber pateado una sola vez al arco en todo el torneo. Su contracara en el conjunto francés es Antoine Griezmann, de discreta primera ronda pero de impecable performance en cada una de las etapas definitivas del torneo. Sin brillar, pero cumpliendo con su labor de manera más que eficiente, el ex-joven Paul Pogba también aportó su buena cuota de experiencia y se convirtió en uno de los principales artífices de la victoria. Y qué decir de Kylian Mbappé: todos hablan de su futuro, pero se olvidan del presente de este joven talento del Paris St-Germain que fue la pesadilla de cualquier defensa durante toda la competencia.





















Croacia dio pelea y llegó lejísimos, más de lo que sus jugadores se imaginaban antes de comenzar el Mundial. Venían, además, con el envíon anímico que les dio el haber dado vuelta los partidos de octavos, cuartos y semis. Sin embargo, esta vez -más por virtudes ajenas que errores propios- no le encontraron la vuelta al partido. Visiblemente cansados luego de tres prórrogas, sus pases descordinados no era tanto el resultado de que los delanteros no se entendían: la fatiga también juega un papel en ese microsegundo en el que dudás si picar al fondo o no.

Livianos. Pitazo final. Los jugadores franceses se abrazan. Griezmann se emociona, pero aparte de eso no se adivina euforia en sus miradas. Los croatas simplemente dejan de correr. No lloran, no están desconsolados: saben que para ellos ya es un orgullo haber estado jugando una final en el Estadio Olímpico Luzhnikí. Hay abrazos entre jugadores de ambos equipos, Deschamps saluda, uno por uno, a los croatas. Se está por largar la tormenta en Moscú y los voluntarios apuran el armado del escenario para la entrega de premios. Para muchos de los franceses y croatas que seguían el partido por televisión, el encuentro que esos once futbolistas disputaban con una camiseta con los colores de su país era un asunto de vida o muerte. Para los profesionales del deporte que corrían detrás de la pelota, siempre estuvo claro que era un juego.

Los franceses posan junto a la Copa para las cámaras. Se van pasando el trofeo y encaran, de a uno, a los fotógrafos. Muchos llevan consigo sus teléfonos celulares, graban fragmentos (historias, según el lenguaje de nuestro tiempo) que luego subirán a las redes sociales con su nombre, su marca. Hugo Lloris, que minutos antes le había regalado a los croatas el tanto que los puso de vuelta en partido, mira la repetición del gol en la pantalla gigante y se ríe.

Apuntes mundialistas: Bélgica y el once ideal sábado, 14 de julio de 2018


La Bélgica de Hazard, Lukaku y De Bruyne se despidió de Rusia 2018 con una merecidísima victoria que terminó por otorgarle el tercer puesto de un mundial muy disputado.

Thomas Meunier, de buen mundial, abrió la cuenta apenas comenzado el encuentro, y Eden Hazard decoró el resultado cuando faltaban minutos para el cierre. La cuenta de Hazard en Rusia 2018 cerró con 3 goles y 2 asistencias, un monstruo. Si mañana Luka Modrić no hace un gran partido, el belga se habrá convertido en el mejor jugador del Mundial.





















Ya que hablamos de mejores, y aclaración hecha de que el listado viene así, a las apuradas y antes de la final.





















Mejores jugadores de la Copa del Mundo

1. Eden Hazard - Bélgica
2. Luka Modric - Croacia
3. Kylian Mbappé - Francia
4. Thibaut Courtois - Bélgica
5. Ivan Rakitic - Croacia
6. Denis Cheryshev - Rusia
7. N’Golo Kanté - Francia
8. Edinson Cavani - Uruguay
9. Philippe Coutinho - Brasil
10. Diego Godín - Uruguay

11. Antoine Griezmann - Francia
12. Kieran Trippier - Inglaterra
13. Artem Dzyuba - Rusia
14. Yerry Mina - Colombia
15. Raphaël Varane - Francia
16. Andrés Guardado - México
17. Sime Vrsaljko - Croacia
18. Ante Rebic - Croacia
19. Paul Pogba - Francia
20. Isco - España

21. Juan Fernando Quintero - Colombia
22. Lucas Hernández - Francia
23. Harry Kane - Inglaterra
24. Victor Moses - Nigeria
25. Keisuke Honda - Japón
26. Takashi Inui - Japón
27. Harry Maguire - Inglaterra
28. Andreas Granqvist - Suecia
29. Son Heung-min - Corea del Sur
30. André Carrillo - Perú























Top 5 decepciones

1. David de Gea - España
2. Robert Lewandowski - Polonia
3. Olivier Giroud - Francia
4. Mesut Özil - Alemania
5. Gabriel Jesus - Brasil


(Y ahí nomás, porque hicieron más pero no estuvieron a la altura de la expectativa que habían levantado: Cristiano Ronaldo, Lionel Messi, Luis Suárez, Mohamed Salah, Neymar. Ojo, hay goles y todo, no es que no hayan hecho nada: pero todo se mide con la vara de lo que esperaba.)

