Invitación al debate lunes, 7 de agosto de 2006

Hace ya varios años que en nuestro país no existe un llamado "debate intelectual". Los personajes del campo de la cultura parecen dispuestos a discutir con quien sea, siempre y cuando sea alguien externo al campo, es decir, no sea un colega. Críticos sin aspiraciones, su intención es no polemizar con otros autores, sino decir lo propio y no esperar feedback alguno, quizás hasta aliviados de haber evitado un debate.
Afortundamente, hay momentos en los que pareciera ser que ciertas figuran intentan contraponer visiones, disentir con un par, y generar así algo parecido a una polémica. Polémica que, en este caso, se da en torno a la actuación de una importante figura pública -nada menos que el presidente argentino. Quizás haya en la respuesta de Feinmann algo parecido a un ataque personal, pero me parece que si es bien leído el mismo también suma al debate al cuestionar la propia trayectoria intelectual de la figura aludida.

Beatriz Sarlo en La Nación, 22 de Julio:

"Lo que le permitió a Kirchner acumular poder regional en la era menemista quizá pueda rastrearse en su remota formación política. En una dimensión subterránea e inconsciente, el desprecio de la política institucional de los años 70 establece una inesperada continuidad con los 90. (...) El joven Kirchner simpatizó o militó en la juventud peronista radicalizada. Nadie encuadrado en esa franja en aquellos tiempos pensaba que la constitución de la República fuera otra cosa que la máscara de la dominación del imperialismo y de sus aliados locales. Nadie pensaba que las instituciones debían ser mejoradas, sino manipuladas, presionadas, ocupadas, hasta que pudieran ser destruidas y reemplazadas por otras que expresaran de modo directo los intereses de los sectores populares. (...)
Este perfil no caracterizaba sólo a las formaciones peronistas. Toda la izquierda revolucionaria, aunque debatía por adjetivos (si la etapa de la revolución era antiimperialista o antiburguesa, si el tipo de lucha debía ser la insurrección, la guerra popular o la guerrilla), se inscribía en este horizonte ideológico. Muchos sabemos por experiencia que se necesitaron años para romper con estas convicciones. No simplemente para dejarlas atrás porque fueron derrotadas, sino porque significaron una equivocación." [nota completa]



José Pablo Feinmann en Página/12, 6 de agosto:

"A mí siempre me conmovió el modo que tenían los pastores de los setenta de enunciar su modo de comprometerse en lo político: siempre me gustó cuando hablaban de la opción por los pobres. Si hay superpoderes, que sean para esa opción. Si se honra a Angelelli, que se honre a su causa. Si esa opción se ejerce al costo de menguar algunas virtudes democráticas, vale. Pero si no, nosotros nos quedamos huérfanos. Sin paradero. Porque no podemos engrosar las filas del republicanismo. Porque sabemos (y volveremos sobre este tema) que los reclamos de democracia y republicanismo siempre vinieron de quienes, en el poder, los negaron, porque sabemos que bajo el manto de la democracia y la república el poder fue asaltado por militares, ganaderos, diplomáticos alineados con Estados Unidos, macartistas y siempre una elite intelectual sumisa, silenciosa o, sin más, cómplice. (...)
Y aunque nuestra democracia no dio de comer y ha tratado muy malamente a los pobres, Kirchner deberá respetar esas dos banderas: la de los pobres y la de la democracia; aunque ésta a veces lo incomode, ya que es posible que lo fastidien algunos laberintos en los que encuentra trabas a su personalismo. Pero esto no es, como dice Sarlo, por su pasado setentista. La generación del ’70 no creía en la democracia porque la democracia era una palabra de los represores y hasta de los asesinos. Y si soñaba con un estado revolucionario era porque era hija de los tiempos y soñaba, sobre todo, con la revolución. Sin duda, Sarlo ya no sueña con nada de eso y está muy cómoda con haber llegado de la izquierda marxista a las páginas de La Nación. Bien, ya es lo que se propuso desde 1984: nuestra Victoria Ocampo. (Mejor dicho: la de ellos.) Pero debería respetar la historia de sus compañeros de ayer; hoy, la mayoría, desaparecidos. ¿Qué conocíamos nosotros, en los setenta, de la democracia? Los golpes militares, los fusilamientos que Walsh nos narró en Operación Masacre, los bastones largos, el derrocamiento de Illia (porque, sin duda, habría de dar elecciones libres y eso traería al “tirano prófugo”), el asesinato de Felipe Vallese, de Santiago Pampillon, la matanza de Trelew, todo eso se hizo en nombre de la democracia. Cuidado, entonces, con hacer de la palabra “república” el camino hacia una nueva aventura inicua." [nota completa]



