"¡Más / Me ingresa cada día más...!" jueves, 25 de febrero de 2010





















Crece la rentabilidad de los bancos en Argentina, titula Infobae, y explica: "Los balances oficiales de las firmas bancarias que operan en el país revelan que sus ganancias se incrementaron con fuerza en los últimos tres años, casi sin padecer efecto alguno por los coletazos de la crisis financiera internacional."

Comentaba hace algunos días Mario Wainfeld:

"Una evaluación sensata sobre los desempeños de la banca privada en Argentina en los últimos treinta años demostraría que jamás cumplieron sus funciones específicas. (...) El curioso sistema financiero argentino funciona sin cumplir su tarea esencial. Sobrevive, y bien, por los “servicios” que presta. Es chocante, en un sistema de baja bancarización e ínfimo nivel de otorgamiento de crédito. Cobrar comisiones carísimas les basta a bancos de primer nivel para cumplir el sueño del pibe: vivir bien sin laburar. Superfluo es el periodismo de investigación: mire usted, lectora o lector, la rendición de cuentas de su banco amigo, observe cuánto le sacan por tareas irrisorias (a menudo no solicitadas) y saque sus conclusiones. Una extracción de un cajero automático se cobra como si se hubiera enviado una patrulla de custodia para el cliente, los extractos valen como si los hubiera redactado García Márquez.
Conseguir que ese colectivo tan perezoso y parásito (en el que dormitan muchas cuentas estatales, para facilitarles las cosas) modifique sus hábitos es un desafío enorme."

Pensamientos sobre las inundaciones lunes, 22 de febrero de 2010



"En todas partes del mundo cada vez es mayor la violencia de la lluvia, de los sismos y de la nieve"
Mauricio Macri, Jefe de Gobierno

Dice Nacho: "¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que las inundaciones sean responsabilidad de la gestión actual y no de la 'pesada herencia' de la anterior?"

Mientras tanto, el arquitecto Osvaldo Guerrica Echevarría expone su mirada sobre las últimas inundaciones en Buenos Aires:

Contrariamente a lo que muchos “expertos” citados por importantes diarios piensan y dicen, no son las grandes obras de infraestructura las que evitarán que Bs. As. se inunde sino la toma de conciencia sobre cómo se contruye la ciudad. La sistemática impermeabilización del suelo absorbente junto con la construcción indiscriminada de viviendas en torres o propiedad horizontal son sólo algunos de los factores que posibilitan que la ciudad se inunde, al margen de los efectos produccidos por el cambio climático.

Cita ocho puntos que, por supuesto, exceden -en cierto punto- al actual Jefe de Gobierno, pero lo involucran directamente en muchos otros. No se explica, por ende, la ausencia de críticas en los grandes medios, que parecen operar como voceros de Rodríguez Larreta o empeñados en echarle la culpa a acciones divinas.

Martín Caparrós decía que en Clarín "las cosas suceden sin que nadie las haga". (Yo agregaría: salvo cuando "Cristina necesita más plata"). Empezar una nota con "Cayeron X mm en Y minutos..." es la mejor manera de decir que lo ocurrido fue un acto de Dios y olvidarse de las responsabilidades terrenales. Comenta Luciano Dolber: "Admiro los malabares que hace Clarín para no vincular a Macri con las inundaciones".

Mientras tanto, Joaquín Morales Solá elige lo que es a su entender el tema de la semana y titula su columna Una tormenta perfecta. ¡Ah, pero no habla de eso! Sino que continúa con esto de que el Gobierno "manotea las reservas" y propone "recortar las cosas innecesarias del gasto público". Ni una mención a Macri, con quien parecen coincidir en que las cosas en la Ciudad son lo más perfectas posibles. Y cuando Buenos Aires colapsa y mueren dos personas, de repente la moderna B.A. es un humilde poblado medieval sometido a las inclemencias del clima. Nada que ver con Darío Santilli.

Periodismo, a marzo viernes, 19 de febrero de 2010


En sus ediciones de ayer, Clarín y Crítica metieron púa y tergiversaron el resultado de las negociaciones paritarias.

