La Ley de Medios Audiovisuales, a la Corte viernes, 26 de marzo de 2010

Mientras la Cámara de Mendoza confirma la supensión la ley de medios audiovisuales por supuestos "vicios parlamentarios" (¿No era que el Congreso era el único que podía velar por la sanción de su propio reglamento? ¿Division de poderes, anyone?), la ONU elabora un informe en la que felicita la norma argentina en materia de medios.
Esta es la nota que escribí para Página/12.


Foto: Dailyinvention

LA CAMARA FEDERAL DE MENDOZA FALLO CONTRA LA LEY DE MEDIOS
Un caso para la Corte Suprema

Es la primera decisión de un tribunal de segunda instancia. Se basa en la queja de un diputado por haber sido “privado de ejercer el derecho de intervención” en el trámite de sanción de la ley. El Gobierno apelará ante la Corte.

La Cámara Federal de Mendoza confirmó ayer un fallo en primera instancia de una jueza de esa provincia y ratificó la suspensión de la aplicación de la Ley de Medios de Servicios de Comunicación Audiovisual. En febrero, el Gobierno había apelado la medida, pero la Cámara entendió que “aparecen vicios de ilegitimidad, arbitrariedad y gravedad institucional”. Así, mientras dure esta medida, vuelve a regir la 22.285 de 1980 y el Comfer como autoridad de aplicación. “Es increíble –opinó Gabriel Mariotto, presidente de la Autoridad Federal de Aplicación de la norma–, se suspende una ley democrática por un supuesto ‘vicio parlamentario’, y vuelve a regir una ley de la dictadura.” El Gobierno confirmó que apelará y el caso llegará a la Corte, que deberá resolver la cuestión de fondo.

El fallo lleva la firma de los camaristas Otilio Roque Romano, Alfredo López Cuitiño y Julio Demetrio Petra. Los magistrados entendieron que se violaron los derechos del diputado del PJ disidente Enrique Thomas –autor del amparo– porque el legislador “fue privado de ejercer el derecho de intervención” en el trámite de sanción de la ley. Por eso, el tribunal sostuvo que en el tratamiento “aparecen vicios de ilegitimidad, arbitrariedad y gravedad institucional que aconsejan mantener el estado de suspensión en la aplicación y actos de ejecución” mientras se sustancia la cuestión de fondo.

La Cámara Federal mendocina es la primera que se expide en segunda instancia sobre la ley 26.522. En diciembre último, la jueza Olga Pura de Arrabal dispuso como medida cautelar la suspensión de la norma por interpretar que el Congreso había incurrido en irregularidades reglamentarias.

En diálogo con Página/12, la diputada Patricia Bullrich celebró la medida. “Denunciamos en su momento que la ley había sido tratada de manera irregular y en eso se basó la intervención de Thomas. Lo que hay que hacer ahora es dejar de aplicar la ley”, expresó la legisladora de la Coalición Cívica. La titular de la Comisión de Libertad de Expresión, Silvana Giúdici, se mostró de acuerdo y recordó por su parte que el gobierno nacional “cometió irregularidades y desobediencias al fallo de primera instancia porque siguió dictando medidas desde la Autoridad Federal de Aplicación (Afsca)”.

Gabriel Mariotto, titular de la Afsca ahora suspendida, expresó su desacuerdo con el fallo. “Cuando la ley se empezó a discutir, la oposición lanzó todo tipo de descalificaciones: que era la ley de (Hugo) Chávez, que era la ley de las telefónicas, que íbamos a revisar las licencias cada dos años, que ‘ese Congreso’ no lo podía tratar... Finalmente, llegó al Parlamento y logró una gran adhesión. La democracia votó una norma, y ahora quieren armar una instancia judicial para frenarla.” El funcionario señaló “la paradoja de cuestionar un supuesto vicio parlamentario para suspender la ley de la democracia y pretender entonces aplicar la ley de la dictadura” y recordó que mientras dure la suspensión vuelve a regir la norma de radiodifusión de 1980.

Ahora, el Gobierno apelará y llevará el caso a la Corte Suprema. Los funcionarios consultados argumentan que ya en 1994 el máximo tribunal había sentado precedente sobre la materia, estableciendo que las cuestiones de interpretación de los reglamentos de las Cámaras sólo le competen al Congreso. La Corte –apuestan– también debería fallar a favor del Gobierno sobre la cuestión de fondo. “La ley en sí es sólida. Es lo más avanzado en la materia que hay en el continente y un gran avance respecto de lo que había”, aseguraron, y recordaron que la 26.522 cuenta con el respaldo de organismos internacionales como la ONU.

La ratificación de la suspensión de la ley es el revés judicial más fuerte recibido por la norma hasta ahora. Sin embargo, un funcionario que sigue de cerca la batalla judicial eligió mirar el camino con optimismo. “Hasta ahora veníamos de Cámara en Cámara, apelando cada fallo. Ahora que vamos a la Corte, tendremos una sentencia firme y final”, expresó.

***

Mientras tanto, en Naciones Unidas...


FRANK LA RUE, RELATOR DE LA ONU
“Felicito la ley”

El guatemalteco Frank La Rue es relator de Libertad de Expresión de Naciones Unidas. En julio pasado llegó a nuestro país para interiorizarse sobre la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, por entonces un proyecto del gobierno de Cristina Fernández, y terminó dándole un amplio apoyo. En diálogo con Página/12, La Rue lamenta la suspensión de la norma aprobada y anticipa que la Unesco difundirá este año un informe que toma la ley de medios audiovisuales argentina como “un ejemplo mundial”.

–¿Qué entiende la relatoría por “libertad de expresión”?
–Nuestro planteo es que la libertad de expresión es un derecho individual y un derecho colectivo: un derecho de todos. Consideramos a la comunicación social ante todo como un servicio público, incluso antes de ser un negocio. Creemos importante que todos los sectores sociales –sin importar su origen étnico, económico o religioso– tengan igualdad de derechos en el acceso a los medios de comunicación, ya que esta igualdad en el acceso permite que los distintos sectores sociales combatan la discriminación y el racismo.

–¿Cuál fue el motivo de su apoyo a la ley de medios audiovisuales?
–Parte de esa misma idea de considerar las frecuencias electromagnéticas como un bien público, como un servicio público. Felicito la ley aprobada en Argentina porque busca una fórmula equitativa en el manejo de las frecuencias, entre lo que serían las –legítimas– concesiones comerciales, las frecuencias públicas estatales y los medios comunitarios. La relatoría de Naciones Unidas siempre ha hecho hincapié en la diferenciación entre los tres segmentos, y esta ley lo tradujo en una guía. Es por eso que en el informe que presentaremos en Ginebra el próximo mes de junio felicitaremos la ley de servicios audiovisuales. La Argentina ha dado un ejemplo mundial, en especial en lo que respecta a los medios de comunicación comunitaria.

–Sin embargo, la Justicia hizo lugar a presentaciones de opositores y propietarios de medios y la ley se encuentra ahora suspendida.
–Muchos están ofendidos por esta legislación, pero es porque han gozado de sus licencias durante mucho tiempo.

Sobre citas y salidas martes, 23 de marzo de 2010



















(...) El compromiso se ubica dentro de una vasta gama de relaciones de noviazgo. Desde principios del siglo XX hasta la década de 1950, por ejemplo, los estadounidenses de clase media distinguían toda una serie de posibles relaciones entre parejas no casadas además del compromiso, sobre todo el hecho de citarse o salir juntos. Las citas, originalmente una práctica de la clase obrera, reemplazaron en la clase media la anterior costumbre de las visitas. Hacia mediados de la década de 1920, en su historia del cortejo y del noviazgo en Estados Unidos, Beth Bailey nos cuenta que "ir a algún lugar" -a restaurantes, teatros, salones de baile- había desplazado a la anterior costumbre de que los jóvenes "visitaran" a las jóvenes en sus casas o les hicieran compañía bajo la atenta mirada de la familia.

¿Qué definía la cita? Significaba que cuando una pareja "salía", el hombre gastaba dinero en el esparcimietno de ambos. Bailey llega a la conclusión de que "el dinero -el dinero del hombre- era la base del sistema de las citas, y, por lo tanto, del noviazgo". Los testigos observaban con temor y fascinación las características de una creciente competitividad en las citas, lo que Willard Waller en su estudio de 1937 para la Pennsylvania State University denominó el sistema del "dating and rating" (salir juntos evaluándose mutuamente): la formación de una estricta jerarquía en la consideración del atractivo de un hombre o de una mujer, de su mérito y prestigio, entre los acompañantes para acontecimientos tales como bailes o espectáculos deportivos. Durante las décadas siguientes, las citas continuaron basándose en la capacidad del hombre para pagar la mayoría de los gastos de esparcimiento.