***


Mejor jugador joven

1. Kylian Mbappé (19) - Francia
2. Hirving Lozano (22) - México
3. Aleksandr Golovin (22) - Rusia
4. Benjamin Pavard (22) - Francia
5. Breel Embolo (21) - Suiza

***

Mejor arquero

1. Thibaut Courtois - Bélgica
2. Yann Sommer - Suiza
3. Hugo Lloris - Francia
4. Jordan Pickford - Inglaterra
5. Kasper Schmeichel - Dinamarca
6. Igor Akinfeev - Rusia
7. Guillermo Ochoa - México
8. Cho Hyun-woo - Corea del Sur
9. Danijel Subašić - Croacia
10. Keylor Navas - Costa Rica

***

Mi once ideal:

Courtois (BEL);
Trippier (ENG), Varane (FRA), Godin (URU), Lucas Hernandez (FRA);
Kante (FRA), Modric (CRO), Pogba (FRA);
Mbappé (FRA), Hazard (BEL);
Mandžukić (CRO)

Apuntes mundialistas: la moraleja es que no hay moraleja miércoles, 11 de julio de 2018

Y un buen día quedó armada la final de la Copa del Mundo 2018. Una Francia joven, que fue de menor a mayor en el torneo y que dejó en el camino a Argentina, Uruguay y Bélgica, enfrentará a Croacia, un equipo con figuras que superan la treintena y que necesitó tres prórrogas para batir a Dinamarca, Rusia e Inglaterra. Esto no habla necesariamente mal del equipo conducido por Zlatko Dalic: la prensa inglesa ya había sugerido que la semifinal sería fácil debido al desgaste de los croatas y ahora que la noche cae en Buenos Aires todos sabemos cómo terminó eso, esto es, con la selección croata llegando a la primera final de su historia.






















De entrada parecía el encuentro ideal para Inglaterra: a los cinco minutos, una falta de Luka Modric sobre Deli Ali derivó en un peligroso tiro libre que Kieran Trippier clavó cerca del ángulo (el primer gol con su selección nacional... y en una semifinal de la Copa del Mundo) y los ingleses comenzaron a jugar su partido: lastimando con jugadores jóvenes que desbordaban y amenazaban con ponerse 2-0 antes del descanso. El conjunto de Gareth Southgate estaba jugando sus mejores 45 minutos del torneo y ya se sentía con un pie en la final (más allá de que a los treinta minutos de partido Harry Kane se haya perdido un gol hecho). Pero los croatas, que saben de comebacks -también habían comenzado abajo en el marcador contra Dinamarca en octavos y contra Rusia en cuartos- cambiaron el chip en la segunda mitad. A los 68, Ivan Perisic conectó un centro con la pierna en alto, al borde del juego peligroso, para empatar el partido, y ahí comenzó el vendaval croata. Cuatro minutos más tarde, el propio Perisic estrelló un tiro en el palo y desde entonces Inglaterra no volvió a tomar control del partido.

Llegó la prórroga y Southgate no pudo más que ver cómo su equipo se quedaba sin piernas y sin espíritu. La enésima arremetida croata (un mal despeje de Kyle Walker, un cabezazo de Ivan Perisic y John Stones que was caught ball-watching, como definió The Guardian) lo encontró a Mario Mandžukić solo frente al arco y el delantero de la Juventus no perdonó. Era 2-1 y festejo descontrolado, inmortalizado por el salvadoreño Yuri Cortez, un fotógrafo de la agencia AFP apostado en la zona de córner que terminó debajo de una marea de jugadores croatas en éxtasis. Fotoperiodista de raza, Cortez nunca soltó el dedo del gatillo y en su esfuerzo produjo una de las instantáneas más recordadas de esta Copa del Mundo.





























No hay lecciones a extraer de este resultado: Croacia —país de cuatro millones de habitantes— había entrado al Mundial por la ventana de la repesca europea, con un técnico que recién tomó las riendas del equipo en octubre del año pasado, y ahora está a punto de disputar la final de la máxima cita del fútbol en Moscú. Tampoco es un vale todo: cabe recordar que si llegaron a esta instancia fue gracias al oficio de Ivan Perisic, Ivan Rakitic y Luka Modric, un grupo de experimentados jugadores de élite que están atravesando un gran año. Lo bueno de ser argentino (o brasileño, o español, o alemán) en este momento es que las pasiones no obnubilan el análisis. De hecho, si hay una cosa segura este domingo es que no vamos a sufrir. Ah, el alivio de poder decir, con gesto ecuánime y magnánimo: que gane el mejor.


