2011: termina la maldición de los gobiernos débiles viernes, 28 de octubre de 2011

por Ignacio Zuleta
Ambito Financiero, 28-10-2011

Que el segundo mandato de Cristina de Kirchner sea el primer Gobierno de la década con fuerza y poder propio es el dato más saludable del proceso que se abre el 10 de diciembre. Desde la crisis de la Alianza en el año 2000 -renuncia de Chacho Álvarez a la vicepresidencia- la Argentina ha padecido la maldición de los gobiernos débiles. Lo fueron todos, desde el de De la Rúa de ese año hasta el que Cristina de Kirchner termina en diciembre. Que un Gobierno sea débil es malo porque impide que la administración tome medidas que puedan ser antipáticas para el público en el momento aunque en el largo plazo se justifiquen. Un Gobierno débil termina siendo un Gobierno que se asusta ante las puebladas y busca esconderse en demagogias o en el frenesí de la propaganda; suele terminar confundiendo programa de Gobierno con campaña publicitaria. Suele explotar las herramientas de la alienación, que ha condenado la modernidad como manera de gobernar en democracia, como el culto a la personalidad.
Un Gobierno tiene la obligación de ser fuerte, un mandatario tiene la obligación de pelear por su estabilidad, y más en un país como la Argentina en donde los gobiernos se caen cada tanto. Lo entiende el público que consiente que sus mandatarios cometan excesos en la protección de su estabilidad; el público en la Argentina le tiene horror al espectáculo de 2001 de las presidencias seriales y ha buscado quebrar esa cadena de desgracias que hace que cada diez años caigan gobiernos, cambie la moneda, haga más ricos a los ricos y más pobres a los pobres. Ésta una de las explicaciones del voto del 23 de octubre, que revela una finísima comprensión por parte de los votantes de lo que quieren.
Hizo ganar a todos los oficialismos en todo el país a los largo de 2011, incluyendo al oficialismo nacional. La instala a Cristina de Kirchner en otro mandato con un 54% de los votos, pero a la vez respalda a los legisladores de la primera oposición, el radicalismo, que no perdió ninguna banca ni en Diputados y ni en el Senado. Sostiene a esa fuerza en el control, pero la ha barrido de todas las provincias, salvo Corrientes. Quizás para que siga alimentando la UCR el método que le permite al peronismo realimentarse en el poder.

Iniciativa radical
Con melancolía y resignación, Ricardo Alfonsín le arrojó ayer otra flor al Gobierno al cual dice oponerse: dijo que el decreto que obliga a petroleras y mineras a liquidar sus dólares de exportación en el país es una vieja iniciativa radical que sostuvieron las administraciones de Arturo Illia y de su padre -no la de Fernando de la Rúa, que consintió la libre disponibilidad que les había dado Carlos Menem a esas actividades-. Se entiende que lo festeje el diputado, como Elisa Carrió que se cansó de repetir que la asignación universal por hijo era un invento de ella, pero que terminaron aplicando sus adversarios más jurados. También la privatización de Aerolíneas, la de los fondos de pensión y la ley de medios habían sido en el pasado iniciativas radicales que instrumentó el kirchnerismo. ¿Quién había privatizado aviones y jubilaciones? El peronismo, con la oposición del radicalismo. ¿Para quién se hizo la ley de medios de Gustavo López sino para Fernando de la Rúa?
Esos tres proyectos los movilizó Néstor Kirchner después de perder la elección legislativa del 28 de junio y antes de que asumiera la nueva Legislatura. Con eso logró hacer músculo, arrinconar a adversarios que no podían oponerse con sinceridad y convicción a proyectos que habían sostenido contra el peronismo. Con eso, como ahora Cristina de Kirchner con el decreto para la liquidación de los dólares, aplicó silenciosamente el método del peronismo para asegurarse la permanencia en el poder: interpretar el humor colectivo en torno a una agenda que la sociedad mantiene firme por lo menos desde 1995 -en la elección de ese año la expresó la fórmula Bordón-Álvarez-.
Acomodarse a esa agenda es lo que le ha dado a Cristina de Kirchner el principal producto de la elección del 23 de octubre: el suyo es el primer Gobierno fuerte de la última década. En 2003 su marido asumió después de perder la elección ante Carlos Menem y con el 22% de los votos. En 2005 -elecciones legislativas con Cristina candidata a senadora nacional por Buenos Aires- el kirchnerismo y el PJ que adhería al matrimonio sacó el 26,1% de los votos del padrón general. En 2007 la fórmula presidencial para el primer mandato cristinista sacó el 45,29% de los votos sostenidos por su alianza con una importante porción de la UCR -ponía el vicepresidente- y con el aporte de Daniel Scioli como candidato ganador en la gobernación de Buenos Aires. La alianza con esos radicales estalló pronto y sus consecuencias se vieron en las legislativas de 2009, cuando la dupla Kirchner-Scioli fue derrotada en Buenos Aires por un aficionado -Francisco de Narváez-, cuya habilidad fue traducir el humor antigobierno parado sobre dos apoyos ajenos, el duhaldismo provincial y el macrismo.
Entre 2003 y 2009, con esos números, las gestiones Kirchner debieron gobernar con apoyos frágiles que los obligaron a aplicar el mismo método que el peronismo -fuerza a la que le importa antes mantener el poder y después decidir para qué proyecto- empleó en 1973, cuando tradujo el viento de un sector de la burguesía en favor de las consignas insurgentes (el Perón usando a la «juventud maravillosa» a la que dejó en manos, al final, del lopezrreguismo). En los años 90, Menem supo expresar el hastío de las clases medias frente a un Estado que había fracasado y que parecía haber perdido la justificación misma de su existencia, que había producido en las décadas recientes miles de desaparecidos, había destruido riqueza a mansalva con crisis que terminaron en picos de hiperinflación y que había generado una deuda pública descomunal.


