"Democracia" se convirtió en mala palabra en Europa
por Marcelo Falak
Ambito Financiero, 02-11-2011
Bastó que el primer ministro de Grecia, Yorgos Papandréu, anunciara la realización de una consulta popular sobre el último acuerdo con la Unión Europea para que una andanada sin precedentes de amenazas y presiones recorriera ayer todo el continente.
Nicolas Sarkozy defendió el pacto que se revisará como «la única vía posible para resolver el problema de la deuda griega». Voceros de la coalición de Gobierno de Angela Merkel calificaron de «irritante» y «curiosa» la decisión del socialista. José Blanco, vocero de José Luis Rodríguez Zapatero, dijo que la medida «no es buena para Europa».
La ministra irlandesa de Asuntos Europeos, Lucinda Creighton, habló de una «bomba» que, afirmó, genera «mucho malestar».
Más directo (si eso es posible), el premier de Luxemburgo y titular del eurogrupo, Jean-Claude Juncker, advirtió sobre la quiebra inminente de ese país y el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, vaticinó que un triunfo del No en el referendo desatará el «caos». Los griegos ya quedan debidamente avisados de que la libertad es hoy un lujo que no se pueden permitir.
No cabe, a esta altura de los acontecimientos, hacerse el distraído: un eventual rechazo popular al segundo paquete de 130.000 millones de euros y a la quita del 50% de la deuda griega supondría un terremoto para la economía mundial. Sin embargo, llama la atención la liviandad con la que muchas de las principales autoridades mundiales descalifican como nocivo el recurso a la voluntad popular.
Allí radica uno de los dramas de la construcción europea, otrora tan alabada: la toma de decisiones a nivel del bloque supone una transferencia de soberanía desde los Estados nacionales que, en momentos de crisis, se torna incompatible con los parámetros mínimos de una democracia.
Hace 4 años.
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