También hubo tiempo para discusiones más ligeras, pero no menos urgentes, como el drama que significa para gente de cierta edad el cambio que hacen las productoras de cine en los nombres de los personajes emblemáticos de las historietas y dibujos animados. Disney, por ejemplo, continúa con su política de erradicar todos aquellos nombres de personajes que, en el pasado no globalizado, admitían variaciones regionales. Así, desde hace años ya, ningún chico sabe quién es Tribilín, o, peor aún, Dippy. El lobezno torpe y grandote internacionalizó ya su Goofy original, y cualquier menor de 10 años que oiga llamarlo de otra forma no lo reconocerá. «Campanita» también desapareció: las chicas post-new age sólo la llaman «Tinkerbell», forma con la cual se estrenaron en la Argentina las tres películas dedicadas a este subpersonaje de Peter Pan. Pero el caso más emblemático de estos rebautismos ocurre en estos días con el lanzamiento en los cines de «Los Muppets», que si bien no es un producto Disney, ahora está distribuido por esa empresa. La famosa Rana René ya no es tal, sino la rana Kermit, como siempre se la conoció en EE.UU. En este caso, además, hubo una campaña adicional, que despertó protestas y furias varias, según la latitud donde ocurría el esclarecimiento. Kermit protagonizó una serie de spots televisivos, arrancando en México, donde declaraba que él (o ella, que es lo de menos en este caso) nunca había sido René, y que años atrás, para no «corregir» el error mexicano y evitar ser descortés, permitió que lo llamaran así. La descortesía actual tiene una razón atendible: en aquellos años, los 80, el único producto vendible era la televisión, y por lo tanto, la hispanización de los nombres contribuía con la tarea. Pero ahora, con el merchandising global (desde remeras, mochilas y almohadones hasta muñequitos de cajitas felices), la denominación única se impone. Serán Muppets, pero no tontos.
Hace 5 años.
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