El miércoles, el Ministerio de Educación estableció, luego de una serie de reuniones con todos los sindicatos docentes, la elevación del piso salarial. El acuerdo setea una cifra determinada y ningún docente del país podrá ganar menos que lo allí indicado. Esto no es nuevo: lo instaló la ley de educación durante la gestión de Daniel Filmus. (Después, claro, habrá provincias que paguen por encima de esa cifra, pero no están obligadas a seguir el porcentaje del acuerdo).

Justamente: por estos días hablaba con voceros del Ministerio y con representantes los gremios docentes, y ambos evitaron hablar de porcentajes. Todos subrayaron que lo que se acuerda con la Nación es un piso, en términos absolutos. Que el año pasado estaba en torno a los $1.500 y que para este año sube, en dos tramos, hasta $1.840.

¿Qué salió a decir Clarín? Que hay un acuerdo de aumentarle 23% los salarios a los maestros. "El aumento a los docentes complica a las provincias", tituló el gran diario argentino, y explicó en la bajada que "los gremios acordaron una suba de 23,4% de referencia".

Esto es inexacto.

Crítica tituló: "El nuevo mínimo para los docentes: $ 1.740", lo cual es correcto, pero en la bajada se equivocan al decir que "Macri, Scioli, Binner y Schiaretti, entre otros gobernadores, anticiparon que no podrán pagarlo". Sucede que en estos distritos los docentes ya están cobrando cifras superiores. La confusión se da justamente por estar agitando a los Gobernadores con que -como dice textual, la cabeza informativa- "se aplicará un 23,4% de incremento en los sueldos de los maestros" lo cual -insistimos- no es cierto.

Por última vez, entonces: lo acordado el miércoles setea un piso salarial de $1.740 para marzo para el cargo testigo que deben cobrar, como mínimo, todos los maestros del país. Otros distritos (como Buenos Aires o Santa Fe) ya están pagándole a los docentes más que esa cifra. En tal caso, deberán tener discusiones individuales sobre a qué monto llevarlo.

Pero decir que la Nación los obliga a aumentar 23,4% es un ejemplo cabal de periodismo malintencionado.

Me gustaba Le Carré miércoles, 17 de febrero de 2010






















(...) Y vuelo hacia tantos lugares que es lo mismo que decir ninguno: no voy a ningún lado. Por ahora trato de pensar en París, lo más cercano: el almuerzo de mañana y una cena, antes de seguir viaje. Trato de pensar en París pero en la pantallita del asiento miro una película sobre un libro del viejo Le Carré. Me gustaba Le Carré cuando armaba aquellas conspiraciones imposibles de Smiley contra Karla, brittons versus commies, espías versus espías que se entendían y engañaban y entendían otra vez porque todos eran, antes que nada, espías: los intérpretes de aquellos tiempos donde todo debía ser conspiración -y donde había, por lo tanto, un saber secreto que valía cualquier pena. Ahora ya no hay conspiración; ahora, tratan de decirnos, hay nada más violencia, porque la conspiración requiere un obejtivo, la idea de una construcción, y esta violencia, quieren decirnos, no la tiene: es pura.
Hay algo puro, tratan de decirnos.
Es curioso cómo se ha desarrollado la idea contemporánea: esa violencia -la violencia del terror, el terror de la violencia- no tiene fin. Digo: no tiene meta. Se habla de sus medios, pero se discute tan poco para qué lo hacen, qué tipo de sociedad armarían si derrotaran al demonio impío, qué proyectan. Una violencia sin fin ni fin, nos dicen -y pretenden que en general "la violencia" es así, pura maldad en acto, un medio sin un fin o un fin en sí mismo. Y nos resulta más cómodo creerles.

No hay nada más vulgar y torpe y pasado de moda que las teorías conspirativas. Sólo la conspiración las sobrevive.

Pero viajar sigue siendo un gesto de desesperación: rozar, por un momento o unos días, todas esas vidas que nunca podré. No hay nada más brutal, más cruel que entender que podría haber sido tantos otros.
Y, a veces, el alivio.