Apuntes mundialistas: se impone un nuevo estilo martes, 10 de julio de 2018

Esta tarde en el estadio de San Petersburgo, Francia le ganó a Bélgica en lo que a todas luces fue una suerte de final anticipada de Rusia 2018. Con la victoria llega el diagnóstico, categórico: "La tenencia dejó de ser la religión dominante en el mundo del fútbol", afirma Ángela Lerena, que algo de esto sabe. Acto seguido la periodista recuerda, con la fuerza de los datos, que mientras España, Alemania y Argentina —los equipos con mayor posesión del torneo— se quedaron en el camino, "un once vertical, que prescinde sin escrúpulos de la pelota y se acomoda en el contragolpe, ha llegado a la final de la Copa del Mundo".

El tiki taka está muerto y de allí la conclusión de nuestra amiga, tallada con las herramientas del materialismo histórico: "Las ideologías futboleras están vivas y, para deleite de los amantes del juego, siguen siendo el motor de la historia."





















Bélgica dominó buena parte de la primera mitad, gracias a un extraordinario Eden Hazard (el jugador más completo del torneo: ¡que injusticia no poder disfrutar de su magia en la final en Moscú!), hasta que el conjunto francés, práctico como durante todo el mundial, le encontró la vuelta para abortar los ataques belgas e imponer su propio estilo de juego: un mediocampo que sale con la pelota limpia y que en tres toques ya pasa el círculo central; un combinado que defiende y ataca con todos (¿cuántas veces vimos hoy a Griezmann o al mismísimo Giroud colaborando en defensa?); la explosión de Mbappé, el oficio de Kante, el rol crucial de Pogba. Si fuese por estilo de juego, los Diablos Rojos —el mejor equipo belga desde España '82— deberían estar disputando la gran final en el estadio Luzhniki de Moscú. Pero el fútbol no conoce de merecimientos y a veces se disfraza de partido de ajedrez. O de match de boxeo, donde gana el que golpea en el momento justo y después sabe aguantar y defenderse. Francia sabe mucho de esto: más de una vez le tocó estar al frente y saber cómo poner el partido en el freezer. Y ojo que eso también es fútbol.





















La victoria francesa desató el delirio en las calles de todo el país, en particular en París (¿habrá temblado el McDonald's de los Champs-Élysées?). "El presidente Emmanuel Macron vino a vernos al vestuario", contó Mbappé. "El país entero está con nosotros. Estamos todos juntos en esto". Sus palabras, tan caras a los imaginarios de la sociedad argentina y su relación con la Selección, pueden verse a la luz de Les Bleus - Une autre histoire de France, un documental que examina el devenir de la sociedad francesa a través de la historia de su equipo nacional de fútbol (¿o era al revés?) entre 1996 y 2016. Ahí están los riesgos de leer al deporte más lindo del mundo como una metáfora de la sociedad, ese atajo con el que se nutren cada cuatro años los columnistas de los principales diarios o algún intelectual holgazán. El fútbol no puede resolver los problemas socioeconómicos de un país: vaya la advertencia para los tres gobiernos que todavía esperan levantar la Copa este domingo.

Apuntes mundialistas: en defensa de Rusia 2018 sábado, 7 de julio de 2018

En Twitter Argentina se dice que este es un mundial falopa. El operador Vignolo repite "loca copa del mundo". En CBS se preguntan: "Is this the craziest World Cup?" Todos están convencidos de que tienen razón, y sin embargo...

Recuerdo el Mundial Corea-Japón 2002. Uruguay, Francia y Argentina se quedaron afuera en primera ronda. Corea del Sur clasificó primera, invicta, en su grupo, eliminando a Portugal en el tercer partido de la rueda. Suecia, que venía de eliminarnos en el Estadio de Miyagi, perdió 2-1 en octavos contra Senegal, que a su vez estuvo a punto de vencer en la prórroga a Turquía, equipo que llegó a semifinales y que terminó quedándose con el tercer puesto tras vencer a los coreanos, los cuales habían sacado del mundial a Italia y a España después de dos partidos con arbitrajes discutidísimos. O sea.




















Rusia 2018 produjo, sí, dos llaves muy desiguales al término de la primera ronda. Esto fue el resultado de (a) la sorpresiva eliminación de Alemania y (b) algunos primeros puestos llamativos en los grupos como fue el caso de Suecia, Croacia y —en menor medida— Bélgica. Pero una vez producido el cuadro con the last 16, la lógica se fue dando. Uruguay venció a Portugal, Francia se impuso ante Argentina, Brasil le ganó a México, Bélgica se lo dio vuelta a Japón; mientras tanto, Inglaterra venció a Colombia con lo justo y Croacia y Suecia ganaron sus partidos frente a Dinamarca y Suiza, dos que no habían jugado a nada en todo el torneo. Lo mismo puede decirse de estos cuartos de final, con excepción del batacazo de Bélgica en un partido para el recuerdo, con ambos equipos jugando al máximo nivel.





















