El Twingo chocado avanzaba por la Panamericana y la gran ciudad empezaba a quedar atrás. El clima anunciado para la costa no prometía maravillas -de hecho ya se estaba poniendo feo el asunto- pero a veces gana lo más simple, como un alojamiento gratuito y el querer huirle a lo cotidiano. Y en eso andábamos los tres mientras en el auto sonaba Ace of Base grabado en un CD conectado al pasacasette gracias a un viejo casetito adaptador.
Al volante iba Agus, tirando papeles por la ventanilla del acompañante porque la suya no bajaba. (El auto acababa de pasar una verificación técnica oficial y solo acusaba un ruidito extraño, lo cual era una enorme mejoría con respecto al 505 con el que habíamos ido a la costa en enero para luego comprobar que tenía una "autonomía sin necesidad de grúa" de 150 kilómetros.) A su lado viajaba quien suscribe, que continuando un chiste interno marcaba la presencia de los patrulleros al grito de "eh gato" o algún insulto marginal equivalente. En el asiento de atrás viajaban los bolsos -mochilas con tres mudas de ropa- y Felipe -alias El Tio-, que cámara en mano registraba las curiosidades del viaje, como por ejemplo la colectora inundada por la que intentamos pasar (nos mandamos detrás de un camión que nos separaba las aguas mientras El Tío gritaba "¡es Moisés, es Moisés!") y el corte de ruta que nos tuvo clavados tres horas y media en el kilómetro 35.
Miramar a esta altura del año y con la pesada lluvia que caía era casi una ciudad fantasma, así que el primer día nos encontró viendo el DVD de la superlativa The Host (que a Agus no le gustó por "bizarra", punta de lanza para todo un debate sobre las reglas de lectura) y algunos partidos de Primera División. Agus estaba en modo "Pedro Picapiedra recién llegado del laburo", viendo TV con las patas arriba de la mesa y lanzando ocasionales pedidos de comida que sonaban como cuando Pedro dice "¡Vilmaaa!". La Vilma de este viaje resultó ser Felipe, que no solo hacía la comida sino que también hacía las compras y lavaba la vajilla. Este servidor, mientras tanto, se ponía el delicioso soundtrack de Kill Bill y Felipe, entusiasmado, servía la mesa cantando "Malagüeña Salerosa".
A la noche salimos a la peatonal para comprobar la teoría que sostiene que, en Miramar, quienes cumplen los 15 años son obligados a irse de la ciudad y solo se les permite regresar al cumplir cuarenta. Aburridos, a la una de la mañana agarramos el Twingo y vencimos la niebla y el estado monstruoso de la ruta provincial número uno para llegar a Mar del Plata en tiempo récord, y salimos a un buen bar/boliche. Algunos terminaron la noche un poco más arriba, incluso. Regresamos a "la ciudad de los niños" a un horario más bizarro aún, y cerca de las seis de la mañana comenzó el campeonato de siesta que tuvo por claro ganador a Augusto, que marcó 8 horas 30 y se despertó pasado el mediodía para poner, una vez más, al fútbol televisado. ¿Un sábado a la mañana? Claro: Agus -no conforme con el partido de Arsenal de Sarandí del día anterior- encontró el partido del otro Arsenal, el de la Premier League.
Le siguió un almuerzo gasolero con sendos sandwiches de jamón, queso y tomate y la promesa de meterse al agua sin importar el frío o el clima. El día resultó ser el menos peorcito de la semana, asíque a los diez minutos estábamos toalla en mano y pies en la arena. Dejamos las cosas y corrimos al agua, previo establecimiento de una multa para quien arrugara y no se metiera. El agua estaba... como decirlo... congelada. Tan fría que parecía caliente, o que ya no sabíamos qué parecía, porque no sentíamos nada. Algunos gritos medios histéricos y a los cuatro minutos ya estábamos afuera, secándonos al sol que amagaba con salir.
Cumplida nuestra misión volvimos a La Feliz, esta vez refugiados en la casa del tío de Agus, en donde la previa de la cena incluyó un Carrera de Mente Turista y algún comentario a propósito del peluche de Winnie Pooh que parecía un levantador de pesas de la Unión Soviética. Nueva salida a la noche para terminar, otra vez, descosiendo el colchón a puro ronquido. El domingo nos despertamos cerca de la una, desayunamos unas Variedad con Coca-Cola y emprendimos una vuelta a casa que incluyó todos los climas conocidos en Occidente y más canciones en CD que pusieron en tela de juicio nuestras orientaciones (piensen en una seguidilla del tipo "Girls just want to have fun" - "Lovefool" - "Just a girl"). Aunque la canción oficial del viaje fue la cortina de la serie "Harvey Birdman, Abogado", que a continuación reproducimos en su versión a capella cortesía del Trío Salchicha:
Hace 4 años.
7 comentarios:
xD !
La hinchada pide más relatos de viaje.
Muy buena crónica.
La pregunta es: A dónde van a parar aquellas personas de entre 15 y 39 años que son expulsados de la ciudad balnearia? :P Posiblemente estén haciendo lo que no les dejan hacer allí en las localidades vecinas, en donde sí son aceptados con gusto.
Saludos.
Genial el Winnie Pooh musculoso de la URSS.
fantástica crónica... me intereso la cuestión del Tío-Floricienta y Augusto-Picapiedra
fantástica crónica... me intereso la cuestión del Tío-Floricienta y Augusto-Picapiedra. vos qué hacías mientras tanto?
Fede, que buena Crónica y coincido con "Dante" ...mas relatos más relatos!!!
Ay! ese muñequito de Pooh...es verdad parece un "musculoso de la URSS" peor igual es re tierno!!
Cuidate!
*Sol*
pd: pòbre tu amigo Felipe...irse de vacas para trabajar...!! =) Besos
la flor de porng- la tengo entre las pierna y cuelga con dos amigos, si queres martín y te interesa me llamas. besos felipe
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