Lemas
Al Menem desregulador se le opuso un Raúl Alfonsín que importó al país las consignas contra el neoliberalismo y el consenso de Washington. Lo azotó al menemismo con esos lemas que en 1995 expresó el peronismo disidente del Frepaso, en 1997 la Alianza UCR-Frepaso que permitió que Graciela Fernández Meijide la tumbase a Chiche Duhalde nada menos que en el bastión más sólido del peronismo, la provincia de Buenos Aires.
En 1999 Eduardo Duhalde, candidato oficial, trató de reconvertir el discurso del peronismo apropiándose de esas banderas contra el neoliberalismo que tenía como emblema la convertibilidad. Fracasó en convencer a los votantes, fascinados con la dupla De la Rúa-Álvarez. Cuando el peronismo reasumió el Gobierno en 2002 para que Duhalde terminase el mandato para el cual le había ganado De la Rúa en 1999, el discurso antineoliberal ya era propiedad de los peronistas, como otras consignas de coyuntura que habían sido de los radicales, como el ataque a la integración de la Corte Suprema de Justicia que el propio peronismo había designado pocos años antes. El final del Gobierno provisional de Duhalde no se entiende sin este ingrediente de la pelea con la Corte, que lo amenazó siempre con convalidar la dolarización de la economía a cambio de que le diera estabilidad en los cargos.
Esa pelea con la Corte la retomó Néstor Kirchner desde 2003 traduciendo desde su debilidad de origen el humor colectivo que habían instalado desde la década anterior los radicales que jugaron otra vez un rol que explica su declinación electoral: compran la carne, encienden el fuego, pero al asado se lo comen otros.
Con ese método de apropiación de proyectos ajenos para asegurarse la identificación del público logró Néstor Kirchner transitar su débil mandato. Lo fue tanto que rechazó una reelección; no creía que tuviera la fuerza suficiente para que el peronismo se mantuviera en el poder. Antes, había dado giros rotundos para evitar colisiones con la opinión pública, como cuando cambió la política de seguridad al enfrentar el fenómeno de Juan Carlos Blumberg. Lo echó a Gustavo Béliz, identificado en su momento con el garantismo, y lo reemplazó por Alberto Iribarne, que venía de ser el viceministro de Carlos Corach. El mismo pagó la deuda con el FMI sin que el organismo se la reclamase -u$s 10 mil millones- en un momento en el que las reservas no eran las de hoy fue la respuesta del Gobierno a encuestas que anotaban como un pasivo de la gestión la imagen de que los funcionarios tomaban medidas ordenadas por el FMI. Ese pago obedeció también a un gesto de hacer músculo aplicando proyectos ajenos; según el manual de la economía peronista, pagar -y menos deuda externa- y morir es lo último. Pero se trataba de expresar poder desde el no poder.
Cuando el kirchnerismo quiso quebrar el método de expresar a la burguesía a través de consignas radicales, perdió. Fue en 2008 en la pelea con el campo, a la que le puso el broche la derrota en las legislativas de 2009. Se dio cuenta rápido Kirchner y precipitó entre julio y diciembre de ese año la aprobación en serie de los proyectos más emblemáticos de la agenda radical (Aerolíneas, AFJP y medios) con lo cual terminó de vaciar a sus adversarios.
Tampoco se explica el resultado del 23 de octubre sin esto: que dejó a los opositores como Alfonsín reclamando, como gran iniciativa, que la asignación universal fue sancionada por ley. Una minucia decorativa.
La oposición, que se creyó la leyenda de que los gobiernos desde 2003 fueron fuertes, dice temer ahora a esta fortaleza que le dan los votos al nuevo Gobierno. Lo primero era una simplificación; también lo segundo porque usar la fuerza tiene costos si no hay una construcción equivalente al mensaje de un votante que ha demostrado ser exigente y preciso en sus demandas.