Inglaterra venció a Suecia golpeando en los momentos justos. En un partido discreto, el conjunto de Gareth Southgate se puso al frente con un cabezazo de Harry Maguire, quien hizo valer su metro noventa y cuatro para abrir el marcador tras un salto preciso en una jugada de pelota parada. El héroe improbable del día: este pibe de Sheffield debutó con la selección mayor en octubre y hoy estaba metiendo a su equipo en semifinales de la Copa del Mundo. Más tarde, Dele Alli —que hasta ahora venía haciendo un mundial mediocre— amplió, también de cabeza, el resultado. A partir de ahí los creadores del football se pincharon y fue el turno para que se luciera el man of the match Jordan Pickford (los ingleses no pueden creer que por primera vez en décadas tienen un arquero confiable). Sin brillar y con poquito hasta ahora, los ingleses están en semifinales.

Un rato más tarde, en Sochi, los anfitriones enfrentaban a Croacia en lo que sería su partido más importante desde que compiten como Rusia (entre Suecia '58 y México '70, la URSS nunca bajó del sexto puesto en mundiales: la conversión al capitalismo liquidó casi todos sus logros deportivos). Una vez más, el modesto conjunto ruso enfrentaba a un equipo que, en los papeles, le llevaba varias cabezas. Nadie se sorprendió al ver que el planteo fue el mismo que frente a España: un fútbol limitado, de un equipo que se defendió con un promedio de ocho jugadores y que confió en el ocasional pelotazo para crear situaciones de gol. Fue precisamente en una de esas jugadas nacidas a partir de un revoleo de sandía que nació el primer tanto ruso. La diferencia la hizo el gran Denis Cheryshev, que tiró un pase en la mitad de cancha, fue a buscar la devolución, y clavó uno de los goles más bellos de esta Copa del Mundo. (Increíble: el mediocampista del Villareal metió cuatro tantos en 316 minutos, lo que lo vuelve estadísticamente más efectivo que Romelu Lukaku o Cristiano Ronaldo. Increíble: tres de esos cuatro —los dos que le metió a Arabia Saudita y éste— son verdaderas obras de arte. Increíble: Cheryshev arrancó el Mundial en el banco, y solo entró a los 23 minutos del primer partido cuando su compañero Alan Dzagoev tuvo que salir lesionado. Esa misma tarde metió dos goles.)





















Croacia, un equipo ciertamente superior, no tardó en explotar las falencias en defensa del conjunto ruso y puso el 1-1, que se mantendría hasta el final del tiempo regular. El tiempo extra, hasta ahora, venía siendo un mero trámite, un mini-torneo de resistencia física sin emociones que indefectiblemente terminaba en los penales. Sin embargo, los croatas parecieron tener todo cocinado en el momento en el que Domagoj Vida clavó un cabezazo al ángulo inferior luego de un corner en el minuto 101. No tan rápido, dijeron los rusos, que en otra jugada de pelota parada y a falta de solo cinco minutos para el final de la prórroga, la enviaron al fondo de la red gracias a la testa de Mário Fernandes. O sea que sí hubo goles, pero igual hubo penales. Esta vez, Igor Akinfeev no pudo convertirse en héroe: atajó un penal pero Danijel Subasic también, mientras que Fernandes, el héroe de hacía instantes nada más, envió su disparo a dios sabe dónde. Los rusos, que arrancaron el Mundial en el puesto número 70 del ranking de la FIFA, pueden darse más que hechos con este octavo puesto en la Copa del Mundo. Los croatas, a mi entender, todavía no jugaron con nadie (no, esta Argentina tampoco cuenta como alguien) y pasaron octavos y cuartos jugando muy mal, como nuestra selección en el '90 o en 2014. Pero están en semifinales.

En defensa de Rusia 2018: estamos llegando al final de la Copa y hasta ahora llevo vistos media docena de partidos impresionantes, memorables. Pero —y aquí la clave— incluso los partidos malos han tenido definiciones electrizantes, goles de otro planeta y un nivel de infartos que, creo, haría la envidia de la segunda fase de Brasil 2014 (la primera fue muy buena) o de Sudáfrica 2010. Si hasta me está gustando un poquito la canción oficial.