Las nuevas relaciones en el sistema de citas implicaban una economía íntima distinta. Después de la Segunda Guerra Mundial, aunque la gente joven continuaba citándose, se creó una nueva forma de relación a mitad de camino entre el compromiso y las citas. Se llamó "salir juntos", una forma más exclusiva, más duradera y a menudo con mayor intimidad sexual que las citas. A veces, "salir juntos" se subdividía en varias categorías. Entre los alumnos de la Universidad de Kansas en la década de 1950, por ejemplo, Beth Bailey registra "toda una nueva serie de denominaciones 'oficiales' para designar diferentes grados de seriedad en las relaciones: going steady, lavaliered, pinned, engaged. Cada denominación implica un grado de compromiso mayor que la anterior, y cada paso permite una mayor intimidad sexual. Besuquearse con una persona con quien se sale con frecuencia es una cosa, hacerlo con una cita ocasional representa algo completamente distinto". "Salir juntos" crea sus propias combinaciones características de relaciones, transacciones y medios. En general, la pareja compromete mucho más sus recursos conjuntos que las parejas que sólo se están citando, y planean sus gastos para poder asistir juntos a los compromisos sociales más importantes. Entre los estudiantes de secundario, que adoptaron con rapidez la costumbre, los muchachos y las muchachas, por ejemplo, se intercambiaban anillos de graduación, usaban camperas que combinaban entre sí o los chicos les daban a las chicar un suéter con un monograma.

De este modo, un complejo sistema de cortejo con múltiples formas de relación prevaleció en las escuelas de Estados Unidos a mediados del siglo XX. Hoy en día, por supuesto, un hombre soltero todavía invita a una mujer soltera a comer afuera o a alguna de actividad de esparcimiento, corre con los gastos y espera alcanzar algún grado de intimidad durante el encuentro. A esto a veces todavía lo denominan cita. Sin embargo, desde mediados de la década de 1950, apareció en Estados Unidos toda una nueva serie de relaciones de noviazgo, como "engancharse", ser amigos con beneficios, salir y pasar tiempo juntos (hooking up, friends with benefits, going out y hanging out). En una encuesta preliminar a mujeres en el campus de once universidades, Norval Glenn y Elizabeth Marquardt descubrieron, por ejemplo, que las estudiantes universitarias dividían sus encuentros heterosexuales en cinco categorías básicas: en primer lugar, encuentros que implicaban sexo sin compromiso, incluyendo los "enganches" o lo que otras mujeres denominaban "amigos con beneficios"; en segundo lugar, relaciones que se establecían en muy poco tiempo, con cierto grado de compromiso y que incluían relaciones sexuales, a veces llamadas "siamesas"; en tercer lugar, relaciones menos intensas, que evolucionaban con más lentitud, con compromiso y que incluían o no actividad sexual. La cuarta era el pasar un tiempo juntos, el tipo más común de relación, con el sentido de salir informalmente o pasar rato con uno más compañeros. Por último, la cita, en el viejo sentido de la palabra, representaba sólo una reducida minoría de esos encuentros. (...)

Viviana A. Zelizer, La negociación de la intimidad, FCE, Buenos Aires, 2009, pp. 136-138
Imágenes extraídas de la colección "Teenagers going steady" de la revista Life.

La traición del sistema: crónica de un desencanto anunciado lunes, 22 de marzo de 2010

La traición del sistema: crónica de un desencanto anunciado
por Rodrigo Ros (*)

En sólo cuatro décadas, el rol de los representantes políticos, la adscripción de los ciudadanos al territorio y la participación ciudadana en los asuntos de interés común, han sufrido una caída libre sin precedentes en la historia moderna.

En el origen de esta nueva situación se encuentran el triunfo de la sociedad de consumo, de las lógicas financieras y de un presente construido sobre las bases de un proyecto de comunidad global, entre otros. En este contexto vale la pena preguntarse ¿Qué valores orientan los comportamientos de la ciudadanía y sus representantes? Y finalmente ¿Qué lugar ocupa el debate político dentro de estas sociedades?

Con la década del ‘70 comienza, para los Estados Unidos, un giro en la historia de las elecciones presidenciales. Con el desarrollo del marketing político surgido del acuerdo entre el sector publicitario y las necesidades de promoción de la clase dirigente, los representantes políticos de este país acceden a una de las más imbatibles armas de persuasión masiva. Ya en 1952, y en este país que se sabe sin duda pionero en la materia, el general Dwight Eisenhower se convertía en el primer candidato presidencial en recurrir a los servicios de una agencia publicitaria para su campaña televisiva, dando inicio a un modus operandi que, de allí en más, sería aceptado por todos casi de forma axiomática.

Los principios del marketing político se exportarán casi de inmediato a toda Europa Occidental, donde varios de los candidatos presidenciales no dudarán, ya desde esa década de los ’70, en someterse a los consejos en comunicación made in USA ¿La estrategia? Un verdadero lifting de todo el sector político que operará un cambio lento pero inexorable hacia fines del siglo XX. Así, por ejemplo, el candidato a la presidencia Valéry Giscard D’Estaing proclamaría ya por 1974: "espero que esta campaña sea la más libre de todas, y cuando digo libre, me refiero tanto al tono como a la forma, ya que creo que en la vida política francesa hay algo de inútilmente rígido, de artificial. Es por esto que espero hacer de mi campaña algo más libre, más distendido, más adecuado al estilo de nuestra vida política actual". Las escenas televisivas de la época resultarían en este sentido, ejemplares: partidos de fútbol entre camaradas del gobierno local; entrevistas a torso desnudo en los camarines; paseos en familia a la orilla del mar. En suma, una estrategia que, como señalaba el propio Giscard D’Estaing, buscaría romper con el viejo "ejercicio solitario del poder", en referencia a su predecesor Charles de Gaulle.

Con la caída del muro de Berlín, hace exactamente 20 años, el mundo asiste al triunfo del discurso actualmente hegemónico y al advenimiento de una nueva era caracterizada por la sociedad de consumo y el liberalismo económico. De la utopía socialista a la utopía del libre mercado. "Hoy en día comprendemos sin embargo - señala el filósofo solveno Slavoj Zizek- que el período utópico por excelencia fue, en realidad, la década de los 90’ y su creencia en una humanidad que había por fin encontrado la fórmula socioeconómica ideal".

Hacia fines de los ‘90 ya había surgido el personal branding, reflejo indisociable de los valores de una sociedad cada vez más centrada en la importancia del éxito individual y de la proyección de la propia imagen. Personal branding, es decir, el arte y la manera de crear y promover la propia imagen profesional, administrando la reputación y la percepción que los demás deben tener sobre uno. Un poco al estilo de las redes sociales de nuestros días con Facebook a la cabeza. Un arte cada vez más complejo, apoyado en años de experiencia del sector publicitario, de los focus group, de los estudios de mercado, de la sociología y, por qué no, de la industria del entretenimiento llamada a aportar los efectos milagrosos del star-system al paroxismo de una sociedad obnubilada por la imagen. De todo esto comenzaría a alimentarse una clase política cada vez más próxima del debate televisivo que del parlamentario.

Paradójicamente, y al compás del refinamiento de las técnicas publicitarias, es el sector político en su conjunto quien comienza a perder peso y brillo dentro de una esfera pública en la cual, después de todo, alguien debía advertirlo, el fuego fatuo de los proyectores se había sumado al del control remoto para quemar la función pública y sus tiempos. Luego, privatización y liberalización de los mercados mediante, serán el propio Estado y sus representantes los que quedarán al margen de la esfera pública.

Mundialización obliga, la adscripción territorial e identitaria de la clase política parece no dar cuenta de la complejidad del mundo en que vivimos. Su discurso, acusado de anacrónico u obsoleto, es relegado a la última línea de los intereses de la opinión pública. Así, mientras la incertidumbre se transforma en certeza, los representantes políticos, acorralados, devienen simples auditores del quehacer económico. Son tiempos ingratos para una clase en decadencia.

