Preguntas y respuestas sobre la nueva política de privacidad de Google jueves, 26 de enero de 2012





















Los usuarios de Google recibieron hoy en sus casillas un mail en donde la empresa anticipa la entrada en vigencia de una nueva política de privacidad. ¿Qué implican estos cambios? Analicemos la noticia paso a paso.

1. ¿Qué nos dice Google? "If you have a Google Account and are signed in, we may combine information you’ve provided from one service with information from others". Es decir,

uno de los principales puntos del cambio es que Google va a "trackearte" a través de todos sus servicios. Para que quede claro: Google siempre guardó datos de usuarios. ¿Te diste cuenta cómo a veces en Google Maps aparece una dirección que buscaste un año atrás? Bueno, ahora una aplicación de Google puede ver lo que buscaste en otra, así que si (por alguna extraña razón) buscaste "Furbies" en la home de Google y luego vas a YouTube, quizás aparezcan videos de Furbies. Eso es nuevo. Antes los datos estaban "compartimentalizados" entre aplicaciones.

2. ¿Cuáles son los sitios a partir de los cuales Google va a armar un registro mucho más acabado de nuestro historial en Internet? Google Analytics, el sistema Android (y su mercado de aplicaciones Android Market), Blogger, el sitio de fotos Picassa, Google Calendar, tus contactos, Google Docs, Gmail (incluyendo tu chat history), Google Maps, iGoogle, Google Reader, tu historial de búsquedas en Google, YouTube y más. Además de tu perfil público de Google, con nombre y foto. ¿Creés que no tenés una cuenta en todos esos servicios? Chequeá y sorprendete. ¿Viste que todas las imágenes que subiste a Blogger, incluyendo la de perfil, están en una cuenta de Picassa a tu nombre que Google abrió sin consultarte? Bueno, así con otros tantos servicios. "Google, ¿qué pasó? Pasaste de eficiente a impertinente, de intuitivo a invasivo. Te estás convirtiendo en una repetición inepta de todo lo que ya nos molestaba cuando Facebook lo hacía", denunció Alexandra Petri, columnista del Washington Post.

3. ¿Por qué Google hace esto? Google dice que así podrá hacer un montón de "cool things" cuando integre la información de los distintos productos. Según promete la empresa, hay "muchísimas más cosas que Google puede hacer para ayudarte" si compartís toda tu información con ellos. Un ejemplo de la empresa: "We'll better understand which version of Pink or Jaguar you're searching for and get you those results faster". Sin embargo, me permito pensar que la mayoría de los usuarios de la web no está buscando comprar autos de lujo cada vez que entra a Google. Aunque, claro, otras variedades de publicidad segmentada (quizás no justo la de Jaguar...) componen la principal fuente de financiamiento de estos muchachos. Tal como escribí en este espacio en 2010,
parece como si todos los datos personales que las leyes protegieron durante tanto tiempo de repente aparecieran en la red, voluntariamente ingresados por un montón de individuos que "le cuentan al mundo" sus gustos e intereses. En esto consiste ni más ni menos que el propio business model de las redes sociales: agrupar personas en torno a determinados intereses, y luego venderles productos específicamente dirigidos a su segmento. En ese sentido, Facebook y sus milimétricas categorías de clasificación de consumidores son el paraíso de la mercadotecnica.

Todo esto sin mencionar en los riesgos para el conocimiento y el pluralismo informativo que implica el tema de los "resultados personalizados". Algo así como un diario de Yrigoyen para cada ciudadano.

4. ¿Qué hay si no acepto la nueva política de privacidad? Según se explica aquí, a joderse. "Any user with a Google account —used to sign in to services such as Gmail, YouTube and personalized search— must agree to the policy. Users who don’t want to have their data shared have the option to close their accounts with Google". Y como todos los datos están integrados, esto significa que aquel que quiera darse de baja por el cambio en las reglas del juego, deberá desaparecer no sólo de Gmail, sino también de Picassa o YouTube, además de mudar el blog desde Blogger a WordPress. Aparecen dos problemas. El primero: si me compré un teléfono con el sistema operativo Android, ¿cuál es mi "alternativa"? El segundo: ¿Qué tan lícito es armar un servicio que promete ciertos niveles de privacidad, convocar a millones de usuarios y luego de un tiempo modificar unilateralmente este acuerdo?

