ENTREVISTA A FONDO CON EL DIRECTOR DEL DOCUMENTAL "LA CRISIS CAUSÓ 2 NUEVAS MUERTES"
“Ya no podemos ir más a Clarín”
por Federico Poore y Javier Morero
Patricio Escobar estudió Comunicación en la UBA, pasó por la redacción de Todo es historia y actualmente trabaja haciendo prensa en la Universidad de San Martín. En 2006 dirigió, junto a Damián Finvarb, el valiente documental La crisis causó 2 nuevas muertes, basada en el titular del Gran Diario Argentino del 27 de Junio de 2002. En él se reconstruye la cacería indiscriminada lanzada por el aparato de seguridad del gobierno de Duhalde que culminó en el asesinato de los piqueteros Kosteki y Santillán, y se analiza el rol de los medios masivos a partir de la Masacre de Avellaneda.
Sentados en el Bar Hipopótamo, frente a Parque Lezama, charlamos con Escobar acerca de sus trabajos, del rol del periodismo y de las dificultades con las que se encuentran los documentalistas independientes en nuestro país.
¿De dónde surgió la idea para el documental?
La idea surgió a partir de una tesis que estaba haciendo para la facultad sobre los medios de prensa de los movimientos piqueteros. Gente del MTD se acercó y nos empezó a comentar lo que había pasado en el Puente Pueyrredón. Es decir: todos sabíamos lo que había pasado, pero ellos me comentaban puntualmente sobre la secuencia fotográfica. Había algo raro con las fotos, con la cobertura de aquel día: nadie les quería entregar la secuencia completa. Y es ahí que se me ocurrió hacer la investigación: a partir de esas fotos. Yo, además, ya venía con una crítica más o menos formado hacia lo que eran los medios masivos de comunicación.
¿Cuánto tiempo les tomó armar el proyecto?
Tres años. La empezamos en 2003 y la terminamos en 2006. Nos lo tomamos con calma. Filmar nos tomó un año y medio, lo hacíamos cuando teníamos tiempo. Intentábamos hacer las entrevistas los fines de semana, o los días de semana pero después de las cinco, seis de la tarde. Por ahí incluso algún día que había cortes del puente y teníamos que ir a filmar, y nos podíamos pedir un día, y así. Sabíamos qué estábamos haciendo, pero no sabíamos bien a dónde iba a terminar todo. Eso nos condicionó a hacer un documental tradicional, es decir, entrevista y archivo.
De todas formas, el resultado final fue más que interesante. El principal triunfo del documental es reconstruir, en primera instancia, algo que en su momento apareció totalmente fragmentado. Toda la primera parte demuestra cómo los piqueteros fueron efectivamente asesinados por la policía, y una vez que se prueba esto pasa a hacer la crítica de los medios que cubrieron el hecho.
Para nosotros y para el que nos iba a ver, nos pareció que iba a ser más efectivo contar todo cronológicamente, dividido en partes. Ya habían pasado tres años, así que la idea fue contar todo minuciosamente, tal como pudimos reconstruir que sucedió.
A la hora de analizar el papel de los medios, se centraron sobre todo en el Grupo Clarín. Sin embargo, hay otros–como La Nación– que apenas se mencionan pero cuya actuación no se analiza en profundidad. ¿Fue una decisión deliberada?
Teníamos que hacer un recorte y nunca nos propusimos desmenuzar a La Nación. Nos parecía un medio que, en definitiva, era mucho más honesto que un medio como Clarín. Los tipos tienen una misma línea editorial hace ciento cincuenta años, no se mueven de ahí. ¿Qué vas a esperar de ellos? Tienen un contrato con el lector, cuando comprás La Nación vos sabés con lo que te vas a encontrar. No hay sorpresas. Se mueven con fuentes del gobierno, es un medio de derecha.
Es decir que su objetivo siempre fue Clarín.
Nuestro objetivo era Clarín. ¿Por qué? Es el diario más vendido, es el grupo económico más importante en lo que se refiere a medios en Argentina, tiene mucho poder político, mediático, es el que forma opinión en mucha clase media. Apuntando a Clarín, te introducís en la política en otra forma. Vos caminás un domingo por la calle, está todos con el Clarín abajo del brazo. En ese sentido, Clarín es más peligroso. Porque el contrato con el lector es “somos objetivos, no jugamos ni para un lado ni para el otro, tenemos la mejor cobertura”. Queríamos demostrar que todo eso es mentira. Que sí tienen intereses políticos, económicos. Y al no ser sinceros, pierden credibilidad, legitimidad. Por eso no analizamos a La Nación. De todas formas creo que quedó justificado en el mismo documental, por lo que dice Virginia Messi. Todo esto está en la nebulosa del documental, dicho por los entrevistados, ya que no queríamos bajar línea, no queríamos un panfleto.
