La disgresión estaba perdida en una reseña cinematográfica de la revista El Amante. Este cronista, cuyo nombre no recuerdo y con cuyo artículo aún no volví a dar, comentaba su particular relación con el peronismo. Decía algo así como que lo defendía frente a sus enemigos, pero lo discutía y criticaba al interior del mismo.
Reflexioné un momento sobre esta posición tan singular y, a la vez, tan extendida entre cierto progresismo argentino, trasladada a lo que sería la experiencia de los gobiernos Kirchner. Pensé, a la vez, que un poco de esto estaba teniendo lugar en este espacio durante estos meses, con un punto de inflexión en el conflicto agrario.
Es que, si bien quien suscribe siempre tuvo en claro que "la vara para medir una gestión no debe pasar exclusivamente -ni mucho menos- por el tenor de los enojados con ella", dado que "eso es una trampa y la teje, fácil, el propio gobierno"... también es cierto que la brutal ofensiva ideológica antikirchnerista de los dos principales matutinos del país y los principales grupos de medios audiovisuales (Clarín, Telefónica, Vila-Manzano-Narváez) urge, de tanto en tanto, una clarificación que desembarre la cancha y pueda, si acaso, cambiar el eje del debate.
Esto no va en detrimento de que uno pueda tener, a grandes rasgos, enormes diferencias con el proyecto global kirchnerista y hasta creer ser un opositor -por izquierda- del gobierno: pensar, por ejemplo, que al país no le alcanza y no le sirve este neodesarrollismo con base agraria. O constatar que casi ocho años de este modelo económico (si incorporamos a la cuenta la gestión Duhalde) han producido crecimiento sin desarrollo: grandes riquezas y pingües ganancias para ciertos sectores, que sin embargo no produjeron una mejor distribución del ingreso --la cual, hoy, es sencillamente escandalosa.
Sin embargo, de tanto en tanto conviene bajar a la lucha política más de superficie, aquella que se juega día a día, semana a semana, y ver qué están discutiendo algunos de los principales actores de la política local más allá de lo que le están haciendo decir los principales medios.
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Alberto Fernández fue Jefe de Gabinete de 2003 a 2008. Luego de su salida del gobierno, posterior a la derrota oficialista en el Senado con la 125, los flashes de la prensa opositora lo buscaron con insistencia para poder hacerlo hablar en contra de Kirchner. ¿Lo lograron? Si obviamos los títulos descontextualizadores y escuchamos lo que tiene para decir -más allá del casetito del poder, del funcionario obligado a callar u omitir ciertas cosas- creo que vamos a encontrar bastante tela para cortar.
Esto no implica, en absoluto, mi adhesión a las opiniones aquí vertidas por el ex Jefe de Gabinete kirchnerista. Sí, que el escuchar con más atención ciertos discursos puede ayudar a desmontar algunas de las estrategias discursivas de la derecha local, que de una manera análoga a lo que hacen con Lula, con Bachelet o con Obama, les hacen decir ciertas cosas que al final, no son tanto. Les paso fragmentos de una entrevista que salió el domingo en la edición impresa del diario La Nación y que tiene una estrategia discursiva parecida, aunque menos virulenta y obvia, que la de otro reportaje publicado en julio en la que el titular no se corresponde con el espíritu de lo que intenta explicar el entrevistado.
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Entrevista a Alberto Fernández
por Any Ventura
publicada en La Nación, 22-11-2009
- Repasemos los distintos ejes de la política argentina de los últimos años y, en ese marco, cuénteme: ¿Cómo fueron los entretelones del conflicto del campo?
- Como primer punto se tiene que explicar cómo se toman las decisiones en el Gobierno: nos reuníamos Néstor, Cristina y yo. Veíamos un poco la situación, cambiábamos opiniones y decíamos "vamos para acá". En enero de 2008, con Cristina y Néstor habíamos estado en una reunión con Martín Lousteau en la que le planteamos las posibles consecuencias de la crisis internacional: una caída de los ingresos y déficit. Lousteau hizo un análisis que finalmente se cumplió. O mejorábamos los ingresos o reducíamos los gastos. El nivel de subsidios era del 4,5% del producto bruto. No íbamos a poder resistir.
(...) Conclusión, no se quisieron tocar los subsidios. Entonces hubo que pensar en tocar los ingresos, y el campo estaba teniendo una renta extraordinaria. Moreno hizo una propuesta muy severa que consistía en subir todas las retenciones a un punto enorme. Entonces le pedí a Martín Lousteau que pensara una alternativa. Ahí surgió la alternativa de las retenciones móviles. Y ahí empezó la discusión. Se anunció como una noticia más. Fue página 14 de los diarios. Y se desató el paro. En ese momento hablé con Miguens y con Eduardo Buzzi para sentarnos a conversar. Pero prolongaron ese paro por Semana Santa. Ahí todo se fue de las manos. Lo que hacía todo más difícil era que la oposición se colgó del reclamo del campo. Cuando miro para atrás me doy cuenta de que el único que fue retrocediendo fue el Gobierno, a pesar de que todo el mundo siente que el Gobierno fue inflexible. Se excluyó a los pequeños productores y, sin embargo, no funcionó porque había una gran parte del campo en negro que no podía reclamar las compensaciones. (...)
- [A Néstor Kirchner] se le achaca una forma beligerante, muy confrontadora...
- El confrontaba con la prensa, pero de cara a la gente. Se paraba en el atril y decía "el domingo leí que Morales Solá..." y lo retrucaba. A mí me parecía un modo legítimo de retrucarle a la prensa. No hubo ahí demasiados conflictos. (...)
- ¿El principio del fin puede ubicarse con la renuncia de Lavagna? Algo pasaba que indicaba que el rol de ministro de Economía iba a desaparecer.
- Lavagna fue un ministro muy importante, sin ninguna duda. Pero no estoy muy seguro de que haya sido con su salida que empezaron los problemas. Objetivamente, los problemas empezaron con la crisis del campo. Porque el Gobierno prescindió de sus aliados y se encerró. (...)
- La impresión era que, sin un ministro fuerte, el camino de Guillermo Moreno no tenía techo.
- Guillermo Moreno es un personaje menor que ha adquirido trascendencia.
Hace 5 años.
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