5. ¿Qué puedo hacer yo en el corto plazo?
Esta es la atada con alambre parcial, provisoria. Primero: eliminá todos los datos que no quieras darle a conocer a Google entrando a tu Dashboard. Fijate qué elementos figuran como públicos y si querés que esto se vea así (es posible que mucha de la información que preferirías tener privada aparezca como pública). Desuscribite de todos los servicios que no uses o cuyos datos no querés que Google comparta con anunciantes. Y, sobre todo, buscate acá y marcá opt out: de esta manera Google dejará de mostrarte "avisos personalizados" basados en elementos tales como tu historial de búsquedas. Por último, pensá dos veces antes de ingresar a la red fotos, intereses y datos personales.

6. ¿Qué debemos hacer de aquí en adelante? Exigirle al Estado que cuide mejor nuestros datos personales. Y ojo que acá no vale la ley 25.326 de Protección de los Datos Personales porque, a diferencia de bancos y otras empresas, Google o Facebook no venden nuestros datos, sino que (tal como me explicó amablemente Gustavo Arballo) los usuarios se los dieron a Google o Facebook y sólo ellos los conocen. Mi humilde propuesta: que nuestras leyes establezcan por definición el más amplio nivel de privacidad en todas las redes sociales, lo contrario de lo que ocurre hoy en día. Lo dije en septiembre, a propósito de Facebook: "Una vez cada cuatro meses, Zuckerberg me desnuda por default con la excusa de que con dos clicks me puedo volver a subir los pantalones". La idea es que medidas similares, como campañas de concientización y resoluciones que reduzcan al mínimo la cantidad de datos obligatorios requeridos por las empresas para anotarse en un sitio, acaben con el reino de la joda para el marketing segmentado.

Imagen: John Perivolaris bajo licencia Creative Commons

Quince años sin José Luis Cabezas miércoles, 25 de enero de 2012

por Gabriel Michi *

En estos 15 años, los hijos de José Luis Cabezas crecieron sin su presencia. Agustina y Juan ya pasaron los 20. Candela, los 15. Su papá, José, dejó este mundo hace un poco más de un año, en medio de una tristeza que desbordó su vida desde aquel 25 de enero de 1997. Su mamá Norma y su hermana Gladys siguen sufriendo. Como también su mujer, Cristina, quien se vio obligada a dejar el país. Esa es la otra parte de la historia, la parte más humana, la que muchas veces se esfuma detrás de lo que todo el mundo ve y conoce.

Se cumplen 15 años del asesinato de José Luis Cabezas. Quince años del peor atentado contra la libertad de expresión desde el retorno de la democracia. Y detrás de este hecho atroz y reconocido por todos, están las historias humanas de desgarros y ausencias, de la vida sin el ser querido, ese que fue arrebatado con un ardid criminal. El día a día de una tragedia. Esa película real que se vive en el universo de las víctimas.

Del otro lado están las historias de quienes fueron considerados –por los tribunales– como los responsables del asesinato. El empresario Alfredo Yabrán, quien no pudo ser juzgado por haberse suicidado cuando escapaba de la justicia. El jefe de su custodia, Gregorio Ríos, que fue condenado como el instigador –por mandato de su jefe– del homicidio y que, habiendo cumplido menos de diez años de prisión perpetua, salió de la cárcel y se fue a su casa a gozar de un régimen de arresto domiciliario, pero sin pulsera magnética y bajo la única vigilancia de su esposa.

También el asesino de José Luis, el ex policía Gustavo Prellezo, goza de ese privilegio. Lo mandaron a la casa de su padre en La Plata por problemas lumbares y ahora sólo lo custodia su papá. Cerca de allí, sus compañeros de tropelías, la banda de delincuentes comunes conocida como “Los Horneros” (Horacio Braga, Sergio González y José Luis Auge –el otro, Miguel Retana, murió en la cárcel-) hasta consiguieron trabajo en una pizzería y en un lavadero de autos. Aunque algunos de ellos –Braga y Auge– debieron volver a prisión por violar la libertad condicional, pero aun así no se privaron de salir a ver a sus seres queridos. Y los policías de la Costa, Sergio Cammaratta y Aníbal Luna, quienes regresaron a Valeria del Mar y ahí andan, según cuentan los vecinos, haciendo trabajos de seguridad o llevando alguna palabra evangelizadora casa por casa. Y el ex comisario Alberto Gómez, quien liberó la zona en la madrugada del crimen, al que también se ha visto en alguna época haciendo tareas de vigilancia privada por la zona. Como quien dice, los lobos cuidando el gallinero.

