The Salchicha Times - Edición Especial martes, 9 de marzo de 2010

Crónica de una derrota anunciada
por Fede y El Tío

El día en que lo iban a matar (en un partido de fútbol), Federico P. se levantó a las 9.50 de la mañana para despertar a su amigo El Tío. Era sábado. Enorme fue su sorpresa al notar que el mismo celular que un segundo antes le ofició de despertador anunciaba dos mensajes de texto nuevos. Los dos, justamente, del Tío. El primero decía:

Chicos, hoy no juego, juega Mante y su hermano x mi. Los quiere, Feli. Pasen a buscar al gordo. - 06:57
Y el segundo, más urgente:
CHICOS. NO JUEGO. JUEGA MANTE Y EL HERMANO X MI. LOS AMO - 09:33
Para más datos, El Tío resultaba ser el único arquero con el que contaban en su apoyo al Beto Team. (El año pasado, hubo al menos media docena de jornadas en las que el Equipo Salchicha se unió para bancar -infructuosamente pero con cariño y tenacidad- al equipo de Beto). Eran las 10 de la mañana y a las 10.45 Beto los esperaba en un puente de Panamericana, para jugar once y media en Escobar.

Lo primero que hizo Fede fue llamar al ahora suplente Mante, al celular y a la casa. No atendía. Lo segundo fue llamar al Tío y poner los puntos en las íes.

- Brhshola muchachonnmngr
- Tio, ¿que haces?
- Bienfh. ¡No! Malh
- ¿Qué te pasa?
- Tomée muchomf, me ssiento maljd
- Felipe, no tenemos arquero. Sos el único arquero. Vas a venir a jugar. Beto te está esperando.
- Uhhfhbueno
- Paso por tu casa diez y media.
- Todhsavía esthfoy enn Corrientesh y Uriburuhh...
- Paso por tu casa diez y media.

Fede agarró el auto y en unos minutos llegó a la puerta de lo del Tío, que aún no había regresado. Finalmente apareció, harando con su Gol, y en tiempo récord se buscó en su casa un pantalón y botines. Ambos partieron rumbo a lo de Augusto, la última escala antes de ir por Beto.

Augusto salió de su casa con una tela blanca y rota que oficiaba de pantalón deportivo ya que "los shortcitos me los olvidé en lo de mi hermana" (sic). Sus amigos le dijeron que parecía una túnica romana. Preguntó si alguien tenía "un short de más", cosa que -cabe recordar- en general no sucede muy a menudo en los equipos de fútbol amateur. Los tres estaban muy cansados.

Salieron para Panamericana.

Beto dijo que los estaría esperando "un puente pasando Márquez", ubicación que ninguno recordaba con exactitud más allá de "tenerlo de vista", por lo que el copiloto designado fue Augusto, que vive a apenas un par de kilómetros. Augusto convenció a los presentes de seguir "todo por colectora" para luego "cruzar Panamericana por debajo y seguir derecho". No tenía demasiado sentido pero, hey, estaban hablando con el local. En un momento la cosa se tornó medio extraña, "Lisa lloró, yo lloré, Maggie río, todo fue una confusión", tuvieron que dar una vuelta manzana, y los chicos empezaron a perderse. Eran las 10.45.

La cosa se puso aún más bizarra cuando descubrieron que su última maniobra había sido subirse al ramal Tigre, cuando lo que necesitaban -recordemos- era ir camino a Escobar. Después de un confuso llamado telefónico con Beto, Augusto ordenó, muy dedicido, a bajar en la ruta 202 y empezar a ir por ella hasta la supuesta via a Escobar. Luego de varios kilómetros, la Panamericana no se divisaba por ningún lado y ya eran más de las once. Para colmo, cuando por fin comenzaron a acercarse a la famosa autovía, el camino que conducía a ella finalizó abruptamente por estar en construcción. La señalización indicaba desvíos por caminos de tierra. Los chicos agarraron una de las paralelas y El Tío le preguntó a unos policías cómo salir para Escobar.

- Mirá, tenés que doblar a la derecha, hacer una cuadra, doblar a la izquierda, y salir todo derecho. Pero suban las ventanillas, traben las puertas, y no paren por nada.

