Algo sobre el Buenos Aires Herald martes, 1 de agosto de 2017



Tampoco quiero, como Frantz, el héroe de la pieza de Sartre 
'Los secuestrados de Altona', proclamar: 
'Me eché el siglo al hombro y dije: ¡Responderé por él!'

Alain Badiou, El siglo


El Buenos Aires Herald dejó de editarse después de 140 años y no pensaba decir nada.

Sencillo: imaginé que alguien más que sus propios trabajadores iba a encontrar las palabras justas, un requiem para el Herald, y que eso me iba a permitir esquivar el bulto con un mero clic en el botón compartir. Al parecer mi ingenuidad fue excesiva, porque lo que leí en su lugar fue una catarata de comentarios justificatorios. El Herald, dicen cientos de posteos en Twitter y Facebook, cerró porque era un "multimedio cristinista" que "se dejó usar por los K". El Herald, agregan fuentes del Grupo Indalo citadas por La Nación, "no tuvo éxito" a pesar de que la empresa "intentó diversas alternativas para que el proyecto volviera a ser rentable".

No me voy a echar el Herald al hombro porque no soy el Herald, no soy el dueño ni el director y apenas estuve de paso por la redacción el 2,5 por ciento del siglo y medio que el diario estuvo en la calle. Pero tengo dos cosas para decir.


Uno. Los que leyeron kirchnerismo puro y duro es porque no leyeron el Herald. Me permito aclarar la afirmación. Es sabido que el diario, desde 2007, estuvo en manos de empresarios kirchneristas: Sergio Szpolski, Orlando Vignatti y Cristóbal López en sociedad con Fabián De Sousa. Sin embargo, y al menos en los años en los estuve en la redacción de la avenida Paseo Colón, el Herald nunca estuvo realmente en su radar. Lo que significa, entre otras cosas, que el diario -más que el órgano de propaganda kirchnerista que muchos de los que jamás lo leyeron dicen que fue- prácticamente estuvo editado por sus propios trabajadores. Al menos entre 2013-2016, el período que pasé en su redacción, fue un diario de centroizquierda que tuvo como agenda saliente la defensa de los derechos humanos, caiga quien caiga. Esto quiere decir que el diario no sólo editó la mejor nota sobre el nieto de Estela de Carlotto, sino también el Gendarme Carancho de Berni, un reportaje a Belén desde la cárcel en Tucumán o críticas a las dudosas credenciales democráticas de los ministros de Seguridad del entonces gobernador Daniel Scioli. Recuerdo, además, que el medio le dio aire como prácticamente ningún otro a las denuncias contra César Milani. Sintomático de esto es que su última tapa (la que ni sus propios trabajadores sabían que iba a ser la última) critica "el punto de no regreso" del régimen de Nicolás Maduro. ¿Más ejemplos del inexistente ultrakirchnerismo del Herald? Este cronista cubrió críticamente hasta el cansancio el doble estándar del titular del AFSCA, Martín Sabbatella, que vetaba el plan de Clarín mientras aprobaba el de Telefónica. Se desenmascaró a Scioli porque en 2014 su jefe de Gabinete dijo que había docentes que cobraban 44 mil pesos, algo que, demostramos, era falso, lo mismo cuando la provincia de Buenos Aires intentó ocultar la cifra de muertos por las inundaciones. También se cubrió críticamente la distribución de la publicidad oficial, tanto en el gobierno nacional encabezado por Cristina Fernández de Kirchner como en el de Mauricio Macri, por entonces jefe de gobierno porteño. Pero lo más importante de todo es que el diario ni se inmutó cuando Jorge Capitanich levantó esta última nota (en la que revelamos que el multimedios mendocino del ex candidato del PRO Orly Terranova era el tercer grupo que más pauta había recibido por parte del gobierno porteño) o cuando Cristina Kirchner tuiteó contenta la tapa del Herald que analizaba la flojísima denuncia de Alberto Nisman. A los pocos días, tras la muerte del fiscal, una excelente columna de Marcelo J. García con mención en tapa llamaba a Capitanich mentiroso y a Cristina, "commentator-in-chief". Aquellos que emparentan sin más al Herald de los últimos años con cualquiera de los medios favorables al gobierno kirchnerista alimentados en el feedlot de la publicidad oficial (Martín Becerra dixit) deberían aprender a googlear o pasar un poquito más de tiempo en la hemeroteca.