Todos ellos, los asesinos, pueden gozar en este presente el acto inconmensurable de estar cerca de sus familias. Pueden ver a sus hijos crecer. José Luis, no. Sus hijos crecieron sin él. Sus vidas trascurrieron con ese velo de dolor y ausencia. Lo mismo que las de sus padres, su hermana, y su mujer, Cristina, a la que le secuestraron sus sueños de poder construir en estas tierras una familia con su hombre.

Para todos ellos, el “Caso Cabezas” no es un “caso”. Es su vida. Es ese José Luis papá, esposo, hijo, hermano y amigo que no está. Es ese sentimiento de impotencia y desprotección que da saber que sus asesinos están ahí, al acecho de todos, sin haber cumplido ni siquiera una mínima parte de su condena.
Nosotros, sus compañeros y amigos, estamos dispersos por distintos lugares del mundo periodístico. En los más diversos medios, de las más diversas posiciones. Intentando hacer lo nuestro, periodismo, con esa huella imborrable en nuestra memoria. Habrá quienes lo extrañen más y quienes lo extrañen menos. Pero creo, con la certeza de no confundirme, que en cada uno de nosotros estará siempre vivo aquel recuerdo de este “chabón bravo” –como le gustaba definirse a José Luis– y divertido, muchas veces cabrón y testarudo, con el que compartimos momentos inolvidables. Ese fotógrafo descollante, lleno de periodismo y arte en cada toma. Que era feliz con lo que hacía. “¿Qué más puedo pedir? Hago lo que me gusta y encima me pagan”, se entusiasmaba. Ese compañero con el que nos reíamos y nos peleábamos. Pero que disfrutábamos cuando veíamos el resultado de su trabajo.

Ese compañero por el que salimos a la calle a reclamar justicia junto a su familia. Junto a sus colegas, a la UTPBA y ARGRA y otras asociaciones periodísticas. Junto a la sociedad argentina.
Se consiguió bastante. Se lograron condenas ejemplares en poco tiempo, para lo que es el sistema judicial argentino. Pero también recibimos una nueva bofetada cuando se les redujo la condena a los asesinos y, uno a uno, fueron dejando atrás la prisión. Esa justicia que se convirtió en injusticia. Una vez más.
Hoy se cumplen 15 años del asesinato de José Luis Cabezas. Él no está. Pero sí está. En los recuerdos de su familia y amigos, en la memoria de una sociedad que se conmovió por el crimen y en la conciencia –si es que les queda algo de ella– de sus asesinos. Nada ni nadie nos devolverá a nuestro compañero. Pero queremos recuperar aunque sea la ilusión de que la justicia haga honor a su nombre. Y que los criminales vuelvan a prisión. Para escribir otras historias. Para escribir otra Historia.

* Periodista de Radio América y CN23. Compañero de José Luis Cabezas en la cobertura de la revista Noticias en Pinamar. Secretario del Foro de Periodismo Argentino (FOPEA).

SOPA, Megaupload y el tema del copyright jueves, 19 de enero de 2012
























Ante todo, una breve declaración de principios. Tanto la ley como nosotros deberíamos esforzarnos más por distinguir entre compartir música y películas, por un lado, y lucrar con el filesharing, por otro. Compartir películas y discos, en tanto no persiga el lucro, debería estar despenalizado. Punto. El bien común por encima del derecho de propiedad. No es "lo mismo" un pibe que comparte una película en BitComet que el videoclub que alquila películas truchas: este último está violando la ley.
Este parece ser el caso de Megaupload.

Ahora bien, debemos separar el caso de Megaupload del proyecto SOPA: como bien recuerda Fabio, ni siquiera era necesaria para meter presos a los dueños de la empresa. El negocio de Megaupload, al igual que el videoclub que alquila DVDs truchos, lucra con el trabajo de otros sin reversión, mejora o remix alguno. Gustavo Arballo resume el fallo con la siguiente sentencia: "Megaupload sabía que existían materiales no autorizados y no hacía el takedown".
Ahora bien, el problema que plantea Fabio es el siguiente:

