"La libertad "formal" es la libertad
de elección dentro de las coordenadas de las relaciones de poder existentes,
mientras que la libertad "efectiva" indica el sitio de una intervención que
socava estas mismas coordenadas."
Repetir a Lenin
por Slavoj Žižek
La primera reacción pública a la idea de reactualizar a Lenin es, por supuesto, un estallido de risa sarcástica: ¡Marx esta bien, incluso en Wall Street hay personas que hoy lo aman - el Marx poeta de los artículos que proporcionaron descripciones perfectas de la dinámica capitalista, el Marx de los Estudios Culturales que retrataron la alienación y la reificación de nuestras vidas diarias -, pero Lenin, no, usted no puede ser serio! ¿El movimiento de la clase obrera, el Partido Revolucionario, y los zombie-conceptos similares? ¿No representa precisamente Lenin el fracaso de poner en la práctica al marxismo, porque creo una gran catástrofe que dejó su marca en toda la política mundial del siglo XX, por el experimento del Socialismo Real que culminó en una dictadura económicamente ineficaz? Así que, en la política académica contemporánea, la idea de tratar con Lenin va acompañada de dos requisitos: sí, por que no, vivimos en una democracia liberal, hay libertad de pensamiento... sin embargo, uno debe tratar a Lenin "de una manera objetiva, crítica y científica", no en una actitud de idolatría nostálgica, y, además, desde la perspectiva firmemente arraigada en el orden político democrático, dentro del horizonte de los derechos humanos - en eso reside la dolorosa lección aprendida a través de la experiencia de los totalitarismos del siglo XX.
¿Qué decimos nosotros ante esto? De nuevo, el problema reside en los requisitos implícitos que pueden discernirse fácilmente por el "análisis concreto de la situación concreta", como el propio Lenin lo habría formulado. La "fidelidad al consenso democrático" significa la aceptación del presente consenso liberal-parlamentario, que evita cualquier cuestionamiento serio del orden liberal-democrático, de cómo éste es cómplice de los fenómenos que oficialmente condena, y, claro, evita cualquier esfuerzo serio por imaginar una sociedad cuyo orden socio-político sea diferente. Para abreviar, significa: diga y escriba cualquier cosa que usted quiera - con la condición de que lo que usted haga no cuestione eficazmente o perturbe el consenso político predominante. Así que todo se permite, incluso se piden temas críticos: las perspectivas de una catástrofe ecológica global, las violaciones a los derechos humanos, el sexismo, la homofobia, el antifeminismo, la violencia creciente no sólo en lejanísimos países, sino también en nuestras megalópolis, la separación entre el Primer y el Tercer Mundo, entre ricos y pobres, el impacto de la digitalización que estalla en nuestras vidas diarias... hoy no hay nada más fácil que obtener fondos internacionales, corporativos o de Estados, para una investigación multidisciplinaria de cómo luchar contra las nuevas formas de la violencia étnica, religiosa o sexista. El problema es que todo esto ocurre contra el fondo de un Denkverbot fundamental, una prohibición-para-pensar. La hegemonía liberal-democrática de hoy se sostiene por un tipo de Denkverbot no escrito similar al Berufsverbot infame en la Alemania de los últimos 60s – en el momento en que uno muestra una mínima señal de comprometer un proyecto político que apunte a desafiar el orden existente en serio, la respuesta es inmediatamente: "es bondadoso, ¡pero esto necesariamente acabará en un nuevo Gulag!" La función ideológica de la constante referencia al holocausto, al gulag o a las más recientes catástrofes del Tercer Mundo sirven así como apoyo de este Denkverbot, recordándonos constantemente cómo las cosas puede ser mucho peores: "¡Simplemente eche una mirada alrededor y vea usted lo que pasará si nosotros seguimos sus nociones radicales!" Y significa exactamente la misma cosa que la demanda por "la objetividad científica": en el momento en que uno realiza un cuestionamiento serio del consenso liberal existente, uno es acusado de abandonar la objetividad científica por posiciones ideológicas anticuadas. Éste es el punto en el cuál uno no puede y no debe conceder nada: hoy, la actual libertad real de pensamiento tendría que significar la libertad de cuestionar el predominante consenso liberal-democrático "pos-ideológico" - o no significa nada. (...)
Hace 5 años.
2 comentarios:
"La función ideológica de la constante referencia al holocausto, al gulag o a las más recientes catástrofes del Tercer Mundo". Para poner en relación con el golpe del 76.
Tiro la bomba y me voy.
Otro de los temas críticos permitidos y aún fomentados es la crítica y denuncia de la globalización, siempre y cuando no se investiguen sus bases y su historia sino sus efectos de superficie, no se cuestione su necesidad lógico- económica sino su impacto en la cultura y no se propongan acciones políticas de fondo sino placebos y engañifas.
Curiosamente (es decir, no tanto), es Lenín quien hace un siglo explicó el proceso en un trabajo que aún me parece de lo más serio sobre el tema: El imperialismo, etapa superior del capitalismo (1916). Claro que al tipo no se le ocurría defender folklores regionales sino tumbar al poder mundial, y eso, no está bien visto.
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