11. Oldboy
de Park Chan-wook
con Choi Min-sik, Yu Ji-tae, Kang Hye-jeong, Ji Dae-han, Oh Dal-su
Corea del Sur, 2003
Si un poquito de tortura con mensaje moralista como la de El Juego del Miedo es su idea de un cine "radical", prepárense para un viaje realmente perturbador.
Dae-su es un hombre común y corriente que un día, estando borracho, es secuestrado y mantenido en cautiverio en un pequeño cuarto. Con un televisor como único contacto con la vida exterior, pronto se entera que su esposa fue asesinada y que su hija fue enviada lejos, con otra familia. Así pasan quince años hasta que un buen día lo sueltan y Dae-su se encuentra con un mundo que en principio es bastante parecido al que dejó. Pero él ya lo mira con otros ojos: está lleno de furia. Y no tardará en desatar su venganza sobre cualquiera que se le cruce...
El film es crudo como un pulpo vivo -recordemos que el cine coreano carece de las limitaciones pudorosas de los grandes estudios norteamericanos- y sus dos horas son una experiencia -ahora sí- radical. Quedan advertidos.
12. La Crisis Causó 2 Nuevas Muertes
de Patricio Escobar, Damián Finvarb
Argentina, 2007
El episodio no es menor: la Masacre de Avellaneda es uno de los hechos políticos más fuertes de la década y un punto de inflexión en la historia nacional reciente. Aquel 26 de junio de 2002, respondiendo a la orden de reprimir, la policía arremetió contra una protesta de desocupados y asesinó a dos de ellos. El incidente provocó una aguda crisis política y aceleró la salida de la presidencia de Eduardo Duhalde.
Y así y todo, lo más inteligente del trabajo de Escobar y Finvarb es que sus autores no se conforman con reconstruir cronológicamente -y de manera brillante- un hecho que en su momento se nos apareció como esquivo, fragmentado, sino que apuntan a algo más: el eje del film está puesto en el papel desempeñado por los medios de comunicación a la hora de presentar estos hechos a la sociedad. Una vez que logran una restauración inapelable del hecho y muestran cómo los piqueteros fueron asesinados a sangre fría por la policía, se proponen indagar por qué algunos de los principales medios de comunicación argentinos (en especial el diario Clarín) no informaron debidamente a su público aún contando con datos inequívocos acerca de los responsables.
Clarín contaba, ya ese mismo día, con una contundente secuencia fotográfica de los asesinatos --secuencia que fue publicada recién a los dos días, cuando la teoría del enfrentamiento entre piqueteros era insostenible. Mientras tanto, el titular del "gran diario argentino" del día siguiente fue La crisis causó 2 nuevas muertes. (Para este diario, las cosas siempre pasan sin que nadie las haga.) Incluso, su volanta decía: "Aún no se sabe quienes dispararon contra los piqueteros. Lo que este documental demuestra es que sí lo sabían. Que existió un crimen llevado a cabo por un instrumento del Estado, y que al día siguiente el gran diario argentino (des)informó: es confuso, no se sabe. Escribe Leonardo D'Espósito: "Lo que el periodismo argentino hizo ese día fue -si por 'ayudar' a Duhalde o no es harina de otro costal, aunque la desidia no es un crimen peor que la malicia- destruir el acontecimiento al atomizarlo."
Pero aquí está el cine -el buen cine, el gran cine- para reconstruir el acontecimiento y conseguir, a contramano de las tendencias periodísticas actuales, un superlativo trabajo de investigación.
13. Niños del Hombre
Children of Men
de Alfonso Cuarón
con Clive Owen, Julianne Moore, Michael Caine
Reino Unido/EEUU/Japón, 2006
Año 2027. Las mujeres han dejado de ser fértiles y con la muerte del último menor de edad la humanidad se enfrenta a la idea de su propia extinción. ¿Ciencia ficción? Leonardo D'Espósito escribía en El Amante: "A partir de ahora, dejamos de hablar de distopías para hablar de metáforas. Niños del Hombre no es el 'futuro posible' sino el presente apenas exagerado."
Una luz de esperanza -casi poética, también metafórica- aparecerá en el camino y será cuestión de hacerse cargo. Quien lo hará es Theo (solidísimo Clive Owen), el ejemplo más acabado del antihéroe. En un momento -bien avanzada la narración- lo vemos salir de un galpón, golpeado y cansado. Hace horas que le disparan, lo persiguen, lo atacan: zafó de todas. Sin embargo, cuando emerge del sótano, a los tumbos, se lleva puesta una piedra y se corta el pie. Ese detalle -y otros- lo hacen tan imperfecto, tan poco Bruce Willis, que coronan la imagen del improbable héroe que tanto le hace falta a la pantalla grande.