Si Megaupload es punible ¿volvemos a foja cero? Es decir, de ahora en más cada sistema "en la nube" para alojar archivos y compartirlos sin autenticación ¿deberá rever sus métodos y forzar una suscripción para, en caso de denuncia, escrachar a sus usuarios y librarse de culpa y cargo?
Como leí en Twitter: "Con SOPA, te pueden dar cinco años de cárcel por subir una canción de Michael Jackson. Uno más que al doctor que lo mató." A mi entender se trata de una lucha que la industria del entretenimiento tiene perdida de antemano. (Y ojo, no la pierde tanto contra "los valientes usuarios" como con otras corporaciones, pero de la rama digital. Capitalismo, que le dicen). Como recuerda Celeste Gay Fuentes:
A pesar del reconocimiento de estos derechos casi absolutos de los titulares de la propiedad intelectual, el éxito de este derecho frente a los actos de acceso de utilización no autorizados de obras y prestaciones protegidos es muy incierto. No basta la formulación de derechos sobre el papel, ni la amenaza potencial de un sistema de sanciones jurídicas dirigido a todos los que intervengan en las transmisiones en línea (...) En los sistemas de distribución descentralizada de contenidos que proliferan en Internet, la policía del copyright y los sistemas judiciales de los Estados miembros difícilmente podrán enfrentarse contra millones de actos de desobediencia cometidos por los usuarios.

Lo dije hace tres años, luego de ver el documental RIP: A Remix Manifesto y comprobar que la propiedad intelectual había sido una cuestión muy poco discutida por fuera de los círculos informáticos (entre otras cosas, porque estamos hablando de un tipo de propiedad privada, el núcleo incuestionable del capitalismo monopolista): el principal problema con el artificio legislativo del concepto de "derecho de autor" es que parte de un concepto de "creación" individual, autónomo, absolutamente falaz. Y en este sentido -recordaba allá por 2009- la principal tesis del documental era muy clara: toda cultura se elabora en base a algo pasado. Cualquier obra se teje sobre otras obras previas, en un juego intertextual al que ni los mayores "genios" le han escapado.

¿Cómo es posible alentar nuevas creaciones si la propiedad intelectual se concentra en cada vez menos manos, si se otorga por períodos cada vez mayores, si las obras ofrecen mínimas (o nulas) chances de ser reproducidas en el marco del fair use? ¿Cómo se sigue sosteniendo el cuento de que los artistas "se ganan la vida con lo que cobran por derechos de autor", cuando músicos, escritores y cineastas cobran porcentajes ínfimos de lo que se le factura al usuario, cuando está probado que los mayores ingresos se vienen dando por otro lado (recitales, conferencias)?

Esto no es un canto al copyleft. Sabemos bien que
entre estos dos polos opuestos, los creadores -autores y artistas intérpretes o ejecutantes- son los convidados de piedra en el debate internacional acerca de la propiedad intelectual en el entorno digital. Sus intereses no pueden identificarse enteramente con el de los grandes grupos, de los cuales pueden incluso liberarse en un entorno de descentralización de la distribución de los contenidos como es Internet; pero tampoco podrán ser garantizados por el discurso de oposición a la propiedad intelectual, que no ha sido capaz hasta el momento de formular los mecanismos para que los creadores obtengan una remuneración adecuada a su trabajo intelectual si se prescinde de los sistemas de propiedad intelectual.
Sin embargo, algo es seguro: llegó la hora de acabar con este sistema policíaco de copyright corporativo. No te pueden multar por u$s 222.000 por bajarte unas canciones del Kazaa. Walt Disney no le puede hacer un juicio a tu jardín de infantes por pintar un Mickey Mouse en el patio. Los abogados de Metallica no pueden exigirle a Fibertel que revele tu paradero porque te bajaste algunas de sus canciones sueltas sólo porque los tipos no sacaron un disco entero decente desde su autotitulado de 1991.

Lo viejo no termina de morir, lo nuevo no termina de nacer. En el medio se desarrolla una lucha abierta, inconclusa, entre arte y mercado.