Más Le Carré en la pantallita. Cuando se le acabó la guerra fría, el mundo feliz significante de las conspiraciones, Le Carré buscó alternativas: Panamá, el espionaje industrial: intentos fracasados. Ahora, veo, es África: África llevada al lugar de peor lugar, propuesta como espacio de conflicto -para el consumo biempensante. La pelea, ahora, es por definir el espacio de conflicto: los reaccionarios occidentales y orientales, cristianos y musulmanes, tratan de establecer el choque de civilizaciones como conflicto principal, modernidad versus tradiciones, Euramérica versus Asia profunda. Los progres, mientras, ofrecen África: el espacio de la pobreza, de las matanzas y las hambres y el sida, de las desigualdades más extremas. La famosa lucha de clases -las contradicciones, dentro de cualquier sociedad, incluidas las más prósperas, entre pobres y ricos- ya no tienen lugar en el imaginario colectivo. Bebo un bordeaux de siete años, bastante extraordinario, y miro en mi pantalla personal una película hollywood de la mirada progre -donde los malos, los políticos y la gran industria farmacéutica siguen conspirando y matan a los buenos ecologistas antiglobalización. Hay, por supuesto, crítica al orden establecido, el orden del dinero global; no hay -yo no la veo, hace tanto que no consigo verla- ninguna pista de cómo sería el orden que lo reemplazaría. Salvo que sería bueno, bien intencionado y no envenenaría ríos ni niños ni mataría pingüinos. (...)

Martín Caparrós, Una Luna

También en Also sprach

El Superman del Conurbano y el papel de las cámaras de seguridad sábado, 13 de febrero de 2010





















Todo muy lindo con el Superman del Conurbano, lo banco, pero... ¿vieron la foto de la nota de hoy en La Nación? Detrás del hombre está la barrera baja... ¡y un auto cruzando! ¡Igual que el otro día!
Entonces, digo: ¿Para qué le sirve filmar todo esto a la Municipalidad de Tigre? ¿Para mejorar la seguridad, o para venderle tapes insólitos en formato "reality" a los noticieros?

Klein, Zizek y la doctrina del shock domingo, 7 de febrero de 2010

Hace dos años, cuando la crisis económica mundial aún no había tomado las dimensiones que ahora tiene, reseñamos en este espacio el libro La Doctrina del Shock, de Naomi Klein, en donde señalábamos aciertos y flaquezas en su argumentación. (Si aún no leyeron la crítica, les recomiendo que lo hagan.)
Algunas semanas atrás, el amigo de la casa Slavoj Zizek publicó un artículo que retoma la principal tesis de la canadiense y nos confronta con algunos de los principales desafíos de nuestro tiempo. Me pareció oportuno compartir algunos de sus principales pasajes.

Partimos de la tesis del esloveno, publicada allá por noviembre, en donde se preguntaba a propósito del caso chino:

¿Qué pasa si este tipo de capitalismo autoritario se demuestra más eficiente, más capaz de producir ganancias que nuestro capitalismo liberal? ¿Qué pasa si la democracia ya no es más el acompañamiento necesario y natural del desarrollo económico, sino su impedimento?




















La crisis vivida como electroshock
por Slavoj Zizek, 24-01-2010

Salvar especies en peligro, salvar al planeta del calentamiento global, salvar a los chicos que se mueren de hambre... todo eso puede esperar, pero el llamado "¡salven a los bancos!" es un imperativo que exige atención inmediata. Para el filósofo esloveno Slavoj Zizek, es ingenuo confiar en efectos positivos de las crisis económicas. La última exhibe las fisuras del neoliberalismo y parece encaminarse hacia la imposición de drásticas medidas para perpetuar el capitalismo salvaje.

¿La crisis actual va a ser un momento aleccionador, el despertar de un sueño? Todo depende de cómo se lo simbolice, de que relato o interpretación ideológica se imponga y determine la percepción general de la crisis. Cuando se interrumpe el normal transcurrir de las cosas de forma traumática, se abre el terreno a una competencia ideológica "discursiva": en la Alemania de fines de los años 20, por ejemplo, Hitler ganó la competencia por la narración que explicaría a los alemanes las razones de la crisis de la República de Weimar y la salida de la misma (su trama fue el plan judío); en la Francia de 1940 fue la narración del mariscal Petain la que ganó en lo relativo a explicar los motivos de la derrota de Francia. La expectativa optimista izquierdista de que la crisis económica y financiera actual dé una oportunidad a la izquierda radicalizada es, por lo tanto, de una miopía peligrosa: el principal efecto de la crisis no va a ser el auge de la política emancipatoria radicalizada sino el apogeo del populismo racista, más guerras, más pobreza en los países más pobres del Tercer Mundo, mayores divisiones entre ricos y pobres.

