Fin de fiesta jueves, 9 de octubre de 2008



"Durante los felices noventa, la economía creció hasta niveles desconocidos en toda una generación. Los expertos y la prensa proclamaban el advenimiento de una Nueva Economía en la que las recesiones serían un resabio del pasado y la globalización traería la prosperidad al mundo entero. Pero hacia el final del decenio lo que se había saludado como el alba de una nueva era empezó a parecerse cada vez más a esas ráfagas de actividad, o hiperactividad, económica que invariablemente desembocan en una crisis, obedeciendo a una ley que venía caracterizando al capitalismo durante doscientos años. Sólo que esta vez la burbuja –el auge de la economía y el alza de la bolsa– era más importante, como lo serían sus consecuencias".

Esto, entre otras cosas, dice Joseph Stiglitz en su libro Los felices 90: la semilla de la destrucción (Taurus, 2003). El análisis sigue siendo válido cinco años después, como bien podemos apreciar.

Stiglitz sostiene que una de las semillas de la destrucción fue precisamente el auge mismo. "Se trataba de la típica burbuja en la que el precio de los activos no guarda relación con sus valores subyacentes", afirma el economista. "Esta clase de burbujas ha sido muy familiar al capitalismo a lo largo de los siglos. Mientras duró la burbuja de los bulbos de tulipán en Holanda de principios del XVII, el precio de un solo bulbo de tulipán alcanzó el equivalente de miles en dólares; y los inversores estaban dispuestos a pagar ese precio, basándose en la convicción de que aún conseguirían revender el bulbo a otro comprador por un precio aún más elevado."

Sin embargo, en un momento la fiesta terminó, y las consecuencias fueron directamente proporcionales al tamaño de la burbuja: enormes. Cuando ésta estalló, el caos sobrevino. Quebraron empresas enormes, como Enron y WorldCom, y todos perdieron. Menos los especuladores, claro: "Los felices noventa fueron buenos para Wall Street. Se ganó dinero con las fusiones. Se ganaría dinero cuando se deshicieran dichas fusiones. Se ganó dinero cuando el capital afluyó a los mercados emergentes. Se ganó dinero con las reestructuraciones que siguieron al caos económico resultante de retirarles dicho dinero. Se ganó dinero dando consejos, ya sean buenos o malos, se siguieran o no."

Uno de los puntos centrales de la teoría de Stiglitz es que las economías de mercado no sólo llevan a la concentración de riquezas y empujan a gran parte de la población a la exclusión y la marginalidad, sino que a la larga terminan siendo más ineficientes que el Estado mismo. "Aquellos que llevaban años escuchando a los ‘expertos financieros’ aleccionar a Estados Unidos –y a cualquier otro país– sobre el modo de administrar la economía (...) no pudieron dejar de notar las contradicciones. Aunque señalaban con convicción que el gobierno a menudo despilfarra, estos ‘expertos’ habían presidido un sistema de mercado que había despilfarrado más dinero del que la mayoría de los gobiernos hubiesen podido imaginar en sus mejores sueños. Aunque predicaban la importancia de la ‘creación de valor’, habían contribuido a la destrucción de billones de dólares de valor".



La reseña completa, publicada en marzo de 2004, acá.

2 comentarios:

Cinzcéu dijo...

Por ahí habría que darle la razón a uno que decía que lo único que "crea valor" es el trabajo humano y no la especulación monetaria, bursátil y financiera. La bolsa me suena a unos tipos que agarran un billete de 100 mangos, le dibujan otro cero y dicen: "creamos valor" en un 900%. Después viene otro, le tacha dos ceros y dice: "destruí valor" en un 99%. En ambos casos, siempre paga el único perejil que produce algo con su laburo. Debe ser un poco más complejo que eso pero...
Saludos.

Nacho dijo...

"Los expertos y la prensa proclamaban el advenimiento de una Nueva Economía en la que las recesiones serían un resabio del pasado"

Igualito a lo que decían en los años locos antes del crack del 29. Prosperidad indefinida, bla bla bla.

Coincido con lo dicho por Cinzcéu.