Imagen: Kipp Baker bajo licencia Creative Commons

La democracia en peligro martes, 17 de enero de 2012

Una alternancia que solo sea un cambio de personas, sin diferencias sensibles en las políticas, no es tal. El discurso que afirma que no hay alternativa a las políticas aplicadas hoy es letal para la soberanía popular

Josep Ramoneda
El País, 16-01-2012


La democracia tiene por origen la igualdad de condiciones", decía el filósofo Claude Lefort (1924-2010). Es una manera de explicar que la democracia es un régimen político que se funda en una determinada forma de sociedad. La introducción del sufragio universal o una apariencia de separación de poderes no son suficientes para que se pueda hablar de democracia con propiedad. En estos tiempos de transiciones democráticas construidas sobre las cenizas de imperios totalitarios o de regímenes autocráticos, los ejemplos abundan: Rusia hoy no es una democracia por mucho que se convoquen elecciones y que exista un sistema de partidos políticos. No se dan las condiciones de igualdad y respeto que la democracia exige. Lo mismo puede decirse de países como Irak, donde las fracturas étnicas, la falta de cohesión social y la violencia consiguiente, no permitan hablar de democracia en sentido pleno.

Sin igualdad de condiciones, ¿qué sentido tiene la soberanía popular? La igualdad de condiciones se ha ido creando muy lentamente. En muchos países de Europa, las mujeres adquirieron el derecho a voto en el siglo pasado. Sin la mitad de la población la democracia y la soberanía eran un mito. Actualmente, los extranjeros tienen muy limitado el derecho de voto, son los ecos de una cultura que entendió que el Estado-nación era el lugar propio de la democracia y que persistió en convertir al otro en sospechoso.

Pero Claude Lefort nos recuerda también que la democracia es un régimen en el que el poder político no está incorporado a lo social, no se tiene, se ejerce. Por eso puede decirse que el poder es un espacio vacío. En un régimen aristocrático o monárquico el poder está inscrito en la naturaleza de la sociedad: el palacio nunca está vacío, a rey muerto, rey puesto. En democracia el palacio es un lugar de paso, en el que siempre se está con carácter provisional. El pueblo -heteróclito, múltiple y conflictivo (como dice Lefort)- es el soberano que decide sobre quién ocupa provisionalmente este lugar vacío que es el poder. La naturaleza plural del pueblo -diferencias sociales, diferencias culturales, diferencias de intereses- hace que la sociedad democrática asuma el conflicto como factor de vitalidad y de progreso. De ahí que la polarización derecha-izquierda haya sido extremadamente útil para el desarrollo y consolidación de la democracia. La confrontación parlamentaria opera como ritual de solución de conflictos y de sublimación de la violencia social. Algunos autores, como Ralph Dahrendorf, han llegado a poner en duda la continuidad de la democracia más allá de esta oposición simple. Porque, en el fondo, una democracia sin alternativa es un contrasentido, porque es una democracia sin vida. Y la alternativa desaparece cuando la alternancia se limita a un simple cambio de personas, sin diferencias sensibles en las políticas.

El discurso que afirma que no hay alternativa, que se desplegó en Occidente a partir de los ochenta, es letal para la democracia, además de ser una estupidez en sí mismo, como nos recuerda Hans Magnus Enzensberger: "Es una injuria a la razón", "es la prohibición de pensar", "no es un argumento, es un anuncio de capitulación". Curiosamente esta capitulación de la política democrática ha llegado en el momento en que los regímenes democráticos más se han extendido por el mundo. La democracia ha entrado en franca pérdida de calidad en Europa, precisamente cuando es mayor que nunca el número de países que la están ensayando. Quizás la revitalización de la política democrática venga del universo poscolonial, donde parece que emergen las energías que faltan a una tierra tan gastada como Europa.

En el proceso de metabolización de la soberanía del pueblo en vida política democrática juegan un papel decisivo los medios de comunicación y las instituciones intermedias, que son las que crean opinión, crítica y discurso alternativo. Estas instituciones: partidos, sindicatos, asociaciones, organizaciones de la sociedad civil y demás grupos sociales presentan claros síntomas de agotamiento y reclaman una reforma a fondo con urgencia. Son instituciones nacidas con la cultura de la prensa escrita que chirrían en la sociedad de la información. ¿Cuál es el destino de la democracia en tiempos de Internet? Entre las potencialidades de la cultura de la colaboración que Internet ofrece y la amenaza distópica de la multitud colgada de una nube todopoderosa, hoy por hoy, hay más incógnitas que hipótesis plausibles. ¿Sabremos hacer de las redes un instrumento de creación de tejido social, de conexión cultural y de reconocimiento, sin mengua de la autonomía del individuo-ciudadano?

