El tachero feliz lunes, 11 de abril de 2005

Tardé en comer, tardé en tomarme el colectivo, tardé en la cola del banco. Para cuando salí de buscar la tarjeta de débito a ese mugroso banco del centro, estaba claro que estaba tarde. Eran tres menos diez y a las tres tenía que estar en el laburo. Paré un taxi.
Me subí y le dije hasta donde iba, esperando un viaje en relativo silencio. Pero el flaco arrancó con un "¿Como anda tu semana?"
Desde ese momento hasta que dijo "¿Sabés? Yo hace diez años que medito" no pasaron ni veinticinco segundos.
Parecía como orgulloso de repetir el discurso de alguna terapia. Yo lo escuchaba y hasta le daba manija, asintiendo y apoyando sus teorías. El tipo me decía: "El tema es el equilibrio interior. Yo un día gano 60 pesos y otro día gano 20. El día que gano 60 no puedo ir y jugarle la mitad a la Quiniela, porque sino el día que gano 20 me pongo a llorar. Es el equilibrio interior."
Yo creía que le decían "ahorro".
Lo mejor fue cuando me dijo "Yo te voy a decir una cosa: lo importante es que vos te mires al espejo y te preguntes ¿soy feliz? Y digas: sí". O sea: ya lo había escuchado mil veces antes (Luisa Delfino, Paulo Coelho), pero viniendo de la boca de un taxista porteño tuvo un efecto particularmente bizarro.
Por lo menos su meditación al volante hace que no vaya escuchando Radio 10.