Mientras tanto, una nueva clase política crece y se alimenta bajo el signo de la eficiencia económica. Así en Europa los Estados no podrán sostener muy largamente el deseo de providencia, y las garantías sociales serán reemplazadas por las obligaciones financieras.

Los representantes políticos deben ser capaces de adaptarse y comprender las necesidades de la cartera de inversores, últimos garantes, en definitiva, de las promesas asumidas por los consejos de administración. Y es que la rentabilidad ya no rima con la defensa de las minorías.

El "acceso" a los derechos fundamentales (en particular la salud, la educación y la seguridad) ya no constituyen una prioridad de las políticas estatales. En este contexto, dominar el lenguaje de las finanzas es comprender la lógica de los procesos políticos del mañana.

Al mismo tiempo, la sociedad en su conjunto se transforma también. El mundo cambia, las fuerzas políticas cambian, los partidos políticos cambian. La izquierda se debilita, pierde el pie, hace agua allí donde el debate no incluye los principios de la justicia social, de la emancipación, de la igualdad de derechos, del derecho a la educación, a la salud... Como si la justicia social hubiese perdido de golpe algo de su actualidad. Y es que la agenda viene preacordada ahora por los propios medios de comunicación. Por estos medios que, a su turno, forman parte ahora también de los procesos financieros. (...)

(*) Periodista / Doctorante en Comunicación de Paris8 Université. Miembro del Centre d'Etudes sur les Médias, les Technologies et l'Internationalisation – CEMTI, Uruguay

Alejandro Rozitchner y el ajuste martes, 16 de marzo de 2010

Usted señor, usted señora, ya habrá oído hablar por ahí de Twitter, una popular red social en la cual los internautas abren un perfil propio y comentan lo que están haciendo en 140 caracteres o menos, para que el resto del mundo los lea.

Discusiones aparte sobre el propio carácter del soporte (esto de escribir pensamientos mayormente privados en un muro público y luego ganar "seguidores" se parece bastante al fenómeno de la exposición pública de la intimidad que ya hemos analizado -con espíritu crítico- hace algunos años), muchos utilizan su plataforma para enlazar hacia notas o artículos de interés, más desarrollados, en otros lares. Aunque la mayor parte de las veces lo que hay son apenas, comentarios breves, notas, bosquejos, disparadores.

Hace unos diez días, tiré una de esas botellas al mar a propósito de un mensaje escrito por Alejandro Rotizchner, el (autodefinido) “roquero, marihuanero y hippie” que asesora comunicacionalmente al PRO conducido por el empresario Mauricio Macri. Rozitchner me contestó y lo que sigue es la serie de chicanas que intercambiamos durante un breve lapso. Si está de paso y así lo desea, el señor Rozitchner está invitado a continuar el debate por otros medios, más propicios, como los comentarios de este blog, en donde los el espacio disponible no mutila la posibilidad de argumentar.




[Referencias: las líneas comenzadas con @fedebillie (en negrita) son las respuestas de Rozitchner, mientras que las que comienzan con @AlejRozitchner y el primer posteo son de quien suscribe]

El “basquetbolista de ideas” @AlejRozitchner ya pide ajuste http://bit.ly/8XCATl Qué linda que es la derecha, siempre con ideas nuevas

@fedebillie no, no "pido" ajuste, lo que pasa es que va a ser inevitable corregir tanta mentira, lo pide la realidad, aunque no lo queramos

@AlejRozitchner Pero una cosa es corregir la "mentira" del Indec y otra muy distinta es achicar el gasto social, como hace el Pro en Ciudad

@AlejRozitchner Ya q estamos ¿Por qué tu rol social aparece disfrazado en La Nación y Hora Clave? Antes que "Filósofo" sos empleado de Macri

@fedebillie es mentira que el gasto en la ciudad se haya reducido, y además, tratame con respeto, que no me conocés como para tratarme asi

@AlejRozitchner Vamos de nuevo: Estimado Sr., aún no me respondió por qué su rol social aparece disfrazado en La Nación y Hora Clave

@fedebillie no aparece disfrazado, tgo muchos trabajos, participar del Gob de la C es 1 d ellos (no me hables con sorna, tratame bien)

@fedebillie como verás es público mi trabajo y defiendo lo que creo políticamente sin temor, no me escondo, creo, ¿no?

@AlejRozitchner Claro, pero cuando publican una columna tuya nadie dice que "uno de tus trabajos" es en el Gob de la Ciudad. Y es relevante.

@fedebillie es que en ese caso no estoy trabajando para la ciudad, estoy dando mis ideas, además no tengo "cargo" público

@AlejRozitchner Y lo del gasto: LN publicó una nota que dice que el Gob. porteño tiene paralizadas obras en 7 escuelas http://bit.ly/9EEEOk

@fedebillie es posible, pero sabés la cantidad de obra que se hizo en las escuelas? como nunca, eh, si nadie hizo nada en mucho tiempo...

@AlejRozitchner ¿Si? "Los propios informes técnicos del gob. porteño" hablan de refacciones cosméticas en escuelas http://bit.ly/cPVL9P

@fedebillie te aseguro que p el gob de la ciudad la educac es prioridad, se ha incrementado mucho el presupuesto desde gestiones anteriores

@AlejRozitchner "Un 10% de las obras promocionadas son la simple instalación de caloventores y otro 5% son refacciones provisorias de gas".

@fedebillie no tengo información detallada sobre lo que dice ese artículo, de todas maneras se hace y ha hecho mucha obra

@fedebillie lo de haber hecho más en dos años que en los anteriores diez no es verso promocional, te aseguro

@AlejRozitchner Me encantaría creerte, pero los números dicen otra cosa. Hasta La Nación lo plasma en el artículo, que salió hoy mismo.

@fedebillie además, el presupuesto es súper escaso, si pagás todos los sueldos y gastos corrientes queda apenas para invertir

@AlejRozitchner En el presup. 2010, Educación recibe igual ingreso que el año pasado. Y dice que la inflac. es del 6,5% http://bit.ly/cAyAfs

@fedebillie hay mil areas atrasadísimas, necesitan d todo, falta plata, mirá los nros, el gob pone todo a la luz http://tinyurl.com/ygkqaf5

@fedebillie La nación no es pro macri, ataca todo el tiempo, y mucho no es cierto

@fedebillie ahí se explica en detalle las entradas, los gastos y con qué planes, es un slideshare, es lindo de ver

@fedebillie estudiá los nros en serio y vas a ver cual es la realidad

@AlejRozitchner En tu propia planilla están. Slide 24: 66% de "gastos sociales". Pero al terminar el año se terminan subejecutando...

@AlejRozitchner Legisladores denuncian que el dinero previsto para "obras de infraestructura escolar" se usan para la reparación de veredas

@fedebillie estás abordando el tema con prejuicio, con ganas de hablar mal del gob de la c, pero sin mirar la realidad, estudiá los nros

@AlejRozitchner Te dije, me encantaría hablar bien. Pero no todo está en "los nros" si después terminan derivando fondos hacia otras áreas

@fedebillie te digo que no es un gob perfecto, pero que es el mejor en mucho tiempo, pensá en lo posible no en el ideal

@fedebillie y tenes que reconocer que se está trabajando más y mejor que nunca

@fedebillie por qué cuesta tanto reconocer cuando se cambia la tendencia y se empieza a trabajar bien

@AlejRozitchner Porque no se está trabajando bien, Alejandro. Y no soy el único: en 2009 la mayor parte de los votantes esquivó al Pro

@fedebillie eso no es cierto, tuvo menos votos, pero ganó el pro igual, además Macri sigue con buena imagen, aunque bajó

@fedebillie y si, se está trabajando muy bien, en muchas cosas, hay errores, pero hay unos avances como no se veían en mucho tiempo

@fedebillie hay demasiadas ganas de no reconocerle valores, no tenés ganas de apoyar, buscás la hilacha, ok, son estilos

@AlejRozitchner No extraña que haya bajado después del escándalo de las escuchas ilegales y la falta de rtas creíbles en las inundaciones...

@fedebillie operaciones k, y lo de las inundaciones, adjudicarselo al gob actual es de muy mala leche

@fedebillie te dejo, me tengo que ir, abrite un poco

@AlejRozitchner Un saludo. Para la próxima, ahorrate lo de echarle la culpa de errores propios a las "operaciones K". Victimizarse no es Pro

@fedebillie volvió la sorna? también tenés que mostrarte superior? por?

