Hacia el laissez-faire: la nueva derecha
Desde aproximadamente dos décadas ha hecho aparición dentro del campo del pensamiento social un movimiento neoconservador que traspasa con creces los confines del laissez-faire: creencia en el monetarismo y en el libre juego de las fuerzas del mercado. De hecho no es una exageración hablar de una contrarrevolución conservadora en el pensamiento social.
Las ideas de la nueva derecha representan un contraataque significativo contra la socialdemocracia y el liberalismo –los defensores ideológicos del estado de bienestar– y, de forma global, contra la izquierda. (…)
Para la nueva derecha, las raíces del problema se pueden identificar en cierto modo con la existencia de un “exceso” de igualitarismo y democracia. Este grupo señala un conjunto de problemas que contribuyen directamente a esta sobrecargada.
En primer lugar, durante los años de posguerra tuvo lugar un considerable crecimiento de los grupos de interés organizados.
En segundo lugar, durante el mismo período tuvo lugar una auténtica revolución en lo que se refiere a las expectativas de futuro, que se suponía más prometedor, o mejor aún, en relación con los derechos de los ciudadanos a mejorar su nivel de vida, habiéndose extendido el concepto de derechos sociales y la idea de que el gobierno es responsable de su garantía.
En tercer lugar, se han debilitado las restricciones tradicionalmente existentes que limitaban las actuaciones de algunos de los grupos de interés: a medida que van perdiendo influencia elementos que actuaban como restricciones aceptadas de forma natural (como la existencia de diferencias en los ingresos), los distintos grupos intentan presionar al máximo para alcanzar sus intereses sectoriales. (…)
En este sentido el proyecto de la nueva derecha se puede interpretar como un intento de corregir los “daños” provocados en las economías occidentales por el keynesianismo y la democracia liberal durante los últimos treinta años. Una reivindicación de los principios clásicos de la hacienda pública, resumidos en el principio de presupuesto equilibrado, y de la disciplina de mercado. (...)
La nueva derecha y el bienestar social: una evaluación
El neoconservadurismo es anterior a la crisis económica de los 70. Pero es la combinación de estancamiento con inflación –para el que no estaba preparado el análisis keynesiano más corriente– la que dio la posibilidad a los teóricos del mercado y a muchos liberales desencantados de recuperar y reconstruir las doctrinas relacionadas con el laissez-faire. (…) La argumentación económica representa también, en lo esencial, una vuelta al pensamiento neoclásico pre-keynesiano.
Los principales elementos de una crítica del neoconservadurismo se podrían resumir en:
1) La tendencia a exagerar y generalizar a partir de una evidencia insuficiente: una parte significativa del crecimiento de los gastos sociales puede explicarse por mecanismos “automáticos” como el envejecimiento de la población, el efecto de los precios relativos, el haber alcanzado los programas de pensiones el período de madurez.
2) La utilización altamente selectiva de la evidencia disponible: por ejemplo, se hace gran hincapié en la creciente escala y complejidad del sector público. Se mantiene que los sistemas, cuando traspasan cierto nivel de complejidad, dejan de ser susceptibles de control. Sin embargo, no tienen en cuenta que junto con el sector público moderno, existen empresas gigantescas con operaciones internacionales y cuya complejidad iguala, cuando no supera, a la del gobierno. Por otra parte, no parecen haberse percatado de que un sector público “grande” puede no ser una aberración en un mundo de grandes corporaciones y grandes sindicatos y asociaciones profesionales.
3) Una visión unilateral y sesgada del funcionamiento del sector público
4) Una concepción poco adecuada del papel de la democracia y los políticos en las sociedades modernas
5) El fracaso en reconocer el problema de la integración social en las economías de mercado: cómo hacer frente a los efectos perjudiciales del funcionamiento de las economías de mercado y mantener la cohesión de la comunidad nacional.
La crítica de la nueva derecha al modo de hacer política en las democracias muestra, indirectamente, el conflicto existente entre los principios básicos subyacentes a la economía de mercado y los subyacentes a la democracia.
El principio democrático y la política de los grupos de interés ponen de manifiesto la existencia de una importante contradicción dentro del propio sistema social occidental. La nueva derecha, que considera a la sociedad en gran parte como una extensión del mercado, reconoce la existencia de esta contradicción y pretende resolverla reduciendo la parte correspondiente a la democracia y despolitizando al máximo la economía.
El mismo individualismo atomista impide a la nueva derecha reconocer la existencia de un problema de “justicia social”. Si se considera que la sociedad está formada por individuos jugando al juego del mercado, de acuerdo con las reglas actuales, y aceptando sus riesgos, para bien o para mal, entonces, ¿dónde está el problema de la justicia? Desaparece. Primero porque no hay nada que se pueda considerar como social en un mundo donde sólo existen los individuos. En segundo lugar porque, ¿quién es injusto en un orden de mercado producto de la evolución espontánea a lo largo de los años y cuyas consecuencias no se pueden prever? Nadie.
El principal problema es que el modo de pensar de la nueva derecha es profundamente asocial y ahistórico. No reconoce las consecuencias sociales derivadas de la presencia de un orden económico espontáneo. El problema del conflicto social, en lo referente a la distribución y a las oportunidades que tienen los individuos durante su existencia, no parece preocupar de forma generalizada a los anticolectivistas. Su aproximación ahistórica (o si se prefiere, su enfoque erróneo de la historia) considera al orden de mercado en un sentido “ideal”, haciendo abstracción en la historia. La auténtica historia del capitalismo de mercado es inseparable del colonialismo y del imperialismo, de los conflictos sociales de dimensiones titánicas, y de las guerras nacionales. (…) La historia nos enseña que el orden sociales una mezcla de espontaneidad e intervención de la autoridad política. ¿Forma parte de ese desarrollo espontáneo la disolución de los monasterios y la ruptura con Roma de Enrique VIII? ¿Y qué se puede decir del movimiento de los cercamientos en Inglaterra? ¿Y la derogación de parte de la legislación mercantilista, incluyendo las Leyes del Maíz? ¿Son parte de la espontaneidad aunque tengan que ver con la acción estatal? De hecho, sin estas formas de intervención estatal es muy difícil imaginar cómo podría haber hecho su aparición el sistema de mercado, la propiedad privada o el mercado de trabajo con salarios fijados libremente. Cambios que necesitaron de una gran cantidad de violencia y coerción.
Hace 5 años.
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