Hace cuarenta y cinco años cinco muchachos rosarinos se reunieron para componer unas canciones y grabarlas en un disco. Los muchachos se hicieron llamar Gatos Salvajes: la fábrica de mitos de Rosario ha aprovechado para sostener que ellos -y ella- dieron origen al "rock nacional". Y ahora esos mismos muchachos están tocando esas mismas canciones en el escenario de un teatro rosarino a la italiana, con arañas y palcos rococó y telones de terciopelo púrpura. Los cinco muchachos tienen sesenta y tantos años -cada uno-; cuatro de ellos usan el pelo blanco y chalequitos de cuero; el quinto calva y la túnica holgada; el quinto canta y se llama Litto Nebbia. La escena es extraña, freak, casi conmovedora: es cruel pensar que alguien puede hacer lo mismo que hace cuarenta años; es terrible suponer que cinco. Pero el tiempo no se deja amilanar y contraataca: hace de todo una parodia de sí mismo.
El público también, que vitorea: vino para eso. Las canciones no importan: ya habían sido olvidadas hace treinta y nueve años. No son grandes éxitos; son pequeños fracasos. Pero sirven para postular una vez más que Rosario es un lugar de orígenes y, también, que la Argentina es un país donde las cosas no se interrumpen, continúan: donde cinco muchachos de hace cuarenta años siguen cantando como si fueran gatos o salvajes. Me impresiona que los cinco vivan y se junten, que entre todos no hayan juntado un buen infarto, un suicidio, una desaparición, un viaje largo, algún cambio radical de vida.
Extraído de "El Interior", Martín Caparrós, Planeta, 2006
Hace 4 años.
2 comentarios:
Te encanta ese libro Fede, te encanta.
No tanto. De sus libros de crónicas creo que me gusta más "Larga distancia".
Pero "El Interior" es bastante ingenioso por momentos.
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