¡Anécdota!
Estábamos de visita en el hermoso Valle de la Luna, en la provincia de San Juan. Resulta que la visita a este parque consistía en una caravana de tres horas de duración, liderada por un guía y en la que cada uno iba con su auto, parando en los distintos puntos de interés.
Pues bien: cuando llevábamos cierto tiempo en el parque, algo nos llamó la atención. En lugar de sacar fotos y admirar el paisaje, el dueño de uno de los autos (un Polo blanco) aprovechaba las paradas para limpiar su auto. Así es: cada vez que nos deteníamos en los lugares clave, el hombre sacaba su plumero y se ponía a desempolvar meticulosamente su coche. Le sacamos una foto también a él, porque nos pareció gracioso. ¿Era un compulsivo-obsesivo de la limpieza? ¿Le faltaban jugadores? ¿Le chiflaba el moño? ¿O había algo más?
Descubrimos ese algo más un tiempo más tarde, cuando nos dimos cuenta que el hombre en cuestión era simplemente el remisero de unos italianos que visitaban el Valle de la Luna... con lo cual la limpieza y la desatención hacia las maravillas de la naturaleza cobraba mucho sentido.
Que decepción. Yo quería que fuera compulsivo-obsesivo.
Hace 5 años.
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