(Violines de fondo) Si aún queda en internet alguien con ganas de leer ambas notas (son breves) y continuar este debate, bienvenido sea. Quizás salga algo interesante.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

En mi opinion, el personalismo que caracteriza al presidente K tiene poco que ver con su pasado setentista y mucho con SER peronista. En los setenta, la palabra democracia no aludia exclusivamente a esa trampa del poder que menciona Feinmann en su articulo, por aquel entonces se podia hablar de democracia burguesa y contraponerle la democracia obrera (a la que aspiraban llegar algunos partidos de la izquierda local). Mientras tanto, el peronismo siempre fue un movimiento que poco respeto ha tenido por los mecanismos de la democracia (cualquiera de las dos). El presidente K es un claro heredero de Peron en cuanto a personalismo. Por otra parte, se trata sin duda de una figura enigmatica a la cual no se puede clasificar en alas derechas o izquierdas. Tal vez sea mas apropiado decir ambigua (en cambio de enigmatica) ambiguedad que ha sido siempre una caracteristica de todo peronista que se precie de tal.

Vasco dijo...

Yo estoy de acuerdo en líneas generales con gran parte de lo que plantea el Feinmann bueno. Estoy de acuerdo con denunciar el discurso de Sarlo y con la defensa del ideal revolucionario.

Lo que no encuentro en ninguna de las dos opiniones es una caracterización certera de lo que representa Kirchner y su gobierno. Los veo en una posición expectante a los dos, como con ciertas esperanzas de justicia social en esta gestión.

Me parece que los dos artículos se centran en aspectos particulares de Kirchner y el kirchnerismo, sin llegar a abordar la generalidad y, en mi concepción, no se puede analizar un fénomeno particular sino se parte del análisis general.

O sea, no se puede analizar el "personalismo" del presidente, la concentración de poder en el ejecutivo, que no es "un estilo" particular sino un modo de gobierno orientado a sustentar una política de acumulación para las grandes empresas exportadoras y "el campo" (alias los terratenientes de doble apellido).

A ambos les falta decir que no va a haber "democracia" ni "igualdad" en la Argentina, si un gobierno dispuesto a enfrentar y afectar los intereses de estos, que son los grupos económicos mas concentrados y quienes impulsan las políticas injustas y antidemocráticas.

Fede / Billie dijo...

Me parece que el debate tiene varias aristas, quizás convenga identificarlas para ir cerrando algunas y debatiendo otras.
1) El papel de Kirchner en la actual coyuntura.
- Sarlo sostiene que Kirchner se siente "por encima de las reglas" y que muestra "desprecio setentista por las instituciones republicanas". Además, agrega: "Kirchner es medularmente un peronista, no importa cuál sea el nombre que invoque en sus boletas electorales, y, por lo tanto, alguien que forma parte de una cultura que no es institucional, sino carismática y plebiscitaria." Algo con lo que Luis, en el primer comentario, parece estar de acuerdo.
- Feinmann en parte aprueba este pensamiento: "Kirchner tiene, en efecto, una tendencia hegemonista". Pero enseguida se separa de Sarlo, ya que lo justifica: "Debiera saberse que no hay gobernante de raza que no se enamore del poder." Y justifica, también, los Superpoderes aprobados por su mayoría automática en el Congreso: "A mí siempre me conmovió el modo que ... los pastores de los setenta ... hablaban de la opción por los pobres. Si hay superpoderes, que sean para esa opción. (...) Si esa opción se ejerce al costo de menguar algunas virtudes democráticas, vale."
2) La discusión sobre los 70 y la democracia.
- Sarlo dice que la actitud despreciativa de Kirchner hacia la democracia "quizá pueda rastrearse en su remota formación política", es decir, en "el desprecio de la política institucional de los años 70". En la juventud peronista radicalizada, "nadie ... pensaba que la constitución de la República fuera otra cosa que la máscara de la dominación del imperialismo y de sus aliados locales".
- Feinmann, quizás en su punto más lúcido de todo su ensayo, sostiene que Kirchner deberá respetar la bandera de los pobres "y la de la democracia; aunque ésta a veces lo incomode, ya que es posible que lo fastidien algunos laberintos en los que encuentra trabas a su personalismo". Pero, sostiene Feinmann, este personalismo "no es, como dice Sarlo, por su pasado setentista. La generación del ’70 no creía en la democracia porque la democracia era una palabra de los represores y hasta de los asesinos. Y si soñaba con un estado revolucionario era porque era hija de los tiempos y soñaba, sobre todo, con la revolución."
3) La trayectoria intelectual de Sarlo
Aquí hay una acusación muy fuerte por parte de José Pablo Feinmann.
Luego de hacer un repaso por algunas antinomias argentinas (unitarios y federales, personalistas y antipersonalistas) llega a la que nos compete: antiperonistas y peronistas.
"¿Qué tienen en común los primeros? Reclaman por las libertades civiles pisoteadas, afirman que se ha ultrajado a la república, que la demagogia cunde, que el líder populista manipula a las mayorías en su beneficio, que la democracia está ausente y la cultura también, pisotedas ambas."
Una de las paradigmáticas: Victoria Ocampo contra Perón.
Defendiendo a Kirchner en los 70, Feinmann sostiene que "si soñaba con un estado revolucionario era porque era hija de los tiempos y soñaba, sobre todo, con la revolución."
"Sin duda", agrega, "Sarlo ya no sueña con nada de eso y está muy cómoda con haber llegado de la izquierda marxista a las páginas de La Nación. Bien, ya es lo que se propuso desde 1984: nuestra Victoria Ocampo. (Mejor dicho: la de ellos.)"