Si bien las crisis sacan a la gente de una actitud de complacencia y la llevan a cuestionar los fundamentos de su vida, la primera reacción espontánea es el pánico, que lleva a un "retorno a las cosas básicas": las premisas básicas de la ideología imperante no se ponen en duda, sino que se afirman de manera aun más violenta. El peligro es, por lo tanto, que la crisis actual se utilice según los lineamientos de lo que Naomi Klein llamó la "doctrina de shock". Las reacciones hostiles predominantes en relación con el nuevo libro de Naomi Klein son mucho más violentas de lo que cabría esperar; hasta los benévolos liberales de izquierda, que ven con simpatía algunos de sus análisis, deploran la forma en que "el griterío oscurece su razonamiento" (como señaló Will Hutton en su reseña del libro en The Observer). Es evidente que Klein tocó algún nervio muy sensible con su tesis principal: "La historia del libre mercado contemporáneo se escribió mediante shocks. Algunas de las más graves violaciones de los derechos humanos de los últimos 35 años (...) se cometieron con la deliberada intención de aterrar a la gente o estuvieron destinados a preparar el terreno para la introducción de reformas drásticas de libre mercado"

Esa tesis se desarrolla a través de una serie de análisis concretos, entre los cuales la guerra de Irak desempeña un papel central: el ataque de los Estados Unidos a Irak se basó en la idea de que, luego de la estrategia militar de "conmoción y pavor", el país podía organizarse como un paraíso de libre mercado, dado que el país y la población estarían tan traumatizados que no ofrecerían oposición... La imposición de una economía de mercado se facilita mucho si lo que allana el camino a la misma es algún tipo de conmoción (natural, militar, económica) que obliga a la gente a abandonar las "viejas costumbres", convirtiéndola en una tabula rasa ideológica, en sobreviviente de su propia muerte simbólica, dispuesta a aceptar el nuevo orden una vez barridos los obstáculos. La doctrina del shock de Klein también es válida para la ecología: lejos de poner en peligro el capitalismo una gran catástrofe ecológica bien podría fortalecerlo con la apertura de nuevos espacios de inversión capitalista.

¿Y si la crisis actual también se usa como un "shock" que cree las condiciones ideológicas para una terapia liberal más profunda? La necesidad de esa terapia de shock surge del núcleo utópico (con frecuencia olvidado) de la economía neoliberal. (...) Si bien el liberalismo se presenta como la encarnación de la antiutopía, y el neoliberalismo como señal de la nueva era de la humanidad que dejó atrás los proyectos utópicos responsables de los horrores totalitarios del siglo XX, ahora se hace evidente que los tiempos de la verdadera utopía fueron los felices años 90 de Clinton, con su creencia de que llegamos al "fin de la historia" (Fukuyama), de que la humanidad por fin encontró la fórmula para el orden socioeconómico óptimo. La experiencia de las últimas décadas demuestra que el mercado no es un mecanismo benigno que funciona mejor cuando se lo deja trabajar en paz, sino que exige mucha violencia paralela al mercado para crear las condiciones para su funcionamiento. La forma en que los fundamentalistas del mercado reaccionan a los resultados destructivos de la instrumentación de sus recetas es típica de los "totalitarios" utópicos: responsabilizan del fracaso a las concesiones de quienes concretaron sus visiones (todavía hay demasiada intervención del estado, etc.) y exigen una instrumentación aun más drástica de la doctrina de mercado. Ese anverso violento de la fórmula liberal es el mensaje inquietante del libro de Klein, y la crisis financiera actual demuestra lo difícil que es perturbar el denso fondo de premisas utópicas que determinan nuestros actos, como dice Alain Badiou: "Se exige a los ciudadanos que "entiendan" que no es posible cubrir la brecha financiera de la Seguridad Social, pero que, sin ponerse a contar los miles de millones, debe cubrirse la brecha de los bancos. Debemos aprobar seriamente que nadie quiera nacionalizar una fábrica en problemas por la competencia, fábrica en la que trabajan miles de personas, pero que resulte evidente nacionalizar un banco que se desplomó debido a sus especulaciones".