Apuntes mundialistas: los Dukes de Hazard viernes, 6 de julio de 2018

You're just the man
The one I saw in Khazan

Spoon, Rhythm & Soul





















El hombre al que vimos en Kazán se llama Eden Hazard. No es un adolescente ni un ignoto para el público futbolero: desde hace un tiempo lleva, con orgullo, la 10 del Chelsea, y este es su segundo Mundial ya la había descosido en Brasil 2014.
El hombre al que vimos en Kazán ya era, antes de este partido de cuartos, uno de los mejores jugadores de Rusia 2018. Su scorecard indicaba dos goles y una asistencia y había sido crucial en la remontada de su equipo en la victoria 3-2 ante Japón en octavos de final.
El hombre al que vimos en Kazán no se llevará los flashes, porque la apertura del marcador llegó con un gol en contra de Brasil, y porque la estrella del segundo tanto fue Romelu Lukaku, que craneó, desde mitad de cancha y con muchísimo oficio, una jugada que definió ese otro monstruo ofensivo que es Kevin de Bruyne.
Sin embargo, el hombre al que vimos en Kazán —Eden Hazard, 27 abriles, uno de los mejores mediocampistas del planeta— tuvo hoy frente a Brasil su partido consagratorio. Esta tarde robó, metió, organizó, jugó e hizo jugar. You're the man.




















Muchos de los que en algún momento catalogamos al equipo belga de "eterna promesa" le debemos una disculpa. Al no seguir de cerca a este equipo más allá de su performance en mundiales, no pudimos o no supimos ver que la carrera de esta "Generación Dorada" no había llegado a su fin en 2014 (tras perder frente a Argentina con aquel gol de Higuaín) sino que simplemente estaba tomando impulso. Los nombres, en muchos casos, se repiten: Courtois, Kompany, Fellaini, De Bruyne, Lukaku, Mertens y el propio Hazard ya habían estado en Brasil 2014, también ganando su fase de grupos con puntaje perfecto. A Rusia no llegaron más viejos, sino con más experiencia.

Una línea para Thibaut Courtois, compañero de Hazard en el Chelsea. Atajó bien todo el partido, pero la pelota que le sacó a Neymar en el minuto 92 será material de estudio en las escuelas de fútbol.





















Lo de Brasil fue tan digno que duele. Desde que al equipo lo agarró Tite, el Scratch nunca había estado dos goles abajo en un partido y, aún así, fue encomiable la concentración con la que encararon el encuentro tras verse en desventaja. Siempre jugando, siempre atacando siempre entrando al área tocando. Nunca un pelotazo. El segundo tiempo de Brasil fue mejor que cualquier tiempo de Alemania o España en esta Copa, ni que decir de Argentina. Si nuestros eternos rivales no se contagian del virus exitista, plata o mierda, que ha teñido la forma de ver fútbol en la Argentina, creo que aprenderán a valorar este buen mundial del que se van como uno de los equipos que mejor jugó a la pelota en Rusia 2018.





















También hay que hablar de Uruguay, equipo que llegaba con puntaje perfecto a estos cuartos de final y que enfrentaba a otro combinado que también había ido de menor a mayor en la Copa. Hablamos de la Francia de Didier Deschamps, que en la previa del Mundial parecía uno de los equipos fuertes a seguir pero no tan candidato como Alemania, Brasil o España (un poco al nivel de la Argentina, si se quiere). Lo cierto es que mientras otros grandes se fueron quedando en el camino, Francia y Uruguay se sacaron de encima en octavos a la Argentina de Messi y a la Portugal de Cristiano Ronaldo, lo cual habla a las claras de lo difícil que viene siendo este lado de la llave. En fin, decíamos que la selección uruguaya comandada por Óscar Washigton Tabárez llegaba más que ilusionado al encuentro en Nizhni Nóvgorod. Lamentando, eso sí, la ausencia del lesionado Edison Cavani ya desde el vestuario. Y vaya si se hizo notar: Cristhian Stuani, que no había marcado goles para la Celeste en las eliminatorias, tampoco mojó en este partido clave. De hecho, si la idea era que ocupara el lugar de Cavani en su sociedad con Luis Suárez, el pretendido partnership nunca prendió. Suárez estuvo bastante solo arriba y los planes uruguayos recibieron dos duros golpes con los goles franceses de los cuales jamás pudieron recuperarse. Los franceses fueron muy sólidos en todas las líneas y tuvieron nervios de acero para poner el partido en el freezer una vez que sacaron una buena ventaja, pero eso no es novedad para los argentinos. El sábado pasado, apenas ayer, estábamos dos goles abajo y no encontrábamos la pelota y al partido le quedaban veinte minutos. Déjà vu.

No quedan sudamericanos en la Copa del Mundo. Como en Alemania 2006, el sprint final del torneo es una breve Eurocopa: entre Suecia, Inglaterra, Croacia, Rusia, Francia o Bélgica saldrá el nuevo campeón mundial de fútbol. Brave new world.