Mientras tanto, lo que impera en Europa es el empequeñecimiento de la democracia. He aquí algunas características del estado de nuestras democracias:

Negación de la alternativa: la hegemonía ideológica de la derecha y la debacle ideológica de la izquierda dejan al sistema sin contrapeso. La crisis ha llevado el principio "no hay alternativa" al paroxismo. Ya no es solo una cuestión de modelo de sociedad, sino incluso de políticas concretas. Las exigencias de los mercados y las órdenes de la señora Merkel, que ha hecho de Europa un protectorado alemán, han sido los argumentos para que los gobernantes rehuyeran la funesta manía de pensar.

Políticas del miedo: los Gobiernos, con el acompañamiento de un poderoso coro mediático, han desplegado el discurso de la culpa colectiva -hay que pagar la fiesta de nuestra irresponsabilidad- para extender la idea de un escenario sin ventanas al futuro y poner el miedo en el cuerpo de la ciudadanía. El miedo siempre ha sido el mejor instrumento para la servidumbre voluntaria.

Satanización del conflicto: desde determinados sectores ideológicos, especialmente de la derecha, se salió en tromba contra los indignados por haberse atrevido a señalar la desnudez de nuestra democracia y a preguntar por la posibilidad de una alternativa.

Cultura de casta: el complejo político-económico-mediático aparece cada vez más alejado de la ciudadanía, como una casta cerrada en la que el espectáculo de la sobreactuación de sus diferencias no alcanza a disipar la certeza de un juego de intereses compartidos y de complicidades manifiestas. Sensación agravada por una corrupción que en algunos países amenaza en ser sistémica; y por la crisis de las instituciones intermedias, que han dejado de bombear presión social hacia arriba. Desde esta casta se ejerce un control creciente de la palabra que hace que casi todo pueda decirse, pero que casi todo lo que se dice quede a beneficio de inventario.

Ruptura de las condiciones básicas de igualdad. El crecimiento exponencial de las desigualdades y el deslizamiento de una parte importante de la población hacia el precipicio de la marginación hace que no se dé la igualdad de condición propia de la sociedad democrática. La fractura entre integrados y marginados es una herida letal para el sistema democrático.

Poco antes de morir, Claude Lefort decía: "Se puede temer un poder que adormece a la sociedad, un poder que no consulta y que reforma sin que haya movilización de los interesados. Se puede temer una sociedad que se deja modelar por una autoridad, lo que antes era impensable". Ya estamos en lo que Lefort temía, es el camino hacia el totalitarismo de la indiferencia.

Imagen: Nick Dimmock, bajo licencia Creative Commons

La Rana René lunes, 16 de enero de 2012


















También hubo tiempo para discusiones más ligeras, pero no menos urgentes, como el drama que significa para gente de cierta edad el cambio que hacen las productoras de cine en los nombres de los personajes emblemáticos de las historietas y dibujos animados. Disney, por ejemplo, continúa con su política de erradicar todos aquellos nombres de personajes que, en el pasado no globalizado, admitían variaciones regionales. Así, desde hace años ya, ningún chico sabe quién es Tribilín, o, peor aún, Dippy. El lobezno torpe y grandote internacionalizó ya su Goofy original, y cualquier menor de 10 años que oiga llamarlo de otra forma no lo reconocerá. «Campanita» también desapareció: las chicas post-new age sólo la llaman «Tinkerbell», forma con la cual se estrenaron en la Argentina las tres películas dedicadas a este subpersonaje de Peter Pan. Pero el caso más emblemático de estos rebautismos ocurre en estos días con el lanzamiento en los cines de «Los Muppets», que si bien no es un producto Disney, ahora está distribuido por esa empresa. La famosa Rana René ya no es tal, sino la rana Kermit, como siempre se la conoció en EE.UU. En este caso, además, hubo una campaña adicional, que despertó protestas y furias varias, según la latitud donde ocurría el esclarecimiento. Kermit protagonizó una serie de spots televisivos, arrancando en México, donde declaraba que él (o ella, que es lo de menos en este caso) nunca había sido René, y que años atrás, para no «corregir» el error mexicano y evitar ser descortés, permitió que lo llamaran así. La descortesía actual tiene una razón atendible: en aquellos años, los 80, el único producto vendible era la televisión, y por lo tanto, la hispanización de los nombres contribuía con la tarea. Pero ahora, con el merchandising global (desde remeras, mochilas y almohadones hasta muñequitos de cajitas felices), la denominación única se impone. Serán Muppets, pero no tontos.

