por Federico Poore
Lino Barañao fue la persona que eligió Cristina Kirchner para ocupar el ministerio de Ciencia y Tecnología creado en 2007. Fue, además, la primera vez que un científico llegó al gabinete, lo que sin dudas constituyó una acción interesante para un área históricamente desatendida y maltratada.
En su despacho de la avenida Córdoba y mate por medio, Barañao habló del estado de la ciencia en Argentina, la coordinación de políticas con otros países y las chances del oficialismo en las próximas elecciones. Algunas de las primeras preguntas pecan de inocentes ya que una versión reducida de esta entrevista se publicó en el número de junio de la revista infantil Kidsnews.
-¿Qué hace exactamente un ministro de Ciencia y Tecnología?
-Coordina las actividades del ministerio y elabora un plan a cuatro años. Piensa en qué áreas hay que hacer un esfuerzo particular y las impulsa, asignando fondos en base a ese diagnóstico. Esto no se hacía históricamente porque los recursos siempre fueron escasos, entonces había que distribuirlos equitativamente entre todas las áreas. Ahora, como tenemos más plata, apostamos a sectores más restringidos. Otra tarea es la coordinación institucional, ya que el ministerio tiene bajo su órbita el INTA, el INTI, la Conea, la Conae, las universidades que realizan tareas de investigación. Nos encargamos de articular todo el sistema tecnológico: el uso de microscopios, las colecciones biológicas, los equipos y una red de computación avanzada que le sirve a todo el sistema. Luego tenemos la agenda de promoción tecnológica, que por primera vez en el país funciona en base a un sistema de evaluación de pares, en cuanto a originalidad y aplicabilidad.
El último componente es el Conicet, una institución preexistente y principal órgano de ejecución de la ciencia argentina, que paga sueldos a investigadores full time, mantiene institutos, compra equipamiento, da becas de doctorado y tiene personal de apoyo.
-¿Qué es lo más gratificante de tu trabajo?
-Disfruto en lo personal porque me permite hacer de mi principal defecto una virtud. Siempre fui muy disperso en mis intereses, de hecho seguí química porque era el área menos especializada: veía desde geología, química, física, matemática, biología y hasta anatomía humana. Eso me dio una visión general de todas las ciencias que ahora me sirve justamente para entender los problemas de cada uno de los sectores y estar al tanto de lo que ocurre en cada área, lo que además satisface mi curiosidad. Y desde un punto de vista menos hedonista (risas), la satisfacción de poder llevar adelante acciones concretas. Construir edificios como el polo tecnológico de Giol, en Palermo, que comenzaron siendo tres carillas que redacté en un momento y ahora se puede visitar por dentro. Es una satisfacción porque sé que son cosas que les van a servir a los otros.
-¿Algún momento difícil?
- Tener que tomar decisiones ingratas, como cuando en un concurso de proyectos hay que seleccionar sólo un determinado porcentaje para mantener un sistema competitivo. La clave del mantenimiento de la excelencia es que se financie un porcentaje en el orden del 30%, pero eso hace que proyectos que son muy buenos por ahí en un año particular no son financiados. Se vuelve difícil controlar la ansiedad.
-¿Cómo se hace para traer de vuelta a un científico que se fue del país?
-Teniendo a una institución argentina que se proponga contratarlo y darle un lugar de trabajo. En ese caso nosotros financiamos esa acción subsidiando el salario y dándole plata a la institución para que adecúe los laboratorios. Además, a partir de la creación del ministerio los científicos vuelven sabiendo que van a ser útiles, que el país requiere su presencia.
-¿Qué hacías antes de ser ministro?
-Era investigador. Me recibí de licenciado en Química en 1976, de doctor en el año ’80 y estuve tres años en el exterior, primero en Alemania, luego en Estados Unidos. De vuelta en Argentina instalé un laboratorio y creé la incubadora de empresas de la Universidad de Ciencias Exactas.
-¿Soñaste alguna vez con ser ministro?
-No soñaba porque no existía el ministerio (risas), aunque sentía que me gustaba la gestión pública y tenía ganas de continuar con muchos de los proyectos que había empezado. El ministerio me dio la oportunidad de darle otra magnitud a esos proyectos.
-Como ministro del área deberías poder responder esta pregunta: ¿Qué es la ciencia?
-La ciencia es una manera ordenada de satisfacer nuestra curiosidad. Cualquier chico que desarma un juguete y logra entender cómo funciona siente un profundo placer, que está en la esencia de la naturaleza humana. Somos unos animalitos que disfrutamos entendiendo. Cuando esto se prolonga en la vida adulta uno se convierte en un científico, que maneja juguetes cada vez más caros y complejos pero sigue experimentando la satisfacción a esto de “encontrarle la vuelta”.