Apuntes mundialistas: de fortunas y chances desaprovechadas martes, 3 de julio de 2018

Los chistes previos a Suecia-Suiza rondaban en torno a lo indistinguibles que aparecían, en los papeles, estos dos países protestantes y neutrales que, para colmo, sonaban parecido. Ambas selecciones se encontraban frente a la oportunidad única de acacallar las críticas mediante un estilo de juego único y vistoso que sellara su identidad como potencia futbolística en Rusia 2018.
Nada de eso ocurrió esta tarde en San Petersburgo.
Lo que se vio en su lugar fue un partido feo, trabado, entre dos equipos que en la primera ronda no habían logrado brillar del todo y que en este partido decisivo tomaron la misma decisión amarreta de jugar de contraataque. La apertura del marcador recién llegó a los 66 minutos, y por medio de un rebote que descolocó a Yann Sommer, de gran Mundial. El tiempo se fue agotando y al final de cuentas Suiza desperdició la chance de meterse entre los ocho mejores frente a un rival ciertamente ganable, un logro que no consiguen desde el Mundial '54.





















El último cruce de octavos prometía ser un partidazo: Colombia-Inglaterra emergía como el enfrentamiento definitivo entre un país futbolísticamente en ascenso -que buscaba igualar su gran logro de Brasil 2014, cuando salieron quintos- y una ex potencia que buscaba romper con un maleficio que desde Francia '98 les impedía ir más allá de cuartos. Los dos bandos contaban con jugadores de jerarquía y llegaban a Rusia con un sistema de juego definido y muy intenso: todo permitía anticipar un muy buen partido.
Nada de eso ocurrió esta tarde en Moscú.
Lo que se vio en su lugar fue un encuentro cerrado, de dominio repartido y casi sin ocasiones de riesgo en la primera mitad. La primera media hora encontró a Inglaterra con la pelota y a Colombia incapaz de encontrarle la vuelta del partido. Con James Rodríguez afuera por lesión, si los Cafeteros fueron algo en los cuarenta y cinco iniciales fue gracias a la zurda mágica del delantero de River Juan Fernando Quintero, que intentó abrir los espacios que la defensa inglesa se empeñaba en cerrar. Conforme se prolongaba el 0-0 fueron en aumento los choques, los roces, las palabras dichas a la pasada y hasta algún que otro cabezazo temerario. Una falta obvia de Carlos Sánchez (lo derrumbó a Harry Kane en el área a medio metro del árbitro) terminó en la sanción, casi inmediata, de un penal que el propio Kane canjeó por gol, su sexto en cuatro partidos. Después, nervios colombianos y dominio inglés: lo sufría el partido, que se volvió más hablado que jugado. Y cuando todo parecía que moría en triunfo de Inglaterra en tiempo regular, llegó el cabezazo demoledor de Yerry Mina, de pique al suelo y al fondo de la red en el minuto 93, que desató la locura en Bogotá, Medellín y Las Cañitas.





















Colombia tenía una vida más. Pero por tercera vez en estos octavos de final nadie pudo sacarse diferencias en la prórroga y una vez más los penales le fueron esquivos a José Pekerman. Casi descompensado, el ex técnico argentino no quiso mirar como Mateus Uribe y Carlos Bacca fallaban sus disparos. Colombia quedó eliminada de Rusia sin haber desatado todo lo que había prometido en las eliminatorias y en su mejor partido de la competencia, contra Polonia. Pero hoy no lograron desplegar su mejor juego y la fortuna, que a veces viene en auxilio en este tipo de situaciones, no se caracteriza por su asistencia perfecta.

Apuntes mundialistas: la dignidad de los nadies lunes, 2 de julio de 2018





















El mejor Brasil de los últimos diez años contra el mejor México que recuerde: todo anticipaba un gran partido de octavos de final en el Samara Arena.

El comienzo no podría haber sido mejor. Una vez más, como contra Alemania en el debut, México salió sin miedo, con un planteo "guapo", ante un rival superior. El plan de Osorio era marcar rápido y luego manejar el ritmo el partido, pero a los 25 minutos fue Brasil el que tomó el mando del encuentro y desde entonces no volvió a soltarlo. Guillermo Ochoa hizo lo que pudo frente al asedio brasileño pero al minuto 51 todo comenzó a desmoronarse para la Tri. Neymar Jr. arrancó uno de sus característicos "desbordes hacia el centro" y cuando todo indicaba que iba a rematar al arco, jugó un taco con Willian, para luego correr al espacio y esperar la devolución. Golazo y 1-0. A cuatro del final llegaría el KO: Fernandinho recuperó la pelota en la mita de la cancha y filtró rápido un pase profundo para Neymar, que se escapó por izquierda y la punteó ante la salida de Ochoa. Roberto Firmino no tuvo más que empujarla en la línea.