Néstor Kirchner, un año después jueves, 27 de octubre de 2011
























No weak men in the books at home
The strong men who have made the world
History lives on the books at home
The books at home

Gang of four, "Not great men"


A veces me alegro. Cada tanto me asusto al pensar qué hubiese sido del país durante estos años de haber seguido en el gobierno Fernando de la Rúa o Eduardo Duhalde. O si hubiese ganado Menem. O Reutemann. O López Murphy.

Personas, no procesos. Pero inmediatamente después me olvido de los nombres propios y me pongo a pensar en términos de procesos históricos. Con el diario del lunes (o con cualquiera de 2004 o 2005) podemos entender a Néstor Kirchner como el mejor representante que encontró la clase dominante para cerrar "por izquierda" lo que Eduardo Duhalde no había podido cerrar "por derecha", es decir, el proceso abierto por las enormes movilizaciones de 2001-2002. Movilizaciones que, como bien sabemos, fallaron en tener una conducción definida y grupos políticos capaces de encauzarla. El reclamo unificador fue tan light, tan lanatero, tan "qué se vayan todos (los políticos malos y sucios)" que el resultado no podía ser otro que un presidente que, como bien sostuvo Carlos Altamirano, al llegar actúo "como un presidente del Frepaso".

¿Entonces es lo mismo Kirchner que Menem, alla Martín Caparrós? De ninguna manera. No sólo por las medidas concretas, que todos conocemos, y las simbólicas --que también. (Cuántos cometimos el error de comernos las fotos de Kirchner con Bush, tomándolo por socio imperialista, sin entender que lo que Néstor estaba haciendo, después de todo, era negociar con Lula y Chávez la patada en el culo al ALCA).
Quiero insistir sobre algo no menor: la misma autoproclamación de "progresista" permite una legítima impugnación por izquierda y abre el espacio para la crítica. ¿Quién le podía achacar algo a Menem en 1997, frente a un discurso cínico y posmoderno? Incluso si Néstor Kirchner hubiese ejecutado las mismas políticas que el menemismo (y, como dijimos más arriba, no fue el caso), siempre voy a preferir al impostor de centroizquierda porque al menos lo puedo correr en sus propios términos.

No es cierto que mientras peor, mejor. En otras palabras: Bush sirve para llenar un estadio en Mar del Plata con anarquistas, chavistas, maradonas, humanistas, hippies, kusturicas. Menem sirve para armar un frente electoral con radicales, chachos, progresistas, conservadores, meijides, intelectuales, frepasistas, sarlos, ex comunistas, delarúas. En suma, algutinar "los anti" sin demasiado proyecto a la vista. ¿Y Kirchner? Kirchner partió las aguas porque permite pensarse en sus propios términos "progresistas". Encabezó un proyecto de alianza de clases con un estilo original, con más rosca que "consenso" (primero te meto la medida y después la discutimos). Pero hay que reconocer que esas batallas, por más imperfectas, tramposas o incompletas que fueran, abrieron el campo de lo posible. El ejemplo es remanido pero vale: el tipo te instaló la Asignación Universal por Hijo. Después me podés decir que "no es universal", que "habría que extenderla a los chicos que van a colegios religiosos gratuitos", que "habría que sacarla por ley y no por decreto". Pero fijate que al criticar eso (y no su misma existencia) lo que pedís es ampliar un derecho, no volarlo a la mierda.

¿No es un avance?

La izquierda frente al kirchnerismo
(1) Algunos creen que la tan mentada "profundización del modelo" se dará si uno insiste con lo mismo (ahora con menos actores sociales "enemigos", con algunas victorias culturales ganadas). Que el voto a los candidatos del Frente para la Victoria es un "premio" por haber impulsado algunas cosas, "resistido en las malas", negociado tales otras.
(2) Otros, que el tema pasa por acompañar el proceso nacional general pero intentar meter algunos cambios progresistas en el ámbito legislativo. Allá los Raimundi, los Sabbatella, el "progresismo" a secas, el modelo con rostro humano. La agroexportación sojera con matrimonio gay y Canal Encuentro.
(3) Por último, están los que piensan que la opción ciudadana no se agota en el voto cada dos años a Feletti o a Sabbatella sino que, más que un acompañamiento, lo que hace falta es un permanente estímulo o sacudón por izquierda, en forma no sólo de votos legislativos (que hoy no tengamos ningún diputado de izquierda es, de verdad, una cagada) sino también de marchas, campañas, debates, ocupaciones del espacio público, conflictos diversos y el laburo constante de grupos de presión que intenten resolver contradicciones puntuales -inherentes a todo proyecto policlasista- a favor de las grandes mayorías.
En ese grupo, donde mi incluyo, entendemos que uno de grandes los méritos de Néstor Kirchner fue el de tomar temas que estaban flotando en la agenda y tener la valentía / inteligencia / timing de impulsarlos pero que, frente a eso, no alcanza con alegrarse ("qué bueno, tenemos un gobierno que hace esto, me voy a sentar a ver cómo el país mejora en los próximos años") sino utilizar esa característica en provecho propio, alimentando minorías intensas y disputando la famosa, vieja y peluda batalla cultural.

