La gente de las charlas miércoles, 25 de enero de 2006

Me gustan las charlas con personas de renombre. Sean ellos escritores, periodistas, sociólogos o intelectuales, sé que ellos tienen mucho para decirle a un estudiante de una carrera de ciencias sociales. Pero hay algo de estas -por lo general- buenas charlas/debates que siempre me provoca cierta incomodidad. Y es un sector de su público.
Estas personas -que a fines de no intelectualizar demasiado el debate denominaremos simplemente "insufribles"- son las que quiebran una y otra vez la fluidez de cada encuentro. En el mejor de los casos, sus intervenciones se traducen en preguntas tontas y sin sentido, que las figuras invitadas no saben cómo contestar. En el peor, estas personas desarrollarán largos monólogos que incluyen anécdotas y detalles de su vida que nada tienen que ver con el tema en cuestión y que tienen por único fin el llamar desesperadamente la atención al resto de los presentes.
Las intervenciones de los insufribles se encuentran a mitad de camino entre la extravagancia y el monólogo del grupo de autoayuda. Alcanzando importantes niveles de desubicación, sus disquisiciones son respondidas con un murmullo del estilo "uuh"y miradas de reojo por parte del resto del público.
En una charla sobre Los Medios y el Poder Político con el periodista Jorge Halperín, una señora preguntó por qué no se hablaba de los jubilados en los medios masivos. Halperín, muy amablemente, intentó responderle que los medios no le otorgan demasiado tiempo al tema ya que los jubilados no poseen ningún lider visible que les permita unificar luchas y hacerse escuchar. Pero la señora volvió a preguntar, una y otra vez. Hasta que Halperín, enojado, le gritó que no le dijera cómo hacer su trabajo. Más tarde, cuando la charla ya llevaba cerca de dos horas y media, un hombre preguntó por qué no se hablaba del mal de chagas. Pero su pregunta era en realidad un monólogo, una charla propia que nadie había venido a escuchar. Todos aplaudimos al invitado a la charla, y nos fuimos mientras el tipo seguía hablando.
Ayer fui a una charla sobre Dios y lo construcción de lo divino en donde hablaron personas del ambiente literario/intelectual: Daniel Colodenco, Ana María Shua, Martín caparrós y Tomás Abraham. La charla fue realmente muy interesante, y todos escuchábamos atentos a las exposiciones de los cuatro invitados. El martirio comenzó cuando fueron a "las preguntas del público". Una chica de unos veinte años comenzó diciendo ""Una vez lei en un articulo de Bucay...", y su pregunta tomaba ribetes autobiográficos insospechables y de nulo interés para el resto de los presentes. Mi atención sobre su monólogo iba y venía, pero reapareció fuertemente cuando, al minuto y medio, llegó a la parte en donde nos contaba que le encantaba escuchar Caetano Veloso. "Lo pongo y lo bailo en mi casa. Me encierro en mi cuarto, descalza, y lo canto, me pongo a gritar..."A esta altura estábamos todos más allá del bien y el mal, y unos empezaron a irse.

Lucas dice:
están los que piensan que ellos son la quinta persona del debate, que por un error de vaya a saber quien, estan abajo del escenario y no arriba


Insufribles desubicados: ¿por qué no van a un grupo de autoayuda, o intentar hablar de Caetano Veloso a un bar brasileño?

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