Anónimo dijo...

...haciendo agua para café el potencial debate, me retiro con un no-brindis por la libre asociación de las ideas en que una descarta a la otra. insurrección sin revolución, revuelta legítima, or reach your foxy end as deserved.

Anónimo dijo...

uhh gracias, estaba buscando esa nota de feinmann. por cierto, tu blog me salio antes que la misma nota publicada en pagina 12

Dante dijo...

La figura del presidente Kirchner no me parece tan interesante ahora como lo otro, así que no la voy a tocar.
En primer lugar, sobre B.S., estoy de acuerdo con lo que dice J.P.F.: B.S. ya no es ni siquiera una caricatura de sí misma.
Me parece su trayectoria habla del devenir del rol del intelectual en, al menos, la sociedad argentina. Es la denuncia viva -no la causa, por supuesto; eso sería hacer demasiado grande a S.- de que, por lo menos en la coyuntura, una crítica revolucionaria ya ni siquiera es contingente: es imposible.

José Luis dijo...

Dante, un comentario: Me parece lamentable la costumbre argentina de desautorizar AL AUTOR en vez de rebatir SUS IDEAS. Me parece una porquería lo que hace Feinmann al desautorizar lo que dice Sarlo "por ser Sarlo" y no porque lo que dice sea cierto o falso. Y ojo, no es que esté necesariamente de acuerdo con Sarlo, ni me importa, y tampoco me importa quién es o quién fue: si no tiene razón la mina, se tiene que rebatir sus ideas con otras ideas. Este rebatir las ideas defenestrando *al que las dice* por tal o cual motivo es un recurso barato, fácil, y -de manera especial- repugnantemente indigno de aquella gente que tiene un rol intelectual y cuyo universo debería ser el tráfico de las ideas y no de las INTENCIONES con que son proferidas. ¿Qué carajo me importan las intenciones? Una intención espuria NO HACE falsa a una idea.

Típico discurso de político que son los que más eficazmente usan este método: "¿Qué autoridad moral tiene ZZZ para decir que yo, XXX, soy un chorro si él robó durante todo su mandato y bla bla bla?". ¿Cuál es el problema de esto? QUE DEJAMOS DE LADO LA IDEA: ¿XXX es o no chorro? Eso se sacó totalmente del eje, debatiendo la "autoridad moral" del que lo dijo. Como si XXX dejara de ser chorro por no tener ZZZ "autoridad moral" para decirlo. Así puesto parece estúpida e indignante esta estrategia, y es que REALMENTE lo es, pero es la forma en que se "dirimen" numerosísimos cruces "de ideas" en nuestro pobre país. Y millones de giles mirando telenoticieros asienten diciendo "No tiene autoridad moral" (esto, léase con voz de Homero Simpson). Y XXX nos sigue choreando.

O nos relamemos como boludos mirando TVR viendo como Pingocho en el 2001 decía "A" y ahora dice todo lo contrario. ¿Y qué carajo me importa? ¿Tenía razón en lo que decía en el 2001 o no? ¿Tiene razón en lo que dice ahora o no? ¿Qué mierda me importa Pingocho? Si Pingocho es un ejecutor (intendente, ministro, etc) y está en condición de hacer algo al respecto, me importa -en todo caso- que lo que dice/propone ahora tenga sentido o no. En última instancia veré quién FUE Pingocho (ahora sí) para pensar si creo que va a hacer lo que diga o no. Pero NUNCA para rebatir la idea en sí.