De ahí la decisión formal de no utilizar la voz en off.
Exacto.
El documental, de alguna manera, plantea dos hipótesis. Por un lado, una idea de malicia, de intereses creados, y por el otro una tesis que iría más por el lado de la ineptitud, de la mediocridad del propio periodismo.
A nosotros nos importaba más que nada la cuestión periodística. Cuestión que, me parece, se juega en el nivel del imaginario. A mí me gustaría que la película sirva para que los periodistas que están laburando ahí, o en cualquier otro lado, se pongan a discutir. Que se abra el debate y empiecen a discutir: qué es lo que estamos haciendo, cómo cubrimos esto, cómo estamos trabajando. Porque nosotros lo que encontramos ahí fue una alienación muy fuerte: [el fotógrafo de Clarín] Pepe Mateos sacó las fotos, las dejó en la redacción, y se fue. No se sentía parte de esas fotos, no se sentía su autor. El medio te absorbe y no te deja sentirlas como propias.
Como Virginia Messi, que en un momento exclama: “A mi me mandan a hacer la nota, yo voy, la hago y ya está. Ahora, qué pasa con Clarín, cómo titulan y eso, yo no tengo nada que ver.”
Cuando hice esa entrevista, enseguida me remitió a esta idea de alienación. De cómo la cotidianeidad te va ganando. Si el proceso se da así, al final sos una máquina. Y ojo, no queremos que sean sólo autocríticas individuales: la crítica tiene que llegar hasta la estructura misma del medio. La hipótesis que confirmamos fue que la cultura de un medio de comunicación termina determinando cómo vas a informar. Si vos sos un simple soldado raso, escribís crónicas, tenés un jefe, ese jefe tiene otro jefe… ¿quién toma la decisión? ¿El que estuvo ahí, el que escribe la nota? No: de entrada te empiezan a cortar la nota para poner publicidad. Mi viejo compra Clarín los sábados y los domingos y es una góndola. Lo tendrían que regalar.
Y eso lo dice ella: lo que hacen los jefes en el momento de la edición, yo no lo sé. Si en la famosa foto de Pepe, él hubiese tenido la decisión sobre qué foto publicar, o hubiese sido consultado sobre cuál de todas le parecía la mejor, otra hubiese sido la historia. Pero no le dijeron “bueno, vos que estuviste ahí, ¿cómo querés que armemos la tapa?”. No: le dijeron “bueno, gracias”, y hablaron con el director de fotografía, que eligió la foto por “el movimiento” y no sé qué otra pelotudez.
Una decisión estética.
Claro. Pepe hubiese puesto otra foto, donde el cana esté más claro.
Entonces la hipótesis de la estructura se cumplió. ¿Qué pasaría si los medios tuvieran otra estructura? Habría que buscar otro medio que se organizara de manera diferente y ver cómo funciona ahí. Yo le dije eso a Goldberg y me dice “no se puede hacer todo por consenso, sino nunca saldría el diario”. Yo creo que podríamos poder pensar otras formas de cómo organizarnos, tiene que haber otras formas, sino nos morimos de esta forma: “ya estamos así, ya está”. Mi postura es: mejorémosla. Lo que yo le propuse fue eso: “¿Quién dirige las fotos? ¿No estaría bueno que--?” Y me dicen “No, ese consenso no se puede hacer”. Lo mismo pasa con los títulos: se escriben ochenta veces, y es una mesa editora que los redacta.
Es increíble que aquel 26 de junio Clarín no haya llevado ningún cronista al lugar de los hechos, sabiendo que era la primera vez que actuaban de manera conjunta las tres fuerzas federales (Gendarmería, Prefectura y la Federal) y la Policía Bonaerense para reprimir la protesta social.
Julio Blanck me dice “no sabíamos que podía pasar eso”. Es increíble. ¿Clarín no iba a saber que algo así iba a pasar? Si de hecho mandan a los dos fotógrafos que tienen, porque ese día se cortaban todos los accesos. Y es más, los mandan a Zona Sur, que es donde sabían que se iba a armar más quilombo. Y lo mandan a Pepe. Sabían que era el mejor fotógrafo que tenían. ¿Por qué no mandaron a un cronista?
¿Se siente responsable Pepe?