Política, economía, política económica. Ahora bien: una batalla es la pelea política como comúnmente se la concibe: los 47 puntos en ese distrito, la inutilidad de Macri como cuadro, la renovación de la Corte, la denuncia contra Cecilia Pando, el triunfo de transversales en el sur, Chiche Duhalde perdiendo su banca de senadora, que si Canal 7 pasó o no el juicio a la ESMA, el ocaso de Julio Cobos, la crisis del radicalismo. En general, los periodistas escribimos sobre eso. Muchas veces, incluso, discutimos enardecidamente sobre eso. Pero detrás de estos conflictos también está la política económica: el blanqueo de trabajadores, la disputa por la renta, la defensa al consumidor, la tasa de ganancia.

El kirchnerismo se anotó varias victorias en el primer apartado. En el segundo exhibe, apenas, un modelo neodesarrollista que detuvo la sangría neoliberal y se anotó algunos triunfos a favor de los trabajadores registrados. Lo complejo es poder entender que la situación de la primera categoría --las victorias culturales y políticas, la no represión federal de la protesta social, la apertura intelectual-- abonan el espacio para que esa propia crítica exista.

Una lectura del movimiento kirchnerista miércoles, 26 de octubre de 2011

Escribe el Colectivo Editorial Crisis:

(...) Al kirchnerismo le costó consolidarse como máquina de administración y poder. Durante un tiempo, su difusión como proyecto se asemejó a una silenciosa explosión radioactiva que producía mutaciones misteriosas en los cuerpos que afectaba. Deslizamientos, horadaciones, desfiguraciones que podían percibirse en un plano sensible pero que no habían encontrado otro relato que el setentismo y los derechos humanos. Un discurso débil para sostenerse en el tiempo, limitado como idea-marca original. No obstante, poco a poco fue refinando su retórica y su ingeniería simbólica. En el camino, tuvo que sacrificar su alianza primigenia con Clarín.

Tras el fracaso de la transversalidad y en paralelo con la derrota política que le propinaron los sectores rurales, el kirchnerismo fortaleció su capacidad de ser narrado en el pantanoso delta de la web, en la vida cotidiana de los menos favorecidos, en la euforia del consumo blando distribuido desigualmente pero de forma capilar. Una inteligencia social y una madeja de narraciones que la corporación política, determinada por sus intereses materiales e ideológicos, muy lejos estuvo (y está) de poder enhebrar. Y que el periodismo afín o reactivo, da igual, no termina de representar con ingenio.

El cóctel compuesto por la Asignación Universal por Hijo, la Ley de medios, la estatización de los Fondos de Pensiones, el Fútbol para Todos y el matrimonio igualitario permitió coagular una nueva batería de significados que hicieron eclosión entre los festejos del Bicentenario y Tecnópolis, verdaderos acontecimientos masivos y policlasistas articulados en torno a la espectacularidad, una historiografía latinoamericana / popular / progresista, y el imaginario desarrollista de una Argentina otra vez potencia. Por primera vez en mucho tiempo, el Estado se constituía como un productor de mitos que sobrepasaban en vitalidad –e incluso imponían agenda– a las aceitadas máquinas de la publicidad tradicional. Como signo de una fragilidad que resulta ineludible (y frente a la que el ex presidente siempre eligió fugar hacia adelante), la muerte de Néstor Kirchner le aportó dosis de religiosidad y épica a este heterodoxo movimiento.

Fue así que el kirchnerismo se encontró con una hagiografía propia y se consolidó como el primer partido político posmoderno de la Argentina, articulado en torno a un aparato tradicional, pero siempre excediéndolo, en base a una promesa que nunca dejó de ser restitutiva y que le ha impedido dotarse de un margen de innovación para la construcción de un lenguaje político propio. (...)

El resto, prometen, en revista Crisis #7

Breve reflexión sobre el voto a Binner martes, 25 de octubre de 2011

Mucho se ha dicho -he sido uno de sus impulsores, allá por agosto- sobre el supuesto voto ABC1 a Hermes Binner y al Frente Amplio Progresista, especialmente en la Capital Federal. Un nuevo vistazo a los resultados (cortesía del excelente blog de Andy Tow, que recomiendo) confirma la hipótesis, pero arroja ciertos matices.

