Tout est corrompu: a propósito de Número Cero miércoles, 24 de junio de 2015



















My morning papers got the scores,
the human interest stories, and the obituary
Bad Religion, Stranger Than Fiction


That's the press, baby. The press! And there's nothing you can do about it.
Ed Hutcheson (Humphrey Bogart) en Deadline - USA 



El autor de Apocalípticos e integrados está cada vez más en el bando apocalíptico. Y no sólo porque por estos días es noticia por su crítica a las redes sociales ("el drama de Internet es que ha promovido al tonto del pueblo al nivel de portador de la verdad", dijo este mes en una charla en Turín): el mayor indicio de que Umberto Eco se ha vuelto resistente al clima de época ya podía encontrarse en su última novela, Número Cero.

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Novella menor, por su extensión (unas doscientas páginas) y por su tema: un periódico ficticio en la Milán de principios de los noventa, elaborado por una pequeña redacción a la que se le da la orden de chantajear y difamar.

La pregunta que surge de inmediato, antes que profundicemos en la premisa, es si esta mordaz crítica es vista como tal por el público masivo (y no puede sino ser masivo un libro cuya primera edición en Argentina tira 50.000 ejemplares). ¿Curados de espanto? Puede que sí: la hipótesis que lanzamos en estas líneas es que años de batalla cultural post Ley de Medios han dejado al lector local promedio más cerca de pensar lo que ya sabe cualquier redactor de un diario argentino de mediados de la segunda década del siglo XXI: que Eco "no hace más que decir, más o menos intensamente, lo que vivimos cotidianamente". La cita es de Castoriadis, quien (à propos de Muerte de un viajante) explicaba el mayor problema al que se enfrentaba la literatura contemporánea, a saber, que "ya no hay ningún polo de no-absurdo al cual pudiera oponerse para revelarse fuertemente como absurdo. Es lo negro pintado sobre lo negro."

Veamos: Colonna, el protagonista, recibe una extraña propuesta a sus cincuenta años: convertirse en redactor en jefe de Domani, un diario que, en realidad, jamás vera la luz del día, pero que cumplirá con el rol de su accionista: presionar y manipular al poder. Partiendo del (correcto) diagnóstico de que muchos diarios se equivocan al limitarse a contar lo que todo el mundo sabe (porque lo dijo el noticiero de la noche anterior), Domani se propone abrir cada número con una investigación especial. Claro que pronto queda claro en qué consisten estas famosas investigaciones: dossiers e informes sobre poderosos enfrentados al Commendatore, el accionista de referencia.

Tal vez sea adecuada la descripción de Guillermo Rodríguez en el Huffington Post (hablando de la muerte del periodismo...). Lo que hace el autor italiano, dice Rodríguez, es colocar al periodismo en la mesa de operaciones. "Lo disecciona lentamente, sí, pero en vez de despojarlo de los tumores malignos que lo están liquidando, se los muestra al lector, los vuelve a colocar en el mismo lugar y procede a cerrar el cuerpo enfermo."

En el medio, algunas de las viejas pasiones de Eco: su crítica a la telefonía celular, su deleite con juegos de traducciones y hasta una teoría alternativa sobre la muerte de Mussolini (que bebe mucho de los cruces entre Kafka y Hitler de Respiración artificial). Y luego, la resignación: "yo me vuelvo a mis traducciones del alemán y tú a tu revista para coiffeurs pour dames y salas de espera de los dentistas. Y qué más, una buena película por la noche, los fines de semana aquí en Orta. Y al diablo todo lo demás".

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Marcha de periodistas frente a sus propias redacciones al grito de: Je suis Colonna. Eso sí sería noticia.

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