Vive acá a la vuelta, cada tanto nos juntamos a tomar una cerveza. Es al día de hoy que me dice que de verdad no tuvo tiempo de ver las fotos, yo le digo que no puede ser. Porque por más que estés shockeado por el hecho, sos un fotógrafo de raza: cuando te volvés en el remis al diario, ahí vas viendo las fotos. Y lo principal era la estación. Porque una de las cosas que nos habían dicho al principio en Clarín fue, “bueno, el quilombo de la redacción, no pudimos ver las fotos…”. Pero vos sos Pepe, sacaste 360 fotos: de las 360 te quedan 20, de las 20 te quedan diez, de las diez te quedan cinco, entonces todo se reduce a lo que pasó en la estación. Me parece que la responsabilidad no pasa por Pepe, yo no sé cómo hubiese actuado en una situación ahí. Lo que sí está claro es que hay toda una estructura que hace que el tipo entregue así las fotos, y que el director de fotografía haga lo que hizo. No me hago el pistola y digo “yo lo haría así”, yo no sé qué haría, quince años en un diario, ya estás alienado… no es culpa de tal o cual, me parece que es más complejo. Nosotros entrevistamos a las chicas de fotografía y vimos juntos las fotos que recibieron aquel día. No hablo del 29, o del 30. No: digo las del mismo 26 a la tarde. Yo veo un policía que mata o que hiere gravemente a alguien. ¿Estás viendo lo mismo que yo? Entonces vos no “viste” lo que estabas viendo.
Claro, la teoría Clarín de “no tuve tiempo, pasó muy rápido”. ¿Pero no tuvieron tiempo para eso? De las noventa páginas del diario, la noticia más importante es esa. No ver eso o es malicia, o es imbecilidad.
Las dos cosas están mal. O es de guacho, o es un problema periodístico. El año pasado, cuando presentamos la película en el Tita Merello, vino un tipo que había visto como cinco veces la película. Se acerca y me dice “tengo algo que te va a interesar: fijate en el diario del 13 de abril del 96, cuando mataron a Teresa Rodríguez”. ¿Como titula Clarín? “La crisis en Neuquén se cobró una nueva víctima”.
Eso te da la pauta de que todo lo que dice Blanck sobre que fue un error es todo mentira. Porque te dan ganas de terminar la entrevista con Blanck y sacarle el recorte. Y decirle: “¿esto también fue un error?”. No, no fue un error periodístico: es el estilo del diario.
Por otro lado, desde que sucedió la masacre hasta que Clarín publicó las fotos, pasaron 48 horas. 48 horas de incertidumbre, de manipular a la opinión pública, de dar la versión oficial. Y el beneficiado de esto fue, indudablemente, el poder político de ese momento: Duhalde, Juan José Alvarez, Aníbal Fernández. Por eso no hay dudas de que detrás de esta operación estuvo el poder político.
La gente de la SIDE y el comisario Franchotti estuvieron reunidos a las ocho de la mañana en el bar de la bajada del Puente Pueyrredón esperando a los manifestantes. Esto figura en las declaraciones del propio poder político en el juicio oral. Después se destapó que Juanjo Alvarez había pertenecido a la SIDE en la época de los militares. Esto arma un panorama más grande. Y deja en claro que al momento de reprimir necesitaban tener a los medios de comunicación de su lado.
Y es lo que señalábamos hace un momento. Aparecen los que desinforman intencionalmente, o los que se muestran desde la más absoluta imbecilidad –que también es funcional. Como Lapegüe, por entonces movilero, que aparece diciendo ‘están tirando piedras ante los ojos de la Virgen’, cualquier cosa. O restan, o no suman.
Yo creo que es eso. Y por eso creo que el documental puede servir para darnos un debate periodístico serio. La pregunta es: ¿de qué lado te ponés? En el momento tenés que saber de qué lado estás, tener una carga ideológica, un contexto, una lectura del mundo, que te permita entender qué lo que está pasando. Si a mí el poder político me dice ‘los piqueteros se mataron entre ellos’, pero vos sabés bien que desde la Semana Trágica en adelante las balas vinieron siempre de un mismo lado… a mí me daría a dudar. ¡Y más viniendo de la policía bonaerense! Y en el diario no lo ponen en duda en ningún momento. Entonces lo que el documental plantea es poder volver a pensar un periodismo militante, no en el sentido de estar metido en algún partido político, sino de querer estar comprometido con las situaciones que se están generando. Sino sé periodista de espectáculos, no sé. Un periodista político tiene que ser alguien que tome posición. Que pueda hacer una lectura crítica de todo lo que está viendo. Lo que yo no veo es que estos tipos tomen posición.
Con respecto a esto de qué señalás, de que los medios sirven para sostener los pilares del poder, o del gobierno. ¿Vos crees que cambió algo con el conflicto del campo?
No, no. Va más allá de cuestiones coyunturales. Es estructural. No tiene que ver con cómo se manejan puntualmente con el fenómeno piquetero, o con el conflicto del agro. Ni el gobierno ni los medios de comunicación masivos hablaron del otro punto de vista del conflicto del campo como hablaron los del grupo La Vaca, que hicieron todo un laburo con la gente del MOCASE, algo que ni salió de los medios ni del gobierno. Porque justamente esa parte de la historia es la que deja mal parada a los otros dos.
