Final viernes, 20 de mayo de 2022

El siguiente es un post del blog Desde el galpón publicado hace tiempo por mi buen amigo Fedefer.

jueves, 20 de diciembre de 2007
Final

Entre el lunes y el miércoles pasados rendí sin sobresaltos dos finales; dos orales que el alumno ejemplar de Comunicación-con-orientanción-en-Periodismo jamás debería tener que dar. Bernetti y Ford.

Cuando hablamos de Bernetti (Jorge), hablamos de "Diseño de la información", la materia más fumanchera y tranqui de la orientación. Fácil, entretenida, sin demasiadas exigencias, es la asignatura que cualquier pelagatos promociona... menos yo. Ese segundo parcial, por alguna elucubración malvada de los zodíacos, fue mi perdición. Todavía me acuerdo del instante fatídico, dos años atrás, en el que se precipitó todo. Todavía me evoco leyendo las dos o tres preguntas, apelotonadas en una de esas irrisorias hojitas demasiado horizontales, mientras iba comprendiendo íntimamente que no, que no las iba a poder contestar. Ni dibujar. Porque uno siempre algo dibuja, alguna teorización arrastrada de los pelos para por lo menos impregnar dos carillas de tinta y decir bue, cincuenta y cincuenta a que un cuatro me pone. Esta vez no. Esta vez fue la conciencia lúcida de que se venía un DOS contundente; antes siquiera de estar escrito, ese DOS ya había tomado forma en el mundo; me pertenecía y yo era el único que lo sabía. Preguntas demasiado puntuales, demasiado general-knowledge, de detalles que nunca había leído o que ya había olvidado. En la materia más fumanchera y tranqui de la orientación. Pero qué se le iba a hacer. Mientras pacientemente hacía tiempo para no quedar tan en evidencia, mientras TODOS mis compañeros escribían FURIOSAMENTE, reflexioné sobre las consecuencias que podría portar semejante chasco. Sí, seguramente iba a pasar por una experiencia inédita en la facultad de Sociales: el final de Bernetti.

Cuando entregué la hoja con dos renglones escritos (andá a saber QUÉ MIERDA ESCRIBÍ), medio como para inspirar compasión medio como para saber, le pregunté al profesor Cánepa si había recuperatorio. Me miró con una cara de perplejidad que me destruyó anímicamente. Me dijo lo obvio. Sí, era obvio, aquella era la última clase; simplemente no había tiempo para más. Digan que en el primer parcial me había logrado sacar un siete (o un ocho) y me daba justo el promedio para ir a final. Sino recursaba y eso, lectores, habría equivalido a una estrepitosa deserción de la carrera para ir a a estudiar turismo y hotelería.

En mi anónimo historial de parciales en la carrera de Comunicación tuve una interesante trilogía de aplazos, pero los otros dos fueron sorpresivos (por lo tanto, admitamos, indeciblemente más crueles). Esta fue la única vez en mi vida en el que supe exactamente la nota que me iba a sacar apenas con mirar las preguntas. Creánme, es una sensación extrañísima. Es ver el futuro. ¿Alguna vez vieron el futuro tan, tan claro? Lo dudo.

Una semana después me entregaron mi dos, ahora sí materializado en una sanguinaria tinta roja, mientras todos los demás se iban felices, abrazándose a la cintura sexy de sus promociones. El impacto psicológico de este fracaso fue de tal magnitud que recién este diciembre, básicamente porque se me vencía, me decidí a afrontar mi destino, sellado aquel día fatídico en el horno del aula uno.

Lunes. El panorama no puede ser más desolador. Aula tres, y un solitario Bernetti en persona (primera vez que lo veo) tomando examen. Las pocas personas que se dan una vuelta vienen, naturalmente, a firmar las libretas. Ni siquiera hay una hoja para anotarse. No, uno pasa y dice "yo vengo a rendir", y Bernetti te toma. Mi primer consuelo es que no soy el único en esta aventura. Una chica, un chico. Salen aprobados con notas como siete y nueve. Entre uno y uno se va acumulando un pequeño ejército de firmadores de libretas. Deberían buscar una alternativa: es feo que te vengan a firmar libreta en la cara mientras vos estás todo ansioso para rendir. Sus muecas irritantemente relajadas parecen decirte "mirá, yo estoy re-tranquilo y re-canchero, charlando con los demás de cualquier cosa, porque promocioné y vos, SÍ, VOS NABO PATÉTICO, TENÉS QUE SENTARTE AHI COMO UN PELOTUDO Y RENDIR, JAJAJA". Es como comer un sanguche de jamón crudo frente a un pendejo que se está muriendo de hambre. No da.