Habría que generalizar la siguiente afirmación. Cuando combatimos el sida, el hambre, la falta de agua, el calentamiento global, etc., si bien reconocemos la urgencia de esos problemas, siempre hay tiempo para reflexionar, postergar decisiones (la principal conclusión de la última reunión de los gobernantes de las superpotencias en Bali, considerada un éxito, fue que volvería a reunirse en dos años para seguir conversando...), pero en la crisis financiera la urgencia de actuar fue categórica y de inmediato se encontró una suma que excedió todo lo imaginable. Salvar especies en peligro, salvar al planeta del calentamiento global, a los enfermos de sida, a los que mueren por falta de fondos para operaciones y tratamientos caros, salvar a los chicos que se mueren de hambre... todo eso puede esperar, pero el llamado "¡salven a los bancos!" es un imperativo categórico que exige y recibe atención inmediata. El pánico se hizo omnipresente y enseguida se estableció una unidad transnacional no partidaria: todos los enconos entre gobernantes se olvidaron en el acto para evitar LA catástrofe. Hasta los métodos democráticos quedaron suspendidos de facto: no había tiempo para la metodología democrática y quienes se opusieron al plan en el Congreso pronto fueron obligados a marchar con la mayoría. Bush, McCain y Obama se apresuraron a unirse; no había tiempo para prolongados debates; estamos en emergencia y hay que actuar ... No hay que olvidar que la inmensa suma de dinero no se gastó por una tarea "real" clara, sino para restablecer la confianza en los mercados, o sea ¡por una cuestión de fe! ¿Necesitamos otra prueba de que el Capital es el Real de nuestras vidas, el Real cuyas exigencias son mucho más absolutas que hasta la más acuciante de las exigencias de nuestra realidad natural y social? (...)

Si creyeras otra cosa, no estarías ahí sábado, 6 de febrero de 2010

Mi buen amigo Nacho compartió conmigo este video: una histórica entrevista, altamente recomendable, a propósito de lo que comentábamos el otro día sobre el control social en los medios de comunicación.
El periodista de la BBC intenta afirmar que la prensa en Occidente es increíblemente democrática y que en los medios ingleses y norteamericanos hay opiniones anti-establishment para todos los gustos. Se come una goleada.



Andrew Marr: How can you know that I'm self-censoring? How can you know that journalists are--

Noam Chomsky: I don't say you're self-censoring - I'm sure you believe everything you're saying. What I'm saying is, if you believed something different, you wouldn't be sitting where you're sitting.

Censuran en Jujuy una muestra de la revista Barcelona jueves, 4 de febrero de 2010


La muestra de arte Contratapa's, de la revista Barcelona que iba a ser inaugurada anoche en la ciudad de San Salvador de Jujuy, bajo la organización de ATE Jujuy, fue censurada por la dirección del Centro de Exposiciones CULTURARTE, que pertenece a la Secretaría de Turismo y Cultura de esa ciudad.

Los organizadores contaban con la autorización requerida para exponer en ese lugar, desde el miércoles 3 hasta el sábado 13 de febrero, pero la directora de CULTURARTE, Leonor Calvo cambió de idea en cuanto llegaron las obras a la provincia, según sus propias palabras, “por el contenido de las contratapas de la revista”.

La muestra censurada es una selección de las mejores contratapas de la revista Barcelona. Son veinte gigantografías que recorren el país convocadas por universidades, sindicatos, organizaciones sociales, secretarías de cultura municipales y provinciales y entidades públicas.

Si bien ya hubo anteriormente incidentes con Contratapa's (en San Miguel de Tucumán fue secuestrada por personal municipal y fueron golpeados sus organizadores; en San Luis, grupos ultracatólicos se robaron tres obras), es la primera vez que la muestra es prohibida en su totalidad.

