Apuntes mundialistas: se impone un nuevo estilo martes, 10 de julio de 2018

Esta tarde en el estadio de San Petersburgo, Francia le ganó a Bélgica en lo que a todas luces fue una suerte de final anticipada de Rusia 2018. Con la victoria llega el diagnóstico, categórico: "La tenencia dejó de ser la religión dominante en el mundo del fútbol", afirma Ángela Lerena, que algo de esto sabe. Acto seguido la periodista recuerda, con la fuerza de los datos, que mientras España, Alemania y Argentina —los equipos con mayor posesión del torneo— se quedaron en el camino, "un once vertical, que prescinde sin escrúpulos de la pelota y se acomoda en el contragolpe, ha llegado a la final de la Copa del Mundo".

El tiki taka está muerto y de allí la conclusión de nuestra amiga, tallada con las herramientas del materialismo histórico: "Las ideologías futboleras están vivas y, para deleite de los amantes del juego, siguen siendo el motor de la historia."





















Bélgica dominó buena parte de la primera mitad, gracias a un extraordinario Eden Hazard (el jugador más completo del torneo: ¡que injusticia no poder disfrutar de su magia en la final en Moscú!), hasta que el conjunto francés, práctico como durante todo el mundial, le encontró la vuelta para abortar los ataques belgas e imponer su propio estilo de juego: un mediocampo que sale con la pelota limpia y que en tres toques ya pasa el círculo central; un combinado que defiende y ataca con todos (¿cuántas veces vimos hoy a Griezmann o al mismísimo Giroud colaborando en defensa?); la explosión de Mbappé, el oficio de Kante, el rol crucial de Pogba. Si fuese por estilo de juego, los Diablos Rojos —el mejor equipo belga desde España '82— deberían estar disputando la gran final en el estadio Luzhniki de Moscú. Pero el fútbol no conoce de merecimientos y a veces se disfraza de partido de ajedrez. O de match de boxeo, donde gana el que golpea en el momento justo y después sabe aguantar y defenderse. Francia sabe mucho de esto: más de una vez le tocó estar al frente y saber cómo poner el partido en el freezer. Y ojo que eso también es fútbol.





















La victoria francesa desató el delirio en las calles de todo el país, en particular en París (¿habrá temblado el McDonald's de los Champs-Élysées?). "El presidente Emmanuel Macron vino a vernos al vestuario", contó Mbappé. "El país entero está con nosotros. Estamos todos juntos en esto". Sus palabras, tan caras a los imaginarios de la sociedad argentina y su relación con la Selección, pueden verse a la luz de Les Bleus - Une autre histoire de France, un documental que examina el devenir de la sociedad francesa a través de la historia de su equipo nacional de fútbol (¿o era al revés?) entre 1996 y 2016. Ahí están los riesgos de leer al deporte más lindo del mundo como una metáfora de la sociedad, ese atajo con el que se nutren cada cuatro años los columnistas de los principales diarios o algún intelectual holgazán. El fútbol no puede resolver los problemas socioeconómicos de un país: vaya la advertencia para los tres gobiernos que todavía esperan levantar la Copa este domingo.

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