Slavoj Zizek: Lo que pasó en Egipto no solo fue auténticamente democrático sino además un llamado a la justicia económica. Y aun así, lo que encuentro más interesante es que los egipcios y otros africanos están demostrando algo mucho más importante: aunque en occidente nuestro sueño oficial presupone la democracia occidental, en el fondo no queríamos que los otros se convirtieran como nosotros. Hasta ahora la reacción racista clásica de los europeos occidentales fue que nos encantaría que los árabes se hicieran democráticos pero ¡ey!... son primitivos. La única forma en la que podés levantar a las masas es con fundamentalismo religioso o con nacionalismo antisemita. Entonces ahora obtuvimos exactamente lo que deseábamos: un levantamiento secular, que en algunos casos incluso elimina las divisiones religiosas (coptos y musulmanes rezando juntos en Egipto). Pero en lugar de felices, estamos ansiosos. "¿A dónde va a llevar todo esto?". No sólo tenemos una prueba de que nuestra desconfianza en el potencial democrático árabe es falsa, pero lo que es más importante, también quedó probado que la democracia es universal, no solo nuestra. Tratamos desesperadamente de leer lo que queremos en los eventos que ellos quieren llevar adelante.
Ahora debemos repensar eventos viejos, como la revolución islámica en Irán. Ahora está claro que la revolución de 1979 no fue simplemente un golpe de Estado fundamentalista. Debemos recordar que durante más de un año y medio hubo una dura lucha internacional que permitió la llegada al poder de los clérigos fundamentalistas. Esa revolución también fue una explosión emancipadora, que ahora regresa a través del Movimiento Verde y Musaví. Esa es la lección más valiosa: debemos salir de este círculo donde nuestras opciones son el liberalismo pro-occidental o el fundamentalismo religioso. Y aquí viene el eje central: ¿por qué ahora nos concentramos en Libia? Porque permite volver a normalizar la crisis. Encaja en nuestros clásicos clichés occidentales. Gadafi es un líder loco, uno de los ejes del mal, etcétera. Sabemos dónde nos paramos. Podemos traducir esto en términos de la vieja batalla anti-fundamentalista, y entonces los medios pueden dejar de hablar de lo que está pasando en Bahréin, donde el ejército saudí está interviniendo directamente en otro país para aplastar una lucha democrática como la de Egipto. ¿Dónde está Obama en este caso, dónde están los líderes occidentales? Mi única esperanza es que este movimiento llegue hasta el final. Y el nombre del final es claro: Arabia Saudita.
Greek Left Review: Debo agregar que esta idea de la re-normalización tiene también otra cara y es que Libia le dio a las potencias occidentales la posibilidad de volver a hablar, como en los noventa, de "intervenciones humanitarias", que venían en picada debido a las catástrofes de Irak y Afganistán. Ahora, lo que Sarkozy, Cameron y -quizás en menor medida- Obama nos dicen es que estamos ahí para salvar civiles. Este tipo de retórica cosmopolita puede ahora reorganizar o reestructurar el campo ideológico en torno a la imagen de Occidente como un poder humanitario.
Costas Douzinas: Pero el movimiento popular encuentra sus límites cuando las bombas caen y la gente muere. ¿Cómo debemos encarar este problema?
Slavoj Zizek: En Libia la situación está objetivamente mezclada. No creo que tengamos aquí un caso claro y simple. No tengo ninguna simpatía por Gadafi, pero de todas formas no creo que lo que está pasando en Libia sea lo mismo que en Egipto o en otras partes. No podemos decir que se trata solo y simplemente de un tirano malo opuesto al pueblo. Hay muchísimas tensiones, como relaciones tribales, y es por ello que occidente adora este escenario, tal como le gustaba el mismo fenómeno en la ex Yugoslavia. No es política, sino tribus que se enfrentan entre sí. Lo único que podemos hacer es simplemente ignorar Libia, dejarla de lado. Para mí lo que está pasando en Egipto es mucho más importante.
Hace 5 años.
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