Recuerdos martes, 15 de julio de 2008

(Extraído de La intimidad como espectáculo, de Paula Sibilia)



Si no hay más pasado fundador del presente y del yo, ni tampoco un futuro radicalmente distinto en el horizonte, entonces sólo restaría nuestro presente constantemente presentificado. Lejos de aquellos diarios íntimos del siglo XIX, en los cuales el tiempo sedimentaba en lentas capas de sentido y había que recobrarlo en esa faena tan insistente como cotidiana, los blogs conforman prolijas colecciones de tiempos presentes ordenados cronológicamente. Además, ahora es lícito abandonar la tarea si se vuelve demasiado tediosa, sabiendo que siempre será posible renacer en otro momento, abriendo otro blog o incluso un fotolog, o un perfil en MySpace o Facebook, o alguna otra novedad que pronto aparecerá y será todavía mas resplandeciente. Siempre es posible renacer, no sólo con otro diseño gráfico más bonito y actual, sino inclusive con un perfil renovado. Al fin y al cabo, en estas playas virtuales se crean "identidades de vacaciones", formas subjetivas con reglas más flexibles y ligeras que, por eso mismo, permiten "descargar un poco el peso de la propia vida, darse una nueva oportunidad". (...)

Un artículo periodístico comentaba el caso de una mujer que, después de divorciarse, decidió eliminar a su ex marido de todas las fotos de su colección familiar. "Cada vez que las miraba, me sentía mal", confiesa, "por eso decidí sacarlo de las fotos". (...) Hoy es posible deletear con total rapidez y facilidad todo aquello -y a todo aquel- que no merezca quedar en el desván de la memoria. En este sentido, las herramientas digitales prometen ser mucho más eficaces que el antiguo método analógico del "pasado pisado" y la lenta digestión intestina.

(...) En las nuevas prácticas confesionales de Internet, así como en películas como Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, la memoria humana suele pensarse bajo la lógica de la información. Y también se la trata según esa lógica: como si fuera posible seleccionar, fragmentar, editar, deletear, copiar y retocar digitalmente sus contenidos grabados en el cerebro. Nada más alejado de las visiones de algunos pensadores del siglo XIX como Bergson y Nietzsche. Así como las prácticas autobiográficas cotidianas que reinaban en aquella época, los escritos de estos filósofos presentan otras maneras de digerir la memoria del tiempo vivido, y de crear un yo en función de esos cimientos pasados pero actualizados en el presente.

Según la perspectiva de Bergson, la función del cerebro no consiste en archivar recuerdos sino en "suspender la memoria", una forma de olvido necesario para la vida y la acción. Pero suspender no equivale a deletear, porque todo permanece en la virtualidad del espíritu y todo puede, siempre, retornar. (...) "Enfrentado a una realidad verdaderamente infinita, el artista está obligado a elegir", explica el crítico de arte Ernst Fischer, "a poner de lado lo accesorio, a retener lo esencial, a reconocer una jerarquía de lo real". Tejer un relato implica descartar, modelar, suspender, pero siempre considerando el telón de fondo de la totalidad: todo aquello que permanece en la suspensión de la virtualidad. En ese sentido, tanto la fragmentación como la aceleración que hacen estallar lo real en la contemporaneidad, conspirando contra las visiones totalizantes, también dificultan aquella tarea artesanal de ordenar las propias percepciones y recuerdos a fin de montar un relato de sí. Bajo estas nuevas temporalidades, deberán mutar los procedimientos para actualizar la memoria de lo vivido, así como los mecanismos para construir las narrativas del yo. (...)

No es casual que bajo el imperio de esta nueva temporalidad se multipliquen las propuestas de optimizar técnicamente una memoria informática. Sin embargo, visiones como las de Bergson y Nietzsche sugieren que sería tan imposible como indeseable desarrollar una memoria editable del puro instante, o incluso una memoria total capaz de fundir duración e instante. "Dos o tres veces había reconstruido un día entero", relata Borges con respecto a su personeaje Irineo Funes, "no había dudado nunca, pero cada reconstrucción había requerido un día entero". Porque a pesar de su prodigiosa memoria y su aguda percepción, que podía dispensar el auxilio de una cámara digital capaz de fotografiarlo todo, ese personaje era incapaz de filtrar. Sin embargo, para poder pensar, actuar y vivir, inclusive para poder narrar la propia vida y construir un yo a la vieja usanza, hay que ejercer la actividad más elevada del espíritu, en términos nietzscheanos: olvidar. O más bergsoninanamente: suspender. O como diría Fischer: jerarquizar, escoger, seleccionar. Y si tomamos finalmente a Borges: olvidar las diferencias, generalizar, abstraer. Nada más distante de borrar, editar o copiar, eliminando algunas escenas y retocando otras con la ayuda de programadas como el Photoshop o la tecla delete.

8 comentarios:

Pat- dijo...

