Apuntes mundialistas: de fortunas y chances desaprovechadas martes, 3 de julio de 2018

Los chistes previos a Suecia-Suiza rondaban en torno a lo indistinguibles que aparecían, en los papeles, estos dos países protestantes y neutrales que, para colmo, sonaban parecido. Ambas selecciones se encontraban frente a la oportunidad única de acacallar las críticas mediante un estilo de juego único y vistoso que sellara su identidad como potencia futbolística en Rusia 2018.
Nada de eso ocurrió esta tarde en San Petersburgo.
Lo que se vio en su lugar fue un partido feo, trabado, entre dos equipos que en la primera ronda no habían logrado brillar del todo y que en este partido decisivo tomaron la misma decisión amarreta de jugar de contraataque. La apertura del marcador recién llegó a los 66 minutos, y por medio de un rebote que descolocó a Yann Sommer, de gran Mundial. El tiempo se fue agotando y al final de cuentas Suiza desperdició la chance de meterse entre los ocho mejores frente a un rival ciertamente ganable, un logro que no consiguen desde el Mundial '54.





















El último cruce de octavos prometía ser un partidazo: Colombia-Inglaterra emergía como el enfrentamiento definitivo entre un país futbolísticamente en ascenso -que buscaba igualar su gran logro de Brasil 2014, cuando salieron quintos- y una ex potencia que buscaba romper con un maleficio que desde Francia '98 les impedía ir más allá de cuartos. Los dos bandos contaban con jugadores de jerarquía y llegaban a Rusia con un sistema de juego definido y muy intenso: todo permitía anticipar un muy buen partido.
Nada de eso ocurrió esta tarde en Moscú.
Lo que se vio en su lugar fue un encuentro cerrado, de dominio repartido y casi sin ocasiones de riesgo en la primera mitad. La primera media hora encontró a Inglaterra con la pelota y a Colombia incapaz de encontrarle la vuelta del partido. Con James Rodríguez afuera por lesión, si los Cafeteros fueron algo en los cuarenta y cinco iniciales fue gracias a la zurda mágica del delantero de River Juan Fernando Quintero, que intentó abrir los espacios que la defensa inglesa se empeñaba en cerrar. Conforme se prolongaba el 0-0 fueron en aumento los choques, los roces, las palabras dichas a la pasada y hasta algún que otro cabezazo temerario. Una falta obvia de Carlos Sánchez (lo derrumbó a Harry Kane en el área a medio metro del árbitro) terminó en la sanción, casi inmediata, de un penal que el propio Kane canjeó por gol, su sexto en cuatro partidos. Después, nervios colombianos y dominio inglés: lo sufría el partido, que se volvió más hablado que jugado. Y cuando todo parecía que moría en triunfo de Inglaterra en tiempo regular, llegó el cabezazo demoledor de Yerry Mina, de pique al suelo y al fondo de la red en el minuto 93, que desató la locura en Bogotá, Medellín y Las Cañitas.





















Colombia tenía una vida más. Pero por tercera vez en estos octavos de final nadie pudo sacarse diferencias en la prórroga y una vez más los penales le fueron esquivos a José Pekerman. Casi descompensado, el ex técnico argentino no quiso mirar como Mateus Uribe y Carlos Bacca fallaban sus disparos. Colombia quedó eliminada de Rusia sin haber desatado todo lo que había prometido en las eliminatorias y en su mejor partido de la competencia, contra Polonia. Pero hoy no lograron desplegar su mejor juego y la fortuna, que a veces viene en auxilio en este tipo de situaciones, no se caracteriza por su asistencia perfecta.

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