Es el séptimo mundial consecutivo que México se queda afuera de la Copa en octavos de final. En defensa de la Tri, algunos argumentan que casi siempre se enfrenó a rivales muy difíciles (de la talla de Holanda, Alemania, Argentina y Brasil), pero no hay que olvidar que es la propia selección mexicana la que termina generando estos fixtures al no aprovechar las oportunidades para ganar el grupo. Recordemos que en el Mundial 2010 (el de aquella recordada victoria frente a Francia) había empatado con Sudáfrica y perdido un partido muy "empatable" con Uruguay, lo que la condenó a jugar contra Argentina en octavos. En Rusia 2018 venía con seis puntos de seis y le alcanzaba un empate con Suecia para clasificar primera: fueron goleados y de ahí que terminaron enfrentándose a Brasil. It's on you.





















Bélgica-Japón es otro de los motivos por los cuales urge luchar por una sociedad nueva en donde los mundiales nos encuentren de asueto, disfrutando de los partidos en la comodidad del hogar merendando churros con submarino.

Un encuentro en apariencia menor, entre un candidato de segunda línea y un equipo asiático que alterna derrotas en octavos con fracasos rotundos en primera ronda, terminó en uno de los partidos más memorables de la historia reciente de la Copa del Mundo. Nada de esto parecía posible en la primera mitad, ya que luego de tener a los japoneses contra las cuerdas en los primeros veinte minutos, los belgas soltaron el pie del acelerador y el trámite se fue apagando.

Los segundos cuarenta y cinco minutos, en cambio, fueron algo de otro planeta, como para grabarlos enteros y pasarlos en Netflix bajo la categoría "Acción y Aventuras". Mientras los belgas se cansaban de desperdiciar oportunidades, Japón encontró la suya: un pase filtrado para Genki Haraguchi que Jan Vertonghen pifió cuando fue a interceptar y que Haraguchi -delantero consolidado en el fútbol alemán- definió con frialdad germana ante la salida de Courtois. El mundo del fútbol en shock. Pero eso no era todo: Bélgica intentó reaccionar con un derechazo de Hazard que dio en el palo y, a los pocos segundos, Takashi Inui recibió un pase hacia atrás del 10 Kagawa, se acomodó y sacó un latigazo desde afuera del área. Golazo y Japón se ponía 2 a 0 a los 52 minutos. Festejos en Brasil que ya saboreaba unos cuartos de final frente a los nipones. El reloj seguía corriendo y Japón tuvo sus chances de liquidar por completo el partido, pero a los 69' Vertonghen compensó el error del primer gol con un centro cerrado que se le fue metiendo al arquero japonés, y cinco minutos más tarde, Fellaini conectó un centro con el guante de Hazard. Ya era uno de los mejores partidos del Mundial, pero faltaba más.

El árbitro había adicionado cuatro minutos: iban 93' y córner a favor para Japón. Centro muy bien atajado por Courtuois, que sale rápido y arranca el ataque con De Bruyne, que comanda la acción y se lleva la pelota mientras Lukaku, más adelantado, se empieza a filtrar entre dos nipones. Es la última jugada del partido. De Bruyne la abre a la derecha para Meunier y Lukaku se prepara para recibir en el punto del penal. Sale el centro y Lukaku se anticipa a su marcador, pero -con gran inteligencia- la deja pasar para Nacer Chadli, que aparece solo por detrás y marca el agónico 3-2. Partido para el infarto, para el recuerdo, y (en el caso de belgas o japoneses) para el recuerdo del infarto que sufrieron aquel 2 de julio de 2018 mientras seguían por televisión, o desde el estadio, la fiesta futbolera que se desató en Rostov del Don.

Apuntes mundialistas: el día del arquero domingo, 1 de julio de 2018

El fútbol es injusto y por eso, a veces, es tan lindo.

España-Rusia era, a priori, uno de los encuentros más desiguales de esta Copa del Mundo. De un lado, un all-star compuesto por figuras de la talla de Busquets, Iniesta, David Silva, Isco y Asensio; del otro, un equipo que ocupa la 70° posición en el ranking de la FIFA y que tiene a veinte de sus jugadores militando en el intrascendente campeonato ruso. Desde ya que estaba el factor localía, pero incluso con eso en mente la mayor parte de los comentaristas descontaba una cómoda victoria para el conjunto español. "Ya nos podemos considerar en cuartos ya que Rusia es imposible que nos pueda meter un gol. Va a ser el partido más tranquilo que vaya a tener España en la historia de los Mundiales", tuiteó por la mañana Manuel Esteban, redactor jefe del diario AS.

Su vaticinio venía cumpliéndose como un relojito. A los doce minutos, tras un centro español, un tal Sergei (Ignashevich) se quedó mirando a un tal Sergio (Ramos) en lugar de mirar la pelota, que le dio en el talón y se terminó metiendo. España estaba 1-0 y todo pintaba para goleada. Pero el equipo conducido por Fernando Hierro cometió un pecado mortal: en lugar de seguir buscando el partido, se dedicó a venerar al dios español de la posesión, haciendo circular la pelota con un tiki-taka que apuntaba a desgastar a la selección rusa. Lo que no calculó es que los rusos saben mucho de resistir y, ante la ausencia de un plan B, se dedicaron a hacer lo mismo que venían haciendo desde el pitido inicial: aguantar, mandar el pelotazo a la nada, cortar los ataques con faltas. Un juego rústico derivado de sus propias limitaciones, un estilo oh too familiar en los equipos chicos de este mundial.

