Miedo, con M de mercado lunes, 9 de mayo de 2005

(...) La primera relación que tiene el hombre con los fenómenos naturales es de temor, asombro, porque está por encima de sus posibilidades. Tanto los animales, como las distancias, como los fenómenos climáticos... el hombre es débil frente a esto, no los puede usar en su provecho.

Frente a que el hombre es débil, esto se le plantea como un enigma que desconoce: el relámpago, el trueno, el diluvio, el animal gigante, la montaña monumental, etc... Es muy parecido a lo que a mí me sucede con el fax o con la computadora: no entiendo nada. Por ejemplo, el Word ayer empezó a hacer saltos: yo lo cerraba y se abría solo, lo cerraba y se abría solo. Para mí eso era un terremoto. No sabía que hacer. No sabía si apagar la máquina, si apagar la luz, si irme de mi casa… Bueno, por un tiempo, el hombre no supo que hacer frente a esto.

Es decir que, frente a algo que uno desconoce, primero hay asombro. Luego, ese asombro se puede convertir en temor. Y ese temor, muchas veces en la historia, se convierte en idolatría. Es una especie de concesión de sentido que hace el hombre: hay algo que no entiendo, algo a lo que le tengo miedo, y una negociación es "lo adoro". Lo adoro temiéndole. Sublimo las leyes del temor, por eso va a haber dos grandes vías de sublimación del temor. Una va a ser la religión y la otra es el arte. Si el hombre no tuviese ningún temor, ningún enigma, ninguna duda, ninguna vacilación, no hay sentido para que exista la religión, ni tampoco hay sentido para exista el arte. Por eso se ha llevado bastante mal la religión y el arte, porque están luchando por el mercado del enigma, el mercado del temor, el mercado de la debilidad.

dijo en un teórico Carlos Mangone, y me quedé pensando.