Reseña: "Visión de Paralaje", de Slavoj Zizek sábado, 21 de marzo de 2009



Visión de paralaje
Slavoj Žižek
Fondo de Cultura Económica, 2006



El esloveno Slavoj Žižek es una de las mentes jóvenes más importantes de la actualidad. Desde su irrupción en la escena internacional con El sublime objeto de la ideología (1989) –una obra clave que reformulaba el problema de lo ideológico a partir de los aportes del psicoanálisis–, se ha dedicado a iluminar distintos aspectos del arte, el psicoanálisis y la filosofía, a partir de Lacan, Hegel y los más variados ejemplos de la cultura popular. Su obra, como la de todo buen filósofo, no se propone brindar respuestas, sino mejorar las preguntas.

Visión de paralaje es su trabajo más ambicioso, en el que se aproxima a algunos de los debates cruciales de nuestra era con el fin de contribuir a una reconstrucción de la teoría crítica a través de tres grandes capítulos: filosofía, ciencia y política.

¿Qué es la paralaje? Déjenme explicarlo a través de un ejemplo. ¿Ubican las cámaras compactas? Como bien sabemos, lo que el fotógrafo ve en ellas a través del visor no coincide con la imagen capturada a través del objeto de la cámara. Este aparente desplazamiento del objeto observado debido al cambio de posición del observador es lo que se denomina la paralaje. ¿Cuál sería, entonces, el “verdadero” objeto? En términos del viejo debate objetivista-subjetivista, no hay “una” realidad única que nos permita afirmar “éste es el objeto” (real, positivo)… pero tampoco hay “múltiples realidades” que convivan pacíficamente en un Todo que sería, apenas, la suma de éstas. Justamente, dice Žižek, “lo Universal como tal es el sitio de un insoportable antagonismo”: no es posible una “síntesis” entre las dos. ¿Hasta acá me siguen? Pues bien: Žižek aplica esta noción a lo que Jameson llama las grandes oposiciones binarias: sujeto vs. objeto, materialismo vs. idealismo, economía vs. política. Éstas son distintas formas de nombrar esta brecha de paralaje: sus tensiones e inconmensurabilidades son indispensables para el pensamiento productivo –siempre y cuando no creamos que la verdad reside “en algún punto intermedio”; es decir, siempre y cuando perpetuemos la tensión y la inconmensurabilidad en lugar de intentar de paliarla o conciliarla.

¿Qué significa esto en términos de una filosofía crítica? Que debemos tener en cuenta la “irreducible dualidad” de, por un lado, los procesos socioeconómicos que tienen lugar en la realidad así como, por el otro, su proceso político ideológico. Una visión marxista clásica hubiese supuesto que el dominio de la política es estéril, apenas un teatro de sombras. ¿Pero qué pasaría si ese teatro de sombras fuese, justamente, crucial a la hora de transformar la realidad? En tal caso, aunque la economía sea el verdadero sitio y la política un teatro de sombras, la principal lucha debe ser dada en la política y en la ideología.

Esta lucha es un Universal combativo que Žižek opone a toda una corriente desarrollada en los últimos tiempos por los llamados Estudios Culturales –teorías académicas muy en boga en las universidades del Primer Mundo, donde las nociones de “multiculturalismo” y “tolerancia” se convierten en críticas microscópicas, inofensivas, que se diluyen antes de llegar a cuestionar los principales núcleos del poder. Pero Žižek, un verdadero filósofo radical, quiere dar ese paso: contrariamente a los posmodernos, que afirman que todo se trata de juegos de apariencias y verdades relativas, en Visión de paralaje afirma que no todo se reduce al juego de las apariencias: hay un Real –el antagonismo. Nunca podremos alcanzar una visión “neutral”, no perspectiva, del objeto. Existe una verdad, no todo es relativo, pero esta verdad es la verdad de la distorsión perspectiva como tal. Por eso tenemos que “hacer las paces con la incomensurabilidad misma” y reinvidicar la noción de conflicto.

En una entrevista reciente, Žižek afirmaba que “la verdad universal, en sí misma, es parcial y comprometida”, y es desde ese lugar que cuestiona la crítica “burguesa” de la violencia: el descartar, el establecer una diferencia, el trazar una línea de separación ya es un acto violento en sí mismo. “La libertad no es un estado neutral y feliz de armonía y equilibrio, sino el acto violento que perturba el equilibrio.” La tarea, hoy, no es la síntesis sino la separación, la distinción. ¿Alguna vez pensaron en lo violento que son los actos de amor? Cuando yo digo “te amo”, estoy diciendo que de entre todos los seres del mundo, elegí a una persona para amarla más a cualquier otra. La política es, en este sentido, un acto de amor. Por eso una revolución sin violencia es una revolución sin revolución: sería una forma budista (zen, new age, ) de hacer política, lo cual “es en última instancia la de la indiferencia, la de aquietar todas las pasiones que se esfuerzan por establecer diferencias”… mientras que el amor “es una pasión violenta que introduce una diferencia, una brecha en el orden del ser, para elevar y privilegiar cierto objeto a expensas de otros”. De esto se trata la apuesta violenta, intolerante, de Žižek. Si me preguntan, la única que nos queda.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Exactamnte, Fede, creo que lo verdaderamente importante de Visión de Paralaje es que explica muy bien mediante el concepto de paralaje ó brecha el núcleo subversivo de la dialéctica, como él mismo lo dice en el libro.