-¿Qué le aconsejarías a un chico que quiere ser científico?
-En primer lugar, que no le tenga miedo a las matemáticas. La matemática es como hacer juego con el frontón: parece una cosa inconducente, pero los tenistas saben que con ese entrenamiento luego pueden competir eficazmente. La ciencia no es algo aburrido ni difícil. Hay que enseñar casos concretos de cómo la gente llegó a entender algo: cómo Galileo aburrido en la iglesia se puso a ver cómo oscilaba el candelabro a pensar por qué el período era constante a pesar que la longitud de las cadenas era distinto, o cómo Newton se da cuenta que tanto la caída de la manzana como la luna dando vueltas se explican con la misma fórmula. Lo que le falta a la ciencia es publicidad, captar nuevas vocaciones. Necesitamos gente entrenada en el método científico para que trabaje resolviendo problemas.
-¿Qué aspecto de la ciencia y la tecnología crees que avanzó más en lo últimos años?
-La posibilidad de comunicación por medio de internet, casi una extensión del sistema nervioso humano, es el hecho más contundente de los últimos años. Luego, cada una de las disciplinas se ha avanzado más o menos de acuerdo al grado de desarrollo relativo de cada ciencia. Lo que estamos presenciando ahora es un crecimiento muy importante de las ciencias biológicas, la posibilidad de comprender y operar sobre la materia viva, similar la que tuvo la física a principios del siglo XX cuando se pudo operar sobre la materia, destruir átomos y producir energía a partir de eso. El desarrollo de la física tuvo un periodo exponencial pero ahora es cada vez mas difícil: para entender un poco mas hay que invertir decenas de miles de millones de euros, es decir que se ha enlentecido el conocimiento por el costo, por un lado, y por esa capacidad de comprensión, por el otro. El cerebro humano está alcanzando en algunas áreas el límite de lo que es capaz de entender, y eso pasa con la física: la teoría que permitiría comprender porqué la relatividad y la mecánica cuántica son parte de la realidad aun cuando no sean compatibles, esa teoría, que es la teoría de las supercuerdas, exige pensar en once dimensiones. El universo no es solo más complejo de lo que nos imaginamos sino más complejo de lo que nos podemos imaginar. Eso en la biología todavía no esta pasando, porque tenemos modelos más sencillos, modelos de “lego”, mecánicos. En el momento que tengamos miles de piezas y tengamos que imaginar eso deberemos recurrir a una computadora porque nuestro cerebro no maneja más de cuatro variables a la vez. Además, la biología permite tener impactos económicos importantes, como la biotecnología, la producción de fármacos. Creo que este será el siglo de la biología.
-¿Qué pasa en Argentina?
-Argentina, en gran medida, ha sido reflejo de la ciencia universal porque se caracteriza por tener una inserción universal muy importante, porque están participando de los mismos proyectos que se desarrollan en la ciencia a nivel global. Ha habido un gran desarrollo de las ciencias biomédicas, y esto se evidencia en el número de publicaciones. Desde 2003 hasta ahora creo que hay 150 trabajos (argentinos) en las dos revistas mas importantes, Nature y Science, mientras que en la década anterior había 20. Yo creo que es evidente que por primera vez hay trabajos en las revistas de mayor nivel hechos íntegramente en Argentina.
-Que no son colaboraciones.
-Que no es que alguien fue y encontró el dinosaurio y hubo ocho más que se encargaron a armarlo y concluir qué bicho era. O que alguien tomo una muestra de un hongo en la Patagonia y lo demás lo hicieron. Acá se ha hecho todo en el país. Otro factor interesante es que muchos de los investigadores que publican en las mejores revistas de ciencia básica son al mismo tiempo los que han presentado las patentes más valiosas. O sea que a los investigadores que son candidatos a premios internacionales de ciencia le han ofrecido cientos de millones de dólares por la patente que han hecho. Es un cambio muy importante: mostrar que no son excluyentes, sino todo lo contrario: cuanto mas original es un avance científico, mas posibilidades hay de que las satisfacciones practicas que derivan de él tengan un valor económico considerable.
-¿Cómo se da la coordinación de políticas con los demás países del Mercosur?
