Apuntes mundialistas: se empareja la cosa domingo, 17 de junio de 2018

Hace algunas décadas que en la Copa del Mundo casi no quedan cenicientas. Los motivos son varios, pero existe un momento de quiebre perfectamente identificable: viernes 15 de diciembre de 1995, el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas declara ilegal que un futbolista de la Unión Europea ocupe plaza de extranjero. Desde entonces, los principales clubes de España, por caso, pudieron anotar un sinfin de jugadores de todas partes de Europa como españoles y gastarse los cupos de "extranjeros" en extracomunitarios. Cada país tiene su propia regulación (Italia es más estricta, mientras que en el otro extremo Alemania impone como única regla que doce jugadores sean nacidos en el país), pero en líneas generales la elite del fútbol se "globalizó" y es ahora mucho más permeable a la llegada de estrellas de África, Asia y América Latina.

Esto tiene dos consecuencias. La primera tiene que ver con cómo este fenómeno afecta la performance de los principales equipos europeos en Mundiales: Inglaterra, país de la Premier League donde 7 de cada 10 futbolistas son extranjeros, no llega a los cuartos de final de un Mundial desde Alemania 2006; Italia, otro país con una liga plagada de estrellas de afuera, se quedó afuera en fase de grupos en 2010 y 2014 y ni siquiera clasificó a Rusia 2018. La segunda, quizás la que más interesa a efectos de este análisis, es que esta mayor apertura permitió la llegada de promesas del Tercer Mundo a la élite del fútbol mundial. En otro momento histórico, un país africano o caribeño que lograba la clasificación podía llegar a la Copa del Mundo con mayoría de jugadores sin roce internacional, incluso algunos amateurs; hoy es difícil que una nación que llega al Mundial no tenga al menos media docena de talentos jugando en las mejores ligas de Europa. Lo mismo corre para la preparación física, campo que se profesionalizó en todo el mundo y donde se acortaron las distancias entre lo que podían acercar los diferentes países. En resumen: si antes se colaba algún amateur (los memoriosos recuerdan al Zaire de 1974, que en su presentación en la Copa del Mundo perdió sus tres encuentros, incluyendo un 9-0 con Yugoslavia, y cuyos jugadores no recibieron ingresos algunos por jugar), ahora —casi— cualquier equipo te hace partido. Parece una perogrullada, pero tiene raíces materiales concretas que acabamos de definir.
























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En el primer turno, Serbia se impuso ante Costa Rica por la mínima diferencia, en un partido discreto lleno de imprecisiones. La diferencia la hizo el capitán del equipo, la estrella de la Roma Aleksandar Kolarov, con un golazo de tiro libre que resultó intajable para Keylor Navas.

Luego fue el turno de Alemania-México, el otro partidazo que ha dado hasta ahora Rusia 2018 (el primer clásico había sido España-Portugal). Ya desde el inicio se notó a un conjunto mexicano enchufadísimo y al campeón del mundo vigente con muchísimas dudas abajo, con Hummels y Neuer sacando todo lo que Plattenhardt y Khedira no podían. Los desajustes del conjunto germano quedaban en evidencia ante cada contraataque mexicano (los conducidos por Osorio tuvieron cinco chances de este tipo en el primer tiempo). Desde el sillón se vio claro que Alemania plantó una defensa mínima y unos volantes demasiado adelantados, lo que dejaba espacios increíbles que México aprovechó cada vez logró conectar un pelotazo ofensivo.





















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Dato que ilustra la introducción a esta nota: Hirving Lozano, autor del gol y héroe de la victoria mexicana, juega en el PSV Eindhoven.

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El equipo mexicano plantó y jugó el partido perfecto, y pasó los últimos treinta minutos, ya sin piernas, aguantando el embate del campeón del mundo. Es increíble estar diciendo esto después de apenas 90 minutos de juego, pero el sábado que viene Alemania se juega frente a Suecia su permanencia en la Copa.

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La última sorpresa de la fecha fue el empate de Brasil frente a Suiza, un equipo compacto pero sin brillo ni muchas ideas. Después del 1-0 y unos primeros 20-25 minutos brillantes, parecía que el conjunto de Tite se venía con todo. Pasó exactamente lo contrario: Brasil se desinfló, el partido entró en una meseta, y Suiza encontró el gol de la única forma en la que lo podía haber encontrado un equipo limitadísimo como el suyo, es decir, en una jugada de pelota parada. Lo demás fue casi todo de Brasil, con más empuje que buen fútbol y un Neymar lesionado y fastidioso. Ah, y los suizos tiraron patadas como en el potrero. Un aviso para esos que tienen gatillo fácil para los paralelismos entre fútbol y política.





















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Decíamos que en los últimos años se emparejó la cosa. Como prueba, los resultados. De los cinco candidatos —Alemania, Brasil y España, en un primer nivel, y Argentina y Francia, en un segundo—, uno perdió, tres empataron y el único que ganó jugó mal. All in all, en los papeles, le sigo teniendo fe a los tres de siempre: España (que empató contra el Portugal de Cristiano Ronaldo en el mejor partido de la historia de CR7 con su selección), Alemania (que a pesar de algunas dudas defensivas tiene plantel y sistema de sobra para pasar de ronda y llegar lejos) y Brasil (que está en un grupo más que accesible, por lo que da la impresión de que no deberían tener problemas para pasar de ronda). Y paro acá con los vaticinios, porque es demasiado temprano para hablar de sorpresas: ni se terminó de jugar la primera ronda de la primera fase. Así de linda es la Copa del Mundo.

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