(In)movilización y futuro
Hay algo irresistible acerca de la idea de futuro.
El futuro no es, no está: se imagina. Aunque, paradójicamente, ese imaginario tiene efectos reales y actuales.
Lo sabían muy bien todos aquellos que, con promesas de futuro, movilizaron a jóvenes y oprimidos en busca de un ideal de justicia. Desde la Revolución Rusa hasta el Che Guevara (“el presente es de lucha, el futuro es nuestro”), la idea de un futuro mejor funcionó como motor de la militancia y la acción de un vasto sector social.
Sin embargo, desde la caída del Muro de Berlín el futuro pasó a cumplir la función inversa. Es cierto que las voces autorizadas son otras. Y el mercado –a él nos referimos– nos dice: el futuro ya está acá. “En la medida en que lo político se debilita, en que ya no está cargado simbólicamente, y que las antiguas fuerzas de libertad, igualdad y fraternidad han sucumbido bajo el peso de los acontecimientos contrarios, las cuestiones de la tecnología son una manera de revitalizar un sentimiento común de la comunidad.”1 Nos dicen: no pudimos lograr un mundo más justo, más ecológico, menos miserable; pero, ¡hey!, tenemos una cámara último modelo que te va a encantar.
Lo que hoy aparece como natural e inamovible es la idea de que lo nuevo es mejor. Los mismos que proclaman la muerte de los grandes relatos se aferran a uno que todavía los mantiene vivos: la idea de progreso, hoy tan o más vigente que a principios del siglo pasado. ¿Es esta idea algo que nuestras sociedades consideran realmente valioso y deseable? ¿O sólo sirve para vender algunos dispositivos técnicos que profundizan el repliegue en el hogar?
Si vamos por la segunda opción, la consigna de futuro se vuelve exactamente lo contrario que supo ser en décadas anteriores. Se vuelve una consigna inmovilizadora. Quedáte en tu casa, nos dicen, que el futuro ya llegó y va a cambiar tu vida. Ya no se nos exige un sacrificio en vida en la lucha hacia un ideal: sólo nuestra tarjeta de crédito.
¿Por qué el optimismo neotecnológico?, se pregunta Daniel H. Cabrera en un libro reciente. ¿Por qué las nuevas tecnologías como destino inevitable? Las nuevas tecnologías aparecen como necesarias. Decíamos: la idea de progreso, la imposibilidad de detener el avance. “Negar es una capacidad única de la libertad humana, su imposibilidad es la negación de la libertad. El imperativo tecnológico convertido en imperativo de la acción social establece la negación de la negación, es decir la negación de la política.”2
¿Por qué el repliegue en lo privado, en el consumo y el disfrute? ¿No es esto acaso la asunción de una derrota? Un nuevo imaginario donde lo público-público (política) ha sido conquistado por lo privado-público (mercado). “La década de las ‘nuevas tecnologías’ es el tiempo en el que éstas conquistaron, de una manera muy especial, el futuro, el horizonte de la acción.” La televisión que anuncia: vos no hagas nada, la única revolución es la tecnológica, y ya está sucediendo. Acostáte y disfrutá del espectáculo.
Tendríamos que pensar hasta qué punto existe un genuino deseo colectivo en la fascinación por la tecnología y hasta qué punto esto no es más que una estrategia mercadotécnica más o menos sistemática.
1. Sfez, Lucien. Técnica e ideología, un juego de poder, Siglo XXI, 2005
2. Cabrera, Daniel H., Lo tecnológico y lo imaginario, Biblos, 2006
Hace 4 años.
6 comentarios:
Es excelente lo que escribís...ojalá dieran este tipo de temas para debatir en la escuela.
Besos.
Si te interesan estos temas, te recomiendo los dos libros que cité, especialmente el de Cabrera. Es muy crítico y muy bueno. Salió este año, se consigue en cualquier librería a 25 pesos.
Si alguien busca la palabra "laudo" en cualquier diccionario de latín, se va a reir mucho.
(No ofense =P)
Hey! Muy buen tratamiento del tema y además con citas bibliograficas, realmente como debe ser.
Es paradojico ver, cómo estas mismas teconologías me permiten llegar a leerte.
Saludos!
No entendi el chiste de "laudo"
...es una joda con mi nick?
expliquenmeeeeeeee plis!
Salutti
Si era un chiste, fue uno bastante malo.
Laudo, en latín, significa (aproximadamente) elogio, alabanza. Y como vos estabas elogiando mi texto...
Bueno, eso.
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