Children of men sábado, 13 de marzo de 2010





















Futuros del futuro
por Martín Caparrós

Es el tipo de información al que muy pocos hacen caso: el tipo de información que, dentro de veinte o treinta años, va a ser lo único que se recuerde de estos tiempos.

–¿Te acordás hermano de cuando Cristina se despachó con esos DNU?

–¿Qué Cristina, la novia de tu prima Ruti?

Vivimos sumergidos en esa marejada que los medios y los periodistas –y los millones de víctimas de su visión del mundo– solemos llamar actualidad y que sirve, en general, para no pensar más allá del martes a las cuatro de la tarde.

–Pero no me digas que no te acordás de cuando se descubrió que un jefe de policía había armado unas escuchas telefónicas que…

–Disculpame, ¿telefónicas qué significaba?

Y así seguimos, sumergidos en la ola de nimiedades que nos enseñaron a creer importantes. En cambio, no nos paramos un minuto ante el informe de la directora general de la Organización Mundial de la Salud, una señora Margaret Chan, que dijo hace unos días que los chicos que nacen ahora “podrían ser la primera generación en muchísimo tiempo en tener una esperanza de vida más baja que sus padres”. Después explicó que las enfermedades no contagiosas de los países ricos –pulmonares y cardiovasculares, cánceres, diabetes– llegaron con fuerza a los países pobres, donde los sistemas sanitarios, ya mal preparados para lidiar con enfermedades infecciosas y agudas, no consiguen enfrentar estos problemas crónicos muy relacionados con nuevos estilos de vida: tabaco, estrés, comida basura. Y que esa amenaza es suficientemente seria como para bajar la esperanza de vida global, dijo la señora Chan, en un pronóstico que podría haber sido –y no fue– un terremoto. Porque la esperanza de vida es uno de los datos más decisivos para evaluar el estado de una sociedad, uno de los dos o tres indicadores clave. Es obvio: para vivir mejor o peor es preciso, ante todo, estar vivo.

La esperanza lleva siglos creciendo sin parar. Los romanos del Imperio o los indios precolombinos tenían una expectativa de vida promedio que rondaba los 30 años; los europeos occidentales del 1900, unos 45; cualquier compatriota, ahora, más de 74 –aunque, por supuesto, las estadísticas son una simplificación: decíamos hace unos días que un compatriota de Belgrano puede esperar una vida bastante más larga que un compatriota del Impenetrable. Pero, en cualquier caso, la sostenida prolongación de nuestras vidas es uno de los grandes argumentos para sostener que, a pesar de los pesares, la humanidad ha “progresado”: vivir el doble es, más acá de cualquier otra consideración, obviamente mejor que vivir la mitad.

–¿A usted le parece?

–¿A usted no?

Progreso es un sustantivo muy calificativo: se lo podría definir como los cambios que nos gustan –opuesto a retroceso o decadencia, que serían los que no. En los últimos siglos nos acostumbramos a imaginar ese progreso como algo constante: la promesa de que el paso del tiempo mejoraría las condiciones generales de la vida. Una de las bases de la modernidad –esta época confusa que empezó con la Revolución Francesa y que algunos dan por terminada y otros no– es esa idea del futuro como promesa. El futuro siempre sirvió para eso: los hombres nunca pudieron soportar lo insoportable del presente sin una ilusión, un relato posible, eso que ahora llaman utopía para dejarlo fuera de juego. La originalidad de la época moderna fue que la promesa ya no era aquella vida mejor en otro mundo que solían vender las religiones: ya no una salvación mítica incomprobable sino una salvación social concreta, una vida mejor en este mundo cruel, gracias a la política y la técnica. Y ahora muchos datos señalan que esa idea del futuro se derrumba, y la reemplaza la amenaza. Una encuesta reciente –del Pew Center, hecha en esos países que hacen estas encuestas– dice que el ochenta por ciento de los franceses, setenta de italianos y alemanes, sesenta de americanos y británicos creen que sus hijos van a vivir peor que ellos. Cualquier recorrido por los discursos más al uso muestra las razones de ese susto: la finitud de los recursos, la violencia, la superpoblación, el cambio climático, la convicción de que somos una mierda, hacen que lo que viene parezca peor que lo que hay.

–Yo se lo dije, mire vea. He descubierto que la humanidad no tiene solución.

–¿Y no probó con la pólvora, mi estimado?

Estamos en uno de esos momentos necios de la historia en que nadie tiene una buena idea sobre qué esperar del futuro, y entonces nos dedicamos a temerlo. El presente siempre es insatisfacción garantizada; me gustaría saber por qué, entonces, ciertos presentes producen futuros de esperanza y otros, futuros de terrores. Alguien podría pensar que la historia del mundo podría leerse a partir de esa dicotomía: las épocas que buscan su futuro, las que lo miran con espanto.

Supongo, provisoriamente, que nunca hay menos futuro que en los períodos que acaban de desechar uno –que recién tiraron: ahora mismo, sin ir más lejos, cuando los discursos sobre el futuro venturoso igualitario se han hecho trizas y todavía no aparecen los que deben reemplazarlos. Que aparecerán, más temprano que tarde: el futuro no se encuentra dentro de quince, veinte, cincuenta años; el futuro es una variable del presente, un relato sobre cómo ese presente se ve y se pretende –y la humanidad, en general, no ha sabido vivir sin alguna forma de futuro esplendoroso: el presente es demasiado duro como para soportarlo sin la promesa de otra cosa. Por eso creo que los períodos sin futuro –sin esperanza puesta en el futuro– duran menos que los otros y ahora, en buena parte del mundo, no hay promesa instalada y funcionando. Sí la hay en lugares como la China o la India o incluso Brasil, donde cientos de millones de personas están llegando al mercado y les parece extraordinario. No la hay en los lugares donde nadie llega o donde muchos llegaron hace tiempo y ya vieron que con eso no alcanza –y se desilusionan y se amargan y no consiguen nada que esperar: nosotros, tantos otros.

Insisto: no creo que dure mucho, porque no sabemos vivir en estas condiciones. Y estoy convencido de que en distintos lugares, en muy variadas situaciones, cantidad de personas imaginan o viven o buscan o descubren formas nuevas de pensar el futuro, de ilusionarse con los cambios posibles –o aparentemente imposibles todavía: están creando los futuros futuros. Y que, en algún tiempo –que pueden ser diez años, treinta años, cincuenta, lapsos espantosos–, cuando esas ideas se constituyan en la forma de pensar el mundo, algún memorioso va a recordar que los hombres de principios del siglo XXI estaban tan desanimados que incluso llegaron a suponer que, por primera vez en tanto tiempo, sus hijos vivirían menos que ellos. O quizá me equivoque como siempre y entonces, dentro de diez años, treinta, cincuenta años, alguien va a decir sí, recuerden, la decadencia final empezó cuando la esperanza de vida de los hijos se hizo más breve que la de sus padres. Son momentos que definen épocas y –por eso, supongo– no salen en los diarios.

The Salchicha Times - Edición Especial martes, 9 de marzo de 2010

Crónica de una derrota anunciada
por Fede y El Tío

El día en que lo iban a matar (en un partido de fútbol), Federico P. se levantó a las 9.50 de la mañana para despertar a su amigo El Tío. Era sábado. Enorme fue su sorpresa al notar que el mismo celular que un segundo antes le ofició de despertador anunciaba dos mensajes de texto nuevos. Los dos, justamente, del Tío. El primero decía:

Chicos, hoy no juego, juega Mante y su hermano x mi. Los quiere, Feli. Pasen a buscar al gordo. - 06:57
Y el segundo, más urgente:
CHICOS. NO JUEGO. JUEGA MANTE Y EL HERMANO X MI. LOS AMO - 09:33
Para más datos, El Tío resultaba ser el único arquero con el que contaban en su apoyo al Beto Team. (El año pasado, hubo al menos media docena de jornadas en las que el Equipo Salchicha se unió para bancar -infructuosamente pero con cariño y tenacidad- al equipo de Beto). Eran las 10 de la mañana y a las 10.45 Beto los esperaba en un puente de Panamericana, para jugar once y media en Escobar.

Lo primero que hizo Fede fue llamar al ahora suplente Mante, al celular y a la casa. No atendía. Lo segundo fue llamar al Tío y poner los puntos en las íes.

