Madurez, con M de Mercado miércoles, 27 de febrero de 2013


Hace dos meses, cuando Mario Monti renunció al cargo de primer ministro de Italia, The Economist opinó que "la inminente campaña electoral será, sobre todo, un test de la madurez y el realismo de los votantes italianos". La actitud madura y realista, es de presumir, hubiese sido volver a poner a Monti -que fue esencialmente impuesto a Italia por sus acreedores- en el cargo, pero, esta vez, con un mandato democrático real.
Bueno, no salió para nada bien. El partido de Monti ocupó apenas el cuarto puesto. El tecnócrata no sólo quedó muy lejos del esencialmente cómico Silvio Berlusconi, sino también del un verdadero cómico, Beppe Grillo, que se convirtió en una poderosa fuerza política.
El panorama no deja de ser extraordinario, y generó una ola de comentarios sobre la cultura política italiana. Pero sin querer convertirme en un defensor de la política "bunga-bunga", me permito formular una pregunta obvia: ¿qué ha hecho exactamente de bueno por Italia y por Europa en su conjunto eso que actualmente se hace pasar por realismo maduro?
escribe un tal Paul Krugman

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