Es decir que dentro de la falsa dicotomía se pueden parar de un lado o del otro, según el caso, pero en definitiva –y siguiendo con el ejemplo del campo– los dos están de acuerdo en las cuestiones básicas, en sostener una economía agroexportadora.
Para mí sí. Y no es que tenga una visión conspirativa, no es que los tipos se arreglan o se pasan la pelota, ‘hoy me pegás a mí, mañana yo te pego a vos’ y así. Pero en el fondo están unidos, no existe una separación. Por eso no le tengo mucha fe al cambio de la ley de radiodifusión. Y si preguntás, ninguno de los que labure en un medio alternativo te va a decir que lo esté.
Una vez que terminaron el documental, ¿cómo empezaron a distribuirlo?
Fue todo un tema. Cuando terminamos la película brindamos, hicimos un asado, festejamos, y ahí nos quisimos matar. Porque dijimos, ¿y ahora qué hacemos? Arrancamos, pero hicimos todas las cosas mal. Te empezás a encontrar con productoras o distribuidoras y que te quieren hacer firmar un contrato para la distribución: nos cobraban el 30% de venta de todas las películas. No nos cerraba mucho. Así que dijimos: lo vamos a probar nosotros solos. Nos juntamos con otras personas que lo distribuyeron de manera independiente, con otros chicos que estaban haciendo documentales. Y entonces se fue vendiendo de mano en mano, o en algunos puntos en Capital. Y al interior por medio de la página de La Vaca.
La exhibición en cines fue todo un tema. No teníamos contactos. Apenas la terminamos la estrenamos así, de calientes, queríamos pasarla el 26 por cumplirse el cuarto aniversario. La pasamos dos veces en el Centro Cultural de la Cooperación, después unos días más en septiembre. Pero fue sobre la marcha.
Y entonces tuvieron el problema con el BAFICI…
Se las dimos en septiembre, por ese entonces no se había estrenado. El festival era en abril. En febrero nos enteramos que ya estaban seleccionando películas y quisimos ver cómo venía la nuestra. Le preguntamos a uno de los jurados y nos dijo que les había gustado mucho, pero que no podían pasarla porque no era inédita. Le dije, dame el mail del director de festival, el tipo este [Fernando Martín] Peña. Y el tipo nos insistía en que no era inédita. Pero era una película de denuncia, no podíamos guardarla. Y por otro lado, le dijimos, “está bien, no me la pongas en competencia, ponemelas como el de Mar del Plata, en alguna sección aparte. Yo no quiero el premio, quiero que se vea”. Porque eso después es la puerta para poder colocarla en otros lados. Y si la película habla de un hecho que sucedió en Buenos Aires, ¿por qué se va a estrenar en Mar del Plata, en Chaco, y no en el BAFICI, que es el festival de acá? Es un festival independiente, mi película es independiente, no me podés negar la exhibición porque la pasé cuatro veces en el Centro Cultural de la Cooperación. Nosotros decíamos que no queríamos pensar nada raro, como que la negativa tuviera algo que ver con el hecho de que Clarín sea el principal auspiciante del BAFICI. En fin, cuando termina todo el quilombo este, Peña nos dice “si quieren la pasamos en el Malba”. O sea: a los jurados le había gustado, a Peña le había gustado, ¡entonces pasame la película en el BAFICI! Porque sino, saquemos todas las retrospectivas, escuchame, ¡son cosas ya vistas! Nosotros no necesitamos la copita, el premio: solo que la pasen. Fue el único festival con el que tuvimos problemas. Y lo auspiciaba Clarín.
Me imagino que todos en Clarín habrán visto “La crisis…”
Pepe se asustó. Yo venía entrevistándolo pero nunca le comenté sobre el título; un día lo vio en una gacetilla y se enojó. Y Virginia estaba nerviosa: ‘no voy a poder entrar al diario mañana’, decía… Pero nosotros no vamos contra el cronista raso, que después de todo es un laburante. Nosotros apuntamos a la gente de más arriba en un diario. Por eso Pepe igual creyó que la película estaba buena, que era sincera.
¿De qué trata el nuevo documental en el que estás trabajando?
Sobre cárceles. Se centra en Claudia Sobrero, quien estuvo implicada en el asesinato del dibujante Lino Palacios, en el 84. A partir de esa historia, que es muy rica, vamos a hacer un cuestionamiento del sistema carcelario. La empezamos este año, posiblemente la terminemos a mediados de 2009.
Por lo menos ya cuentan con una base de contactos armada.
Sí, ahora somos los pibes de “La crisis…”. Eso te abre otras puertas. Cuando recién empezamos costó mucho más. Fue empezar llamando al conmutador de Clarín y decir “estamos haciendo un documental así y asá, para la facultad”. Así conseguimos las entrevistas. Ahora ya no podemos ir más a Clarín (risas). Ya no dan más entrevistas, al menos sobre este tema.