Cuarón podría haber obviado la banda de sonido religiosa e "iluminadora" que aparece por momentos: hubiese vuelto aún más potente su efecto de cinema-verité, otorgado por los contundentes planos secuencia y las escenas de combate filmadas cámara en mano -intensas, únicas.
La película es un impredecible huracán de categoría cinco que arrasa con todo a su paso, dejando apenas algunos destellos de poesía en un mundo que solo ofrece violencia, desesperanza y agonía. Mundo que, insisto con D'Espósito, es apenas una leve exageración del actual.
14. El Aura
de Fabián Bielinsky
con Ricardo Darín, Dolores Fonzi, Pablo Cedrón, Nahuel Pérez Biscayart, Jorge D'Elía, Alejandro Awada
Argentina/Francia/España, 2005
Fabián Bielinsky hace algo completamente distinto a Nueve Reinas; en este caso, una excelente película de suspenso. Otra vez el atraco perfecto, es cierto, pero desde un ángulo en donde no hay héroes. Un crítico dijo que El Aura le parecía una suerte de variación onírica al fatalismo del robo-que-sale-mal a la Los Perros de la Calle. Dio en el clavo.
La película respeta muchas convenciones del género, pareciéndose por momentos a pares norteamericanas como Noches blancas. Bielinsky la construyó con la precisión de un relojero suizo: la obra necesita cada escena, cada silencio. Es parte del juego que el director arma para crear tensión, para coquetear con la frontera entre realidad y ficción. Y como si fuera poco, Ricardo Darín hace un trabajo brillante, creíble, ideal para el personaje.
Un film nacional para grandes públicos pero con una indeleble marca de autor: el gran legado que perdimos cuando perdimos a Bielinsky.
15. La Noche del Sr. Lazarescu
Moartea domnului Lazarescu
de Cristi Puiu
con Ion Fiscuteanu, Luminita Gheorghiu, Gabriel Spahiu, Doru Ana
Rumania, 2005
Otro enorme trabajo en la vena de los hermanos Dardenne, en este caso de Rumania, país de origen de un par de directores (Puiu, Porumboiu y su Bucarest 12:08) que están pesando fuerte en Cannes y que aparecen cada vez más seguido en la cartelera local.
El señor Lazarescu es viudo, pasó los sesenta años y hace cuatro días que tiene un fuerte dolor de cabeza. Mientras termina un trago improvisado -está claramente borracho- llama a una ambulancia y espera. Sus vecinos lo ayudan, casi de lástima, y vuelven a llamar a los servicios de emergencia -que, cuando finalmente llegan, lo encuentran muy deteriorado. Lo llevan al hospital, pero allí les avisan que está colapsado porque un gran accidente que tuvo lugar unas horas atrás.
La cinta va tomando ribetes kafkianos, dantescos (el personaje principal se llama, justamente, Dante) y La noche... se vuelve un descenso a los infiernos francamente demoledor. Hay algunos diálogos que parecen sacados de una comedia negra, pero en ningún momento tuve ganas de reirme: estaba en estado de shock. El sistema de salud público de Bucarest bien podría ser cualquier hospital del conurbano, o de tantas otras ciudades. He allí su universalidad: un film humano --aterradoramente humano.
16. La Caída
Der Untergang
de Oliver Hirschbiegel
con Bruno Ganz, Alexandra Maria Lara, Corinna Harfouch, Ulrich Matthes, Juliane Köhler
Alemania/Italia/Austria, 2004
La Caída es mucho más que un drama histórico, y esto lo vuelve una película notable. Basada en dos completas biografías sobre Hitler y centrada en la figura de Traudl Junge -su secretaria desde 1942- el film recrea los últimos días del Tercer Reich de manera impecable.
Si hay algo vuelve a este film muy importante a nivel cinematográfico es el hecho de que no existan otras buenas películas sobre Hitler. En todas las anteriores que tuve la oportunidad de ver, no sólo el líder alemán aparecía como una especie de supervillano -poseedor de poderes extraordinarios y de una maldad intrínseca y absoluta- sino que su figura e ideología aparecían como única muestra de la excepcionalidad del Estado nazi. Un enfoque absolutamente liberal que eleva la esfera de la ideología a un plano separado de las fuerzas socioeconómicas y, por lo tanto, erróneo.
La historia, que en realidad es mucho más compleja, muestra que el nazismo puede considerarse como un fenómeno extraordinario cuya excepcionalidad radica en la situación concreta en la que se encontraba la joven República de Weimar: es decir, una solución concreta en la que a una gran personalidad se le confía la misión de arbitraje en una situación histórica caracterizada por un equilibrio de fuerzas que se encamina hacia la catástrofe.
