Una postura política frente al fenómeno de las redes sociales sábado, 24 de abril de 2010



Sobre conspiraciones digitales
El sábado pasado, almorzando con mi amigo Lucas, comentamos al pasar nuestro desprecio por las llamadas "teorías conspirativas". Como los dos teníamos posiciones coincidentes frente al fenómeno, no hubo demasiado para discutir y rápidamente pasamos a otro tema, aunque Lucas aprovechó para citar la muy buena entrevista que La Nación le hizo al escritor Guillermo Martínez. Allí, Martínez afirmaba que los ciudadanos comunes tienen la tendencia a creer en las teorías del complot, porque ese mecanismo contribuye a elevarles la autoestima. Según el escritor,

"La gente tiende a descreer de las explicaciones más sencillas y lógicas y, en cambio, cree con facilidad en historias de poderes ocultos que conspiran para producirlos. Esa creencia genera la sensación de que uno es un iluminado y no un ingenuo, como todos los que «compran» la versión oficial. Por eso digo que es un mecanismo que está al servicio de elevar la autoestima. Aunque, ojo, a veces los paranoicos tienen razón. Es obvio que las logias existen, pero de ahí a suponer que todo lo publicado es falso hay un trecho largo".
En efecto, una de las batallas ideológicas más importantes que debemos dar en este momento es aquella que apunta a este tipo de teorías totalizadoras y simplificantes. Y no se trata sólo de discutir si el hombre llegó a la Luna o si a John F. Kennedy lo mataron los extraterrestres. También hay que evitar las estupideces maniqueas que le adjudican todos los males de este mundo a "los medios" o al control de alguna logia secreta. En otras palabras: Zeitgeist, la tenés adentro.
Algunas de las teorías conspirativas más desacertadas de los últimos tiempos tienen como protagonista a la red social Facebook. Se llegó a afirmar, por ejemplo, que el verdadero dueño detrás del sitio es el mismísimo FBI. Las aseveraciones son fuertes pero las pruebas fidedignas de aquellas denuncias brillan por su ausencia. En ese sentido, resulta sintomático el siguiente párrafo de un artículo publicado por Rebelion.org en 2008:
Según precisó una fuente especializada que pidió el anonimato, se descubrió que Facebook es un arma militar de espionaje y desestabilización, creada por los sectores más extremistas de derecha (los siniestros "neocons" o neoconservadores) para captar información de los usuarios y manipularlos con fines geopolíticos y estratégicos.
Las intenciones pueden ser las mejores, pero huevadas como estas no hacen más que empobrecer el debate y deslegitimar una necesaria tarea de un análisis crítico de determinados fenómenos de nuestro tiempo.

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"El plan de Facebook para apropiarse de la red"
Hago esta extensa aclaración porque lo que sigue es, en efecto, una mirada crítica de Facebook, pero una mirada que esquiva los lugares comunes y los anuncios apocalípticos. Sin ir más lejos, el autor de esta columna -el periodista Farhad Manjoo- es alguien insospechado de luddismo. Manjoo escribe para la revista digital Slate, dependiente de los editores del Washington Post, y en varios pasajes del artículo (que acá pueden leer completo, en inglés) celebra la tarea emprendida en los últimos meses por la red social. En otras palabras: Manjoo no adscribe a ninguna teoría conspirativa, sino que -como buen experto web- se limita a analizar y a poner en perspectiva una serie de cambios recientes en el modelo de negocio de las redes sociales. (Más allá de que el título de su nota, "pochoclero" por demás, parece ir en esa dirección). Sostiene el experto web:
Tus sitios favoritos ahora están conectados al cerebro de Facebook. En el servicio de stream de música Pandora, ahora podés pulsar "Me gusta" en cualquier canción que escuchás; esa preferencia será enviada de vuelta a la red social, alertándole a tus amigos sobre tu nuevo gusto musical. Podés hacer lo mismo con una película en IMDb, un restaurant en Yelp, una noticia en CNN.com, cosméticos en Sephora.com, jeans en Levi's, y decenas de otros productos y servicios de toda la web, incluyendo todo lo publicado aquí en Slate. Estos diminutos, nuevos botones "Me gusta" parecen bastante simples y amigables. No te dejes engañar. Son la vanguardia del brillante e imparable plan de Facebook para catalogar la web entera, y existe la probabilidad de que en los próximos años le ayuden a la red social a rehacer todo el mundo online.