- Brhshola muchachonnmngr
- Tio, ¿que haces?
- Bienfh. ¡No! Malh
- ¿Qué te pasa?
- Tomée muchomf, me ssiento maljd
- Felipe, no tenemos arquero. Sos el único arquero. Vas a venir a jugar. Beto te está esperando.
- Uhhfhbueno
- Paso por tu casa diez y media.
- Todhsavía esthfoy enn Corrientesh y Uriburuhh...
- Paso por tu casa diez y media.

Fede agarró el auto y en unos minutos llegó a la puerta de lo del Tío, que aún no había regresado. Finalmente apareció, harando con su Gol, y en tiempo récord se buscó en su casa un pantalón y botines. Ambos partieron rumbo a lo de Augusto, la última escala antes de ir por Beto.

Augusto salió de su casa con una tela blanca y rota que oficiaba de pantalón deportivo ya que "los shortcitos me los olvidé en lo de mi hermana" (sic). Sus amigos le dijeron que parecía una túnica romana. Preguntó si alguien tenía "un short de más", cosa que -cabe recordar- en general no sucede muy a menudo en los equipos de fútbol amateur. Los tres estaban muy cansados.

Salieron para Panamericana.

Beto dijo que los estaría esperando "un puente pasando Márquez", ubicación que ninguno recordaba con exactitud más allá de "tenerlo de vista", por lo que el copiloto designado fue Augusto, que vive a apenas un par de kilómetros. Augusto convenció a los presentes de seguir "todo por colectora" para luego "cruzar Panamericana por debajo y seguir derecho". No tenía demasiado sentido pero, hey, estaban hablando con el local. En un momento la cosa se tornó medio extraña, "Lisa lloró, yo lloré, Maggie río, todo fue una confusión", tuvieron que dar una vuelta manzana, y los chicos empezaron a perderse. Eran las 10.45.

La cosa se puso aún más bizarra cuando descubrieron que su última maniobra había sido subirse al ramal Tigre, cuando lo que necesitaban -recordemos- era ir camino a Escobar. Después de un confuso llamado telefónico con Beto, Augusto ordenó, muy dedicido, a bajar en la ruta 202 y empezar a ir por ella hasta la supuesta via a Escobar. Luego de varios kilómetros, la Panamericana no se divisaba por ningún lado y ya eran más de las once. Para colmo, cuando por fin comenzaron a acercarse a la famosa autovía, el camino que conducía a ella finalizó abruptamente por estar en construcción. La señalización indicaba desvíos por caminos de tierra. Los chicos agarraron una de las paralelas y El Tío le preguntó a unos policías cómo salir para Escobar.

- Mirá, tenés que doblar a la derecha, hacer una cuadra, doblar a la izquierda, y salir todo derecho. Pero suban las ventanillas, traben las puertas, y no paren por nada.

El aviso chucknorriseano venía a cuenta porque estaban atravesando una acogedora villa de San Fernando. (Nada extraordinario. Además era de día.) Augusto ya estaba enojado por la situación y, a los gritos, se defendió: “¡No tengo un GPS en el culo!”. Finalmente salieron a Panamericana y -previa consulta con el titular de una remisería local, de musculosa y visera- agarraron correctamente.

Se encontraron con Beto, que estaba esperando en el auto hacía ya un tiempo, y emprendieron en caravana el viaje a las canchas, a todo vapor, sin que mediaran demasiadas disculpas. Ya eran las 11.30 y todavía faltaban como veinte kilómetros.

A todo esto, El Tio se acordó del boliche Amerika del día anterior, sacó la cabeza por la ventanilla "como un avestruz" y dejó un bonito recuerdo en el costado del auto, mientras golpeaba el vidrio trasero y gritaba "auxilio, auxilio". "No tomo más esa bebida Peter’s, por favor, que alcohol berreta", exclamó, mientras dejaba un bonito Pollock en el rodado, el pase de factura por la bebida en la "fiesta de la espuma" del viernes. Beto, desde su auto, miraba con atención la escena desde el espejo retrovisor. “¡Ese es nuestro arquero!”, pensaba.

Dos minutos después El Tío dijo "ya estoy bien, ya estoy bien". Llegaron a las famosas canchas mientras los amigos de Beto, sentados frente a la parillita en la entrada, saludaron a su amigo con la aclaración: “Todo bien, jugamos este partido. Pero nunca más, mirá como están las canchas”. El campo de juego estaba lleno de pozos y montículos de tierra. “Tuvimos que desalojar al Oso Hormiguero de la Pantera Rosa”, explicó El Tio.

El match, un amistoso contra un equipo desconocido para probar el terreno de juego, fue anecdótico. O sea, una anécdota para contarle a tus nietos... de lo mal que llegó uno a jugar en determinado momento de su vida. Que haya sido a los 24 años sólo agrega preocupación al asunto.

Los de camiseta roja, es decir, los betenses + salchichas, tuvieron una pésima tarde. A los contrarios, de gris, todo les salió bien. Y podrían haber ganado por más. El Tio luego declaró haber tenido "otra noche Amerika" porque durante el partido se comió "dos palos y un travesaño". A Fede los laterales le ganaron la posición una y otra vez, y en sus salidas desde abajo regaló la bocha más de una vez. Augusto se paró arriba como un buen Palermo, pero ante cada pelota que le llegaba hacía La Grulla como Karate Kid y se le iban todas largas.

Cerca del segundo tiempo, a Fede se le acalambró un gemelo y salió del campo de juego. Cuando se sintió un poco mejor, le preguntó a uno de los chicos alcanzapelotas que estaban al costado si alguna vez había visto jugar a un equipo tan mal "como a estos de camiseta roja". "No, tan mal nunca", contestó el pibe. Luego fue al baño, que quedaba a unos cincuenta metros, detrás de la parilla loca. Allí, con un pie descalzo porque había recibido un taponazo, se sentó en el inodoro y miró el piso mojado. Amagó con prender la luz, pero se dio cuenta de que no había lamparita, sólo el foco oxidado. Pensó por un segundo en lo estúpido que sería morir electrocutado con los pantalones bajos en un baño de Escobar. Luego volvió al costado de la cancha y presenció los últimos instantes del partido.

El encuentro, de dos tiempos de 40 minutos bajo un sol abrasador, terminó 7-0.

Abajo.

Pepe Mujica y el gatopardismo viernes, 5 de marzo de 2010

"Van a tener leyes claras y tangibles para propiciar un ámbito oportuno de inversiones. (...) Jugala acá que no te van a expropiar ni te van a doblar el lomo con impuestos"

José Mujica, en un almuerzo frente a 1.500 empresarios, 10-02-2010























La peor astilla
por Martín Caparrós

Y entonces, cuando ya parecía que nadie podría matarle el punto al presidente Lula, apareció el presidente Pepe –o, mejor, el presidente Elpepe– y le dio cuatro vueltas. Es improbable que salga otro mejor: creo que, a esta altura, podemos afirmar que el título continental de Peor Astilla va a quedar, por mucho tiempo, en manos del honorable señor José Mujica, presidente de ROU.

–¿La peor astilla?

–Sí, ¿no la recuerda? La del mismo palo, bó.

El presidente Elpepe es la culminación de uno de los recursos más astutos de la política sudamericana en las últimas décadas: vamos con los arrepentidos. En los noventas, el capitalismo salvaje –con más o menos salvajismo según cada republiqueta– arrasaba con todo: tenía bula porque acababa de caerse un muro y la felicidad eterna del mercado era nuestro destino manifiesto. Pero sus gerentes se la creyeron tanto que arruinaron a demasiada gente –más gente o menos, según republiquetas– y la idea tuvo un momento de zozobra; fue entonces cuando llegaron –clarín, polvo, caballos– al rescate los arrepentidos.

Es probable que no lo hayan planeado, pero fue un truco extraordinario: el capitalismo desacreditado por sus errores y excesos –su soberbia, sus pozos de pobreza, sus cumbres de riqueza impúdica, sus políticos necios, su corruptela levemente obscena– necesitaba recuperar alguna legitimidad: ¿quién mejor para dársela que los que lo habían combatido? Así apareció, primero, un obrero izquierdista de los suburbios de San Pablo; así apareció, después, una mujer socialista con padre asesinado por Pinochet; así apareció, más tarde, un obispo tercermundista rebelde intransigente un poco putañero –e incluso apareció, diferente, más lejos, más arriba, la versión superhollywood 3D HD Dolby Digital, que no legitiman diez o veinte años de militancia izquierdista, faltaba más, sino siglos de esclavitud morena. ¿Quiénes más autorizados para decir miren, nosotros sabemos de qué estamos hablando, nosotros nos opusimos a este sistema, fuimos víctimas de este sistema pero ahora reconocemos que no hay nada mejor?

