Relecturas del bonapartismo martes, 30 de septiembre de 2008



Cada partido combate contra el partido más avanzado y se apoya sobre el partido reaccionario... El período que nosotros estudiamos presenta la consideración más heterogénea de antinomias sorprendentes:



los constitucionales, que conspiran abiertamente contra la Constitución; los revolucionarios, que por su propia ceguera, son constitucionales...; las alianzas, cuya primera condición es la división; las luchas, que tienen como primera ley la indecisión;



una agitación desordenada y vacía, que se persigue en nombre del orden; de solemnes llamados al orden, que se hacen en nombre de la revolución;... una historia, donde no se suceden acontecimientos; una evolución, que no parece tener otro motor que el calendario y la fatiga de todo el mundo repitiendo sin cesar los mismos ritmos y las mismas explosiones; los antagonismos, que parecen alcanzar periódicamente su apogeo sólo para entorpecerse y socavarse sin poder resolverse...



El Partido del Orden se hallaba, por lo tanto, en posesión del poder gubernamental, el ejército y del cuerpo legislativo; en una palabra, de todas las fuerzas del Estado... Pero si examinamos la situación más de cerca, así como los partidos, esta apariencia superficial desaparece, como velo que oculta la lucha de clases y la fisionomía particular de este período.



Lo que separaba a estas fracciones no eran, por consiguiente, los llamados principios, eran las condiciones materiales de su existencia, es decir, dos especies diferentes de propiedad, la vieja antinomia de la ciudad y el campo, la rivalidad entre el capital y la propiedad territorial. Al mismo tiempo que las viejas ideas, enemistades personales, las creencias y las esperanzas, los prejuicios y las ilusiones, las simpatías y las antipatías, las convicciones, los artículos de fe y los principios los han unido a una u otra casa real, ¿quién se animaría a negarlo?



Es necesario... en las luchas históricas distinguir entre las frases y las quimeras de un partido y su organismo real, sus intereses reales, entre su concepción ideal y su realidad.
El carácter propio de la Socialdemocracia se resume en esto: se reclama de las instituciones republicanas democráticas, no para suprimir los dos extremos, el capital y el asalariado, sino para atenuar el antagonismo y transformarlo en armonía.



Pero las amenazas revolucionarias de los pequeños burgueses y de sus representantes demócratas no tienen otro fin que intimidar a los adversarios... Y cuando ellos son conducidos a un camino sin salida y están suficientemente comprometidos, hallándose arrinconados por la ejecución de sus amenazas, recurren al equívoco, esquivan ante todo los medios de realización y rebuscan los pretextos de la derrota. El comienzo estrepitoso que anunciaba el combate se transforma en un débil murmullo, desde el momento que el combate debe comenzar, los actores dejan de tomarse en serio y la intriga se aplasta como un globo que un pinchazo para desviarlo ha desinflado.


Karl Marx, El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte

2 comentarios:

Lucas dijo...

Re bueno el post, y no te firmó nadie. Vergüenza debería darles (?).

Velas a Balzac dijo...

Coincido.