En Twitter Argentina se dice que este es un mundial falopa. El operador Vignolo repite "loca copa del mundo". En CBS se preguntan: "Is this the craziest World Cup?" Todos están convencidos de que tienen razón, y sin embargo...
Recuerdo el Mundial Corea-Japón 2002. Uruguay, Francia y Argentina se quedaron afuera en primera ronda. Corea del Sur clasificó primera, invicta, en su grupo, eliminando a Portugal en el tercer partido de la rueda. Suecia, que venía de eliminarnos en el Estadio de Miyagi, perdió 2-1 en octavos contra Senegal, que a su vez estuvo a punto de vencer en la prórroga a Turquía, equipo que llegó a semifinales y que terminó quedándose con el tercer puesto tras vencer a los coreanos, los cuales habían sacado del mundial a Italia y a España después de dos partidos con arbitrajes discutidísimos. O sea.
Rusia 2018 produjo, sí, dos llaves muy desiguales al término de la primera ronda. Esto fue el resultado de (a) la sorpresiva eliminación de Alemania y (b) algunos primeros puestos llamativos en los grupos como fue el caso de Suecia, Croacia y —en menor medida— Bélgica. Pero una vez producido el cuadro con the last 16, la lógica se fue dando. Uruguay venció a Portugal, Francia se impuso ante Argentina, Brasil le ganó a México, Bélgica se lo dio vuelta a Japón; mientras tanto, Inglaterra venció a Colombia con lo justo y Croacia y Suecia ganaron sus partidos frente a Dinamarca y Suiza, dos que no habían jugado a nada en todo el torneo. Lo mismo puede decirse de estos cuartos de final, con excepción del batacazo de Bélgica en un partido para el recuerdo, con ambos equipos jugando al máximo nivel.
Inglaterra venció a Suecia golpeando en los momentos justos. En un partido discreto, el conjunto de Gareth Southgate se puso al frente con un cabezazo de Harry Maguire, quien hizo valer su metro noventa y cuatro para abrir el marcador tras un salto preciso en una jugada de pelota parada. El héroe improbable del día: este pibe de Sheffield debutó con la selección mayor en octubre y hoy estaba metiendo a su equipo en semifinales de la Copa del Mundo. Más tarde, Dele Alli —que hasta ahora venía haciendo un mundial mediocre— amplió, también de cabeza, el resultado. A partir de ahí los creadores del football se pincharon y fue el turno para que se luciera el man of the match Jordan Pickford (los ingleses no pueden creer que por primera vez en décadas tienen un arquero confiable). Sin brillar y con poquito hasta ahora, los ingleses están en semifinales.
Un rato más tarde, en Sochi, los anfitriones enfrentaban a Croacia en lo que sería su partido más importante desde que compiten como Rusia (entre Suecia '58 y México '70, la URSS nunca bajó del sexto puesto en mundiales: la conversión al capitalismo liquidó casi todos sus logros deportivos). Una vez más, el modesto conjunto ruso enfrentaba a un equipo que, en los papeles, le llevaba varias cabezas. Nadie se sorprendió al ver que el planteo fue el mismo que frente a España: un fútbol limitado, de un equipo que se defendió con un promedio de ocho jugadores y que confió en el ocasional pelotazo para crear situaciones de gol. Fue precisamente en una de esas jugadas nacidas a partir de un revoleo de sandía que nació el primer tanto ruso. La diferencia la hizo el gran Denis Cheryshev, que tiró un pase en la mitad de cancha, fue a buscar la devolución, y clavó uno de los goles más bellos de esta Copa del Mundo. (Increíble: el mediocampista del Villareal metió cuatro tantos en 316 minutos, lo que lo vuelve estadísticamente más efectivo que Romelu Lukaku o Cristiano Ronaldo. Increíble: tres de esos cuatro —los dos que le metió a Arabia Saudita y éste— son verdaderas obras de arte. Increíble: Cheryshev arrancó el Mundial en el banco, y solo entró a los 23 minutos del primer partido cuando su compañero Alan Dzagoev tuvo que salir lesionado. Esa misma tarde metió dos goles.)
Croacia, un equipo ciertamente superior, no tardó en explotar las falencias en defensa del conjunto ruso y puso el 1-1, que se mantendría hasta el final del tiempo regular. El tiempo extra, hasta ahora, venía siendo un mero trámite, un mini-torneo de resistencia física sin emociones que indefectiblemente terminaba en los penales. Sin embargo, los croatas parecieron tener todo cocinado en el momento en el que Domagoj Vida clavó un cabezazo al ángulo inferior luego de un corner en el minuto 101. No tan rápido, dijeron los rusos, que en otra jugada de pelota parada y a falta de solo cinco minutos para el final de la prórroga, la enviaron al fondo de la red gracias a la testa de Mário Fernandes. O sea que sí hubo goles, pero igual hubo penales. Esta vez, Igor Akinfeev no pudo convertirse en héroe: atajó un penal pero Danijel Subasic también, mientras que Fernandes, el héroe de hacía instantes nada más, envió su disparo a dios sabe dónde. Los rusos, que arrancaron el Mundial en el puesto número 70 del ranking de la FIFA, pueden darse más que hechos con este octavo puesto en la Copa del Mundo. Los croatas, a mi entender, todavía no jugaron con nadie (no, esta Argentina tampoco cuenta como alguien) y pasaron octavos y cuartos jugando muy mal, como nuestra selección en el '90 o en 2014. Pero están en semifinales.
En defensa de Rusia 2018: estamos llegando al final de la Copa y hasta ahora llevo vistos media docena de partidos impresionantes, memorables. Pero —y aquí la clave— incluso los partidos malos han tenido definiciones electrizantes, goles de otro planeta y un nivel de infartos que, creo, haría la envidia de la segunda fase de Brasil 2014 (la primera fue muy buena) o de Sudáfrica 2010. Si hasta me está gustando un poquito la canción oficial.
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