–¿Quién, pregunta? El presidente Elpepe.

El presidente Elpepe es, a todas luces, un hombre respetable –y de lejos resulta entrañable: un petiso panzón desaliñado sin la menor apariencia de soberbia, de ambición personal. Además fue guerrillero, estuvo preso trece años, sigue siendo un poco lengualarga, sigue vistiéndose tan pobre como antes, sigue viviendo en la misma chacra de los suburbios de Montevideo. Todo eso, por supuesto, subrayado y mejorado por la uruguayidad. (Para nosotros, argentinos, la uruguayidad es una trampa rara: nos convence de cosas. A mí me encanta –respeto mucho– su sentido de paisito digno y orgulloso de no ser muy orgulloso, su austeridad, su laicismo: que Uruguay no tenga Semana Santa sino Semana del Turismo me parece uno de los grandes logros del republicanismo liberal decimonónico, pero eso no hace que Punta del Este deje ser el gran lavadero y pelotero y tragadero de los ricos argentinos, ni que sus bancos sean su recurso cuando quieren fugar sus capitales.

“Es raro: son nosotros pero no lo son –escribí hace tiempo–. Hablamos casi el mismo idioma, vivimos en paisajes semejantes, pero nuestras historias nos fueron separando: si Buenos Aires fue la capital de un imperio que nunca existió, Montevideo fue el centro de una Suiza que tampoco. Aunque algo de aquella imagen se mantenga: el Uruguay nos parece amable, peludito y suave: ordenado, tranquilo, inocuo. Nos parece un espacio decente, de gente íntegra: algo así como la imagen mitificada de los viejos criollos. Y mantenemos esa imagen aunque el Uruguay viva, entre otras pocas cosas, del lavado de dinero: yo no tengo nada en contra de esa práctica económica –tan decente o indecente como la mayoría–, pero no es la mejor para sostener una reputación de país probo según las reglas consagradas. Y sin embargo, la sostienen.

–No me va a comparar al Uruguay con las islas Caimán.

–No, no es lo mismo morder que chupar mate.

El presidente Elpepe, queda dicho, sigue haciendo muchas cosas –es importante que siga, que establezca una continuidad– y es muy respetable y también piensa cosas que hace treinta y tantos años, justo antes de que lo metieran preso, lo habrían llevado a definirse como un enemigo mortal de sí mismo. Es lógico: la gente cambia, y la persistencia es a menudo persistencia en el error. Lejos de mí defender la tozudez; sí quiero, en cambio, pensar qué rol juegan esos cambios y esa gente que cambia, qué papel en la historia.

El presidente Elpepe sirve –como el resto del Batallón Astilla– para terminar de enterrar ciertas ideas: yo antes quise cambiar el mundo, muchachos, armar una sociedad sin ricos ni pobres pero eso no funciona; ahora sé que lo que hay que hacer es hacer más “vivible” –la palabra es suya– esta sociedad con ricos y pobres, poderosos y debilitados. Nosotros ya intentamos otra cosa pero no se puede, muchachos, hay que seguir con esto. Lo que sí, hagámoslo un poco más humano, que no parezca tan basura porque eso no queda bien y solivianta. El gran truco de los Astilla consiste en convencernos de que no cambiaron de metas sino de método: que siguen buscando el bienestar general pero que han descubierto que debe conquistarse dentro de este juego.

Por eso dicen de maneras variadas que, contra lo que solían pensar, ahora descubrieron que esa felicidad es una posibilidad del capital: “Vamos a darle al país cinco años más de manejo profesional de la economía, para que la gente pueda trabajar tranquila e invertir tranquila. Una macroeconomía prolija es un prerrequisito para todo lo demás” –dijo el presidente Elpepe en su discurso de asunción–. “Seremos serios en la administración del gasto, serios en el manejo de los déficit, serios en la política monetaria y más que serios, perros, en la vigilancia del sistema financiero. Permítanme decirlo de una manera provocativa: vamos a ser ortodoxos en la macroeconomía” –dijo, y todos sabemos que ortodoxo significa estricto capitalismo global financiero y que eso es, más allá de sus propuestas de “mayor educación para enfrentar a la pobreza”, lo que importa.

Para comprobarlo alcanza con ver el cariño con que lo tratan en estos días nuestros empresarios, nuestros grandes medios: un tipo razonable que les promete no cargarlos de impuestos, “un ex guerrillero que carga su mochila sin resentimientos” y ha sabido dejar el pasado en el pasado. Tan amable les resulta que les sirve, también, como arma arrojadiza contra los Kirchner: el presidente Elpepe sí que es un setentista bueno, uno que entendió las lecciones de la historia, que sabe que hay que conversar, negociar, contemporizar: que dice que “hace rato que todos aprendimos que las batallas por el todo o nada son el mejor camino para que nada cambie y para que todo se estanque”.

No porque los Kirchner vayan a todo o nada, sino porque exageran discursos y muecas. Ellos, que detectaron el fenómeno enseguida, intentan pertenecer al batallón Astillas pero no terminan de calificar: su historia militante es muy tenue, dudosa, entonces ahora tienen que sobreactuar su condición y terminan irritando a unos y a otros. Mujica no necesita discutir si militaba de verdad, si estuvo preso una semana o dos: puede mostrarse más sereno. No debe ganarse la legitimación con gestos ampulosos: ya la tiene –y por eso les resulta tan útil.

–Caparrós, lo hacía más moderno.

–¿Qué quiere, que me ponga seis aros en la punta del bigote?

–No, mi estimado, que no siga con ese lenguaje y esas ideas tan pasadas de moda.

El último gran triunfo del capitalismo fue conseguir que incluso la palabra capitalismo parezca torpe y demodé, que supongamos que no es una forma de organizar las sociedades sino la única posible –y, para ese triunfo, los Astillas son bizcochuelo y guinda al mismo tiempo. Y conste –pienso, me atajo– que no lo digo por nostalgia de esas formas de socialismo autoritario, guevarista, leninista, que Elpepe y tantos otros defendíamos entonces; que no lo digo tampoco porque crea –lejos de mí– que cuanto peor algo es mejor; que sí lo digo porque creo que estos intentos de maquillar la crueldad de un sistema con polvos de izquierdita son una cumbre del gatopardismo.

–No, claro, el rey es un tirano intolerable.

–Y sí, no podemos seguir teniendo un rey.

–Bueno, un rey lo que se dice un rey mejor no, mi estimado Robespierre. ¿Pero qué le parece si ponemos un gran duque?

–¿Y qué haría ese gran duque, Lafayette?

–Nada, sería el amo del país y de sus ciudadanos pero no sería un rey. Alguien nos tiene que mandar, faltaba más.

Y lo digo porque el capitalismo lleva más de doscientos años construyendo un mundo donde la mitad de las personas vive mal, donde uno de cada seis hombres y mujeres pasa hambre, donde tantos se mueren de enfermedades que no matan ricos, donde unos pocos se imponen y saquean a miles de millones: esas cosas que ya no queda bien decir. Y lo digo porque creo que estos ex convertidos en adalides de un capitalismo más amable son la mejor fórmula para que ese estado de cosas dure un poco más: para renovar la expectativa de que el capitalismo puede dejar de ser lo que fue siempre y que, por lo tanto, no es tan urgente seguir buscando las formas de reemplazarlo por otra forma de organizar el mundo. Por eso lo digo –aunque no digo que lo hagan para eso. No se trata de juzgar intenciones; ésa, lo tengo dicho, es otra historia.

Sobre saqueos y fantasías proyectadas martes, 2 de marzo de 2010























Nueva Orleans, Haití, Concepción... Los nombres cambian, pero la esencia es la misma. Comparto con ustedes un texto de Slavoj Zizek de su libro Sobre la violencia (Paidós, 2009) en el que el filósofo analiza el discurso racista sobre la "violencia" de la chusma y define elementos del actual orden mundial que quedan al desnudo con los desastres naturales.

