# 10 | Capturando a los Friedman
Capturing the Friedmans
de Andrew Jarecki
Estados Unidos, 2003, 107'
Posición anterior en el ranking: # 20
En 1922, Ryūnosuke Akutagawa publicó un cuento titulado "En el bosque", en el que presenta siete testimonios acerca del mismo hecho. Al terminar de leerlo, uno se queda con una sensación de incompletud, de inasibilidad: ¿Cómo captarlo todo? ¿Cómo encontrar una Historia?
Los Friedman son una clásica familia judía norteamericana de clase media-alta. Un día, su mundo se cae a pedazos cuando el padre y el hijo mayor son detenidos y acusados de crímenes horribles. A medida que avanza la investigación policial sobre la familia, su Historia (con maýusculas, como la Verdad de los que nos hablan los documentales expositivos) se transforma en una multiplicidad de relatos. No sé exactamente cuando sucede. Pero una vez que sucede, la película deja de hablarnos simplemente de una familia, ni siquiera de todas las familias tocadas por un hecho trágico —sino de la propia imposibilidad de conocer la Verdad, la Historia, o cualquier relato unívoco y completo sobre las cosas de este mundo. Un film incómodo, displacentero, no sólo por la temática tratada, escabrosa en sí misma, sino por las conclusiones que deja —esto es: la imposibilidad de sacar alguna.
# 9 | Kill Bill
de Quentin Tarantino
con Uma Thurman, David Carradine y Michael Madsen
Estados Unidos, 2003-2004, 247' (111' + 136')
Posición anterior en el ranking: # 6
Lugares comunes acerca de la cuarta película de Quentin Tarantino. “Es sólo un homenaje”, “no es más que un pastiche”, “se limita a parodiar las películas que ama”. Errores básicos de lectura. ¿Cuál es la diferencia entre una gran parodia (supongamos, Black Dynamite) y una gran película (argumentaré: Kill Bill)? Que mientras la primera basa su eficacia en una hipérbole de los tropos de un determinado género, la segunda puede contener más o menos elementos previos —y todas las películas lo hacen, al dialogar con films anteriores— pero los funde en algo tan denso y noble (o más denso y noble, como es este caso) como su fuente de inspiración. Por poco que nos guste Señales, podemos afirmar que Scary Movie 3 es menos que Señales, mientras que Kill Bill es más que Shogun Assassin o Resurrection.
Para un director como Tarantino, consolidado para aquel entonces como un auteur de la industria del film policial o bizarro, hubiese sido más fácil encarar en 2003 otro western moderno, modelo siglo XXI. Sin embargo, muchas de sus decisiones formales (abrir con ese plano, el uso del blanco y negro, las viñetas constantes, la extensa secuencia animé) son riesgos que toma y con los que triunfa, cada vez. La sorpresa es mayor cuando los espectadores encontramos que la violencia febril de la primera parte desemboca en un segundo volumen mucho más pausado, charlado y —digamos— sureño. Uma Thurman como The Bride, en ese jumpsuit amarillo, es todo un ícono de la década. Y en buena ley.
# 8 | Antes del Atardecer
Before Sunset
de Richard Linklater
con Ethan Hawke, Julie Delpy y Vernon Dobtcheff
Estados Unidos, 2004, 80'
Posición anterior en el ranking: # 4
What if you had a second chance with the one that got away?, nos interroga el poster. Lo mismo se preguntan -sobre el pucho, en tiempo real- Jesse (Ethan Hawke) y Celine (Julie Delpy) cuando se encuentran en una librería en París, nueve años después de la fugaz pero intensa relación que los cruzó por primera vez. ¿Están arrepentidos, enojados o decepcionados con lo que hicieron de aquel entonces? ¿Están felices u horrorizados de ver en lo que se convirtió la otra persona? ("El melancólico no es el sujeto fijado al objeto perdido, incapaz de
realizar el trabajo del duelo; el melancólico es más bien el sujeto que
posee el objeto pero que ha perdido su deseo por él, porque la causa que
hacía que lo deseara se ha retirado o ha perdido su eficacia. Lejos de
intensificar esta situación de deseo frustrado, la melancolía ocurre
cuando finalmente accedemos al objeto deseado, pero quedamos
decepcionados por él", argumenta Zizek). ¿Qué nos dice el rostro del otro -sobre el otro, y sobre uno también- acerca del paso del tiempo? ¿Se pueden saldar las deudas con el pasado? ¿Fueron correctas las decisiones que tomamos desde entonces? ¿Estamos a tiempo de modificarlas?