Voto a Binner




























Voto a Duhalde




























Las diferencias son sutiles, pero apreciables. El voto a Duhalde alcanza su techo en toda la franja este de la Capital (Belgrano, Nuñez, Palermo, Puerto Madero, Recoleta), zonas en las que llega al 21%, cuadruplicando su media nacional.
El voto a Binner, en cambio, se encuentra más diseminado entre las clases medias. Claro que también se impone en las zonas más ricas de Buenos Aires (ojo que en Puerto Madero, la distancia con Duhalde -que superó el 20%- fue menor). Pero a diferencia del voto duhaldista, el componente "progresista" se hace visible en núcleos como el centro de la ciudad (Villa Crespo, Caballito, Almagro) y el oeste mediopelo (Devoto, Villa Pueyrredón, Villa del Parque). En esos distritos, el lomense no pasó del 8-10%.

Primeras impresiones a la velocidad del pensamiento lunes, 24 de octubre de 2011

El 15 de agosto, horas después de las PASO, escribí el siguiente punteo de datos favorables:

- No hay escenario de ballotage con la derecha
- No hay un claro segundo que pueda llamar a una polarizacion "voto útil" tipo el votemos-a-Carrio-para-que-no-gane-Cristina de 2007
- Entró el Frente de Izquierda con más de medio millón de votos; la izquierda vuelve a tener el peso electoral/legislativo de 1999-2003. Esperemos que esta vez lo aprovechen.
- Binner está en alza y puede haber una "final de progresistas" en octubre

Dos meses después, las elecciones generales han ratificado estas percepciones, con algunos agregados.

1. Un escenario indudablemente más "progresista". Durante todos estos años, el kirchnerismo creció (y ocupó el espacio asignado al progresismo) defendiéndose de un supuesto avance de "la derecha", enemigos a los que elegía sistemáticamente. Esto tuvo un costo: en ciertos temas sensibles, como el tópico de la seguridad ciudadana, el gobierno nacional siempre apareció a la defensiva. El cómodo rédito político de quedar como la "nueva política" frente a dinosaurios como Eduardo Duhalde parece haber desaparecido, y en su lugar la oposición hoy queda liderada por otro "progresista", Hermes Binner, cuyo socialismo también tendrá que revalidar. Como ya hemos dicho alguna vez, esta es la ventaja de tener gobernantes pretendidamente progresistas: que, a diferencia de los Bush y los Menem de este mundo, siempre se les puede intentar hacer cumplir sus propios mitos fundadores, su componente social.

2. Frente Amplio No Kirchnerista. Por supuesto que los votos del FAP no son sólo "suyos", ni necesariamente progresistas. Recordemos que Binner se impuso entre el ABC1 urbano, parte del cual -sin dudas- había votado al propio Duhalde en las primarias (que pasó de 12% de los votos nacionales en las PASO a poco más del 5%). Y eso nos lleva al próximo problema...

3. Un problema de representatividad. No hace falta salir demasiado del microclima políticamente correcto para darse cuenta que la Argentina no se convirtió, de pronto, en un enorme Frepaso. No comemos vidrio. Sabemos que en la sociedad argentina existe un núcleo duro, de al menos un 30%, que se identifica con la agenda de la derecha. ¿Dónde están hoy esos votos? ¿Duhalde, Scioli, Pinedo, Urtubey, Insfrán, no fueron, votaron en blanco, Macri 2015? Hay que pensarlos. Y hay que pensar qué puede pasar ahora que no existen figuras "de masas" acordes con esos porcentajes que puedan canalizar, en el día a día, una centroderecha en el país.

4. Balances K. Hay que poder leer las ambigüedades, entender los procesos. No quiero arriesgar un balance de los ocho años de kirchnerismo -no faltará el momento y el lugar-, pero convengamos que estos fueron años tanto de errores, transas, amagues, agaches, roscas y acuerdos con la derecha como de extensión de una "agenda social", que se dio en especial a partir de 2008-2009. Quienes criticamos por izquierda al gobierno a medida le achacamos que haya "hecho poco y nada" por cambiar una matriz (energética, de transporte, extractiva, del mercado de trabajo) preexistente, pero no que haya avanzado sistemáticamente en contra de los intereses de las grandes mayorías (como sí lo hicieron, de manera feroz, el menemismo y el delarruísmo). En algún lugar de la memoria colectiva retumba esa idea y eso explica, en buena parte, ese 53,6% que se expresó en las urnas. Ese necesario componente imaginario que los teóricos del "voto bolsillo" olvidan tan a menudo.

5. Fin de ciclo. Sigo expectante con respecto a cuál puede ser el resultado del Frente de Izquierda, que por estas horas peleaba por sendas diputaciones en Capital y provincia de Buenos Aires, pero la noticia más feliz de los comicios, me parece, es haber dado otro paso más en cierta purificación generacional e ideológica en términos de quiénes nos representan.
Al cierre de esta edición, "Chiche" Duhalde estaba perdiendo su banca en el Senado. El propio ex presidente Eduardo Duhalde, el mismo que había anunciado su retiro en 2003, también recibía un cachetazo en las urnas: estamos hablando del matrimonio que en pleno siglo XXI hablaba de los "subversivos" en el poder y se despachaba contra "la moda del aborto". Mientras tanto, Francisco de Narváez, el que pedía hacer "justicia por mano propia" por medio del voto, perdía por paliza en territorio bonaerense, y Ricardito Alfonsín fracasaba como presidenciable y hundía a la UCR. Por último, Elisa Carrió se despidió con el 1,8% de los votos jurando encarnar "la resistencia al régimen" como en París, 1942.