Que el Estado fascista actuó como mediador en el restablecimiento de la dominación y la hegemonía política de los grupos dirigentes, está claro. Pero también está claro que el tipo de poder que ejerció Hitler, dentro de un Estado capitalista moderno, "culminó gradulamente en el predominio de objetivos puramente ideológicos que, en el fondo, iban en contra de la reproducción del orden socioeconómico y, de hecho, del propio sistema politico" (Ian Kershaw).
Esto viene a que la película, acotada en su enfoque, no narra todo este proceso, pero sí el final -la caída- del Tercer Reich. Y da a entender lo que muchos obedientes seguidores de la correción política no conciben admitir: que Hitler era, al fin y al cabo, humano. Un hombre enfermo, caprichoso, psicótico, irracional, asesino, encerrado en sus propias contradicciones y enceguecido por xenofobia, racismo y delirios de grandeza... pero humano. (Y que había muchos otros como él.)
Y que tantos otros -que no eran irracionales ni asesinos- hicieron que ese mismo hombre llegara al poder gradualmente, votado, elegido. ¿Cómo? Alimentados de a poco con odio, racismo, grandiosidad y -sobre todo- miedo. Muchos que miraron al costado, "que no sabían". Otros que más tarde admitirían que no había excusa para no haberse dado cuenta. Y que muchas veces nos damos cuenta cuando ya es tarde.
17. Embriagado de Amor
Punch-Drunk Love
de Paul Thomas Anderson
con Adam Sandler, Emily Watson, Philip Seymour Hoffman, Luis Guzmán
EEUU, 2002
Esta película del creador de Magnolia fue definida alguna vez como una "comedia romántica maníaco-depresiva". Mérito de total de Paul Thomas Anderson, que sacó a Adam Sandler de su estado Happy Gilmore y lo transformó en un personaje extraño y querible.
Barry (Sandler) es un ejecutivo en una empresa que nadie sabe muy bien qué hace. Siente que todos se burlan de él -en especial sus hermanas-, y cuando se enoja rompe a golpes las paredes o se larga a llorar. Todo cambiará con la llegada de un pianito y de Lena (la preciosa Emily Watson), quien lo cautivará de inmediato.
Lo que sucede a continuación es tan impredecible, surreal, psicodélico, visualmente explosivo y cinematográficamente vistoso que sólo puedo decirles que la vean. Y es que, después de todo, el amor siempre es extraño, ¿no?
18. Capturando a los Friedman
Capturing the Friedmans
de Andrew Jarecki
EEUU, 2003
Ryonosuke Akutawa escribió un cuento titulado "En el bosque" consistente en siete testimonios acerca del mismo hecho; algo parecido hizo Juan José Saer en su primera novela, "Cicatrices", en la que cuatro historias convergen en un mismo acontecimiento. Al terminar de leer ambas obras, uno tiene una sensación de incompletud, de inasibilidad: ¿Cómo captarlo todo? ¿Cómo encontrar una Historia?
Uno se encuentra con las mismas preguntas al terminar de ver Capturando a los Friedman. Los Friedmans son una clásica familia judía norteamericana de clase media-alta. Pero un día su mundo se cae a pedazos cuando el padre y uno de los hijos son detenidos y acusados de crímenes horribles. A medida que la familia se desmorona, su Historia (con maýusculas, como la Verdad de los que nos hablan los documentales expositivos) se transforma en una multiplicidad de relatos. Es aquí donde este documental deja de hablarnos simplemente de una familia, ni siquiera de todas las familias tocadas por un hecho trágico --sino de la propia imposibilidad de conocer la Verdad, la Historia, o cualquier relato unívoco y completo sobre las cosas de este mundo.
Un film incómodo, displacentero, no sólo por la temática tratada -escabrosa en sí misma- sino por las conclusiones que deja --esto es: la imposibilidad de sacar alguna.
19. Goodbye Lenin!
de Wolfgang Becker
con Daniel Brühl, Kathrin Sass, Chulpan Khamatova, Maria Simon
Alemania, 2003
La madre de Alex vive en Alemania Oriental y es una firme defensora del comunismo en sus últimos días. Un día, al ver a su hijo siendo detenido en una manifestación, sufre un ataque al corazón y entra en coma. Para cuando despierta, su mundo ya es otro. La RDA ya no existe y es ahora uno de los primeros países en (re)convertirse al capitalismo -pero ella aún no lo sabe. El doctor le advierte a Alex que su madre no podrá aguantar ningún sobresalto más: habrá que disfrazarle las cosas y hacer de cuenta que el país sigue siendo una patria socialista.
Goodbye Lenin! es una comedia dramática que, bajo su aparente liviandad, oculta una profunda reflexión sobre el valor de nuestros sueños y la necesidad de creer. Más allá del River-Boca entre modelos imperfectos, el film rescata el lugar de la utopía en un mundo que hoy (un presente bien capitalista, sí) ya no tiene nada para ofrecer más que una aceptación que tiene más de cínica que de esperanzada.
