La historia del día lee: las entidades del campo argentino se alzaron contra las retenciones y anunciaron un paro. El Gobierno subió los impuestos para los derivados del agro y dice que igual ganan mucha plata. Y Caparrós -que aún escribiendo a diario puede parar la pelota y mirar un poquito más allá de la anécdota, del cuentito cotidiano- da su versión del asunto.
Por el Estado
por Martín Caparrós
Soy anarquista. Quiero decir: creo que cualquier poder es un abuso de poder, creo que los gobiernos no deberían existir, creo que los Estados son un invento nefasto -casi como los dioses-, creo que algún milenio los hombres se reirán nerviosos, su vergüenza, recordando esos tiempos en que creían que sólo con estructuras de poder podían funcionar los países, las empresas, los clubes de barrio, los medios, las parejas. Creo que va a suceder alguna vez y que yo no voy a estar ahí.
Pero soy un anarquista en tiempos tristes, tan tristes que me veo reducido a querer, ahora, que el Estado argentino sea más fuerte. Es un caso clásico: el campesino que quería ser libre pero debía apoyar al rey para que lo defendiese de su señor feudal, gozador insaciable.
Así estamos. El gran proyecto noventista fue la destrucción sistemática del Estado: primero la ofensiva ideológica -lo público es caca culo pis- y después la político-económica: vendamos todo, el mercado es el rey, y sálvese quien pueda. El proyecto kirchnerista, tímido, apocado, consistió básicamente hasta ahora en la reconstrucción parcial de ese Estado ruinoso. No quiero entrar en juicios de intención: si lo reconstryen porque creen que tienen que mediar en los conflictos sociales a favor de los débiles, o porque sin Estado el gobierno -ellos- tienen muy poco para gobernar y aprovechar, o por una sabia combinación de ambas. Pero lo cierto es que ahora hay mucho más Estado que hace diez años, y ese Estado a veces interviene, sobre todo en conflictos económicos, como el tema del famoso campo.
Siempre pensé que, en ese tema, era urgente alguna intervención. Alcanza con andar por la Argentina: la soja enriquece a algunos, expulsa a muchos, agota las tierras, cambia el paisaje socioeconómico hacia el monocultivo más primario. El grano no crea empleo y, exportado tal como se lo exporta, es un granero que no agrega valor a sus plantitas. El Gobierno dice que sus retenciones ayudarían a mejorar ese sistema: a mantener el precio interno, a alentar la diversificación, a promover el procesamiento del grano para exportar algo más trabajado.
Puede que sea: habrá que verlo. Pero, de mientras, se trata de dinero y cuesta y se discute. Los que tienen que pagar esas retenciones ahora se quejan de la intromisión del Estado: son los mismos que le piden a gritos que se entrometa para sacar cartoneros de la ciudad, villas del conurbano, ladrones y ladronas, parientes de los ladrones y ladronas.
El Estado interviene, regula y, por supuesto, recauda. El problema es que no dice para qué. Otra cosa habría sido si se hubieran comprometido a destinar los 3.000 millones que ganaron anteayer a la construcción de cien hospitales o de mil escuelas. Las arcas rebosan y los servicios básicos que ese Estado tendría que prestar -salud, educación, seguridad- no funcionan.
Soy anarquista. Creo que el Estado tiene que desaparecer y va a desaparecer, alguna vez. Mientras tanto, es la única herramienta que permitiría que unos pocos no se queden con todo, muchísimos con nada. Pero, para eso, el Estado debe ser controlado: ése sería el rol de la política. Qué pena que ya tampoco haya.
Hace 5 años.
1 comentarios:
a mí algo que siempre me llamó la atención fue lo poco que se "trabaja o evoluciona" en el campo. algo histórico del país, vendemos lo que nos da la tierra y a la mierda...no se preocupan por innovar, incporar mas tecnología, cultivar otras cosas, no hacer mierda el suelo para enriquecerse hoy y los que vienen que se jodan...en fin...
las retenciones, como cualquier otro impuesto, ojalá se supiera exactamente que se hace con eso...
saludos, quizás mas luego comento de nuevo.
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