"Nene, vas a perder ese avión."
"Lo sé."
# 7 | Zodíaco
Zodiac
de David Fincher
Estados Unidos, 2007, 157'
con Jake Gyllenhaal, Robert Downey Jr. y Mark Ruffalo
Posición anterior en el ranking: # 99
I can't seem to face up to the facts.
Talking Heads, Psycho Killer
Si
Solaris fue celebrada como "la respuesta soviética a
2001", podríamos decir que
Zodiac es la respuesta norteamericana a
Memories of Murder. La película de David Fincher narra la búsqueda policial, y periodística, de un asesino serial, autodenominado "Zodíaco", autor de al menos cinco asesinatos en San Francisco entre 1968 y 1969. La fecha no es menor: llegamos al fin del sueño hippie. El "malestar en la cultura (norteamericana)" comienza a manifestarse por medio de diferentes síntomas, todos ellos arranques individuales, destructivos y obsesivos. Se consolia una sociedad que vive con miedo, que desconfía del de al lado, donde la violencia es gratuita y los viejos esquemas ya no sirven (lo mismo que narraban ese mismo año los Coen, a escala menos urbana, en
No country for old men que —caramba— también se ocupaba de un asesino en serie). A diferencia de sus películas menos efectivas (
The Game,
Panic Room), en las que a Fincher se le iba la mano con la estilización y el manierismo, aquí el montaje es preciso, seco: no hace más que seguir a los personajes (superlativas interpretaciones de Jake Gyllenhaal, Robert Downey, Jr. y Mark Ruffalo) y a sus escenarios, desde las estaciones policiales de los pueblos chicos hasta las redacciones setentosas con teléfonos que suenan todo el tiempo. Un film intenso, en el que las pistas falsas, los
dead-ends o las ambigüedades no son un accidente sino parte del viaje.
# 6 | Ciudad de Dios
Cidade de Deus
de
Fernando Meirelles y Kátia Lund
con Alexandre Rodrigues, Leandro Firmino y Phellipe Haagensen
Brasil / Francia, 2002, 130'
Posición anterior en el ranking: # 3
Otra película que abarca tres décadas de historia, contando una dura realidad pero con enroques temporales, cámara en mano, formato videoclipero... Como un Scorsese brasileño, Fernando Meirelles organizó su propio
Goodfellas en Río a partir de los ojos de Buscapé (el Henry Hill de esta historia), con quien empatizamos y a quien seguimos a lo largo de todos estos años, con la esperanza de que pueda salir del infierno de la favela. No sobrepasa al mejor Scorsese, pero el formato es cautivante y ayuda a entender un poco mejor nuestro continente el año en el que Brasil celebraba la llegada de su nuevo presidente: Luiz Inacio Lula da Silva.
# 5 | Una Historia Violenta
A History of Violence
de
David Cronenberg
con Viggo Mortensen, Maria Bello y Ed Harris
Estados Unidos / Alemania, 2005, 96'
Nueva en el ranking
Alguien alguna vez dijo que esta película de David Cronenberg funciona a la vez como una comedia negra ("It was... available", es el mejor chiste del año), como un gran drama y como un buen western. Más allá de esto último, otro de los principales aportes de esta adaptación de la novela gráfica del mismo nombre es su deconstrucción del culto al héroe. ¿Quién es en verdad Tom Stall, ese tranquilo padre de familia de Millbrook, Indiana? Cronenberg arroja la sombra de una duda (ejem) sobre su personaje, y a lo largo de esta cinta concisa, a la que no le sobra un plano, lo lleva a poner las cosas en su lugar.
# 4 | The Black Book
Zwartboek
de
Paul Verhoeven
con Carice van Houten, Sebastian Koch y Thom Hoffman
Holanda, 2006, 145'
Posición anterior en el ranking: # 5
Una montaña rusa
hardcore a la manera de Paul Verhoeven (
Robocop,
Total Recall,
Bajos Instintos), que consigue el film más fascinante jamás filmado sobre la Segunda Guerra Mundial. Rachel Stein (Carice van Houten, en una interpretación consagratoria) es una muchacha judía que, tras presenciar la masacre de su familia, se une a la resistencia holandesa. Su misión: hacerse pasar por aria y seducir al jefe de la Gestapo, Ludwig Müntze (Sebastian Koch,
La vida de los otros), para así infiltrarse en los centros de poder alemán y ayudar a sus compañeros a derrotar al fascismo. Dotada de un nivel de violencia y de ambigüedad capaz de dejar en vergüenza a películas como
La lista de Schlinder, tiene además un epílogo (recordemos que toda la película es, básicamente, un enorme flashback) que podría ser el punto de partida de otra enorme película. Ojalá Verhoeven siga reescribiendo la historia al ritmo de
pulp (historical) fictions.
