Democracia martes, 4 de septiembre de 2007



Transcribo una breve nota publicada por Facundo Ullmann en el #21 de La Flecha:

Que no se pinche

"Con la democracia se come, se vive y se educa", mandó uno hace unos años. "El pueblo quiere saber de qué se trata", reclamaron los patriotas de la Revolución de Mayo. Estas consignas se construyeron en defensa de un sistema político. Sin embargo, detrás de estos slogans aparece la gran pregunta ¿Qué es la democracia? ¿Para qué sirve?

La democracia (o gobierno del pueblo) es una forma de organización política en la que el pueblo ostenta la soberanía, es decir, el "poder absoluto de decisión". En este sentido, se diferencia de otros sistemas de gobierno, como la monarquía o la dictadura, en donde el poder está concentrado en una sola persona o en un grupo reducido.

Supone una serie de derechos y obligaciones ciudadanas. Estos derechos son de carácter civil (libertad de expresión ideológica), político (derecho al voto, igualdad ante la ley) y social (seguridad, bienestar, lazos fraternales). Sin embargo, esta concepción de la democracia excluye, en su propia lógica, cualquier referencia o mención a los derechos ciudadanos de tipo económico. La génesis del sistema de gobierno encubre una contradicción fundamental, que se puede resumir como igualdad jurídica - desigualdad económica.
Todos los proyectos políticos de la modernidad se proponen resolver esta contradicción bajo el paradigma de la democracia. En su manifestación actual, la democracia está envuelta en la lógica neoliberal.

¿Y ahora qué?
En principio, la solución que propone este sistema es concentrar todas sus fuerzas en el funcionamiento del mercado, construyendo una lógica comercial, y desplazando los contenidos políticos. Los problemas públicos (o del pueblo) se vacían de sentido y se construye una lógica basada en mecanismos de competencia, en donde cada uno se preocupa solamente en "cuidar su propia quintita".

Estas políticas impactan fuertemente sobre el sistema democrático, que queda reducido a la reproducción de la lógica económica. No hay un interés político, ni tampoco una voluntad de solucionar los problemas públicos. Esto repercute, a su vez, sobre la lógica del sistema de partidos y el ejercicio del sufragio (propio de la democracia), que se plantea como la única instancia de participación popular. Los demás métodos de participación están reducidos, cuando no anulados. Y las formas que encontró el pueblo para organizarse fueron, en varios casos, boicoteadas.

El "desencantamiento" de la democracia es en parte producto de las políticas neoliberales. La sensación de descreimiento social está fundamentada en los fraudes de la corrupción ejercidos en nombre de esta empresa. La política es lo malo, lo trucho, lo "innombrable". El nihilismo es la religión de este modelo, y la apatía, su opio.

Los límites del proyecto neoliberal se establecen allí donde comienzan los derechos de los ciudadanos. Como dice Atilio Borón, "la lucha por la democracia y la conquista de la igualdad, la libertad y la participación ciudadana es insostenible bajo el régimen neoliberal". El modelo de mercado quiebra las expectativas de justicia y de igualdad social, propias de los valores democráticos.
La propuesta sería recuperar estas convicciones, reinvidicarlas en función de una ética, no ya del imperativo "no le hagas al otro lo que no te gusta que te hagan" sino de "hacéle al otro lo que gusta que te hagan a vos". El ejercicio supone desnaturalizar el discurso neoliberal, y confrontarlo con otras miradas. Pensar un sistema democrático cooperativo es un desafío que supone construir una nueva lógica social, apoyada en lo político y que tenga a su servicio la economía. Se torna imperioso, para ello, emprender un "reencantamiento" de la democracia, donde cada uno empiece a mirar la quintita del otro.

2 comentarios:

Dante dijo...

Que "El nihilismo es la religión de este modelo, y la apatía, su opio", es la posta.

Mister X dijo...

Hola, muy cierto lo que decis.
Pasate por www.oafuba.blogspot.com
Chau