Doy el final más fácil de la historia. Tengo tema, Periodismo y Dictadura. Arranco, mientras Bernetti sin hacer comentarios resopla, refunfuña y rota su cabeza esférica para todas partes sin mirarme (TAN aburrido es tomar final oral??? Porqué no piden una monografía de diez páginas y listo?). Diez minutos después se aburre lo suficiente. Basta pibe. Ocho y a la bolsa. Chau. Es increíble que haya leído tanto, pero TANTO, para un final tan fácil.

Ford. La historia de Ford también tiene sus vericuetos. La cursé al mismo tiempo que Bernetti con mucha mejor fortuna. Un primer trabajo práctico bastante inspirado fue la clave del éxito. Los parciales tuvieron fallas, aunque básicamente no hubo sobresaltos. Pero siempre algo pasa. Ford (que en realidad es Martini, porque Ford está tirado por ahí escribiendo el vigésimonoveno libro sobre inforricos e infopobres) es una materia ligeramente más hinchapelotas que las otras. En los prácticos te piden fichas de cada lectura. Te piden asistencia a teóricos. En esos teóricos te piden que hagas una ficha sobre los contenidos de la clase para dar el presente. Pero esto no es lo peor. Lo peor es que al final del cuatrimestre CUENTAN esas fichas. Y si no entregaste fichas de lecturas (como yo, ¿Qué se piensan, que estamos en tercer grado de la primaria che?) las tenés que entregar todas de una porque sino recursás (que no está bueno eso eh). Y si no fuiste a los teóricos porque no podías o porque son MUY ABURRIDOS (como yo) entonces aunque tengas un diez de promedio, te vas a final. Bueno no, a COLOQUIO.

Fui a coloquio nomás. Con las fichas de lectura zafé porque chamuyé veinte seguidas en el locutorio de al lado (un sauna con computadoras). Pero con los teóricos no hubo caso. A coloquio. Obviamente durante dos años me arrepentiría de no haber ido a los teóricos. Stella Martini sabe mucho, tiene cosas interesantes para decir... pero es TAN ANODINA dando clases, tan CIRUJANA METICULOSA DE DIARIOS y REVISTAS, que te aburrís. Man, un poco de pasión, un poco de puteadas, alguna rabieta de indignación frente al sistema, algún chiste, no te tomés tan en serio lo que hacés porque NO ES TAN SERIO. Pero bueno, tendría que haber ido. Eso me pasa por ser tan impaciente y tan pseudorrebelde.

De todas formas, el coloquio tampoco pintaba tan difícil. El profesor Marcelo Pereyra lo puso en estas palabras (y me acuerdo porque presté MUCHA ATENCION): "El coloquio es como un final pero MUCHO MAS LIGHT. Pueden venir con una zona del programa preparada, con un recorte de diario para comentar alguna noticia, incluso pueden comentar alguno de los trabajos prácticos". Listo, bárbaro, tan malo no debe ser.

Ese diciembre no porque no tenía ganas, pero me presento en febrero. Nadie se presenta en febrero, esa es la verdad. Así que cuando llego al aula resulta que está LA CATEDRA COMPLETA (menos Ford, que ya empezó con el trigésimo libro sobre inforricos e infopobres) deliberando en el interior del recinto. ¿Alumnos? Nada parecido en veinte metros a la redonda. Espero un poco a ver qué onda y al final entro. "Vengo a dar coloquio". Los cuatro fantásticos (Martini, Luchessi, Pereyra y una que ni idea) me miran duramente. "Cómo que venís a rendir, ya tomamos". Al parecer había rendido solo una piba mientras yo estaba por ahí repitiendo mi chamuyo. Me retan, pero me dicen ok, te tomamos. Cómo que me toman, qué ese ese PLURAL. Sí, los cuatro fantásticos, LA CÁTEDRA COMPLETA escuchándome al mismo tiempo en medio de su reunión de planificación. Me asusto un poco, pero qué más da, total solo vengo a dar COLOQUIO; es decir, vengo a comentar lo que hicimos en el trabajo práctico, a relacionar un poquito con dos o tres textos y LISTO, tal como había dicho Pereyra.