6. Pasar la pantalla. En octubre de 2011 este país ya es otro. No en la exacta dirección que uno podía reclamarla. No con la intensidad que uno hubiese querido. Con enormes deudas sociales y económicas. Pero si yo regreso la película a 2009 (enemigo: De Narváez), a 2007 (enemigo: Carrió), a 2005 (enemigo: el duhaldismo) o a 2003 (enemigo: Carlos Menem), me parece que el país hoy tiene una dirigencia, si acaso, un poco mejor.
El desafío sigue, claro. Pero pasamos de pantalla.

Voten por mí viernes, 21 de octubre de 2011

















En los pasillos de la villa se comenta que este servidor ha sido nominado para uno de los Premios Estímulos TEA 2011, en la categoría "Labor periodística en revistas".
Otras ternas cuentan con la presencia de grandes amigos como Angela Lerena (ESPN 107.9), Alejandro Bercovich (Metro 95.1) y Sebastián Abrevaya (Página/12).
Dado que al parecer estos comicios se dirimen vía voto web-popular, los invito a votar haciendo click aquí.

A un año del asesinato de Mariano Ferreyra jueves, 20 de octubre de 2011

El 20 de octubre de 2010 una patota de la Unión Ferroviaria asesinó al militante del Partido Obrero Mariano Ferreyra e hirió a Elsa Rodríguez, Nelson Aguirre y Ariel Pintos, quienes participaban de una protesta de empleados tercerizados del ferrocarril Roca en reclamo por su pase a planta permanente. La Policía Federal, presente en el lugar desde el inicio de la manifestación, tuvo, por acción u omisión, una responsabilidad insoslayable en tanto colaboró para liberar la zona de la agresión y no fue capaz de evitar la muerte del joven de veintitrés años ni logró identificar a los agresores. Por eso es fundamental que ambos procesos sean analizados como parte del mismo hecho en el que tuvieron participación tanto los miembros de la Unión Ferroviaria como los policías implicados.

La investigación por los hechos ocurridos en el barrio porteño de Barracas recayó en el Juzgado Nacional en lo Criminal de Instrucción N°38, a cargo de la jueza Wilma López. La fiscal que intervino en primer término fue Cristina Caamaño, quien luego fue reemplazada por Fernando Fiszer. El CELS se presentó como querellante en la causa en representación de los familiares de Mariano.

La jueza y los fiscales realizaron allanamientos, tomaron testimonios, recolectaron pruebas y garantizaron un proceso judicial serio y transparente. Su primer resultado fue el procesamiento con prisión preventiva de los siete presuntos autores materiales: Cristian Favale, Pablo Díaz, Juan Carlos Pérez, Gabriel Sánchez, Guillermo Uño, Salvador Pipitó y Jorge Daniel González, todos ellos por los delitos de homicidio calificado por el concurso premeditado de dos o más personas, homicidio calificado en grado de tentativa (tres hechos) y coacción agravada. Esta resolución fue confirmada el 28 de diciembre por la Sala I de la Cámara Nacional en lo Criminal y Correccional, que estableció que Favale y Sánchez debían ser considerados coautores, Pérez y Uño como partícipes necesarios, Díaz como instigador, y Pipitó y González como partícipes secundarios.

Por otra parte, el 11 de marzo de 2011 López dictó el procesamiento del secretario general de la Unión Ferroviaria, José Ángel Pedraza y de sus colaboradores, Juan Carlos Fernández y Claudio Alcorcel, por los mismos hechos. Esta medida fue confirmada por la Cámara, en un fallo del 4 de abril que estableció que Pedraza y Fernández debían ser procesados como instigadores, mientras que Alcorcel debía ser considerado partícipe secundario.

La investigación judicial demuestra que la patota de la Unión Ferroviaria se organizó para disciplinar de manera violenta a los tercerizados y evitar que se repitieran sus reclamos. Gabriel Sánchez y Cristian Favale efectuaron los disparos; Claudio Alcorcel facilitó la llegada de Favale al lugar y controló su accionar, a la vez que alentó al grupo de la Unión Ferroviaria para atacar a los manifestantes; las armas fueron ocultadas por Juan Carlos Pérez y Guillermo Uño; entretanto, Jorge González y Salvador Pipitó liberaron el escenario frente a la presencia de los periodistas del canal de noticias C5N. Mientras tanto, Díaz coordinó al grupo desde el lugar de los hechos y mantuvo comunicación constante con Fernández y Pedraza.