Los botones "Me gusta" son parte de una gran iniciativa que el CEO de Facebook, Mark Zuckerberg, reveló esta semana en una conferencia de desarrolladores de la compañía que tuvo lugar en San Francisco. Los detalles son técnicos, pero es fácil de entender a grandes rasgos: Facebook está cooptando el resto de la Web. A menudo, a Facebook se lo calificó peyorativamente como un "jardín amurallado", un servicio que no permite a los usuarios interactuar demasiado con aquello afuera de sus bordes azules monocromáticos. El conocimiento convencional entre los techies es que los jardines amurallados nunca duran --no importa cuántos miembros atraigan, la gente atrapada en el jardín eventualmente intentará escapar a pastos más verdes. Zuckerberg y Cía. están bastante al tanto de estos peligros, y durante los últimos años el sitio se fue abriendo gradualmente a servicios externos. Pero Facebook no está tirando abajo sus muros. Simplemente los está expandiendo. Está invitando al resto de la web a jugar en el jardín, desdibujando las líneas entre lo que es Facebook y lo que no.

A partir de ahora, estarás interactuando con Facebook incluso cuando estés lejos de Facebook.com. Además de los botones "Me Gusta", los desarrolladores web pueden instalar una serie de plug-ins de Facebook. Los sitios pueden dejar que uses tu cuenta de Facebook para loguearse a sus servicios y dejar comentarios. También pueden mostrarte cuáles de tus amigos de Facebook se unió al sitio y cuáles páginas les "gustaron", así como enviarte recomendaciones basadas en tus preferencias y las de tus amigos. Zuckerberg dice que estos plug-ins harán más "social" a la web, y que al "volver social" una página es más probable que la gente interactúe con ella.

Parece tener razón: yo visitaría Yelp más seguido si mi experiencia allí fuese personalizada --si mis calificaciones a restaurants pudieran ser destacadas para mis amigos, o si pudiera ver una lista de recomendaciones para cafés locales basados en los lugares que les "gustaron" a mis amigos en Facebook. Piensen de qué manera Pandora usará el sistema de Facebook. Los sitios de recomendaciones musicales toman tiempo para instalarse, ya que personalizan su lista de reproducción basadas en los temas que vos escuchás durante un largo período de tiempo. No obstante, al acceder a tu perfil de Facebook, Pandora debería poder determinar al instante qué canciones tocar, incluso si nunca antes visitaste el sitio. Prácticamente todos los sitios de internet podrían beneficiarse de personalizaciones similares. Pensá cuán más útil encontrarías un sitio de compras si te hiciera todo el tiempo buenas recomendaciones basadas en lo que te gusta y lo que no. O considerá qué tan más seguro te sentirías registrándote en una nueva compañía de preparación de impuestos si vieras que a tus amigos les gustó. A partir de ahora, ningun de nosotros surfeará la web solo; la gente en la que confiás puede ayudarte a organizar y explorar cada esquina de la web.