El aviso chucknorriseano venía a cuenta porque estaban atravesando una acogedora villa de San Fernando. (Nada extraordinario. Además era de día.) Augusto ya estaba enojado por la situación y, a los gritos, se defendió: “¡No tengo un GPS en el culo!”. Finalmente salieron a Panamericana y -previa consulta con el titular de una remisería local, de musculosa y visera- agarraron correctamente.

Se encontraron con Beto, que estaba esperando en el auto hacía ya un tiempo, y emprendieron en caravana el viaje a las canchas, a todo vapor, sin que mediaran demasiadas disculpas. Ya eran las 11.30 y todavía faltaban como veinte kilómetros.

A todo esto, El Tio se acordó del boliche Amerika del día anterior, sacó la cabeza por la ventanilla "como un avestruz" y dejó un bonito recuerdo en el costado del auto, mientras golpeaba el vidrio trasero y gritaba "auxilio, auxilio". "No tomo más esa bebida Peter’s, por favor, que alcohol berreta", exclamó, mientras dejaba un bonito Pollock en el rodado, el pase de factura por la bebida en la "fiesta de la espuma" del viernes. Beto, desde su auto, miraba con atención la escena desde el espejo retrovisor. “¡Ese es nuestro arquero!”, pensaba.

Dos minutos después El Tío dijo "ya estoy bien, ya estoy bien". Llegaron a las famosas canchas mientras los amigos de Beto, sentados frente a la parillita en la entrada, saludaron a su amigo con la aclaración: “Todo bien, jugamos este partido. Pero nunca más, mirá como están las canchas”. El campo de juego estaba lleno de pozos y montículos de tierra. “Tuvimos que desalojar al Oso Hormiguero de la Pantera Rosa”, explicó El Tio.

El match, un amistoso contra un equipo desconocido para probar el terreno de juego, fue anecdótico. O sea, una anécdota para contarle a tus nietos... de lo mal que llegó uno a jugar en determinado momento de su vida. Que haya sido a los 24 años sólo agrega preocupación al asunto.

Los de camiseta roja, es decir, los betenses + salchichas, tuvieron una pésima tarde. A los contrarios, de gris, todo les salió bien. Y podrían haber ganado por más. El Tio luego declaró haber tenido "otra noche Amerika" porque durante el partido se comió "dos palos y un travesaño". A Fede los laterales le ganaron la posición una y otra vez, y en sus salidas desde abajo regaló la bocha más de una vez. Augusto se paró arriba como un buen Palermo, pero ante cada pelota que le llegaba hacía La Grulla como Karate Kid y se le iban todas largas.

Cerca del segundo tiempo, a Fede se le acalambró un gemelo y salió del campo de juego. Cuando se sintió un poco mejor, le preguntó a uno de los chicos alcanzapelotas que estaban al costado si alguna vez había visto jugar a un equipo tan mal "como a estos de camiseta roja". "No, tan mal nunca", contestó el pibe. Luego fue al baño, que quedaba a unos cincuenta metros, detrás de la parilla loca. Allí, con un pie descalzo porque había recibido un taponazo, se sentó en el inodoro y miró el piso mojado. Amagó con prender la luz, pero se dio cuenta de que no había lamparita, sólo el foco oxidado. Pensó por un segundo en lo estúpido que sería morir electrocutado con los pantalones bajos en un baño de Escobar. Luego volvió al costado de la cancha y presenció los últimos instantes del partido.

El encuentro, de dos tiempos de 40 minutos bajo un sol abrasador, terminó 7-0.

Abajo.

2 comentarios:

Pat- dijo...

Muy buena crónica, me gusta este estilo. La foto del romano Augusto grafica excelente ese proyecto de short que usó, yo creo que la bandita elástica fue lo que dió el toque de glamour, claramente.
Pobre Feli, dejando un Picasso en el Fox. Menos mal que me avisó: "yo que vos no me acercaría mucho".
Ya vendrán resultados mejores :D

Saludos.
Pat-

Martín dijo...

“¡Ese es nuestro arquero!”

JUAAA!