En eso estaba la cosa cuando, de uno de los tantos córners que Rusia ganó en el primer tiempo, salió un centro de Aleksandr Samedov que Gerard Piqué saltó a disputar con la mano arriba, presagiando problemas. El árbitro cobró penal y Artem Dzyuba, que había arrancado el Mundial en el banco de suplentes, lo pateó con muchísima frialdad para poner el empate. "Cada uno de nosotros debe morir en el terreno de juego", había dicho Dzyuba en una entrevista con la FIFA antes del partido. "Ya sean 95 minutos ó 100, el tiempo que sea necesario".

Desde entonces se dio un partido horrible, manejado por el holandés Björn Kuipers con mentalidad de "siga siga". Los rusos se cansaron de atender a cada mediocampista español que recibía la pelota después de la mitad de cancha. Incluso cuando los integrantes de la Roja, de mejor manejo del balón, lograban hacerla circular, los locales se encargaban de dejar su marca con una patadita a la pasada medio segundo más tarde. Un festival de rusticidad que dejaba entrever el inocultable objetivo de resistir hasta los penales, porque no había forma que un equipo plantado así lograra un gol de jugada.

Hubo una indudable falta de pericia por parte de Hierro, que esperó hasta el alargue para hacer ingresar al explosivo Rodrigo y de sacar a Asensio, de flojo partido. El gran aprendizaje para los equipos grandes en este Mundial es que si los rivales se cierran atrás la respuesta no puede ser lloriquear frente a los micrófonos sino buscar alternativas en el campo de juego. Sea como fuere, el tiempo pasó y Rusia logró su primer gran objetivo: llegar a los penales.

No me detendré demasiado en el portero español David de Gea, ya que a esta altura de la noche todos conocen la estadística que dice que le patearon 7 veces al arco en todo el mundial y recibió 6 goles (sumado a que no pudo detener un sólo disparo en la tanda de penales). Sí puedo hablar de Igor Vladimirovich Akinfeev, ese arquero de 32 años que atajó toda su vida en el CSKA Moscú y que desde 2004 defiende el arco de su selección. Akinfeev llegaba cuestionado por una serie de malas atajadas en Brasil 2014, incluyendo un blooper frente a Corea que le costó la derrota de su equipo. Pero en esta Copa del Mundo demostró estar concentradísimo desde el día uno y mostró un buen nivel en la primera ronda, en especial en las victorias frente a Arabia Saudita y Egipto que sellaron el pase a octavos del país anfitrión. Esta tarde en Moscú metió una doble atajada frente a Iniesta y Aspas en el minuto 85 que ayudó a Rusia a llegar con vida a la prórroga. En la ronda de tiros desde el punto del penal, se convirtió en héroe al contener los disparos de Koke y Aspas. Los hinchas españoles, que llegaban confiados, que fueron con nada mientras el Luzhniki se convertía en un volcán de emociones.





















No hay mucho para decir sobre el atípico choque entre Croacia y Dinamarca, que entregó dos goles en los primeros cuatro minutos tras un concierto de imprecisiones en defensa y luego decayó hasta convertirse en un encefalograma plano, con un equipo croata bien lejos de aquel que se llevó nueve puntos del grupo que compartía con Argentina (es cierto que nuestra floja selección sacó la mejor imagen de todos nuestros rivales) y un conjunto danés tan falto de ambición como durante todo el torneo. A minutos del cierre del segundo suplementario, Ante Rebic encontró un pase profundo y se escapaba solo hacia el gol cuando lo hachó Mathias Jørgensen, que fue amonestado. Penal para Croacia y todo parecía cocinado en los pies de Luka Modric, pero no contaban con Kasper Schmeichel, el hijo del mítico arquero del Manchester United, que detuvo el disparo. Vendrían, entonces, los penales.

Si el partido en sí fue un embole mayúsculo, la tanda de penales hizo que valiera la pena la espera. Fue una definición electrizante. Ningún futbolista tiró la pelota a la tribuna, pero Schmeichel detuvo dos penales y Danijel Subasic tres. El arquero croata, by no means un portero brillante y responsable parcial del gol danés en la primera jugada de peligro, de pronto se convirtió en el ídolo de la jornada. Schmeichel se fue con las manos vacías. "¿Cómo explicar qué ha ocurrido? Es un extraño sentimiento", dijo el danés. "Recordaré este sentimiento y será útil en el futuro. Volveremos"