Pero el anuncio de Facebook no sería revolucionario si sólo se tratara de plug-ins. Después de todo, la web ya tiene un montón de ellos (...) ¿Qué vuelve a los "Me Gusta" de Facebook más poderosos que aquellos? Un par de cosas. Primero, Facebook es extremadamente popular: tiene 400 millones de usuarios frecuentes, y no sólo continúa creciendo, sino que continúa creciendo rápidamente. Lo que es más: los miembros de Facebook son ferozmente activos --no puede dejar de clickear alrededor de Facebook y el resto de la web. Cada mes, la gente en Facebook comparte colectivamente 25 billones de links con los demás. Facebook Connect, el servicio de ingreso que la red social lanzó hace dos años, ya fue adoptada por más de 80.000 otros sitios, y más de 100 millones de miembros de Facebook lo usan. En las 24 horas posteriores al lanzamiento de los botones "Me Gusta" en sitios como Slate, Facebook estima que recibirá un billón de clicks.

Y esta es la segunda parte de esta historia. Cada uno de estos "Me Gusta" --un billón de declaraciones de preferencia cada día, 365 billones cada año, por lo menos-- serán enviadas de vuelta a las oficinas de Facebook. Resulta difícil sobreestimar el valor, para Facebook, de toda esta actividad. Recuerden que la red social ya tiene la base de datos con conexiones entre personas más grande del mundo. Ahora, muy pronto, también tendrá la base de datos que conecta a toda esa gente con las cosas que les gustan, ya sean noticias, restaurants, canciones, libros, películas, jeans, cosméticos o cualquier otra cosa. Claro, un montón de otras compañías extraen datos de nuestra actividad online, pero el sistema de Facebook es mucho más poderoso porque es voluntario. Nosotros, las hordas de Facebook, estamos activamente llenando los slots en su base de datos, dándole a la compañía una imagen extremadamente detallada sobre nosotros y sobre nuestros amigos. Ninguna compañía --ni siquiera Google-- tendrá nada parecido a la eminente base de datos de intenciones y deseos humanos de Facebook. (...)

Facebook seguramente encontrará maneras de hacer dinero con todos los datos que reúne. Mientras más cliquees "Me Gusta", más fácil le será a Facebook el enviarte avisos hechos a medida de tus preferencias. Pero Facebook no necesita limitar sus avisos al interior de su propio sitio. La compañía ya está usando plug-ins nuevos que le permiten a otros sitios como Slate obtener información demográfica sobre los usuarios que visitan sus páginas. No resulta descabellado esperar que Facebook construya su propia red de behavioral targeting, una técnica de segmentación de mercado que permite que los sitios ubiquen publicidades específicamente diseñadas. (...)
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Una piba con la remera de Greenpeace
¿No se relaciona todo esto con el ya remanido tema de la reapropiación de los mensajes por parte del sistema? Para ponerlo en términos concretos: ¿Qué hacen un montón de grupos de Facebook a favor del comunismo o en contra de Estados Unidos sino legitimar más aún al mismo sistema capitalista norteamericano? ¿Qué pasa cuando mi interés expresado en Lenin, The Clash o Hitchcock se transforman en caminos para que me vendan más rápidamente una edición encuadernada de Qué Hacer, los mp3 de London Calling o un DVD de Vertigo?

Decía Bob Patiño en Los Simpson: "Sé que es una ironia usar un medio para destruir al mismo". ¿Por qué insistimos en usarlo, entonces, creyendo que "la técnica no es buena o mala, depende del uso que se le de", siendo que el propio desarrollo de esa red está teñido por los intereses socioeconómicos imperantes que guían sus diseños? No me refiero sólo al (ahora sí, verdadero) hecho de que un organismo como la CIA pueda obtener hoy, sin demasiado esfuerzo, información sobre la religión o adscripción política declarada de cuatrocientas millones de personas de todo el mundo. Va más allá del uso estrictamente partidario o de servicios de inteligencia: parece como si todos los datos personales que las leyes protegieron durante tanto tiempo de repente aparecieran en la red, voluntariamente ingresados por un montón de individuos que "le cuentan al mundo" sus gustos e intereses. En esto consiste ni más ni menos que el propio business model de las redes sociales: agrupar personas en torno a determinados intereses, y luego venderles productos específicamente dirigidos a su segmento. En ese sentido, Facebook y sus milimétricas categorías de clasificación de consumidores son el paraíso de la mercadotecnica. Las empresas de marketing están todas descorchando.