ATE Jujuy montará la muestra en la escuela “Germán Abdala”, ubicada en Alvear al 1100, que pertenece a la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA), desde el 5 hasta el 12 de febrero. El jueves 11, a las 20, se realizará una charla con Pablo Marchetti, director de Barcelona, tal como estaba previsto, sin censura.

Haití y la "contención democrática" martes, 2 de febrero de 2010

En agosto de 2008, Slavoj Žižek reseñó el libro de Peter Hallward Damming the Flood: Haiti, Aristide and the Politics of Containment (Encauzando la inundación: Haití, Aristide y la política de la contención), crítica que vale la pena repostear, especialmente luego de los hechos de público conocimiento en el país caribeño, y que echan luz sobre un aspecto poco escuchado en tiempos de discursos de victimización y apoliticidad.


















Democracia contra el pueblo
por Slavoj Žižek

Noam Chomsky señaló una vez: "Sólo cuando se supera la amenaza de la participación popular se contemplan con tranquilidad las formas democráticas". Él señalaba el "pasivizante" núcleo de la democracia parlamentaria, que la vuelve incompatible con la auto-organización y el fortalecimiento del pueblo. La agresión colonial directa o el ataque militar no son las únicas maneras de pacificar una población "hostil": mientras estén respaldados por niveles suficientes de fuerza y coerción, las misiones de "estabilización" internacional pueden vencer la amenaza de la participación popular, por medio de las tácticas -aparentemente menos abrasivas- de la "promoción de la democracia", "intervención humanitaria" y la "protección de los derechos humanos".

Esto es lo que hace del caso de Haití un perfecto ejemplo. Como Peter Hallward escribe en Damning the Flood, una detallada historia de la "contención democrática" de la política radical haitiana de las últimas dos décadas, "las gastadas tácticas de 'promoción democrática' nunca fueron aplicadas con un efecto tan devastador como en Haití entre 2000 y 2004". Uno no puede dejar de mencionar la ironía de que el nombre del movimiento político emancipatorio que sufrió esta presión internacional es Lavalas, o "inundación" en criollo: es la inundación de los expropiados que desborda las comunidades cerradas que protegen a aquellos que los explotan. Es por eso que el título del libro de Hallward es bastante apropiado, inscribiendo los eventos de Haití en la tendencia global de nuevas represas y muros que han surgido en todos lados desde el 11 de septiembre de 2001, confrontándonos con la verdad interna de la "globalización", las líneas subyacentes de división que la sostienen.

Haití fue una excepción desde el principio, desde su lucha revolucionaria contra la esclavitud, que terminó en enero de 1804 con la independencia del país. "Sólo en Haití", señala Hallward, "fue la declaración de la libertad humana universalmente consistente. Sólo en Haití fue esta declaración sostenida a toda costa, en directa oposición al orden social y a la lógica económica de turno." Por este motivo, "no hubo un sólo evento en toda la historia moderna cuyas implicancias fueran más amenazantes al orden mundial dominante". La Revolución Haitiana merece realmente el título de repetición de la Revolución Francesa: diriga por Toussaint-Louverture, fue claramente "adelantada a su tiempo", "prematura", y destinada a fracasar. Sin embargo, precisamente como tal, fue quizás un evento mayor que la propia Revolución Francesa. Fue la primera vez que una población esclava se rebeló no como una forma de regresar a sus "raíces" precoloniales, sino en nombre de principios universales de libertad e igualdad. Y un signo de la autenticidad de los jacobinos fue que rápidamente reconocieron el levantamiento esclavo -la delegación negra de Haití fue recibida con entusiasmo en la Asamblea Nacional en París. (Como era de esperarse, las cosas cambiaron luego de Termidor; en 1801, Napoleón envió una enorme fuerza expedicionaria para intentar recuperar el control de la colonia.)