Dos. Me niego a catalogar la muerte del Herald como un problema de mercado, intrínseco al tipo de producto que supuestamente Índalo intentó marketear "sin éxito". Desde la llegada del Grupo (y posiblemente antes), los empresarios o administradores de privilegios que tomaron control del diario no hicieron nada para expandir su llegada al público. La desatención (por no decir el completo abandono) del área comercial con respecto al producto Herald, ya evidenciado en la era Vignatti, se volvió patente tras el desembarco del empresario del juego, pese a la promesa de Francisco "Paco" Mármol, hecha de manera presencial frente a todos los trabajadores de Ámbito Financiero y del Buenos Aires Herald, de que Índalo no venía "a cerrar medios" sino a "potenciarlos". Los hechos demuestran que López y De Sousa compraron un paquete de medios para invertir en algunos, como el canal de noticias C5N, y reventar o dejar morir a los demás. El Herald, se sabe, tuvo nula publicidad y enfrentó gravísimos problemas de distribución. Es mentira que se intentaron "diversas alternativas" para hacerlo viable. El Herald era lo que era por sus trabajadores, quienes en completa soledad -pese al destrato de la oficina de recursos humanos, los atrasos en los pagos, las computadoras con monitores CRT y el nulo presupuesto para viáticos- sacaron todos los días un diario en inglés de 24 páginas con apenas un puñado de periodistas. Y a pesar de todo, la primicia del encuentro entre CFK y Snowden; las primeras palabras del relator de la OEA alertando sobre el decreto de Macri que reventaba la Ley de Medios; la cobertura desde París de la Cumbre del ClimaRossi en pleno furor por la disolución de la SIDE diciendo que la mayor parte de los espías iban a seguir en sus puestos; una entrevista exclusiva a Noam Chomsky, notas de las que todos los que alguna vez pisamos esa redacción nos sentimos muy orgullosos. Y todo eso sin descuidar la cobertura de temas diplomáticos, las noticias sobre la comunidad británica, las entrevistas a expats y las excelentes notas color, como la del cronista que un día se fue a los tours gratuitos en inglés del Gobierno de la Ciudad y eran sólo él y la guía que, me parece, hacían al ADN del diario y demostraban que no estábamos escribiendo un medio para nadie.

El año que viene tendrá lugar en Argentina la cumbre del G-20. Presidentes, ministros, embajadores, economistas y periodistas de todo el mundo llegarán a Buenos Aires para intentar entender a la tercera economía de América Latina. Me pregunto cómo se informarán ahora que el Herald cerró, salvo que tomemos los ocasionales cables de Bloomberg o Reuters como un reemplazo válido al único diario en inglés del país. También me pregunto si no existe "mercado" para un medio de comunicación (impreso o digital, you name it) que le hable a los cinco millones setecientos mil turistas que llegan a la Argentina todos los años, a los argentinos que viven en el exterior, a las comunidades de negocios o a las más de cien embajadas instaladas en Buenos Aires, potenciado con un acuerdo con hoteles, grandes empresas, aerolíneas, centros de convenciones, colegios bilingües, institutos de inglés. Creo haber demostrado que si hoy el país hoy no tiene quien lo narre en inglés no es porque no exista un mercado, sino porque los empresarios que tuvieron la oportunidad de explotar la valiosa marca del Buenos Aires Herald no hicieron otra cosa que ignorarla y maltratarla.