Me siento entonces, menos tranquilo que antes pero todavía con cierta confianza. Toma el mando Martini, preguntándome qué preparé. "Bueeeeno yo vengo a hablar un poco del primer trabajo práctico que hicimos con mi grupo, en el cual nos propus". ¡¡CÓOOMO HABLAR UN POCO del TRABAJO PRACTICO!!, salta Martini. Que esto es un final, me dice, que no me podés venir a hablar solo del trabajo práctico, que tenés que tener un conocimiento integral teórico de toda la materia y no se qué.

Pequeño pánico comienza a flotar en el aire. Digo, porque no había leído NADA, solo había retomado el TP y más lo que me acordaba, me mandé. Horrible lo mío, pero bue, es COLOQUIO!. Le explico que yo doy COLOQUIO, porque en realidad mi promedio es para promocionar pero no pude venir a los teóricos... (obviamente, NO PUDE). Y como no pude venir a los teóricos entonces doy coloquio, que es como un final pero mucho más light. Mientras voy relojeando de costado a Pereyra, sentado a mi lado, como para que salte en mi defensa, cosa que obviamente no hace. No, pero bueno, pero yo dije que, en realidad no, que sí que el trabajo práctico, pero no, porque sí, pero no. Bien, o sea que me voy a sacar un dos, pensé. Esto es genial.

Pero la sigo piloteando. En realidad, estoy entregado. Martini como una maligna ave carroñera se lanza sobre los despojos de mi ignorancia dispuesta a darse un banquete fenomenal. Que las fuentes, que el acontecimiento, que la noticia... Yo solo digo dos boludeces, le pego a un par de respuestas, pero la mayoría del tiempo habla ella. Es una clase. En un momento me pide: "A ver definí comunicación política". Yo no tengo ni la más PEDORRA idea de cómo definir comunicación política. Los demás de la cátedra miran ominosamente. Hacen el gesto de "no" con la cabeza. Pereyra está devastado. Martini, fastidiosa, sabe que no tengo esperanza. Yo también lo sé. NO SÉ NADA.

Entonces el milagro. Martini sufre un súbito ataque de paternalismo compasivo. Está relativamente claro que me tiene que rubricar un dos más grande que un dúplex de Palermo pero el pietismo la conmueve: mirá yo te tengo que aplazar, pero la verdad que por un coloquio, voy a hacer de cuenta que no viniste, yo te tachó acá, andá a estudiar un poco y volvés en mayo. Yo, a estas alturas reducido a una miserable larva, agradezco, asiento, prometo leer todo, todas las unidades, todas las fichas, todos los libros de Ford sobre inforricos e infopobres. Y me voy, habiéndole entregado a los cuatro un lindo papelón para divertimento personal. No volví en mayo. Dejé pasar dos años. La venganza es un plato que se come frío (y en el medio se me vencían cinco finales o algo así).

Miércoles. El momento postergado desde aquella caminata por la cornisa ha llegado. Aula 3. La misma de Bernetti dos días antes. Me anoto cuarto en la lista. El primero en llegar es, justamente, Pereyra. Después llega Luchessi y se ponen tomar (orales, no alcohol). Pereyra se dedica a victimizar a una pobre chica que en un momento se nota que ya no carbura y que es inminente que se largue a llorar. Pereyra se levanta y consulta gravemente con Luchessi. No escucho sus palabras, pero las imagino.

P: "Lila esta piba no da pie con bola. Le pregunté esto, no lo sabe, le pregunté aquello, no lo sabe".
L: "Y a mí qué, clavale un dos, que se joda".
P: "Te parece, pobre, está por llorar".
L: "Que llore, si no sabe que se joda".
P: "Pero pobrecita, no te parece que le de otra oportunidad"
L: "No, pero si querés... bueno, igual si no sabe que se joda".