(También recomiendo las "posibles respuestas de un desharrapado que saquea" de Roberto Gargarella)

Un extraño caso de comunicación fática

(...) Durante unos pocos días Nueva Orleans experimentó la regresión a un salvaje coto de saqueos, asesinatos y violaciones. Se convirtió en una ciudad de muertes y asesinatos, una zona postapocalíptica donde aquellos que Giorgo Agamben llama homini sacer -personas excluidas del orden civil- vagaban sin rumbo. Existe un temor creciente de que este tipo de desintegración de la entera estructura social pueda llegar en cualquier momento, que algún accidente natural o tecnológico -sea un terremoto, un fallo eléctrico o el famoso efecto Y2K- reducirá nuestro mundo a un primitivo estado salvaje. Este sentido de la fragilidad de nuestro vínculo social es en sí mismo un síntoma social. Precisamente cuando y donde uno esperaría un surgimiento de la solidaridad frente al desastre, hay un miedo de que explote el egoísmo más desesperado como sucedió en Nueva Orleans. (...)

En un análisis más profundo, lo primero que hay que advertir es su extraña temporalidad, una suerte de reacción a destiempo. Inmediatamente después de la irrupción del huracán hubo un alivio momentáneo: su ojo pasó a una veintena de kilómetros de Nueva Orleans. Tan sólo se contabilizaron diez muertes, asíque lo peor, la temida catástrofe, se había eludido. Después, con la resaca tras el huracán, las cosas comenzaron a ir mal. Parte del dique de contención de la ciudad se rompió, con lo que la ciudad se inundó y el orden social se desintegró... La catástrofe natural, el huracán, reveló estar "mediado socialmente" de múltiples maneras. En primer lugar, hay buenas razones para sospechar que Estados Unidos recibe más huracanes de los habituales debido al calentamiento global producido por el hombre. En segundo lugar, el inmediato efecto catastrófico del huracán, la inundación de la ciudad, fue en gran parte debido a un error humano: las presas de protección no eran lo suficientemente buenas y las autoridades estaban pocos preparadas para enfrentarse a las predecibles necesidades humanas que siguieron. Pero el golpe auténtico y más grande tuvo lugar tras el acontecimiento, bajo la forma del efecto social de la catástrofe natural. La desintegración del orden social llegó como un especie de acción diferida, como si la catástrofe natrual se repitiera a sí misma como catástrofe social.

¿Cómo leer este colpaso social? La primera reacción es conservadora. Los acontecimientos de Nueva Orleans confirman de nuevo cuán frágil es el orden social, cuánto necesitamos un refuerzo estricto de la ley y una presión ética para prevenir la explosión de pasiones violentas. La naturaleza humana es esencialmente malvada, el descenso al caos social es una amenaza permanente... Este argumento puede recibir también una vuelta de tuerca racista: los que cayeron en la violencia eran casi todos negros, así que aquí tenemos de nuevo la prueba de su falta de civilización. Las catástrofes naturales hacen aflorar a la chusma que en tiempos de paz normalmente se mantienen oculta y bajo control.

Desde luego, la respuesta obvia a esta línea de argumentación es que el descenso al caos de Nueva Orleans hizo visible la división racial persistente en Estados Unidos. Nueva Orleans era negra en un 68%. Los negros son los pobres y los menos privilegiados: no tuvieron medios para huir de la ciudad a tiempo. Fueron abandonados, murieron de hambre y desprotegidos. No sorprende que estallasen. Su reacción violenta debería verse como un eco de los disturbios de Rodney King en Los Ángeles, o incluso las revueltas de Detroit y Newark a finales de la década del 60.

De un mundo más fundamental, ¿y si la tensión que llevó al estallido de violencia en Nueva Orleans no era la tensión entre la "naturaleza humana" y la fuerza de la civilización que la mantiene a raya, sino la tensión entre dos aspectos de nuestra civilización? ¿Y si, en el esfuerzo por controlar estallidos como el de Nueva Orleans, las fuerzas de la ley y el orden se enfrentaron con la auténtica naturaleza del capitalismo en su forma más pura, la lógica de la competencia individualista, de la autoafirmación más despiadada, una "naturaleza" mucho más amenazadora y violenta que todos los huracanes y terremotos juntos?

En su teoría de lo sublime, Immanuel Kant interpretó nuestra fascinación por las acometidas del poder de la naturaleza como una prueba negativa de la superioridad del espíritu sobre la naturaleza. No importa cuán brutal sea el despliegue de la ferocidad de la naturaleza, no puede afectar a nuestra propia ley moral. ¿No proporciona la catástrofe de Nueva Orleans un ejemplo similar de lo sublime? No importa la brutalidad del vórtice del huracán, no puede interrumpir la espiral de la dinámica capitalista.

El sujeto que se supone saquea y viola

Hay, no obstante, otro aspecto de los sucesos de Nueva Orleans que es crucial respecto a los mecanismos ideológicos que regulan nuestras vidas. De acuerdo con una anécdota antropológica bien conocida, los "primitivos" a quienes se atribuye ciertas creencias supersticiosas (que descienden de un pez o de un pájaro, por ejemplo), cuando son interrogados directamente por estas creencias, responden: "¡Desde luego que no, no somos tan estúpidos! Pero algunos de nuestros ancestros efectivamente lo creían...". En pocas palabras, transfieren su creencia a otro. Nosotros hacemos lo mismo con nuestros hijos. Pasamos por el ritual de Santa Claus, puesto que a nuestros hijos se les supone la creencia en él y no queremos decepcionarlos. Ellos fingen creelo para no decepcionarnos a nosotros y a nuestra creencia en su inocencia (y para recibir regalos, por supuesto). ¿No es ésta también la excusa habitual del político deshonesto que se vuelve sincero? "No puedo decepcionar a la gente que cree en mí (o en ello)". ¿No es esta la necesidad de encontrar a otro que "realmente cree" lo que impulsa nuestra necesidad de estigmatizar al otro como "fundamentalista" (religioso o étnico)? De modo extraordinario, algunas creencias siempre parecen funcionar "a distancia": para que funcione la creencia debe haber un garante final de ella, aunque este garante sea siempre diferido, desplazado, nunca esté presente en persona. La clave, desde luego, está en que este otro sujeto que cree de modo absoluto no necesita existir para que la creencia sea operativa. Es suficiente con presuponer su existencia, esto, es, creer en ella, tanto en la forma del otro primitivo como en la forma del "se" impersonal ("se cree..."). (...)

Los acontecimientos de Nueva Orleans después de ser sacudida por el huracán Katrina proporcionan un nuevo añadido a esta serie de "sujetos que se presuponen...": el sujeto que se supone saquea y viola. Todos recordamos los reportajes sobre la desintegración del orden público, la explosión de violencia entre la población negra, los saqueos y las violaciones. Con todo, investigaciones posteriores demostraron que en la gran mayoría de los casos estas supuestas orgías de violencia simplemente no ocurrieron: los rumores no comprobados se reprodujeron como hechos probados por los medios de comunicación. Por ejemplo, el 4 de septiembre el jefe del Departamento de Policía de Nueva Orleans fue citado en el New York Times, en un texto sobre las condiciones en las que se encontraba la ciudad: "Los turistas pasean por aquí, y en cuanto estos individuos los ven, se convierten en sus presas. Los golpean, los violan en la calle". En una entrevista dos semanas posterior, reconoció que algunas de sus afirmaciones más chocantes eran falsas: "No tenemos datos oficiales que documenten asesinato alguno. Ningún informe de violación o asalto sexual".

La realidad de los negros pobres abandonados y dejados a su suerte sin medios de supervivencia se transformó entonces en el espectro de un estallido de violencia negra, de turistas asaltados y asesinados en las calles, que habían degenerado en anarquía, en un enorme coliseo llenos de bandas que violaban a mujeres y niños... Estos informes no eran palabras vacías, eran palabras que tenían efectos materiales precisos: generaron miedos que llevaron a las autoridades a frenar el despliegue de tropas, ralentizaron las evacuaciones médicas, llevaron a los oficiales de policía a abandonar la ciudad, prohibieron despegar a los helicópteros. Por ejemplo, los coches de la compañía de ambulancias Acadian quedaron guardados bajo llave cuando llegó el rumor de que las reservas de agua de un parque de bomberos de Covington habían sido saqueadas por asaltantes armados, noticia que resultó ser totalmente infundada.

