“La humanidad es víctima de una plaga virulenta creada en laboratorio. Ahora, el virus está entre nosotros. Se contagia en cuestión de segundos.”
Estas líneas componen la sinopsis de la película Exterminio, pero no hubiesen desencajado en alguna emisión de noticias durante el invierno argentino. Lo que es más: ayudan a pensar, como pocas otras cosas, el estado actual del periodismo.
En marzo de este año, en el estado mexicano de Veracruz, las autoridades locales se encontraron con una anómala cantidad de enfermos de gripe. Luego de algunas semanas de exámenes y sospechas, la Organización Mundial de la Salud (OMS) confirmó que se trataba de una variante de influenza o gripe común originada en cerdos, que ataca a seres humanos provocando problemas respiratorios que, en algunos casos, pueden ser letales.
Las noticias sobre esta nueva “gripe porcina” –o Gripe A H1N1, según su nombre científico– pronto tomaron ribetes paranoicos, y durante varias semanas la Argentina quedó a merced de la desinformación mediática.
Esta campaña de miedo fue llevada a cabo de manera prácticamente sistemática por varios comunicadores, los cuales cada mañana repetían una y otra vez los niveles de alerta de la OMS cual partes meteorológicos.
El bombardeo alcanzó su clímax el 11 de junio, cuando la afección fue declarada como “pandemia” –una palabra mágica que rápidamente llevó a asociaciones libres con diversos récords mundiales (“es la peor enfermedad desde tal año”, “es la peor peste desde el siglo tanto”…) y desató una verdadera psicosis colectiva.
De repente, consejos contradictorios, parciales y esquizofrénicos inundaron los programas de la mañana y en todos los hogares del país se comenzó a discutir si las manos debían ser enjugadas con alcohol en gel o con jabones especiales, si barbijo o no barbijo, si salgo de mi casa o me encierro bajo siete llaves.
Lo más parecido a una producción propia que realizaron los noticieros y programas de radio fue el haber conseguido a un par de directivos de hospitales locales para que confirmaran o desmintieran los números oficiales sobre la gripe. De esta manera, la campaña electoral se coló en el medio del debate, mientras las investigaciones científicas brillaban por su ausencia.
La temporada cerró con unas quinientas muertes, número inferior a los muertos por gripes corrientes o por tantas otras enfermedades que –acaso por viejas o demodé– jamás llegaron a la tapa de los diarios. Después de todo, la principal secuela de la Gripe A fue un aprendizaje: cómo construyen realidades los medios de comunicación.
Hace 4 años.
2 comentarios:
Y no hay que olvidarse de los (el) Médicos sin Banderas.
Me parece que obviás las operaciones del gobierno, ni menos ni menores. No sólo decenas de rimbombantes comunicaciones al respecto sino negociados que impusieron alcohol en gel (contra la opinión profesional de los servicios de medicina laboral) en diversos edificios públicos e incluso la estúpida provisión de barbijos a empleados que contactaban público.
Resulta injusto y sesgado criticar a los medios de comunicación y soslayar al poder político cuando las operaciones son básicamente las mismas.
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