Algo así. El efecto para quienes esperamos afuera es de terrorismo. Pero yo tengo mi tema aceitado y esta vez no es hablar un poco del trabajo práctico; esta vez es un itinerario teórico que amalgama los principales ejes de la materia para integrarlos panorámicamente en una hipótesis que busca ver reflejados los principales contextos, modelos y abordajes en los desplazamientos de campo que se van dando a lo largo del resto de las unidades, para finalmente comprobrar que el efec. Ok, eso.

Mientras espero, me encuentro en el pasillo con una chica que había cursado esta misma materia conmigo. Yo estoy penando con el final, ella está repartiendo fichas a los alumnos porque ahora pertenece a la cátedra. Mirá vos los distintos caminos que tiene la vida. Me acuerdo de ella básicamente porque está buena. Ella no tiene ni idea de quién soy. Me pregunta el apellido a ver si tiene fichas mías. Yo para seguirle la corriente le contesto. "AH, VOS NO ENTREGASTE NADA" me dice. Qué raro, porque en efecto Pereyra me había dicho lo mismo dos años antes. Le explico quién soy y de dónde vengo, no puede tener fichas mías ahí. Le pregunto si toma final y me dice que sí. ¡Tomame entonces! Le digo. Se rie, jajaja.

Lógicamente, termina tomándome ella. Y Pereyra. Cursé en su comisión, pero a esta altura ya no importa. Y tampoco importa si es coloquio o final, pasaron DOS AÑOS. Pibe, te acordaste tarde me dice Pereyra. Lo que es MUY RARO es que te tome final una chica con la que cursaste ESA MISMA MATERIA. Arranco con mi tema. Le explico al profe más o menos lo que me propongo y el profe entiende más o menos nada. Pero suena interesante, dice. El final transcurre bastante sedoso. Mi tema tiene onda, algunas pequeñas objeciones se le pueden hacer, pero todo bien. Cuando Pereyra está satisfecho, le pregunta a la chica, la chica con la que cursé ESTA MISMA MATERIA, si quiere preguntarme algo. Obviamente le dice que no, que está conforme, porque cómo me va a hacer una pregunta si cursó conmigo ESTA MISMA MATERIA. Pero Pereyra le dice, dale preguntale algo. Ok dice la chica, "para salir un poco de tu tema... (acá pienso: me preguntás sobre la unidad 5 que nunca compré y hasta hace poco me había olvidado que existía y hoy morís)... decime algo sobre fuentes". Bien, está bien. Me tira trampolín para que me zambulla en un chamuyo chamuyero y listo. Fuentes, es fácil eso. Igual la turra pone cara de "mmm, más o menos" y dice que mi respuesta está bien pero no es exactamente lo que ella había preguntado. Pero después cuando termino me hace un gesto de aliento. Cierro el final. Ocho.

Ya es de noche cuando salgo de Ramos. Todavía me quedan tres finales, pero ya no hay nada más que cursar. No caigo, ni pienso mucho en eso. Fueron seis años seguidos viniendo acá una y otra vez, a tantas clases que ya perdí la cuenta. Son las nueve de la noche y es como que me estoy despidiendo del edificio, (y sus pasillos y sus carteles) sin darme mucha cuenta. Si lo pienso, no parece tan lejano ese verano de 2002 en el que vine a inscribirme a las primeras materias, con mi amigo Ricardo totalmente desorientados, tratando de inteligir entre un enjambre increíble de gente cómo era todo el papelerío. No queda tan lejano ese mismo día en que, perdidos, le preguntamos a una chica cómo había que hacer los trámites; y esa chica me pareció tan pero tan linda que cuando volví a casa le escribí una canción. Historias como esa, o como las del final de Bernetti y el final de Ford son solo dos entre muchas, muchísimas, que pasaron en esta fábrica remodelada de Parque Centenario. Historias que parecen volver, pero que evidentemente ya no se van a repetir. Algún día, imagino, las contaré.