Ojalá el olvido fuera tan simple como apretar Delete. Y ojalá tomar la decision de "deletear" fuera tan fácil.
Ahora por tu culpa (?) me voy a tener que comprar el libro, me insististe mucho y leyendo este fragmento quiero más :P
Saludos :D

Fede / Billie dijo...

No. POR SUERTE el olvido no es tan simple como apretar delete.

Afortunadamente, esta época (tan obsesionada con las comparaciones fáciles del estilo cerebro = información) guarda también cierto horror a que esto efectivamente sea así, a que los recuerdos se puedan editar y photoshopear.

Por eso películas tan acertadas y lindas como "Eterno resplandor...", porque hay quienes aún saben que el olvido está compuesto de suspensiones, procesos y lentas digestiones. Y está bien que sea así.

Nacho dijo...

Pero, Pat... justamente el problema es ése, que todo sea tan descartable como para que cada vez estemos más cerca de que apretar delete sea una sencilla forma olvidar todo, como si nada.

Me gustaron varias cosas de lo que copiaste. La importancia del relato, es una. De la historia, en vez del eterno presente. Como decía Hegel, las cosas sólo son en su devenir... para entendernos a nosotros, creo, hay que entender cómo llegamos a ser lo que somos hoy, sin deletear cómodamente del rígido las fases previas que nos fueron constituyendo, a nosotros, a nuestra familia, a nuestro lugar en el mundo y en la historia.

Por eso es importante entender o apuntar a entender las totalidades, y no quedarse en la superficialidad de los fragmentos, que es donde nos quedamos cuando sólo vivimos en eterno presente, desconectados de lo que pasó o lo que pasará. Y, claro, para que esto sea posible hay que jerarquizar, abstraer, generalizar, sacar conclusiones, que es lo que no podía hacer Funes en el cuento de Borges. Tenía la capacidad de recordar cualquier información, de registrar hasta la más mínima diferencia entre la nube de las 2:44 y la nube de las 2:45 (que ya no era la misma nube), pero sólo tenía eso, y lo atormentaba tanto su memoria prodigiosa que quería simplemente deletearlo para poder volver a pensar, tener menos información pero volver a poder jerarquizarla, ordenarla, contextualizarla. Si no el presente se volvía insoportable. Y sin sentido.

Nacho dijo...

Ahora me dieron ganas de releer ese cuento. No lo recuerdo del todo (justamente).

Acá está, para el que guste: http://www.zap.cl/cuentos/cuento158.html

Pat- dijo...

No, no, pero yo no decía "ojalá fuera tan simple..." Lo dije en un sentido que cara a cara me lo entenderían, imaginenme diciendo "andá a cantarle a Gardel" ... Obvio que olvidar es algo mucho más complejo, incluso es necesario, como dice el texto, y como dice Fede es un proceso lento que cada uno hace.
No creo que lleguemos humanamente a descartarnos y enviarnos a una papelera de reciclaje, sin pasar por todo ese proceso...es imposible.

Anónimo dijo...

Me pregunto si la facilidad del uso del delete para borrar asi como asi cualquier recuerdo no hablará también de la fragilidad del recuerdo.

No me sorprende lo que dice, cuando sabemos que hoy por hoy las emociones, las relaciones, las vivencias en general intentan ser lo más pasajeras posibles para no comprometerse demasiado con nada. No me sorprende, cuando se escucha tanta gente estar alarmada porque "se está enganchando con alguien" o porque "esto va en serio". Nadie se deja afectar demasiado por nada...
Ante ese miedo, mejor apelar a la medida extrema: borrar, deletear, quitar por completo. Todas acciones que, para colmo, ni exigen un mínimo de esfuerzo.
¿Qué pasó con el elaborar, trabajar?

Fede / Billie dijo...

Exacto, es lo que yo intentaba demostrar cuando citaba que "sería tan imposible como indeseable desarrollar una memoria editable del puro instante, o incluso una memoria total capaz de fundir duración e instante".

El procesamiento interior es lo único que permite "digerir la memoria del tiempo vivido" y "crear un yo en función de esos cimientos pasados pero actualizados en el presente".

Todo lo contrario a lo que alientan las nuevas prácticas confesionales en internet, "como si fuera posible seleccionar, fragmentar, editar, deletear, copiar y retocar digitalmente" los contenidos grabados en el cebrero.

Contra las relaciones humanas devenidas en "Contactos" que agregan o se borran, en MSN o Facebook, es que reivindico trabajos analíticos como éste, o "Amor líquido" de Bauman.

Tamara dijo...

Es un analisis muy interesante. Dado que trabajo mucho con la computadora me encontre varias veces en la vida real intentado apretar un "undo" inexistente. El mundo virtual, que no deja de ser un privilegio de muy pocos, introduce nuevas preguntas, nuevas dudas. Por ahi me pregunto si la facilidad de recomponer el error nos hace perder la capacidad de pensarlo con anticipación, y asi evitarlo y mantener la mente mas activa...