Aceptarlo nos cuesta tan poco sábado, 14 de enero de 2012


Imagen: Chris Hondros/Getty Images


La casa no parece tan pobre y está en un barrio pobre de Monrovia: calles de tierra, casitas de material mezcladas con chozas de madera, mucha gente en la calle aunque son las tres de la tarde y el calor es perfecto. En la casa hay dos chicos de dieciocho que fueron soldados desde los diez hasta los hasta los diecisiete. Los ejércitos de los "rebeldes" estaban llenos de chicos -y recuerdo que Kapuściński me dijo alguna vez que los chicos soldados son los peores, los más violentos, los más desalmados. Los dos usan lo mismo: pantalón corto, chancletas, musculosa, su variedad de músculos. Y me dicen que ahora se aburren, que no saben qué hacer, no tienen nada. Antes era mucho mejor, me dice uno: entonces sí que la pasábamos bien, podíamos agarrar todo lo que queríamos.
-¿Qué cosas?
-Lo que queríamos, ropa, comida, mujeres, plata, todo lo que uno siempre quiere. Y si alguien no quería, pum, lo matábamos.
El tipo tiene un cuerpo increíble, sonrisa ancha, las manos más anchas todavía, ningún respeto por lo políticamente correcto. Cuando le pregunto qué quiere ser en la vida me dice que marine americano, porque ésos sí que tienen las mejores armas y pueden matar sin que nadie les diga nada, ojalá algún día pueda ser un marine americano.
-¿Y cómo te sentías cuando matabas a alguien?
Le pregunto al otro, un chiquitito de pura fibra, ojos muy afilados. Se lo pregunto compungido, hablando bajo, con ese tono correcto compasivo de quien entiende que es duro hablarte de este momento tan difícil pero qué se le va a hacer, no queda más remedio, es por el bien del mundo ya sabés, es bueno que se digan estas cosas.
-Goooood!
Dice el chico soldado, un alarido.
-Good?
-Yeah. Cuando matás a alguien es que el tipo te pudo matar. Entonces vas y lo matás vos, es tan bueno, te sentís tan genial.
Los chicos la están pasando bien: recuerdan los buenos viejos tiempos. Se ríen mucho, se entusiasman, gritan; sólo se quejan de que cuando estaban en la selva casi no tenían mujeres porque tenían que llevárselas todas a su comandante. No sabe lo que cogía ese hijo de puta. ¿Y qué fue de él? Un día lo tuvimos que matar. ¿Cómo que lo tuvieron que matar? Sí, se había vuelto loco, si lo dejábamos seguir nos iba a matar a todos.
-Fue una lástima, era un buen comandante.
Dice el grandote; cuando habla consigue que el inglés parezca una mezcla de swahili y picapiedras. Les pregunto si no tenían miedo de morirse y me dicen que no, que nunca tienen miedo de nada porque uno se muere cuando tiene que morirse, nunca antes, y entonces para qué sirve tener miedo. Todo parece tan perfecto que les pregunto por qué no vuelven a la selva. Me miran como se mira a un caso perdido: porque no hay guerra, man, si hubiera claro que volvíamos. Pero no pierden la esperanza, me dicen, de que en algún lugar, aquí o en otra parte, alguien les dé otra chance.
-Siempre hay alguna guerra que necesita buenos soldados, man, ya nos va a llegar, no te preocupes.

Yo no pensaba preocuparme.

Pero los cuarteles abandonados no tienen techo. Hace unos meses, me cuenta James, cuando disolvieron el ejército porque era una amenaza, los soldados despedidos decidieron que todo lo que había en los cuarteles era suyo y se lo llevaron. Incluyendo los techos.

Así es la vida que tienen, la que tienen, la única que tienen. Yo me paso la vida tratando de hacer la mía interesante, de que valga la pena, de que no se me escurra agüita tonta entre los dedos, y ellos -ellos son tantos, dos tercios, tres cuartos de las personas que viven en el mundo- se la pasan tratando de comer: de alimentarse hoy y despertarse al día siguiente. Ésa es la verdadera división en clases, la más terrible división en clases: los que nos preocupamos por qué vamos a hacer mañana, los que se preocupan por cómo van a comer mañana. Y eso es lo cruel del África: que te lo muestra demasiado. África es obscena, en el sentido más estricto. O pornográfica, si aceptamos que algunos se calientan con estas cuestiones. Si no hubiera triunfado la estúpida corrección política, americanos y europeos y otros varios podrían organizarse tours a Liberia, a Etiopía, a Zambia, a Mozambique para gozar con esa diferencia: corona de sus éxitos. Aunque ya lo hacen, a menudo, vergonzantes, cuando ponen cien dólares o unos euros para los chicos africanos, el hambre en el planeta, el sida en blanco y negro.
Lo cruel, tremendamente cruel del África es que te dice fuerte lo que sabés bajito: que el mundo es una mierda. Y que aceptarlo nos cuesta tan poco.