- En Brasil existe un ministerio más antiguo que el nuestro, y desde la creación del Mercosur existe la Reunión Especializada de Ciencia y Tecnología, así como existe de comercio o de medio ambiente. De hecho mi entrada al ministerio fue por esa vía, porque yo participaba de esa comisión. Esa coordinación tuvo una función más protocolar que otra cosa, porque los que van a esas comisiones no son funcionarios con capacidad de decisión ni los que fijan las políticas, entonces no se pasa más que de contar de qué está haciendo cada uno. Nosotros hemos dado un avance significativo a partir de proyectos con financiamiento externo. Lo más llamativo que ocurrió en materia de ciencia en el Mercosur es un proyecto que financió la Unión Europea, con cerca de 9 millones de euros, de biotecnología aplicada a la producción de alimentos y a la industria forestal. De allí surgió, por ejemplo, una especie de robot gigantesco para evaluar plantas y saber cómo se adaptan a las sequías, algo que sería muy difícil de hacer con gente, eso se hizo en el INTA de Balcarce. Hay estudios sobre variedades para la industria forestal, para la industria avícola... Y eso fue exitoso porque en primer lugar se establecieron talleres entre todos los países para ver qué se debía hacer, si es un tema que interesa, producir carne de pollo o plantar árboles o mejorar la soja. Y luego había fondos para hacerle, me parece que los países tienen países de inversión muy disímiles, entre Brasil y Argentina, o Paraguay y Uruguay, no tienen la misma capacidad de inversión, cuando hay fondos de afuera me parece que es mucho más fácil que los países se pongan de acuerdo de trabajar en forma conjunta. Esto fue más exitoso que al menos Brasil y Argentina se comprometieron a seguir invirtiendo, en temas de salud, y trabajar de manera conjunta. Y luego a nivel iberoamericano se está haciendo un proyecto de secuenciación del genoma del poroto, esto va a permitir seleccionar más eficazmente as variedades más nutritivas, más adaptables a determinados suelos… Lo que está apareciendo ahora es esta posibilidad de tener proyectos internacionales, con financiamiento y con objetivos concretos, que políticamente son defendibles: yo puedo explicar la importancia del poroto. Si en lugar de eso hubiera presentado un proyecto sobre la concepción del libre comercio en la América del siglo XIX... es muy difícil. No estoy apuntando en particular a las ciencias sociales (risas), podría ser de cualquier área de conocimiento, pero si es abstracto es difícil darle una continuidad y conseguir apoyo. Está en los científicos proponer proyectos que tengan ese tipo de aplicación, y nosotros suscribimos fervientemente a esta visión pasteuriana de la ciencia, de que hay que hacer ciencia básica pero inspirada en el uso. Y si encuentro algo, si encuentro una enzima que agarra esta hoja de papel y la convierte en azúcar, tengo que avisarle a alguien. No puedo simplemente publicarla y que un noruego se dedique a montar una empresa basada en ese hallazgo. Porque ese financiamiento lo obtuvo de la sociedad argentina, y a ella es a quien tengo que responder en primera instancia.
-¿Cómo ves al oficialismo en las próximas elecciones?
-Lo veo muy bien, con todas las chances de ganar las elecciones no sólo a nivel nacional, sino que además en la Capital se plantea una opción que es muy atractiva para el electorado. Me preocupa la falta de propuestas de la oposición. Tenemos por un lado un gobierno que tiene un plan, que tiene políticas explícitas, y por el otro no hay discusión de políticas, hay un casting, la decisión se basa en las características personales de cada uno y no existe ninguna identificación ideológica que permita tomar decisiones respecto de cuál es la alternativa. En materia concreta de ciencia y tecnología, es descorazonador ver que no hay una propuesta. A lo sumo todo el arco opositor ha valorado a regañadientes la importancia de haber creado un ministerio, pero esto lo único que permite ayudar es que no se vaya a disolver en un eventual cambio de gobierno, sería un costo político muy alto, pero no garantiza que el apoyo financiero que esto requiera se mantenga. Pero creo que en los próximos 4 años vamos a tener continuidad en las políticas independiente de quien esté sentado en cada silla.
-Se me ocurre que la oposición no habla del ministerio ya que referirse a él suena como un reconocimiento táctico al gobierno en época de elecciones.
-Puede ser, pero como esto ha tenido tanta adhesión de la sociedad, es muy difícil volver atrás. Es un poco lo que dijo Adrián Paenza: es muy difícil que deje haber un ministerio de Ciencia y Tecnología.
-Si el oficialismo es reelecto, ¿te seguís viendo en este sillón?
-Si me proponen seguir siendo ministro voy a aceptar, y sino la idea es seguir trabajando en políticas científicas en el ámbito universitario. Se necesita gente que conozca el sistema científico y que esté avocada a la gestión. Tenemos un déficit ahí y nuestra preocupación es ir armando cuadros de gestores que permitan ir incrementando la envergadura de este ministerio.
Hace 5 años.
1 comentarios:
Muy buena entrevista!
Publicar un comentario