# 3 | Psicópata Americano
American Psycho
de
Mary Harron
con Christian Bale, Chloë Sevigny y Willem Dafoe
Estados Unidos, 2000, 102'
Posición anterior en el ranking: # 11
¡Ah, los ochenta! Hoy recuperados con nostalgia o inocencia. La nostalgia, claro, no era por la década en sí sino por nosotros, que éramos más jóvenes y despreocupados. Y la inocencia de quienes señalan que fue una era de "excesos", como el Oliver Stone de
Wall Street, aquel cuento moral que condena el juego brusco más flagrante pero consiente, de alguna manera, el
zeitgeist general. Pero la directora Mary Harron no es Oliver Stone. Y la novela de Bret Easton Ellis no es una de Charles Dickens, precisamente. Lo cómico (¿o trágico?, en los clásicos es algo imposible de distinguir) es que estas obras llevan la ideología capitalista a su extremo lógico:
los ejecutivos son asesinos, su narcicismo implica la desaparición de los demás (o el uso de los demás como un instrumento, ¿"recursos humanos",
anyone?). ¿En qué otro film un mero intercambio de tarjetas de presentación puede convertirse en una escena de suspenso, casi una ruleta rusa? El fin de la metáfora, una película tan subversiva que Mary Harron no pudo volver a filmar en Hollywood por el
resto de la década: solo le dejaron dirigir capítulos de series y algún
que otro documental.
American Psycho representa el verdadero punto de arranque para la carrera adulta de Christian Bale —enorme acierto de casting— y es una lectura transparente, incómoda, sobre el mundo en el que vivimos.
# 2 | Niños del Hombre
Children of Men
de
Alfonso Cuarón
con Clive Owen, Julianne Moore y Michael Caine
Estados Unidos / Reino Unido, 2006, 109'
Posición anterior en el ranking: # 2
Año 2027. Las mujeres han dejado de ser fértiles y con la muerte del último menor de edad la humanidad se enfrenta a la idea de su propia extinción. ¿Ciencia ficción? ¿O un presente apenas exagerado? En un estilo casi documental, con cámara en mano y algunos de los planos-secuencia más impactantes que ha dado el cine desde 1895,
Children of Men es un impredecible huracán de categoría cinco que supera sus metáforas religiosas —resabios de la novela de P. D. James— y arrasa con todo a su paso, dejando sólo algunos destellos de poesía en un mundo que sólo ofrece violencia, desesperanza y agonía.
# 1 | El Camino de los Sueños
Mulholland Dr.
de
David Lynch
con Naomi Watts, Laura Harring y Justin Theroux
Francia / Estados Unidos, 2001, 147'
Posición anterior en el ranking: # 1
If you ever want to fly
Mulholland Drive
Up in the sky
Stand on a cliff and look down there
Don't be scared
You are alive
You are alive
R.E.M., Electrolite
Más que una historia coherente,
Mulholland Dr. es una sucesión de viñetas. Son muchas como para mencionarlas —y no buscamos arruinarle la experiencia a quien aún no la vio—, pero tres de ellas quedaron en mi mente desde la primera vez que la vi. Primero, la audición de Betty (Naomi Watts, por entonces una actriz desconocida), que desborda todos los esquemas previos del espectador —hasta entonces en el film, Watts había encarnado a una muchacha simple y hasta algo tonta— por la potencia de su interpretación. Segunda perla: el momento en el que ella y Laura Elena Harring están en la cama, la pieza más sensual jamás plasmada en celuloide (vengan de a uno). Por último, la escena del Club Silencio, con la interpretación a capella de Rebekah del Río. Cinco minutos que generaron lo que ninguna otra película había logrado hasta ese momento: estremecerme.
El cine sigue siendo, de alguna manera, un tipo de magia. El hecho de que Lynch haya logrado el truco —y no cualquier truco: las imágenes más poderosas que cualquier director haya producido en la primera década del siglo XXI— usando recursos idénticos a los de sus colegas (esto es, la edición de imagen y sonido impresa sobre una banda de celuloide) no hace más que acrecentar su figura y su genio, en una año —una década— en la que el talento escaseó y el cine tradicional, más esclerotizado, se limitó a “contar historias”. Mientras tanto, David Lynch se animó a transformar en película ese momento fugaz, casi imperceptible, en el que pasamos del sueño a la pesadilla.