Martín Caparrós, Una luna

Decretazo / 6 miércoles, 4 de enero de 2012

CONSIDERANDO:

Que el fenómeno de la bancarización ha alcanzado a gran parte de la población argentina.

Que este hecho se produjo no tanto por la voluntad de sus habitantes como por la integración forzosa de quienes aún se encontraban fuera del sistema.

Que buena parte de estos nuevos integrantes pertenece al sector menos favorecido de la población o al segmento de trabajadores precarizados conocidos como freelancers o cuentapropistas.

Que estos últimos pasan una porción considerable de su tiempo en ententidades bancarias intentando cobrar trabajos realizados.

Que las entidades bancarias no han incorporado personal de manera acorde al incremento de su clientela, lo que redunda en un servicio más lento y repetidos reclamos por parte del público usuario.

Que las enormes filas advertidas a toda hora en las terminales "de autoservicio" demuestran, de manera elocuente, la insuficiencia de los sistemas alternativos al de las cajas presenciales.

Que una enorme porción del público, incluyendo personas mayores de edad y quienes acuden al banco en busca de cambio en monedas (a menudo por debajo de lo estipulado por las normas del Banco Central), deben recurrir obligatoriamente a estas cajas.

Que, paralelamente, durante los últimos años se intensificó la estratificación de servicios bancarios, llegando a conformar un verdadero sistema de castas conocidas como "Cuentas Premium", "Banca Prefer" o "Éminent".

Que ante el colapso de los servicios de atención al cliente estos clientes "premium" terminan accediendo, en la práctica, a un servicio decente mientras que el resto de los usuarios es condenado a hacer filas de no menos de diez minutos, tiempo que quienes trabajan terminan perdiendo de su horario de almuerzo.

Que el objetivo del Estado debe ser el de garantizar un servicio decente para TODOS los usuarios del sistema bancario, no solamente para una pequeña elite.

Que los bancos argentinos y las sucursales locales de los bancos extranjeros, aún habiendo sido responsables directos de una masiva estafa reciente a la población argentina, han gozado de pingües márgenes de ganancia en los últimos años.

Por ello y en uso de facultades que le son propias:

El Tribunal Revolucionario de la República Argentina

DECRETA:

Artículo 1: Elimínese cualquier categoría diferencial en la clientela de los bancos en todo el territorio nacional, incluyendo las variedades platinum, gold, éminent, premium, prefer y similares.

Artículo 2: Incorpórese de manera efectiva personal de ventanilla de manera tal que reduzca el tiempo de espera en hora pico a un promedio de no más de cinco (5) minutos, en un plazo máximo de ciento ochenta (180) días corridos.

Artículo 3: Créase la SUBSECRETARÍA DE CONTROL DE SERVICIOS BANCARIOS, dependiente del Ministerio de Economía de la Nación, que nombrará un (1) Controlador Bancario por cada 30.000 habitantes. El Controlador Bancario estará facultado para inspeccionar al menos una vez a la semana el cumplimiento de los Artículos 1 y 2. El incumplimiento de estas normas redundará en una sanción en los términos que establezca la reglamentación.

Artículo 4: El incumplimiento reiterado de esta directiva redundará en la nacionalización efectiva de la empresa sancionada, sin derecho a indemnización.

Artículo 5: Comuníquese, publíquese y archívese.

Oficialismo pero no papelones

(...) -Menem lo va a reponer en su puesto con una fuerza de la OEA. Escriba sobre eso. Cincuenta líneas por cien mil australes.
-Oiga, eso es muy poco. Ya que tenemos que hacer oficialismo le describo a Menem negociando la paz en Medio Oriente. El abrazo que se van a dar Shamir y Saddam Hussein vale cinco mil dólares, ¿no?
-Vamos a hacer oficialismo pero no papelones. Guarde la compostura. Usted haría cualquier cosa por unos pesos... (...)

Osvaldo Soriano, "Lascivos y forajidos" en Página/12, 6 de octubre de 1991