¿Cómo podemos abrir un espacio de libertad que redefina las coordenadas del debate? Que no sea, claro está, "armar un grupo de Facebook que critique a Facebook". A propósito de este complejo problema me quedaron picando algunas de las últimas líneas del recientemente citado Visión de Paralaje de Zizek:
La violencia es necesaria. ¿Pero qué violencia? Hay violencias y violencias: existen violentos pasajes que simplemente demuestran la impotencia del agente; existe una violencia cuya verdadera intención es evitar que algo efectivamente cambie; en una demostración fascista de violencia, debe ocurrir todo el tiempo algo espectacular de modo que precisamente nada cambie; y existe el acto de violencia que cambia efectivamente las coordenadas básicas de una constelación. Para que esta última violencia tenga lugar, su mismo lugar debe ser abierto por medio de un gesto que es claramente violento en su mismo rechazo impávido, por medio de un gesto de puro alejamiento en el cual, para citar a Mallarmé, rien n'aura eu lieu que le lieu, nada tiene lugar salvo el lugar mismo.
Y esto nos lleva al Bartleby de Melville. Su "preferiría no hacerlo" debe ser tomado literalmente: dice "preferiría no hacerlo" y no "prefiero no hacerlo (o no me importa)": de este modo, nos retrotraemos a la distinción de Kant entre juicio negativo e infinito. En su rechazo de la orden del Amo, Bartleby no niega el predicado, en realidad afirma un no-predicado: lo que dice no es que no quiere hacerlo; dice que preferiría (querría) no hacerlo. De este modo, pasamos de la política de la "resistencia" o de la "protesta" que se alimenta de aquello que niega a una política que abre un nuevo espacio por fuera de la posición hegemónica y de su negación.
Podemos imaginar las variaciones de ese gesto en el espacio público actual: no sólo el obvio "Existen grandes posibilidades de una nueva carrera. Únase" -- "Preferiría no hacerlo"--, sino también "Descubra las profundidades de su verdadero ser, encuentre la paz interior" --"Preferiría no hacerlo"--, o "¿Es consciente de que su medio ambiente está en peligro? Haga algo por la ecología" --"Preferiría no hacerlo"--, o "¿Qué actitud tomar ante todas las injusticias raciales y sexuales que vemos a nuestro alrededor? ¿No es tiempo de hacer algo más?" --"Preferiría no hacerlo"-- Éste es el gesto de sustracción en su forma más pura, la reducción de todas las diferencias cualitativas a una mínima diferencia puramente formal.
Bartleby repite "preferíria no hacerlo" y no "no lo haré": su rechazo no es respecto de determinado contenido sino en realidad el gesto formal del rechazo como tal.
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Volvemos a Facebook y pensamos en algunas respuestas. "¡Agregá tus intereses!" -- "Preferíria no hacerlo", "Votá en nuestra encuesta!" -- "Preferiría no hacerlo" -- "Ingresá tus películas favoritas" -- "Preferiría no hacerlo"...

¿Qué lógicas pueden llegar a cambiarse si esta "política de la sustracción" se transforma en un acto digital colectivo?

3 comentarios:

Cenicienta dijo...

Interesante análisis. Y Bob Patiño y Zizek en un mismo post, es todo lo que puedo pedir.

Paladino dijo...

Que grande!

Marco Mustapic dijo...

Lo que más odio de las teorías conspirativas (digitales y no) es la última oración, deslegitiman el debate real. Y qué si el propio gobierno de EEUU bajó las torres? Igual invadieron Irak y Afganistán, cagándose en cualquier tratado internacional. Se dice, no tan implícitamente, que si los terroristas te bajan las torres, está bien invadir, pero como fue el gobierno, entonces no.

Y lo mismo con otras teorías, que intentan hacer más terrible lo que ya es terrible.