Salisbury - Stonehenge lunes, 6 de agosto de 2007



Ayer a la mañana tomamos el tren con rumbo a Salisbury, una pequeña ciudad a unos 120 kilómetros de Londres. Allí se encuentra una catedral que data del siglo XII, la cual posee el reloj en funcionamiento más antiguo de Europa. Hasta ahí nada especial: un lugar por el cual podríamos pasar si estuviesemos al toque, pero que no merecería semejante desvío en nuestros planes. Lo curioso es que quien ordenó a construir la Salisbury Cathedral en 1223 fue un tal Richard Poore. Para quien no sabe amplío: nuestro apellido es, precisamente, ese. Y lo que es más: mi viejo se llama así -Richard Poore.
Mi prima rastreó hace unos años el arbol familiar y llegó a la conclusión de que eran esos mismos. Los Poore vivieron en Inglaterra durante siglos hasta algunos años después la Segunda Guerra Mundial, cuando abandonaron una Europa devastada y se vinieron para Argentina.
Mientras caminaba adentro de la catedral pensé que era muy loco el hecho de que el viejo del viejo del viejo del viejo del viejo del viejo del viejo del viejo del viejo del viejo del viejo del viejo del viejo del viejo del viejo del viejo del viejo del viejo del viejo del viejo del viejo del viejo de mi viejo haya vivido en Inglaterra hace ochocientos años, haya sido un obispo zarpado y haya construido una catedral en donde todavía se celebran misas todos los domingos. Pero todavía me esperaban más sorpresas.



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En la Salisbury Cathedral hay varias placas recordatorias. Algunas de ellas son la de los Poore. Uno de ellos fue a Sudáfrica como soldado del Imperio Británico; otro peleó en la Primera Guerra Mundial. Pensar en cómo uno llegó a este mundo no sólo depende del ya azaroso cálculo de cómo hicieron los padres para conocerse. A medida que uno va subiendo las variables son aún más increíbles. De cómo una guerra, una hambruna, un accidente, una caída, una enfermedad, se combinaron así -y no de otra manera- para que todo terminara instituido como finalmente se dio. Semejante priorización del factor suerte es angustiante para cualquier ser humano. Por eso nos inventamos teorías, relatos, matrices explicativas, para poder pensar que todo tenía un sentido, para tranquilizarnos al menos por un momento y decirnos a nosotros mismos: tenía que darse así. La expresión más acabada de esto es el pensamiento religioso.
Aunque la actitud opuesta -la celebración del caos, la afirmación de la imposibilidad de explicar- se acerca mucho al todo vale posmoderno.

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Mi viejo estaba muy ansioso y en una de esas esperaba a que alguien lo recibiera calurosamente. Pero cuando le contó al tipo que estaba en la puerta que él también era un Poore, el hombre se limitó a decir "Oh, really?" y avisarle que en todo caso podía combinarle una entrevista con el obispo alguna mañana. Eso sí: el obispo estaba de viaje y volvía el 30. Mi viejo le agradeció, se dio vuelta y nos dijo, irónico, "claro, porque no tengo un carajo que hacer el treinta. Decíle que si no estoy tipo nueve, nueve y cuarto, que empiecen sin mí".

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Igual qué bueno que no se les ocurrió hacer una misa por los Poore, o algo así. Hubiese sido un clavo.

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Volvimos al centro de Salisbury y sacamos un boleto que nos llevaría a Stonehenge. El colectivo salía a las tres: ya eran eran las dos y veinte y todavía no habíamos comido. Decidimos entrar en el primer lugar cercano abierto, que resultó ser un restaurant indio.
Los tipos te recibían de a tres y eran muy atentos. Les explicamos que teníamos que comer rápido y enseguida nos trajeron las bebidas y la carta. Mi viejo se pidió una cerveza india, y se la trajeron en un chopp muy bonito. Pedimos distintos tipos de pollo, todos más o menos picantes, y comimos con ganas porque el hambre nos estaba matando. A las tres menos diez, pedimos la cuenta y mientras todos íbamos agarrando las cosas mi viejo lo llamó al mozo y le preguntó si podía comprar el chopp indio.
- Déjeme preguntarle al dueño -dijo, en inglés binladenesco.
A los quince segundos apareció el dueño, y mi viejo repitió el extraño pedido:
- ¿Cuánto pide por el vaso?
El tipo se río.
- ¿Cuánto me da?
- ¿Está bien 5 pounds?
- ¡Ok! -dijo el indio comerciante, mientras se guardaba el billete de cinco. Agarramos el vaso y salimos del restaurant corriendo como en Little Miss Sunshine. Dos cuadras y estabamos en la terminal, subiendonos al micro que ya se estaba yendo.

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Stonehenge es una de las ruinas prehistóricas mejor conservadas del mundo. El alto rating que ostenta este monumento proviene en su mayor parte del halo de misterio que lo envuelve. Y todos sabemos que el misterio vende: a los arqueólogos, historiadores y curisos de siempre se le suma el equivalente mundial a los que en Argentina miran el canal Infinito.
¿Cómo transportaron las piedras? ¿Las trajo Merlín, el diablo, los extraterrestres? ¿Era un centro arqueológico antiguo? Stonehenge sería como el Uritorco británico. Un poco más vistoso, claro.

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Una joven pareja japonesa está admirando las ruinas de Stonehenge. Al lado suyo, una familia británica (compuesta por mamá, papá y bebé) hace lo mismo. La japonesa mira a la bebé rubia y lanza un grito de alegría. Enseguida, le pasa la cámara a la sorprendida mamá británica y le pide "Picture, picture". ¿Foto de qué? De japonesito y japonesita posando... con la bebé british. Sale la extraña foto y la ponja agradece.Mira a su novio y ambos se ríen.

3 comentarios:

Cinzcéu dijo...

Siempre creí que Stonehenge es una changa que hicieron Asterix y Obelix en las islas británicas. Y siguiendo con ellos, un comentario sobre la foto de los japoneses: "Estos nipones están locos". Saludos.

Fede / Billie dijo...

Si, Stonehenge está bueno pero no es una cosa que digan ohhhh. Asíque podría decirse que coincido con Coxon.

Lake dijo...

Topísimo mal!!!!! Sos más ABC1 y mas "royal family" que Gugote! Te voy a hacer nombrar la persona más top de la oficina!