Denunciado por Talleyrand como "un espectáculo horrible para todas las naciones blancas", la "mera existencia de un Haití independiente" era, en sí misma, una amenaza intolerable para el status quo propietario de esclavos. Haití, entonces, debía convertirse en un caso ejemplar de fracaso económico, para disuadir a otros países de tomar el mismo camino. El precio -el precio literal- por la independencia "prematura" fue realmente extorsivo: luego de dos décadas de embargo, Francia, el antiguo amo colonial, estableció relaciones comerciales y diplomáticas recién en 1825, luego de obligar al gobierno haitiano a pagar 150 millones de francos en "compensación" por la pérdida de sus esclavos. Esta suma, casi equivalente al presupuesto anual francés de aquel momento, fue luego reducida a 90 millones, pero continuó siendo un fuerte drenaje de recursos haitianos: al final del siglo XIX, los pagos de Haití a Francia consumían prácticamente el 80 por ciento del presupuesto nacional, y la última cuota se pagó recién en 1947. Cuando en 2003, en anticipación del bicentenario de la independencia nacional, el presidente Lavalas Jean-Baptiste Aristide demandó que Francia devuelva aquel dinero extorsionado, su solicitud fue rechazada de plano por una comisión francesa (encabezada, irónicamente, por Régis Debray). En un momento en el que algunos liberales de Estados Unidos reflexionaban sobre la posibilidad de indeminizar a los estadounidenses negros por la esclavitud, la demanda de Haití de ser compensados por la enorme suma que los antiguos esclavos debían pagar para que su libertad sea reconocida fue ampliamente ignorada por la opinión liberal, incluso cuando la extorsión aquí era doble: los esclavos fueron primero explotados, y luego tuvieron que pagar por el reconocimiento de su libertad duramente ganada.

La historia continúa hoy. El movimiento Lavalas ha ganado todas las elecciones presidenciales libres desde 1990, pero ha sido víctima -dos veces- de golpes militares patrocinados por Estados Unidos. Lavalas representa una combinación única: un agente político que obtuvo el poder estatal mediante elecciones libres, pero que mantuvo sus raíces en los órganos de la democracia popular local, de organización directa. Aunque la "prensa libre" dominada por sus enemigos nunca fue obstruida, aunque las protestas violentas que amenazaban la estabilidad del legítimo gobierno fueron plenamente toleradas, el gobierno de Lavalas fue demonizado sistemáticamente en la prensa internacional y tildado de ser excepcionalmente violento y corrupto. El objetivo de los Estados Unidos -y sus aliados Francia y Canadá- fue la de imponer en Haití una democracia "normal" -una democracia que no tocara el poder económico de la reducida élite; eran bien conscientes de que, si la idea era que funcionara de esa manera, la democracia debía cortar sus vínculos con la organización popular directa.

Resulta interesante observar que esta cooperación franco-americana tuvo lugar poco después de la discordia pública sobre el ataque a Irak en 2003, y fue celebrada -de manera bastante apropiada- como la reafirmación de una alianza básica que estabilizaba conflictos ocasionales. Hasta el Brasil de Lula aprobó el derrocamiento de Aristide en 2004. Una alianza así de impura fue utilizada para desacreditar el gobierno de Lavalas como una forma de ley de la calle que amenazaba a los derechos humanos, y al presidente Aristide como un dictador fundamentalista enfermo de poder -una alianza que iba desde ex militares, escuadrones de la muerte y "frentes democráticos" patrocinados por Estados Unidos a las ONG humanitarias e incluso algunas organizaciones de la izquierda "radical" que, financiadas por Estados Unidos, denunciaron con entusiasmo la "rendición" de Aristide al FMI. El propio Aristide dio una perspicaz caracterización de esta superposición entre izquierda "radical" y derecha liberal: "En algún lugar, de alguna manera, hay una pequeña satisfacción secreta, quizás una satisfacción inconsciente, en decir cosas que los blancos poderosos quieren que digas".