PD: A semanas de la reimplantación del capitalismo, nuestro joven protagonista va al supermercado y se encuentra con un muñeco gigante paseándose por las góndolas. ¿Alguien me explica cómo hizo Becker, a partir de una escena tan grotesca, una postal tan sublime?
20. Bowling for Columbine
de Michael Moore
EEUU, 2002
El 20 de abril de 1999, dos alumnos de la secundaria Columbine abrieron fuego en el almuerzo escolar. Mataron a doce alumnos y una maestra, e hirieron a veinte personas más antes de dispararse a sí mismos.
A partir de este macabro hecho, Moore arma su documental, en el cual se pregunta el por qué de la obsesión norteamericana con las armas de fuego. De lo particular a lo general, Moore va a descubriendo un país tan paranoico que sus propios miembros sienten que estar armados es "un deber y una responsabilidad"; un país tan temeroso que vive atacando a los demás --sólo por las dudas.
¿Será el número de armas? ¿Será la música que escuchan los jóvenes? ¿Será nuestra cultura destructiva una respuesta a nuestra existencia vacía? ¿O serán las corporaciones, que primero nos atemorizan y después nos piden que les compremos seguridad?
Moore nos invita a encender la TV: muertes, asesinatos, delitos, crímenes, inseguridad. El mismo día en que los canales se desgarraban culpando a Manson y a Hitler por inspirar la masacre, el entonces presidente Clinton bombardeaba Kosovo en el día de mayor actividad bélica del conflicto. ¿Nadie vio una clave ahí? El día que un chico de seis años le disparó a otra niña de su edad, ¿nadie urgó más allá de la tenebrosa anécdota? ¿Nadie investigó por qué la madre del chico no estaba en casa para cuidarlo y contenerlo? ¿Nadie se preguntó por qué ella debía trabajar en dos lugares diferentes sólo para poder pagar el alquiler de su casa? Hay otro tipo de violencia: la violencia creada por la marginalidad, tan aplicable al caso argentino.
La cultura del miedo avanza sobre el público: la tele no dice pero dice que los negros y los hispanos (pobres preferentemente) al parecer son los más agresivos, delictivos y asesinos. Y entonces el yanqui blanco se pregunta "¿para qué ayudarlos?". Y así queda establecido el mapa social norteamericano: "un subproletariado numeroso y permanente que debe ser combatido por un ejército armado protegido por la Constitución". Violencia, asesinatos, violaciones: inseguridad, miedo, pánico. Los ciudadanos más armados son los blancos que viven en las afueras de la sucia ciudad y su amenaza afroamericana. Nunca los asaltaron, nunca les robaron nada: pero hay que estar armados. Hay que volver físico al chumbo que tenemos en la mente, ese que le dispara a todos los miedos.
La película es intensa, poderosa y atrapante. Las escenas se quedan en la memoria tiempo después de haberlas visto. El humor irónico aliviana de a momentos un trabajo duro pero extremadamente llevadero, sin una tesis final pero con infinidad de ideas ricas en calidad.
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5 comentarios:
Sobre el post de 'cómo llegan las personas a tu blog'... Llegue por la frase que pusiste sobre que abriste un blog porque mediosregistrados y livra habian cerrado...
(en realidad por un comentario que decia algo de Tarde Negra =)
Me encanta Punch Drunk!! Cara de Fede, esta seleccion esta muy buena!! Me gusta Capturando a los Friedmans y esas que pusiste (?) Je.
No encuentro los acentos en tu teclado, y SI me di cuenta que esta en tu cuenta de gmail y no la mia, pero lo dejo asi. Le da una imagen de... usurpacion muy hermosa.
Ju
Algo para rescatar de Goodbye Lenin es que está contrastando socialismo y capitalismo, y no la ilusión (teórica, y encima liberal) de que la oposición es totalitarismo contra democracia.
Es decir, pone el foco antes en el sistema económico que en la superestructura política, y así aunque tenga críticas hacia el Estado socialista no los convierte en el motivo de la película.
Como oposición ante esta comedia, que es un ensayo muy serio filmado, es que aparecen cosas como La vida de los otros, un pasquín que desde un sensacionalismo "cinematográficamente elevado" no es a la larga más que un recordatorio de que mala-malísima que era la RDA.
Fede, este listado de películas q estas haciendo me parece una cosa genial. De ahora en más cuando alguien no tenga ni puta idea de qué alquilar (o comprar al vendedor de DVD truchos) no tiene más q pegarse una vuelta por acá y ver que le pintaría ver...porq esa es otra, variedad de géneros mal.
A ver qué quedó para el TOP 10!
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