Hugo Chávez martes, 5 de marzo de 2013

























El problema con Chávez -el problema con cualquier líder histórico de la talla de Hugo Chávez Frías- es que un análisis de su legado puede reducirse al "control de calidad" de sus presidencias. Es algo que en general se hace cuando un dirigente deja la presidencia. De esta manera, por ejemplo, cuando Néstor Kirchner le pasó el bastón de mando a Cristina Fernández, numerosas crónicas periodísticas trazaron un balance de lo que había sido su mandato. Distintos números ordenaban el camino para el análisis: cuántas personas estaban debajo de la línea de pobreza, antes y después de sus medidas de gobierno; cuantos no encontraban trabajo en 2003 y cuántos lo habían hecho hacia 2007; cuan endeudado estaba el país cuando llegó al poder y cómo estuvo luego de su paso por el Ejecutivo. Bien leídas, estas cifras ayudan a ilustrar un proceso central para la vida política de cualquier nación: esto es, si luego de un determinado gobierno más o menos personas han podido realizar sus objetivos, y desarrollarse a sí mismos, en el marco de la vida social. The pursuit of happiness, si se me permite el cipayismo.

Es difícil hacer, por estas horas, semejante análisis. Algunos pincelazos preliminares, apoyados en datos de las propias Naciones Unidas, revelan esfuerzos positivos en el ámbito de la reducción de la pobreza y la indigencia entre 1999 y 2013 en el país caribeño. Otros dirán que más venezolanos tienen trabajo, si se toma como referencia el contexto de crisis en el que Chávez accedió al poder. Un tercer grupo señalará que Venezuela (y Caracas en particular) se ha convertido en una de las zonas más violentas del continente, con una alarmante tasa de homicidios. Habrá más para argumentar "a favor y en contra" (así de binario como esas columnas de opinión que el editor te pide para enfrentar en las notas de los semanarios), y mucho de ello tendrá el indudable respaldo de los fríos números. Aunque ya decía Mark Twain que hay tres tipos de mentiras: lies, damned lies and statistics.

Por eso, mi balance no está vinculado al resultado concreto para la población de Venezuela de las políticas instrumentadas durante las últimas presidencias (algo que, no obstante, habrá que hacer y tener en cuenta), ni tampoco al vínculo afectivo que estableció, sin dudas, con las clases populares de su país. Me siento tentado a pensar en Hugo Chávez como parte de un proceso histórico mayor, que excede los tres puntos de desempleo o un referéndum reeleccionista. Recuerdo a Chávez por el freno al ALCA, por el impulso a los crecientes procesos de integración entre los países de la región, por una de las pocas denuncias abiertas a la invasión de Afganistán en boca de un presidente, en fin, el (contradictorio, particular, idiosincrático) representante de una izquierda que formó (que forma) parte del concierto de las naciones. El contrapeso al discurso único. El aliado ocasional.

Dirá Slavoj Zizek, y con él los dejo:

¿Qué significa esta afirmación programática sobre hacer lo imposible cuando nos confrontamos con una imposibilidad empírica, el fiasco del comunismo como una idea capaz de movilizar a las masas? Dos años antes de su muerte, cuando era claro de que no habría una revolución en Europa, y sabiendo que la idea de construir el socialismo en un sólo país no tenía sentido, Lenin escribió:

¿Y si la completa desesperanza de la situación, al multiplicar los esfuerzos de los trabajadores y campesinos, nos ofrece la oportunidad de crear los requisitos fundamentales de la civilización de manera diferente a la de los países de Europa occidental?

¿No fue ésta la prédica del gobierno de Morales en Bolivia, del gobierno de Chávez en Venezuela, del gobierno maoísta en Nepal? Llegaron al poder por medio de elecciones "limpias", no a través de la insurrección. Pero una vez allí, usaron su poder de una manera "no estatal", al menos parcialmente: movilizando directamente a sus militantes, evitando la red representativa del sistema de partidos. Su situación es una causa "objetivamente" perdida: básicamente, todo el rumbo de la historia está en contra suya, no pueden apoyarse en ninguna "tendencia objetiva" empujando a su favor, todo lo que pueden hacer es improvisar, hacer lo que pueden en una situación desesperada. Así y todo, ¿no les da esto una libertad única? ¿No estamos —la izquierda hoy— todos en la misma situación?

Nuestra situación es la opuesta a la del clásico escenario de principios del siglo XX, en la que la izquierda sabía lo que debía hacer (establecer la dictadura del proletariado), pero debía esperar pacientemente su momento de ejecución. Hoy no sabemos lo que debemos hacer, pero debemos hacerlo ya, porque las consecuencias de la inacción podrían ser desastrosas. Estaremos obligados a vivir "como si fuésemos libres". Debemos arriesgar y tomar medidas en el abismo, en situaciones totalmente inapropiadas; debemos reinventar aspectos de lo nuevo, sólo para poder mantener funcionando el engranaje y mantener lo bueno de lo viejo —educación, sistema de salud, servicios sociales básicos. En resumen, nuestra situación es como aquello que Stalin dijo de la bomba atómica: no apta para cardíacos. O como dijo Gramsci, caracterizando la época que comenzó con la Primera Guerra Mundial, "el viejo mundo se muere, el nuevo tarda en aparecer, y en ese claroscuro surgen los monstruos".

2 comentarios:

derfach dijo...

muy bueno, siempre se necesita algo de crítica entre tanto fanatismo a favor o no.

Anónimo dijo...

muy bueno. me vino a la mente una frase famosa que no termina de salirme de la cabeza en algun momento va a salir. te pego lo q escribi por ahi:

Galileo capitula frente a la Inquisición. Andrea, el discípulo indignado, se lamenta: "¡Desgraciada la tierra que no tiene héroes!"

Galileo murmura: "No. Desgraciada la tierra que necesita de héroes."

Se lee luego un fragmento de los Discorsi que dice que un caballo que cae de cierta altura quiebra sus patas, mientras que un perro no lo hace y una hormiga resiste una caída desde la luna. Los animales pequeños son, en proporción, más fuertes que los grandes, y una máquina más grande necesita mayor resistencia que una pequeña.

La muerte de Hugo Chávez me recordó esta escena, difícil de resumir o explicar, de La vida de Galilleo Galilei, obra de teatro de Bertolt Brecht.