El 24 de mayo la jueza López elevó a juicio oral la causa que recayó en el Tribunal Oral en lo Criminal N°21, a cargo de los jueces Carlos María Bossi, Diego Barroetaveña y Horacio Días. Las audiencias comenzarán el 20 de febrero de 2012.

La responsabilidad de la Policía Federal

La investigación por la responsabilidad de los policías involucrados en el operativo se encuentra todavía en etapa de instrucción en el mismo juzgado. El 22 de junio la jueza López dictó el procesamiento de seis efectivos de la Policía Federal que participaron en el operativo del 20 de octubre de 2010: los comisarios Jorge Ferreyra, Luis Mansilla y Hugo Lompizano, el subcomisario Rolando Garay y los efectivos Luis Alberto Echavarría y Gastón Conti. En la misma resolución, la jueza sobreseyó al agente David Villalba, al considerar que no existían pruebas suficientes para involucrarlo en el hecho y atribuyó la falta de registro del ataque al cumplimiento de órdenes de sus superiores que le impidieron acercarse al lugar. El procesamiento fue por los delitos de abandono de persona agravado seguido de muerte, en el caso de Mariano Ferreyra, y de grave daño a la salud por las heridas que sufrió Elsa Rodríguez. Si bien el CELS había pedido que los policías fueran considerados partícipes del homicidio de Ferreyra, la decisión de la jueza representó un nuevo avance para el esclarecimiento del caso.

Los jefes del operativo, comisarios Ferreyra, a cargo de la División Roca de la Policía Federal y Mansilla, jefe del Departamento de Control de Líneas, permitieron que los efectivos liberaran la zona para hacer posible el ataque. El subcomisario Garay, presente en el lugar de los hechos, fue quien dejó que los agresores se acercaran a los militantes que se estaban desconcentrando y luego ordenó efectuar el cerco para proteger al grupo de la Unión Ferroviaria. Por su parte, el agente Villalba tenía a cargo la filmación de los hechos, función que cumplió durante todo el operativo, a excepción de los cinco minutos en los que se produjo el ataque, que no quedaron registrados. En tanto, el comisario Lompizano y los efectivos Echavarría y Conti se ocupaban del monitoreo y control del operativo en la Sala de Situación ubicada en el Departamento Central de Policía de la ciudad de Buenos Aires, donde recibían las imágenes en tiempo real. Desde ese lugar, con la anuencia de sus superiores, Conti ordenó el repliegue de las fuerzas policiales que hizo posible el ataque a los manifestantes.

El asesinato de Mariano marcó el traspaso de una frontera que había sido fijada de manera expresa por el gobierno nacional, en cuanto a la gestión de los conflictos sociales en el espacio público. Desde 2003, las fuerzas federales habían recibido una conducción ante este tipo de situaciones que incluía en todos los casos la presencia de interlocutores civiles y la prohibición total del uso de armas de fuego. Sin embargo, esas directivas no se plasmaron en normas institucionales ni formaron parte de una reforma estructural de las policías que pusiera fin al autogobierno y garantizara la conducción civil para impedir la reaparición de este tipo de prácticas. El crimen del militante del Partido Obrero mostró también la cara más violenta de las luchas que tienen lugar en distintos gremios para democratizar la representación sindical, un aspecto clave en la transición hacia formas más abarcadoras de protección de los derechos de los trabajadores.

A un año de estos hechos el CELS reitera su reclamo por la identificación y sanción de todos los responsables. Estas medidas, a cargo del Poder Judicial, deben ir acompañadas por reformas estructurales destinadas a impedir que se repitan hechos de esta naturaleza.

Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS)

Hay que estar siempre on-line miércoles, 19 de octubre de 2011

por Juan Pablo Ringelheim

























Sería posible hacer una historia de dos regímenes de dominación a partir de los modelos telefónicos hegemónicos.

Hubo un tiempo en que el teléfono ocupaba un lugar central y estable en la casa, como el santuario o la cocina-comedor. Cuando sonaba, los miembros de la familia se entregaban a una sutil carrera, como si llegaran noticias del otro mundo. Alguien preguntaba: “¿Quién es?”. Una voz desde el otro lado respondía: “Soy Ricardo, el doctor”. Un nombre y una función social. Había, entonces, un lugar en la casa desde el cual se hacía una pregunta por el ser, y se encontraba una respuesta con una identidad estable. Y también había otro mundo. Un mundo de plena realización religiosa o política: utópico, del que se esperaba una palabra. Esa palabra, si llegaba, regiría la vida de la familia, hoy diríamos: de modo “autoritario”.

