Néstor Kirchner, un año después jueves, 27 de octubre de 2011
























No weak men in the books at home
The strong men who have made the world
History lives on the books at home
The books at home

Gang of four, "Not great men"


A veces me alegro. Cada tanto me asusto al pensar qué hubiese sido del país durante estos años de haber seguido en el gobierno Fernando de la Rúa o Eduardo Duhalde. O si hubiese ganado Menem. O Reutemann. O López Murphy.

Personas, no procesos. Pero inmediatamente después me olvido de los nombres propios y me pongo a pensar en términos de procesos históricos. Con el diario del lunes (o con cualquiera de 2004 o 2005) podemos entender a Néstor Kirchner como el mejor representante que encontró la clase dominante para cerrar "por izquierda" lo que Eduardo Duhalde no había podido cerrar "por derecha", es decir, el proceso abierto por las enormes movilizaciones de 2001-2002. Movilizaciones que, como bien sabemos, fallaron en tener una conducción definida y grupos políticos capaces de encauzarla. El reclamo unificador fue tan light, tan lanatero, tan "qué se vayan todos (los políticos malos y sucios)" que el resultado no podía ser otro que un presidente que, como bien sostuvo Carlos Altamirano, al llegar actúo "como un presidente del Frepaso".

¿Entonces es lo mismo Kirchner que Menem, alla Martín Caparrós? De ninguna manera. No sólo por las medidas concretas, que todos conocemos, y las simbólicas --que también. (Cuántos cometimos el error de comernos las fotos de Kirchner con Bush, tomándolo por socio imperialista, sin entender que lo que Néstor estaba haciendo, después de todo, era negociar con Lula y Chávez la patada en el culo al ALCA).
Quiero insistir sobre algo no menor: la misma autoproclamación de "progresista" permite una legítima impugnación por izquierda y abre el espacio para la crítica. ¿Quién le podía achacar algo a Menem en 1997, frente a un discurso cínico y posmoderno? Incluso si Néstor Kirchner hubiese ejecutado las mismas políticas que el menemismo (y, como dijimos más arriba, no fue el caso), siempre voy a preferir al impostor de centroizquierda porque al menos lo puedo correr en sus propios términos.

No es cierto que mientras peor, mejor. En otras palabras: Bush sirve para llenar un estadio en Mar del Plata con anarquistas, chavistas, maradonas, humanistas, hippies, kusturicas. Menem sirve para armar un frente electoral con radicales, chachos, progresistas, conservadores, meijides, intelectuales, frepasistas, sarlos, ex comunistas, delarúas. En suma, algutinar "los anti" sin demasiado proyecto a la vista. ¿Y Kirchner? Kirchner partió las aguas porque permite pensarse en sus propios términos "progresistas". Encabezó un proyecto de alianza de clases con un estilo original, con más rosca que "consenso" (primero te meto la medida y después la discutimos). Pero hay que reconocer que esas batallas, por más imperfectas, tramposas o incompletas que fueran, abrieron el campo de lo posible. El ejemplo es remanido pero vale: el tipo te instaló la Asignación Universal por Hijo. Después me podés decir que "no es universal", que "habría que extenderla a los chicos que van a colegios religiosos gratuitos", que "habría que sacarla por ley y no por decreto". Pero fijate que al criticar eso (y no su misma existencia) lo que pedís es ampliar un derecho, no volarlo a la mierda.

¿No es un avance?

La izquierda frente al kirchnerismo
(1) Algunos creen que la tan mentada "profundización del modelo" se dará si uno insiste con lo mismo (ahora con menos actores sociales "enemigos", con algunas victorias culturales ganadas). Que el voto a los candidatos del Frente para la Victoria es un "premio" por haber impulsado algunas cosas, "resistido en las malas", negociado tales otras.
(2) Otros, que el tema pasa por acompañar el proceso nacional general pero intentar meter algunos cambios progresistas en el ámbito legislativo. Allá los Raimundi, los Sabbatella, el "progresismo" a secas, el modelo con rostro humano. La agroexportación sojera con matrimonio gay y Canal Encuentro.
(3) Por último, están los que piensan que la opción ciudadana no se agota en el voto cada dos años a Feletti o a Sabbatella sino que, más que un acompañamiento, lo que hace falta es un permanente estímulo o sacudón por izquierda, en forma no sólo de votos legislativos (que hoy no tengamos ningún diputado de izquierda es, de verdad, una cagada) sino también de marchas, campañas, debates, ocupaciones del espacio público, conflictos diversos y el laburo constante de grupos de presión que intenten resolver contradicciones puntuales -inherentes a todo proyecto policlasista- a favor de las grandes mayorías.
En ese grupo, donde mi incluyo, entendemos que uno de grandes los méritos de Néstor Kirchner fue el de tomar temas que estaban flotando en la agenda y tener la valentía / inteligencia / timing de impulsarlos pero que, frente a eso, no alcanza con alegrarse ("qué bueno, tenemos un gobierno que hace esto, me voy a sentar a ver cómo el país mejora en los próximos años") sino utilizar esa característica en provecho propio, alimentando minorías intensas y disputando la famosa, vieja y peluda batalla cultural.

Política, economía, política económica. Ahora bien: una batalla es la pelea política como comúnmente se la concibe: los 47 puntos en ese distrito, la inutilidad de Macri como cuadro, la renovación de la Corte, la denuncia contra Cecilia Pando, el triunfo de transversales en el sur, Chiche Duhalde perdiendo su banca de senadora, que si Canal 7 pasó o no el juicio a la ESMA, el ocaso de Julio Cobos, la crisis del radicalismo. En general, los periodistas escribimos sobre eso. Muchas veces, incluso, discutimos enardecidamente sobre eso. Pero detrás de estos conflictos también está la política económica: el blanqueo de trabajadores, la disputa por la renta, la defensa al consumidor, la tasa de ganancia.

El kirchnerismo se anotó varias victorias en el primer apartado. En el segundo exhibe, apenas, un modelo neodesarrollista que detuvo la sangría neoliberal y se anotó algunos triunfos a favor de los trabajadores registrados. Lo complejo es poder entender que la situación de la primera categoría --las victorias culturales y políticas, la no represión federal de la protesta social, la apertura intelectual-- abonan el espacio para que esa propia crítica exista.

1 comentarios:

Leonardo F. dijo...

Excelente, esta vez, coincido calcado.

Y si, que no tengamos diputados de izquierda es una gran, gran cagada, pero pienso que la democracia es meritocrática, valga la combinación, y la izquierda no parece siquiera estar planteándose una autocrítica como la que, por lo menos de la boca para afuera, se plantea el resto de la oposición.
Parecen conformarse con un modestísimo milagro, creo que porque secretamente le temen al éxito real, porque se saben sin experiencia práctica fuera de la "lucha" y la crítica, y eso resulta desesperanzador.