La lucha de Lavalas es un ejemplo de heroísmo de principios que enfrenta los límites de lo que se puede hacer hoy en día. Los activistas de Lavalas no se retiraron a los intersticios del poder estatal para "resistir" a una distancia segura, sino que heroicamente asumieron el poder del Estado, plenamente conscientes de que estaban tomando el poder en las circunstancias más desfavorables, cuando todas las tendencias de la "modernización" capitalista, el "ajuste estructural", pero también de la izquierda posmoderna, estaban en su contra. Limitados por las medidas ipuestas por los Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional, destinadas a establecer "necesarios ajustes estructurales", Aristide persiguió una política de pequeñas y precisas medidas pragmáticas (construyendo escuelas y hospitales, creando infraestructura, aumentando el salario mínimo) al tiempo que alentaba la movilización política de las clases populares en directa confrontación con sus enemigos más inmediatos -el ejército y los paramilitares.

Lo más controvertido de Aristide, aquello que le valió comparaciones con Sendero Luminoso y Pol Pot, fue su negativa a condenar las medidas adoptadas por el pueblo para defenderse contra el ataque militar o paramilitar, un ataque que habría diezmado por décadas al movimiento popular. Un par de veces en 1991, Aristide pareció tolerar el recurso a la más notoria de estas medidas, conocida localmente como "Père Lebrun", una variante de la práctica del "necklacing" adoptada por los militantes anti-apartheid en Sudáfrica -matar un policía asesino o un informante con un neumático en llamas. En un discurso el 4 de agosto de 1991, le aconsejó a una multitud entusiasta recordar "cuándo usarla [Père Lebrun], y cómo usarla", señalándoles que "nunca podrán volver a usarla en un Estado donde prevalezca la ley".

Más tarde, los críticos liberales intentaron trazar un paralelismo entre las llamadas "quimeras" -es decir, los miembros de los grupos de autodefensa de Lavalas- y los Tontons Macoutes, las notorias pandillas asesinas de la dictadura de Duvalier. El hecho de que no exista base numérica alguna para comparar los niveles de violencia política bajo Aristide y bajo Duvalier, no puede interponerse en el camino de la cuestión política esencial. Cuestionado sobre estos "quimeras", Aristide subrayó que "la misma palabra lo dice todo. 'Quimeras' son personas empobrecidas, que viven en un estado de profunda inseguridad y desempleo crónico. Ellos son víctimas de la injusticia estructural, de la violencia social sistemática (...) No sorprende que deban hacerle frente a aquellos que siempre se han beneficiado de esa misma violencia social".

Sin duda, los raros hechos de auto-defensa popular cometidos por los partidarios de Lavalas son ejemplos de lo que Walter Benjamin llamó "violencia divina": ellos deben ser colocados "más allá del bien y del mal", en una especie de suspensión político-religiosa de la ética. A pesar de que estamos tratando con lo que puedenn parecer sólo "inmorales" actos de asesinato, uno no tiene ningún derecho político a condenarlos, porque son una respuesta a años, incluso siglos, de explotación y violencia, estatal y económica.

Como afirma el propio Aristide: "Es mejor equivocarse con el pueblo que tener razón contra ellos". A pesar de algunos errores demasiado evidentes, el régimen de Lavalas fue, en efecto, una de las formas de cómo la "dictadura del proletariado" podría ser hoy en día: mientras participa de manera pragmática en algunos compromisos impuestos desde el exterior, siempre se mantuvo fiel a su "base", a la multitud de desposeídos y gente común hablando en su nombre, no "representándolos" sino directamente basándose en sus auto-organizaciones locales. Aún respestando las reglas democráticas, Lavalas dejó bien claro que la lucha electoral no es el lugar donde se deciden las cosas: que es mucho más crucial el esfuerzo en complementar la democracia con la auto-organización política y directa de los oprimidos. O, para ponerlo en nuestros términos "posmodernos": la lucha entre Lavalas y la élite capitalista-militar de Haití es un caso de antagonismo genuino, un antagonismo que no encaja en el marco del "pluralismo agonista" democrático-parlamentario.

Es por eso que el sobresaliente libro de Hallward no es sólo sobre Haití, sino sobre qué significa ser de izquierda hoy: preguntale a un izquierdista cómo se posiciona frente a Aristide, y quedará claro al instante si es un partidario de la emancipación radical o simplemente un liberal humanitario que quiere una "globalización con rostro humano".

He dicho lunes, 1 de febrero de 2010

Si el ballotage 2011 es Reutemann-Cobos, me voy del país