En la actualidad nadie pregunta “¿quién es?”. La respuesta a la pregunta por el ser la devela el CallerID. En cambio se le pregunta “¿dónde está?”. Si antes se decía la identidad, ahora se dice el lugar. Estoy yendo, llegando, subiendo: la obsesión por la localización se da en el contexto de un sistema económico en el cual la valorización del producto se da en el movimiento: te mando el trabajo adjunto, está yendo, modificá lo que quieras, enviámelo, lo retoco y se lo envío a los brasileños. Producir es poner en movimiento. La circulación incrementa el valor, y la policía de los gobiernos neoliberales lo indicó tempranamente: circule.

En aquella casa el teléfono permanecía fijo como el lugar del trabajador en la fábrica. En la actualidad, el teléfono es móvil y el trabajador no permanece sino que se mueve, rota en la empresa.

La identidad ya no la da el nombre y la función social sino el lugar en la red: el nick. Y el nick varía de acuerdo con el contexto, las plataformas, el color de la pantalla; varía como un electorado maleable y “transmediático”, surfeando por las ondulaciones de la prensa amarillo PRO.

Quizás el teléfono fijo correspondía a un modelo autoritario donde un más allá metafísico, religioso o político determinaba las acciones familiares. Ahora aquel mundo fue reemplazado por un lenguaje publicitario que evangeliza acerca de lo veloz y lo viejo, de lo limpio y lo peligroso, lo último y lo off-line.

El riesgo del teléfono fijo era el malentendido. Un silencio de más, una palabra de menos, y ¡clack! El teléfono antiguo dio lugar al corte fuerte, relacionado con el teléfono roto. El riesgo del teléfono móvil es el accidente automovilístico. Un volantazo de menos, y ¡crash! El accidente está relacionado con el caos de tránsito, que es un obstáculo a la libre circulación.

El teléfono fijo imponía el reposo del hablante en una silla y un diálogo amplio. El teléfono celular impone el movimiento, se habla caminando y el lenguaje se contrae hasta el calambre. ¿Hay una pérdida de la capacidad reflexiva? Se dirá que asistimos a un cambio de época que deja atrás toda una cultura de lectura y escritura grave, profunda, que pretendía crear una humanidad más reflexiva, pacífica y libre. Y que ese proyecto basado en la palabra fracasó. Se dirá que quienes fabricaron las bombas atómicas habían concurrido a la escuela y leído textos antiguos y modernos; más aún: un mismo cable telefónico puede haber unido a la antigua Atenas con los laboratorios del Proyecto Manhattan. Esto indicaría que la palabra no es un eficaz antídoto contra la barbarie humana. En cambio, las tecnologías digitales, que serían capaces de prescindir de la palabra, del logocentrismo, darían lugar al nacimiento de una nueva cultura fundada en la cooperación.

Pero las tecnologías como el teléfono celular o Twitter no prescinden de una ilustración pesada. Hay manuales tácitos de instrucción cívica destinados a educar sobre la circulación de mensajitos deserotizados, sin el cuerpo, sin la voz del emisor y el destinatario. Manuales tácitos destinados a educar sobre dónde poner el signo de exclamación, que sería la forma vicaria de los órganos sexuales. La mayor instrucción la dan los discursos acerca de la conexión constante: hay que estar siempre on-line: un servicio de disponibilidad obligatorio. Y hay una onda eléctrica que puede estar uniendo la vibración del celular con el cuerpo que se estremece de pánico por una saturación de la atención.

Claro que los teléfonos celulares pueden ser útiles para derrocar a un tirano en Africa o para coordinar la asistencia a una marcha. Habrá quienes vean en las nuevas tecnologías digitales herramientas de formación de comunidad. ¿Quién podría decir lo contrario? Si hasta lo dice la televisión: Comunidad Movistar.

Mundo Twitter jueves, 6 de octubre de 2011


















@tunykollmann
Después de acceder a detalles sobre la causa judicial, ratifico que la detención de Sobrero se hizo sobre la base de un armado grotesco. En ese armado participaron tres policías federales que recordaron cuatro meses más tarde que dos detenidos dijeron que les pagaron por quemar

@fernandosolanas
La detención de Sobrero fue tan aventurada como la afirmación de Aníbal Fernández de que yo había incendiado los trenes.

@nestorpitrola
Excarcelaron a Sobrero y Portorreal. Una victoria. Exijamos su desprocesamiento, porque deben ser limpiados de la mugre de Anibal Fernandez

@AnguloMartin
Ahora el juez tiene 10 días para resolver si procesa a Sobrero y al resto. Mientras tanto, quedan libres.

@PabloRFerreyra
La truchada que se mandaron con Sobrero es inexplicable. Por ahora.

@adrianmurano
Lo de Sobrero huele más a típico caso de incompetencia judicial que a tramoya política. Insisto: demasiado costo político por tan poca cosa

@Sietecase
Yalj está a punto de ser nombrado camarista. Junto a Oyarbide, que hizo lo mismo con el Momo Venegas, revelan el estado de la justicia argentina