Desde luego, el sentido de amenaza fue activado por un desorden y una violencia geniunos: los saqueos comenzaron en el momento en que la tormenta pasó sobre Nueva Orleans. Abarcaron desde robos menores a asaltos a mano armada, impulsados por la necesidad de sobrevivir. Sin embargo, la (limitada) realidad de los crímenes de ningun modo condena los "informes" del colapso total de la ley y el orden; y no porque tales datos fueran "exagerados", sino por una razón mucho más radical. Jacques Lacan afirmó que, incluso si la mujer del paciente está acostándose realmente con otros hombres, los celos del paciente deben ser tratados como una condición patológica. De modo parecido, incluso si los judíos ricos en la Alemania de los últimos años de la década del 30 "realmente" explotaban a los trabajadores alemanes, seducían a sus hijas, dominaban la prensa popular y demás, el antisemitismo nazi seguía siendo radicalmente "no verdadero", una condición ideológica patológica. ¿Por qué? Lo que la hacía patológica era la inconfesada inversión libidinosa de la figura del judío. La causa de todos los antagonismos sociales fue proyectada en el "judío", el objeto de un amor-odio perverso, una figura espectral de fascinación y repugnancia. Exactamente lo mismo se aplica a los saqueos en Nueva Orleans: incluso si TODOS los informes acerca de la violencia y saqueos fueran probados como fácticamente verdaderos, las historias que circulaban sobre ellas seguirían siendo "patológicas" y racistas, pues lo que motivó esas historias no eran hechos, sino prejuicios racistas, la satisfacción sentida por quienes fueran capaces de decir: "¡Ves, los negros son realmente así, bárbaros violentos sin ningún sentido de civilización!". En otras palabras, podríamos estas viéndonoslas con lo que podría denominarse mentir bajo la forma de la verdad: incluso si lo que estoy diciendo es fácticamente cierto, los motivos que me hacen decirlo son falsos.

¿Y qué hay del obvio contraargumento derechista-populista? Si decir la verdad fáctica implica una mentira subjetiva -la actitud racista-, ¿no significa esto, más allá de la corrección política, que no podemos expresar los meros hechos empíricos cuando los negros cometen un crimen? La respuesta está clara: la obligación no es mentir, falsificar o ignorar los hechos en nombre de alguna verdad política mayor, sino -y esto es algo mucho más difícil de hacer- cambiar la posición subjetiva propia de modo que decir la verdad fáctica no implique la mentira de la posición subjetiva de enunciación. (...)

Pero aquí no tratamos sólo del viejo racismo. Está en juego algo más, una característica fundamental de nuestra sociedad "global" emergente. El 11 de septiembre de 2001 fueron atacadas las Torres Gemelas. Doce años antes, el 9 de noviembre de 1989, cayó el muro de Berlín. Esa fecha señala el comienzo de la "feliz década de 1990", el sueño de Francis Fukuyama del "fin de la historia", la creencia de que, en principio, la democracia liberal había ganado, de que la búsqueda había acabado, de que la llegada de una comunidad global liberal estaba a la vuelta de la esquina, de que los obstáculos a este superfinal made in Hollywood eran meramente empíricos y contingentes (focos locales de resistencia donde los líderes no se habían percatado aún de que su tiempo había acabado). A diferencia de entonces, el 11 de septiembre es el símbolo principal del fin de la feliz década clintoniana del 90. La era en la que surgieron nuevos muros en todas partes, entre Israel y Cisjordania, alrededor de la Unión Europea, en la frontera con México. El auge de la nueva derecha populista es sólo el más eminente ejemplo de la urgencia por construir nuevos muros.

Hace un par de años pasó casi desapercibida una siniestra decisión de la Unión Europea: el plan de establecer una policía de fronteras europea para asegurar el aislamiento del territorio de la Unión y prevenir así el flujo de inmigrantes. Ésta es la verdad de la globalización, la construcción de nuevos muros que defienden a la próspera Europa de la marea inmigrante. Uno se ve tentado a resucitar aquí la vieja oposición "humanista" marxista entre las "relaciones entre las cosas" y las "relaciones entre personas": en la celebrada libre circulación desplegada por el capitalismo global, son las "cosas" (mercancías) las que circulan libremente, mientras que la circulación de "personas" está cada vez más controlada. No estamos tratando aquí de la "globalización" como un proyecto inacabado, sino con la auténtica "dialéctica de la globalización": la segregación de las personas es la realidad de la globalización económica. Este nuevo racismo de los desarrollados en en cierto modo mucho más brutal que los anteriores: su legitimación implícita no es naturalista (la superioridad "natural" de Occidente) ni tampoco culturalista (en Occidente nosotros también queremos preservar nuestra identidad cultural), sino desvergonzado egoísmo económico. La división fundamental es la que hace entre los incluidos en la esfera de la prosperidad económica (relativa) y los excluidos de ella.

Esto nos lleva de vuelta a los rumores y a las noticias acerca de "sujetos que se suponen saquean y violan". En Estados Unidos, Nueva Orleans se cuenta entre las ciudades más marcadas por el muro interno que separa a los ricos de los negros recluidos en guetos. Y es sobre quienes están al otro lado del muro sobre los que fantaseamos: viven cada vez más en otro mundo, en una tierra de nadie que se ofrece como pantalla para la proyección de nuestros miedos, ansiedades y deseos secretos. El "sujeto que se supone saquea y viola" está al otro lado del muro. (...) Más que cualquier otra cosa, los rumores y noticias falsas de los resultados del Katrina atestiguan la profunda división de clase de la sociedad estadounidense.

Cuando, a comienzos de octubre de 2005, la polícia española se enfrentó al problema de cómo detener el flujo de inmigrantes africanos desesperados que intentaban penetrar en el pequeño territorio español de Melilla, en la costa africana del Rif, desplegó el plan de construir un muro entre el enclave español y Marruecos. Las imágenes presentadas -una compleja estructura con la última tecnología- tenían una extraña semejanza con el muro de Berlín, sólo que con la función opuesta. Este muro estaba destinado a impedir a la gente entrar, no salir. La cruel ironía de la situación es que el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, el líder del gobierno europeo probablemente más antirracista y tolerante de la actualidad, se ve forzado a adoptar estas medidas de segregación. He aquí una señal clara del enfoque multiculturalista "tolerante" que predica abrir fronteras y acoger al otro. Si se abriesen las fronteras, los primeros en rebelarse serían las clases trabajadoras locales. Está cada vez más claro que la solución no es "derruir los muros y dejar entrar a todos", que es la exigencia fácil y vacua de los bondadosos liberales progresistas "radicales". La única solución auténtica es derruir el auténtico muro, no el del Departamento de Inmigración, sino el socioeconómico: cambiar la sociedad de modo que la gente no intente escapar desesperadamente de su propio mundo.

Variación ideológica lunes, 1 de marzo de 2010

Have you been to the desert?
Have you walked with the dead?
There's a hundred thousand children being killed for their bread
And the figures don't lie, they speak of human disease
But we do what we want and we think what we please

"Punk rock song", Bad Religion, 1996



¿Cómo reorganizó el siglo XX los tres grandes significantes de la Revolución Francesa: libertad, igualdad, fraternidad? La tesis hoy dominante, bajo el nombre impuesto de "democracia", es que lo único que cuenta es la libertad. Libertad, por lo demás, tan afectada por el desprecio que recae sobre los otros dos términos (la igualdad es utópica y antinatural, la fraternidad conduce al despotismo de "nosotros"), que resulta puramente jurídica o reguladora: "libertad" de hacer todos las mismas cosas, de acuerdo con las mismas reglas.

La libertad así concebida fue objeto de una denigración constante durante el pequeño (en el sentido de breve) siglo XX, extendido desde 1917 hasta 1980. Se la denominaba "libertad formal" y se oponía a la "libertad real"; adviértase la pertinencia del adjetivo. "Libertad formal" quiere decir: libertad que no se articula con un proyecto global igualitario ni se practica subjetivamente como fraternidad.

Durante el siglo, la igualdad es la meta estratégica. Políticamente con el nombre de comunismo, científicamente con el nombre de axiomática, artísticamente bajo el imperativo de la fusión del arte y la vida, sexualmente como "amor loco". La libertad, como poder ilimitado de lo negativo, es simplemente lo real mismo, única atestación subjetiva de la novedad de las experiencias, porque la igualdad sigue siendo programática y la libertad, instrumental.

Alain Badiou, El siglo, Manantial, 2005